viernes, 22 de diciembre de 2023

Cuento de Navidad

                                         CUENTO DE NAVIDAD

               Como tantas hipótesis científicas que parecen imposibles y luego se resuelven con facilidad al comprender los fundamentos, los agujeros de gusano acabaron siendo un juego de niños cuando se dio con la tecla. Para atravesar el puente de Einstein-Rosen no se necesitaron aceleradores de partículas ni telescopios espaciales. Galimatías, investigador independiente, lo consiguió resolviendo ecuaciones matemáticas en el modesto laboratorio que le cedía el Centro de Altas Tecnologías en Churriana Valley ubicado cerca de su casa. Hechas las pruebas pertinentes que demostraban su viabilidad decidió ponerlas en práctica trasladándose a la época de las cavernas. De acuerdo con su condición de desapriscado, que es como llamaban en las primeras universidades españolas a los aspirantes a cátedra que se atrevían a presentarse sin el amparo de una escuela, se embarcó en el proyecto sin encomendarse a nadie y no tan ligero de equipaje como debía, ya que se llevó la cama articulada recién adquirida para mitigar dolores de espalda en la que se sentía muy cómodo. Temiendo que la vuelta se demorara más de lo previsto le adosó una placa fotovoltaica con la que pensaba alimentar también una pequeña nevera y el ordenador que generaba el holograma humano que se llevó de ayudante. El tránsito fue más brusco de lo esperado ya que el salto al pretérito tuvo que salvar energías del orden de las que marcan el horizonte de sucesos de un agujero negro, pero una vez sobre el terreno que resultó ser el mismo que ocupaba en la actualidad, pero de hace 60.000 años, la normalidad se apoderó de la escena. Lo primero que comprobó es que el clima se mostraba benigno y como conocía unas cuevas cercanas al barranco del Lobo se dirigió a ellas acompañado del holograma al que cargó con el equipo.

            No le extrañó la soledad de los campos a pesar de reconocer deshechos metabólicos porque pensó que la vida tanto animal como humana huiría de su presencia y supuso que miles de ojos lo observaban desde el espesor de la selva. Este supuesto se veía reforzado por la existencia de claros y caminos que conducían a las cuevas. Llegados a las cuales encontró un paisaje muy distinto al que tenía en sus días. El agua corría en abundancia por arroyos que ahora están secos. En una hondonada pedregosa llena de basura en la actualidad, había una laguna de varios centenares de metros de diámetro donde se notaba abundante vida. Animales menos temerosos como mamuts e hipopótamos descansaban a la sombra mostrando total indiferencia hacia el futuro. Cerca del hábitat de sus ancestros encontró jauría de perros a los que sometió con golosinas inesperadas, lo que le permitió acercarse a unos corrales donde había cabras, gallinas, conejos y vacas, separadas de otros donde gruñían jabalíes tan peludos como los de ahora. En cuanto fue aceptado por los animales aparecieron trogloditas asustados y asombrados que guardaban las distancias con más signos de miedo que de agresividad. En menos de media hora la IA que llevaba instalada en un anillo desentrañó el lenguaje de los pobladores de su pueblo con los que se comunicó tranquilizándolos como mejor pudo. Como era gente sencilla pronto lo invitaron a pasar a las cuevas que tenían una profundidad de la que carecen ahora mostrando una distribución que le recordó un hotel con habitaciones distribuidas en pisos y apartamentos de temperatura confortable. A pesar de la mansedumbre de la tropa que lo seguía eligió instalarse en la boca de la Cueva Grande cerca del rio para evitar humos y no dar pie a una encerrona como la que Polifemo le preparó a Ulises y aunque él no pensaba provocar como el de Ítaca se sintió más tranquilo en el atrio que en el templo.

            Galimatías ganó con facilidad la confianza del grupo. Aquella gente no tenía historia de la que ufanarse, patria por la que verter su sangre, valores que defender ni identidad territorial por la que pelear. Había venido a parar al sueño de Don Quijote cuando añoraba “la dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío”. Ocupaban un espacio que consideraban suficiente porque se extendía desde el mar a la montaña pasando por valles pantanosos donde pescaban con facilidad y huertas naturales con árboles frutales a cuya sombra dormías siestas largas y tranquilas. Antes de salir a dar un paseo por los alrededores instaló la cama rodeado de general admiración. Sobre una bazareta colocó la nevera con píldoras y jugos que asustaban a los antiguos. Cuando decidió acostarse ya entrada la noche fue acompañado en silencio por un grupo de curiosos. Era bastante más alto que los más altos de la tribu, aunque estos mostraban una fuerza de la que carecía el visitante. Para no entrar en comparaciones se metió vestido en la cama tras quitarse los zapatos ante el espanto del auditorio que pensó que se arrancaba los pies. Una vez acomodado accionó el mando que eleva el tronco lo que provocó una estampida acompañada de ladridos de perros. Serenada la comunidad acudieron de nuevo a rodear el lecho desde el que les explicó que el artilugio estaba gobernado por el alma de los rayos que enciende la tormenta lo que hizo que adoptaran una postura de adoración al considerarlo un ser superior sin sospechar que compartían el mismo genoma. Durante la noche notó un trasiego de gente entrando y saliendo de la cueva. Al parecer se había extendido la noticia por todo el asentamiento y nadie se quería perder el fenómeno al que en su lengua empezaron a llamar Fisitrasto que quiere decir portador del rayo. Entraban en actitud reverente, mostraban su respeto y salían iluminados.

