EL PODEROSO MUNDO DEL
SUBCONCIENTE
(Tertulia del 14 de Junio de 2017. Jesús Lobillo Ríos,
doctor en Medicina. Aforo: 26 asistentes)
Para poder estudiar el
subconsciente, es decir, lo no consciente, o inconsciente de un individuo, deberemos
conocer previamente lo consciente, o sea, la conciencia del individuo, aquello
que se pretende suplantar.
La conciencia de una persona está
formada por la acumulación de todas aquellas vivencias asumidas, es decir,
reconocidas por el individuo y sobre las que el sujeto tiene una capacidad de
actuación o decisión.
Para asumir estas vivencias se
precisan de dos mediadores imprescindible que es la atención, por una parte,
que puede ser primitiva o esencial, que los psicólogos denominan pática (como
cuando un niño atiende al biberón que le acercan), o reactiva o inteligente,
que denominamos noética (como cuando atendemos a una conferencia). Pasar de lo
pático a lo noético exige la adquisición del lenguaje. Y por otra parte la
memoria que puede ser primitiva (episódica o gestual) y teórica o relacionada.
La reacción ante una vivencia o
un conjunto de ellas determina nuestra conducta. Si no hay reacción (como en el
caso del niño) existe una ingenuidad, y si ocurriera en caso de un adulto
podríamos estar ante una inautenticidad.
Nuestra personalidad por tanto,
está compuesta de una serie de vivencias adquiridas y clasificadas como
reconocibles ante las que nosotros tomamos una posición determinada, personal y
propia.
No obstante las vivencias
plenamente percibidas, conscientes, constituyen solo una parte de nuestras
vivencias y nuestra relación con el exterior no siempre se lleva a cabo de
forma volitiva porque también existen los impulsos inmediatos es decir, la
conducta instintiva automatizada o dirigida mnésticamente (por la memoria).
Podríamos decir, desde otro punto
de vista o siguiendo a otros autores, que esta consciencia que hemos descrito
hasta ahora es la consciencia racional. Pero tendríamos que considerar también
la existencia de una consciencia emocional o subconsciencia, es decir, no
racional, que se deja de llevar por sus gustos o impresiones pese a que éstos
estén anclados en nuestros recuerdos.
Todavía aquí algunos autores
señalarían la existencia individualizada de un inconsciente que sería el
responsable de las funciones automáticas vitales que no nos paramos a
controlar.
El subconsciente.
El subconsciente es el lugar de
nuestra mente donde se almacenan todas aquellas vivencias recibidas pero que no
necesitan de forma inmediata de una toma de decisión por nuestra consciencia
pero que están siempre disponibles para el momento en que sean necesarias.
Es el almacén donde se encuentra
guardado todo aquello que hemos registrado, todo lo que se nos ha recomendado,
lo que hemos visto y sentido (aunque quizás no valorado) desde el momento en
que tuvimos capacidad de percibir el exterior aunque sin capacidad para
enjuiciarlo.
Llamamos inconsciente a la
persona que dice o hace cosas sin el control de la consciencia de forma real o
peyorativa. Muchos autores afirman que existen y son explorables las imágenes
subconscientes que estarían como agazapadas debajo de la consciencia.
Se deduce de esto que el mediador
imprescindible para el subconsciente es la memoria porque además de las
vivencias reconocidas pueden almacenarse otras elementales o básicas cuyo
reconocimiento fue pretérito o ancestral por su naturaleza básica, o por un
registro débil o no debidamente identificado (e incluso por un fallo de
fijación).
La función del subconsciente es
la de auxiliar en todo momento a la consciencia dado que él no toma posición ni
determinación alguna, solo atiende las indicaciones que recibe, es como un
ordenador que nos facilita en todo momento aquellos datos que necesitamos y que
nosotros previamente hemos introducido.
Exploración del subconsciente.-
El gran problema consiste en
conocer el subconsciente, cometido que se hace imposible porque solo podemos
verlo cuando aflora y esta no es su forma habitual de funcionar, por lo que
para descubrirlo y poderlo valorar hay que anular de alguna manera la
consciencia y esto es lo que ocurre en determinados estados dado el carácter
biológico del anclaje de la consciencia.
En el niño el estado que hemos
llamado de ingenuidad es posible por la falta de consciencia porque aún no se
ha desarrollado. También parece ocurrir en las personas mayores por un
relajamiento de los controles conscientes.
También ocurre lo mismo en los
ictus en los que al alterarse el sustrato biológico se pierden todos los frenos
y controles acumulados en el pensamiento racional.
Si manejamos un polígrafo
descubrimos que la actividad cerebral humana genera ondas registrables de 40
herzios, que son ondas beta que corresponden al pensamiento racional.
Pero un escalón más abajo, en
estado de somnolencia, generamos ondas gamma de unos 8 herzios que serian
equiparables a las del reino animal. Y más abajo aún en el mundo vegetal se
generan ondas Z que son de 4 herzios y todavía más inferiores serían las ondas
generadas en el mundo mineral (de unos 0,5 herzios).
Esta escala gradual se desarrolla
evolutivamente, pero están unidas, al menos en un principio, aunque luego con
el crecimiento se van distanciando pero siempre están ahí. El niño estaría en
la banda Z o gamma, el niño con las emociones que se generan en estas bandas
porque en estas bandas esta el sueño (mundo no consciente) y las emociones que
existen así mismo en las plantas y en los animales. Recordemos los experimentos
que demuestran que la música y el buen ambiente producen en la producción
ganadera y en la belleza de las plantas.
Las emociones aquí almacenadas se
somatizan y producen manifestaciones dolorosas que debemos buscar aquí para
poderlas reducir.
