jueves, 30 de marzo de 2023

Emisoras de radio y franquismo



El doctor Blanco durante su interesantísima charla sobre la capacidad de los medios de comunicación pra influir en la manipulación social. 

domingo, 26 de marzo de 2023

Medicina light

                                                              MEDICINA “LIGHT”

La cultura “light” o “sin” ha entrado definitivamente en nuestra vida. Todos aquellos productos de gran consumo, con algún aditivo en su composición que apartaba a un porcentaje importante de consumidores, han sido corregidos retirándoles lo que les sobraba, lo superfluo, aún a costa en muchos casos de perder sus cualidades esenciales. Así ahora tenemos cerveza “sin” (sin alcohol), leche “sin” (sin lactosa), o cola “light”, etc., lo que permite mantener el producto al alcance de más consumidores ahorrando  costes. La Medicina, producto de gran consumo, no podía faltar a esta evolución cultural y nuestros gobernantes en su afán de velar las arcas a su cuidado, han acertado sagazmente con lo único superfluo posible a prescindir en ella: los médicos.

La medicina “light”, o sin médico, tiene su importancia. Cuantificando la ingente masa que representan los trabajadores sanitarios, un personal  formado específicamente hasta sus  más bajos escalones, el de más alta cualificación, sin lugar a dudas, es el médico y por consiguiente el más caro, su retirada de la línea primera de la atención médica (y perdonen la redundancia) supone un ahorro tangible. Y no es un asunto baladí porque posiblemente es al médico al que se le exige un mayor esfuerzo curricular en nuestro panorama educativo.

La formación de un médico para llegar a ocupar “su” puesto de trabajo es larga y muy costosa. Sin valorar los estudios primarios o de bachillerato, que ya los lleva, la carrera universitaria necesaria son seis largos años, a los que hay que añadir un promedio de cuatro años de especialización y práctica, sin querer cargar las tintas en el doctorado, que si el chico egresado es de tendencia academicista, le llevará, como mínimo, dos años más.

Por delante de todo esto le espera una barrera de oposiciones o concursos de méritos y acúmulo de experiencias, tras horas de estudio y comprobaciones de todo lo asumido, hasta conseguir “estar situado”, situación que estamos comprobando, según la cultura “sin”, es absolutamente prescindible, ya que su labor puede ser fácilmente sustituida por los diplomados de enfermería, auxiliares, celadores, etc., etc. que se verán obligados a realizar un sobreesfuerzo para el que no están preparados, ya que su andadura académica es mucho menor. Un porcentaje importante de nuestras Facultades de Medicina pueden quedar obsoletas o permanecer reconducidas a la fabricación de médicos para exportar, porque investigar tampoco será necesario, “que inventen ellos” como ironizó Unamuno..

Las consecuencias de la falta de médicos en cualquier sector sanitario han sido ampliamente estudiadas y divulgadas por la prensa. Parece claro que desplaza a la población menos pudiente de las posibilidades de una atención correcta y eleva el riesgo de accidentes facilitando la posibilidad de negligencias y aumentando la mortalidad estimada como evitable. Si con ello puede sospecharse o condicionarse una relación con la presencia de intereses económicos privados se podría hablar de una inducción a un genocidio por imprudencia o incompetencia.

Resulta fácil comparar con cualquiera otra actividad social, como pensar que no hacen falta arquitectos si basta con aparejadores y albañiles, o sobran los ingenieros si hay mecánicos, o sobran los ingenieros informático si nos basta con los programadores, también podrían sobrar los jueces, si tenemos abogados. El problema es que aquí lo que está en juego, no es la solidez de un edificio, o el engranaje de una máquina ni el fallo de una aplicación o el error en un litigio, es la vida de las personas su salud y su bienestar, lo que matiza el problema de una mayor seriedad.

La asistencia sanitaria nos cuesta una importante suma económica que sale de nuestros bolsillos y su eficacia se demuestra en los momentos clave como ha sido la pasada pandemia. Los defensores del negocio privado que aspiran a participar de ese mismo dinero público, alegan que el sector no es sostenible económicamente porque su consumo aumenta de forma continua la demanda, pero es significativamente lo mismo que ocurre, por ejemplo, con el transporte y no dejamos de mejorar y aumentar nuestras carreteras y autopistas y por supuesto nuestros vehículos.

De cualquier forma que lo enjuiciemos, la cultura “sin” o “ligth”, presenta un futuro poco halagüeño para el funcionamiento de nuestra sanidad pública, porque  sería altamente sorprendente que, tras esta profunda reordenación, se mejoraran sus resultados, porque en ese caso, estaríamos ante el albor de un nuevo hito manifiesto como tantos que ha dado nuestro genio creativo en su devenir histórico: el mantenimiento de una sanidad de alta calidad prescindiendo de su elemento más fundamental como lo es el médico,  algo así como obtener la cuadratura del círculo.

                                                               

                                                             Jesús Lobillo Ríos

                                        Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena

                                                      “benaltertulias.blogspot.com”