Al día siguiente acompañó a un grupo de cazadores a recorrer las trampas y a recolectar frutos silvestres por bosques espesos que hoy son canteras y escombreras. Al volver a la cueva notó que la cama había sido utilizada porque aparte de hundida estaba llena de pelos. Al preguntar se enteró que había habido peleas entre las mujeres por utilizarla para amamantar a sus hijos sobre el rayo con el que crecerían fuertes. Para evitar incidentes rectificó el propósito que tenía de dejar la cama de recuerdo antes de volver al presente. Al verificar el programa comprobó que le quedaban poco menos de ocho horas para la activación automática del viaje de vuelta, así que decidió pasar la noche conversando con sus antepasados. Como era verano y lucía una espléndida luna llena convocó a los oyentes en la ladera a la que daba la cueva grande en la que se colocó la muchedumbre para oírlo como sucedió en el Sermón de la Montaña. Pero en lugar de cantarles las cuarenta aprovechó la ocasión para transmitirles algunas nociones elementales de higiene y alimentación. Al llegar la hora, desapareció de pronto sin poder apreciar el efecto que causaba su ausencia ni las muestras de dolor si es que las hubo. Por su parte apareció en su cuarto acostado en la cama articulada, algo cansado y con la sensación de vestir ropa de calle. Como ese pensamiento le provocó angustia se quedó inmóvil sin atreverse a comprobar si llevaba puesto el pijama.

 

                                            

                                                              Salvador Peran Mesa

                                                    El Ateneo Libre de Benalmádena

                                                       “benaltertulias.blogspot.com”

domingo, 17 de diciembre de 2023

Kenzaburo Oé

                                            KENZABURO OÉ

                   UN  NOBEL ESCONDIDO EN EL SILENCIO

 

El término “englobamiento”, no forma parte del léxico español; lo utiliza Antonella Romano como subtitulo de un ensayo sobre la empresa historiográfica que investiga la llegada a China de los misionarios europeos en la segunda mitad del siglo XVI[1],pero también podría aplicarse a la obra de Kenzaburo Oé, como englobamiento o abrazo total de cuantos aspectos abarca el hecho cultural, sus manifestaciones y los instrumentos con los que se visibiliza. Oé desarrolla de forma extraordinaria, las conexiones entre aquellas manifestaciones ya sean occidentales o netamente japonesas, construyendo textos de alta intensidad intelectual cuyo soporte  es la sensibilidad no exenta de erotismo, delicadeza y en ocasiones   crudeza; aspectos que encajan en la tradición narrativa japonesa  y que son, a la vez , comprensibles en la occidental sin mayor dificultad ; hay en ellos  algo más que una cuestión de equilibrios, se trata de la  interiorización de la pertenencia al conjunto sin dejar en absoluto la parte.

El Japón contemporáneo se encuentra de forma clara reflejado en su obra, leerle es mirar al país en el último viaje ya   incorporado  en lo occidental a expensas de su localización geográfica en el noreste asiático , aunque diferenciado  con claridad debido a la insularidad que le ha venido protegiendo , si no de las influencias, China 1.500 años, occidente más de 200, si de las ocupaciones  por terceros  hasta agosto de 1945  que lo hizo EEUU  y que duró hasta 1951 cuando se firmó el Tratado de San Francisco . Los tratados con EE. UU., fuente de permanente controversias siempre  han formado parte de las preocupaciones de Kenzaburo, manifestándolas en público  y en paralelo con el resto del país.