Quiere decir que en clínica para
poder actuar terapéuticamente deberemos descender del pensamiento racional a
las zonas Z o gamma a buscar las raíces de la persona dónde puede estar el
problema. Para ello hay que valerse de los símbolos.
En primer lugar hay que convencer
y dar confianza, lo que se consigue con un establecimiento de contacto, una
charla o cambio de impresiones que se debe de prolongar hasta que se establezca
esa confianza. A continuación situamos a nuestro paciente en un diván y le
hacemos cerrar los ojos para que se relaje, y establecemos contacto con la zona
Z a través de los símbolos que normalmente han surgido en la conversación
previa como pueden ser las enfermedades, episodios relatados, etc., con los que
“llegamos” (no vemos pues estamos con los ojos cerrados) y “recordamos” (no
imaginamos), elementos con los que formaremos una historia que someteremos a
una hermenéutica (interpretación).
En la zona Z encontramos “al niño
que fuimos” con sus vivencias ocultas, el descubrimiento de las cuales muchas
veces es suficiente para solucionar el problema.
Los preconizadores de este
sistema lo explican porque las emociones (zonas Z o gamma) que están en el
subconsciente mueven los genes y escribe en el cuerpo a través del sistema
simpático y resuelven con el parasimpático, que son sistemas autónomos que
controlan nuestras acciones involuntarias.
Pero si no podemos penetrar
fácilmente en el subconsciente podemos forzar la anulación del sistema
consciente, que puede conseguirse con la utilización de fármacos.
El primero de estos métodos es la
utilización del vino que en palabras de la doctora Casado, tiene un efecto
narcótico por su capacidad para disminuir o paralizar la actividad del sistema
nervioso central o periférico. Es un sistema muy utilizado en las reuniones de
confraternización para sondear y conocer las opiniones de los demás y en los
almuerzos o cenas de negocios para conseguir ventajas en los tratos.
El segundo método es el
denominado como hipnosis regresiva por el cual se relaja a una persona, se la
confía, se la invita a hablar y a recordar hasta conseguir que su memoria saque
a la luz el problema que tratamos de averiguar. Es muy similar a la técnica que
hemos descrito previamente.
El tercero sería el psicoanálisis
basado en los mismos principios y que sería el arma fundamental utilizada por
Freud para tratar esos trastornos.
Otro sistema sería la anulación
forzada a través de la inducción del coma anestésico que se consigue mediante
la administración de barbitúricos o hipnóticos que actúan sobre los receptores
de ácido gammaaminobutirico (GABA) un ralentizador del impulso nervioso hasta
que se llega a la fase de apnea en la que hay que usar la mascarilla de oxigeno
y vasopresores para mantener la tensión cardiaca.
Podemos clasificar la actuación
de nuestro subconsciente de cinco formas concretas
1ª: Disociación circunstancial
entre el reconocimiento e identificación del objeto o persona que nos lleva a
una falta momentánea de identificación o reconocimiento (nos cruzamos con un
conocido y no lo saludamos porque no lo hemos reconocido en ese instante).
2º: El instinto, que no precisa
de evaluación ni reconocimiento por lo que aflora del subconsciente sin
participación ni dirección de la consciencia, o de las acciones automatizadas.
En este punto se basan las ideas que afirman que el subconsciente no descansa
nunca y que está alerta las 24 horas del día
Algunos autores consideran aquí
la inspiración que surge sin deseo volitivo y cuya única condición precisa es
una consciencia activa y despierta.
3º: En ausencia de consciencia
activa, que sería el caso de los sueños en donde el subconsciente aflora
haciéndonos recordar cosas y sucesos a veces incoherentes.
También puede aflorar es éstas
condiciones en el caso de las funciones vitales (respiración, latido cardiaco,
peristaltismo, etc.) aunque hay autores que dudan de que estas funciones
pertenezcan a la esfera de lo anímico.
4º: Subconsciente que nos trae a
la actualidad vivencias pretéritas no requeridas, no bien reconocidas ni identificadas,
ni solicitadas, que han permanecido en estado de latencia sin concienciar, pero
que aparecen traídas en asociación por otras bien identificadas.
De la misma manera podrían
existir afloramientos de vivencias imaginadas pero no vividas, es decir, premonitorias
surgidas posiblemente de vivencias deseadas pero no ejecutadas.
5º: Afloramiento de lo almacenado
como reprimido voluntariamente por nuestra consciencia, es decir de lo ocultado
conscientemente por nuestra voluntad.
Consideramos aquí los frenos
educacionales, el complejo de inferioridad, la represión sexual, etc. que son
responsables de errores en la lectura, lapsus en el lenguaje, conductas
sexuales y sociales anómalas y cuyo descubrimiento y normalización constituyen
la base del psicoanálisis de Freud
6º: Por último, según la idea de
Jung, pueden existir, siguiendo las enseñanzas de su maestro Freud, afloramientos
en forma de molestias o dolores que estarían enraizadas en el subconsciente
profundo, latente y poco identificado constituido por los avatares mitológicos
o religiosos (inconsciente colectivo de Jung o de los arquetipos históricos).
Este hecho es un hallazgo
importante en la clínica diaria en la investigación del origen patológico de
los dolores no identificados por los pacientes habituales.
Podemos concluir que nuestro
subconsciente forma parte de nuestra personalidad y que es inseparable de
nuestra consciencia como un complemento o base de nuestra dialéctica vital y
que encuentra unido a la consciencia y dependiente de ella a la espera de que
lleguemos a descubrir los mecanismos íntimos que lo regulan y la forma en que
ambos se comunican entre sí y con nuestro organismo.