"LA DESBANDÁ". EL CRIMEN DE LA CARRETERA DE MÁLAGA-ALMERÍA"
Jesús Majada Neila. Dr. Filosofía y Letras. 30 asistentes.
Los sucesos
A mediados de 1936 un grupo de
militares apoyados por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini se levantó
contra el gobierno democrático de la República Española y provocó una guerra civil. En febrero de
1937 se produjo el hecho más cruel de toda la Guerra Civil española. En Andalucía, al sur de España, la ciudad
de Málaga es
atacada por el ejército
fascista; y la población,
despavorida, huye en masa por el único camino posible, la estrecha carretera entre el mar y la montaña
que conduce hasta Almería: más de cien mil personas son ametralladas y bombardeadas por tierra, mar
y aire a lo largo de varios días y de los doscientos kilómetros que separan ambas ciudades.
Nadie se preocupó,
por parte de la República,
de organizar y canalizar la evacuación, que no fue tal, pues tanto las autoridades
civiles como militares fueron las primeras en huir y abandonar a los fugitivos
a su suerte.
Una columna italiana pertrechada de armamento ultramoderno persiguió
por tierra a los
fugitivos; aviones italianos y alemanes de la Legión
Cóndor los bombardearon desde el aire; y los cruceros Canarias
y Cervera los cañonearon desde el mar. Fue
la primera vez en la historia de las guerras modernas que se masacró a la población civil de manera sistemática e indiscriminada.
Tres extranjeros, Norman Bethune, Hazen Sise y Thomas Worsley, fueron
los primeros en ayudar a los que huían por la carretera. Formaban parte del Servicio
Canadiense de Transfusión de
Sangre,
una unidad médico-sanitaria
que se dedicaba a llevar sangre a los frentes de batalla. Desde Valencia se
dirigieron a Almería,
pero allí les
anunciaron que Málaga ya había caído. A pesar de las recomendaciones de que no siguieran adelante,
Norman Bethune, el jefe de la unidad, decidió continuar. Con su furgón-ambulancia enfilaron la
carretera de Málaga
y se toparon con las masas de fugitivos, que ya llevaban varios días de camino. Avanzaron hasta
Castell de Ferro, cerca de Motril, y ya no pudieron progresar más, pues el ejército italiano se encontraba a
poca distancia.
Tras desmontar todos los aparatos médicos, durante tres días con sus noches estuvieron
llevando refugiados a Almería y salvaron la vida de muchos niños y mujeres. Su acción es señaladamente encomiable y
debe permanecer en la memoria y gratitud de los malagueños. Pero el alcance de
su labor tuvo también
otras trascendencias, pues ellos fueron los únicos que se encargaron de dar a conocer al
mundo las dimensiones de la tragedia.
Thomas Worsley escribió y publicó en 1939 Los ecos de la batalla, testimonio absolutamente
imprescindible -por la minuciosidad, la objetividad y la cercanía de lo relatado- para conocer
lo sucedido en la carretera Málaga-Almería. Hazen Sise fue quien tomó todas las fotografías que se recogen en este libro,
y que son las únicas
existentes de la huida. Norman Bethune con las fotografías obtenidas por su ayudante
Hazen Sise publicó inmediatamente
un opúsculo con
ediciones en español, francés
e inglés titulado El crimen
de la carretera Málaga - Almería, que difundió como conferenciante por Canadá y Estados Unidos.
El olvido
El bando republicano sintió
la caída de Málaga como un tremendo revés, y fueron muchas las voces que
se alzaron contra la indolente actitud de las autoridades. En varias ciudades
se produjeron manifestaciones en contra del gobierno de Largo Caballero. El
gobierno republicano silenció la noticia y estableció la censura informativa. Para los alzados, en cambio, la toma de Málaga fue el primer gran triunfo
desde el comienzo de la guerra. Y lo airearon a todos los vientos.
Los discursos, las manifestaciones y los comentarios de prensa, tanto
los de uno como los de otro bando, siempre giraron en torno a la importancia de
la toma de la ciudad, y al papel jugado por los ejércitos extranjeros. Sin embargo, sobre la
tragedia de los fugitivos, sobre el acoso, bombardeo y ametrallamientos
sufridos por la población civil nadie habló, ni Franco, ni el gobierno de Largo Caballero. La repercusión en la prensa internacional de
lo sucedido en la carretera, en consecuencia, fue también escasa.
Sí hubo unos pocos artistas y literatos que
crearon sus obras alrededor del suceso. Entre los últimos destacan tres: un poeta, un novelista
y un dramaturgo. Todos ellos son extranjeros, y todos dieron a conocer sus
obras sobre Málaga
en el mismo año 1937. César Vallejo escribío España, aparta de mí este cáliz, un poemario centrado en la
Guerra Civil: el segundo poema está dedicado a los fugitivos malagueños. El francés André Malraux publicó la novela La
esperanza,
en la que narra la intervención de aviadores extranjeros en favor de la República; en uno de sus capítulos uno de los aviones, que
intentaba detener la columna italiana que perseguía a los malagueños, es derribado a la altura
de Castell de Ferro, en la provincia de Granada. Finalmente, Bertolt Brecht
estrenó en París Los
fusiles de la señora Carrar, un drama cuya acción transcurre en un pueblo de la costa
granadina, justamente en los trágicos días
de la caída de Málaga y la huida por la carretera
de Almería.
Pero todo cayó en el olvido o fue sepultado con un manto de silencio. Ningún historiador de la Guerra Civil
en Málaga ha
utilizado las fotografías
del libro de Bethune; tampoco el libro de Worsley.
La memoria
Antes de 2004 los historiadores
de la Guerra Civil prestaron poquísima atención
a la huida por la carretera de Almería. Hugh Thomas escribió cuatro líneas, mientras que al bombardeo
de Guernica le dedicó treinta.
En su Historia de la Guerra Civil en Málaga Antonio Nadal dedica un uno por ciento de su libro (cuatro páginas) al suceso más importante de cuanto ocurrió
en la provincia. Ramos
Hitos en su Guerra Civil en Málaga prestó al suceso un análisis un poco más detenido.
Durante la dictadura apenas se abordó el tema de la huida de forma pública. En la novela Las últimas
banderas (premio
Planeta 1967) Ángel María de Lera en una quincena de páginas recrea muy acertadamente las causas y
circunstancias de lo sucedido.
Tras la muerte de Franco y con
la llegada de la democracia, empezó a levantarse el pesado velo que, sobre los horrores vividos por los
republicanos durante la Guerra Civil, había impuesto el régimen franquista. Muchas personas conservaban
muy vivas aquellas experiencias y algunas se decidieron a sacarlas a la luz.
Y así ocurrió con la carretera de Almería. Aquel suceso, tan dramático y tan traumático para cuantos lo vivieron,
había permanecido nítidamente en la memoria de
muchos de los fugitivos. Para ellos fue sin duda el hecho más terrible de todo lo vivido
durante la Guerra Civil y también durante toda su vida. Y empezaron a aparecer publicaciones con
relatos de lo ocurrido. Pero la valiosísima aportación de estos testimonios impresos no ha
rebasado, en la mayoría
de los casos, el ámbito
de familiares y amigos. El silencio de historiadores y de políticos
perduró
más allá del franquismo y
más allá de la
transición. Parecía que nadie estuviera interesado
en revelar lo sucedido.
La pesada losa no se levantó hasta la primavera de 2004, sesenta y siete
años después de la
huida, y veintisiete después del retorno de la democracia. El Centro Andaluz de la Fotografía y el autor de este libro
presentaron en Málaga
la exposición Norman Bethune: El crimen de la carretera Málaga-Almería
y publicaron un
catálogo con el
mismo título. A
pesar de mostrarse sin ninguna campaña de publicidad, la afluencia de
visitantes desbordó ampliamente
las previsiones más optimistas: más de diez mil en los veintiséis días que estuvo abierta. La presentación de la exposición constituyó un revulsivo en el estado de
desatención que,
hasta entonces, venía prestándose a aquel trágico suceso.
En la clausura de la exposición la Diputación rindió homenaje a los fugitivos, y el 7
de febrero siguiente les dedicó en Torre del Mar un lugar de memoria: al lado de una placa
conmemorativa (Málaga 1937. Nunca más)
se plantó un almendro. Junto a él, cuando renace en flor, se
honra cada año a quienes huyeron de Málaga buscando refugio.
El 7 de febrero de 2006 el Ayuntamiento de Málaga saldó la deuda que la ciudad tenía con Norman Bethune: uno de los
huidos (Manuel Sánchez),
el alcalde de la ciudad (Francisco de la Torre) y el embajador de Canadá
(Marc Lortie) plantaron un
olivo y un arce, y descubrieron un bronce con esta leyenda: PASEO DE LOS CANADIENSES: En memoria de la ayuda que el
pueblo de Canádá, de la mano
de Norman Bethune, prestó
a los malagueños fugitivos en 1937. El Paseo de los Canadienses
discurre al este de la ciudad y junto al mar, en las inmediaciones del Peñón
del Cuervo, un hermoso paraje muy querido de los malagueños. Por allí pasaron todos los que huyeron de
la ciudad.
Además de los ya señalados, a lo largo de la
carretera de Almería
se han ido levantando otros lugares de memoria: una estela en la Cala del
Moral, un grupo escultórico
en bronce en la Caleta de Vélez, en Motril un busto y una avenida han sido dedicados a Norman
Bethune…
La televisión
andaluza y también
la nacional han ofrecido diferentes reportajes. También por iniciativa privada se han
realizado varios documentales, tanto en España como en el extranjero.
Igualmente han aparecido nuevas publicaciones que examinan y profundizan en el
tema de la huida desde distintos puntos de vista.
Por su parte, la exposición que sacó del
silencio y el olvido lo ocurrido en febrero de 1937 continúa dando a conocer fuera de Málaga tanto los sucesos de la
carretera como la figura de Norman Bethune. El Centro Andaluz de la Fotografía ha publicado una reedición del catálogo en versión trilingüe español-inglés-francés con vistas a difundirla en el
extranjero; y ha presentado la exposición en una larga veintena larga de ciudades
españolas, en Montreal, en México DF y en Pekín.
Finalmente, en febrero de cada año, y a lo largo de la carretera, se
realizan diferentes marchas que recuerdan las penalidades sufridas por los
malagueños que salieron de la ciudad.
A la postre, el empeño de
Bethune dio sus frutos, aunque después de sesenta y siete años, pues ha sido su
relato y han sido las fotografías que tomó Hazen
Sise los que han recuperado para la memoria colectiva lo sucedido en febrero de
1937 en la carretera que va de Málaga a Almería.