La aplicación del término englobamiento a la vida y obra de Kenzaburo nos puede servir para interpretar un mapa de instrumentos culturales, cada conjunto de ellos localizado en su propia  capa  de identidades socio-geográficas, incluyendo en ellas el vector del tiempo. Incorporar la relación entre instrumentos y estructuras diferenciadas de pertenencia con resultados coherentes es, sin lugar a duda, algo que aparentemente ocurre en el Japón contemporáneo, pero que puede interpretarse como impostación cuando se escarba un poco. Sin embargo, en Oé es una realidad sólida, algo que se percibe como natural, porque él abraza el mundo en todas sus geografías y manifestaciones. Hablar de influencias, en su caso, es minimizar el impacto; hay algo más profundo que la mera influencia, hay aprendizaje, orientación, entrañamiento

La visión ideal del Japón actual asociada a un  intelectual , podríamos , entre otros, vincularla con Kenzaburo Oé. Su pensamiento representa ese frágil puente de la ambivalencia actual. Su obra, repleta de influencias occidentales, refleja por un lado el compromiso con un espacio global y la certeza de la pertenencia a otro más limitado que en  general circunscribe a los bosques de la isla de Shisoku , lugar donde nació y que viene a representar el vínculo de pertenencia a una comunidad y cultura originaria; todo lo anterior anclado a la férrea compañía de su propio hijo Hikari ,  discapacitado, pero Hikari no solo forma parte de su obra fundacional (“Una cuestión personal” / 1964 ) sino que nos lo vamos a encontrar a lo largo de su obra como recordatorio de su vínculo con la más elemental de las realidades. Hikari sobrevuela la cosmovisión de Oé, marcando el camino de  retorno a lo primordial ( “Un amor especial, vivir en familia con un hijo disminuido” /1998).

                Ferviente admirador de Proust (realizó su tesis sobre su obra), de los poetas Yeat y William Blake; la lista de narradores occidentales que influyeron en su pensamiento es larga : Faulkner, Cervantes, Dostoievski…., entre los que habría  que destacar a Malcom Lowry por el impacto que tuvo en él la lectura de “Bajo el volcán”,  junto con su etapa en México.  En sus novelas realiza con notable éxito el enlace entre esa realidad occidental japonesa que él vive en primera persona con sus colaboraciones en universidades en el extranjero y sus orígenes que refleja en los bosques , su familia, amigos de infancia, adolescencia y formación académica. Sus textos responden a lo que el mismo opina  con respecto al papel de la narrativa;  por citar un ejemplo, en “Cartas a los años de la nostalgia” nos dice a través de su interlocutor:

                Hasta ahora, cuando escribías en primera persona, para evocar tus recuerdos de infancia                durante la guerra, o para reflejar la angustia de un joven que vive en una gran ciudad                 inhospitalaria (Tokio), veía en ello una fuerza persuasiva. Ese “yo”, era ciertamente , en muchos    aspectos el propio escritor , pero este era a la vez un narrador que reflejaba la realidad social de    su época. Una obra literaria es un fenómeno social.

Oé, responde de alguna manera, a la observación de Ruth Benedict ( “El crisantemo y la espada” ) [2]sobre los japoneses y su afición a hablar de si mismos;  utiliza de forma casi constante su propia vida como hilo conductor de su narrativa. La vida como objeto de reflexión, como representación de un Japón transformado, incluido en el mundo occidental o como receptor de un legado de características universales. Su pensamiento, transmitido a través de su obra, parece circular en paralelo con el resto del país, pero siempre encontrando  el entronque con el pasado contándonos  sus vivencias, a veces, las más, con nostalgia, otras como sucesos irremediables formadores de  su personalidad.

No cabe duda de que cuando le otorgaron el premio Nobel en 1994, se tuvo en cuenta, no solo su compromiso con los valores que se iban consolidando en occidente, tales como la ecología o las cuestiones relacionadas con la energía nuclear, sino con su posicionamiento inequívoco con el resto del mundo, la pertenencia a esa globalidad que se iba conformando y la renuncia al aislamiento y a la concepción de imperio en la que se educó.  La interiorización de los valores democráticos le llegó de golpe, inmediatamente después de escuchar la voz del emperador y su renuncia a la divinidad en enero de 1946 ( nos dice). Oé , profundo defensor del artículo 9 de su Constitución en el que se renuncia a la guerra[3]  , opositor militante del tratado de seguridad  con los EE. UU., no escatimó su presencia en las manifestaciones. De la misma forma denunció la corrupción política de su país e incluso se llegó a preguntar , cómo las fuerzas de autodefensa no han intentado un golpe de estado (“Adiós Libros míos”).

Leer a Oé requiere un esfuerzo de reflexión, acercamiento a los contextos por  los que se mueve y, desde luego, reconocer a los autores que cita y transcribe en múltiples ocasiones. No caba duda que ese mosaico de influencias occidentales, representen mejor que otros autores, la universalidad que ha deseado alcanzar su país. Fue  un intelectual comprometido con su tiempo y su espacio , pero demasiado olvidado de los lectores y las bibliotecas.

 

                                                           Manuel del Castillo Molina

                                           Secretario del Ateneo Libre de Benalmádena

                                                        “benaltertulias.blogspot.com”



[1] Antonella Romano- “Impresiones de China, Europa y el englobamiento del mundo (siglos XV-XVII)”: Editorial Ambos Mundos ,2018

[2] Ruth Benedict; “El crisantemo y la espada”; Alianza editorial, El libro de bolsillo; 1974

[3] Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales.