domingo, 1 de junio de 2025

Las enfermedades imginarias

                                                LAS ENFERMEDADES IMAGINARIAS

 “La medicina ha avanzado tanto, que ya no hay nadie sano”. Aldous Huxley (1894-1963)

Ya en el siglo XVII, Molière (Jean-Baptiste Poquelin 1622-1673) criticaba en su obra “El enfermo imaginario”, la despiadada actuación  de los médicos ignorantes aprovechando los temores imaginarios de un paciente que hoy no dudaríamos en calificarlo de hipocondriaco, y cuya existencia y actitud han influido sin duda alguna en la evolución de la medicina clínica.

Los hipocondriacos desarrollan un temor exagerado e infundado a tener algún tipo de padecimiento grave  que les hace observarse minuciosamente y acudir de forma continua al médico que nunca consigue encontrar ningún padecimiento fiable o probado. Esta insistencia figurada, pero real, ha dado lugar por su magnitud, y necesidad de atención, al desarrollo de amplias capas de la asistencia sanitaria que hemos denominado como “medicinas marginales” en tanto que mantienen una distancia calculada de la Medicina Oficial.

La Naturopatía, Herboristería, Homeopatía, Osteopatía, Acupuntura, Fisioterapia, Fitoterapia, Psicoterapia, Hipnotismo e incluso la Ciencia Cristiana o creencia en los milagros, desarrollan procedimientos terapéuticos no académicos que benefician a un número importante de personas que creen en su eficacia  y que no deben de ser desdeñados. Hemos de tener en cuenta que algunos de estos métodos, como la Fisioterapia o la Psicoterapia, fueron aceptados e incorporados a las prácticas oficiales, así como del estudio de los principios fundamentales en la Herboristería se sintetizaron muchos fármacos.

La relación entre el paciente y su enfermedad, de la que el médico es un mediador válido, tiene mucho de personal e intransferible y posee infinitas interpretaciones que el acto médico, es decir, la entrevista médico-paciente, no siempre es capaz de controlar. Pese a ello la actuación del médico permite mediatizar la respuesta del paciente ante su problema llevándolo por caminos manejables, y ello depende casi exclusivamente de la capacidad del galeno en influenciar benéficamente a su paciente.

Pero aquí también es aplicable la conocida sátira que hiciera Juvenal en el siglo II, ¿quién vigila a los vigilantes? Porque si bien Molière fustiga la incompetente actuación médica como base necesaria del engaño, el éxito generado por ello, ha dado lugar a un movimiento fundamentalmente farmacéutico y periodístico que intenta aprovechar a su vez la ignorancia de médicos y enfermos para aumentar el consumo de fármacos innecesarios e incrementar las ganancias crematísticas.

Se trata pues de inducir la toma de fármacos en la población aceptados por la tutela del médico, o sea, primero hay que convencer al médico de la necesidad de estar atentos y prevenir la aparición de algún tipo de afección o dolencia que supuestamente pudiera llegar a ser grave. El esfuerzo de la industria farmacéutica en desarrollar protocolos que demuestren la insostenible gravedad de determinados síndromes no para en gastos, tratando de desarrollar un nuevo campo de posibles enfermedades como promoción comercial de nuevas dolencias y creación de nuevas necesidades, algo bastante común en el comercio general, que exijan el consumo de nuevos fármacos.

Hay que convencer a gente sana de que está enferma, inventando para ello enfermedades inexistentes a fin de incrementar la venta de productos sanitarios y con ello las ganancias perseguidas. La creación de este mundo ilusorio de nuevas necesidades se ayuda de la búsqueda del confort en una sociedad más sensibilizada por la salud que por la enfermedad  y que cifra en el bienestar su triunfo social.

Procesos normales de la evolución y desgaste de la estructura humana pasan a estudiarse como problemas graves que hay que atajar. Ejemplo de ello son la calvicie, la fobia social, la osteoporosis o la declinación sexual tanto en el hombre como en la mujer. Para todo ello se han creado mercados fantasmas de artículos sanitarios que han proporcionado ingentes ganancias a las casas farmacéuticas.

El control farmacéutico de la investigación médica facilita la creación de este comercio o tráfico de enfermedades denominado “desease mongerin” (mercantilización de enfermedades), en donde el médico se asimila más a un técnico que aplica las instrucciones facilitadas por el fabricante que a un investigador. Se pagan ensayos clínicos ficticios y se costean artículos en donde se defiende la eficacia del producto. Los controles de mercado demuestran que el consumo de medicamentos está relacionado con el poder adquisitivo de los consumidores más que con sus necesidades sanitarias.

Muchas de las personas con las que convivimos están chequeándose inútilmente buscando afecciones que no existen o que son falsas para a continuación tomar los productos absurdamente recomendados en base a esos diagnósticos o avances falsos. La industria del chequeo premonitorio es una de las bases más importantes del desarrollo de esta patología imaginaria porque curar enfermedades no es rentable pero buscarlas inútilmente sí que los es, y buscarlas abusando de la ignorancia de los médicos y el temor de los pacientes debiera de ser una práctica punible.

La involucración estatal a través de los sistemas concertados de salud magnifican crematísticamente este problema dándole dimensiones exorbitantes a sus costes y a sus ganancias y comisiones, haciendo peligrar la capacidad para sostener una asistencia sanitaria necesaria y universal por lo que urge replantearse el problema para reducirlo a sus límites profesionales y sociales.

                                                                Jesús Lobillo Ríos

                                           Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena

                                                        “benaltertulias.blogspot.com”

Bibliografía

Andreasik D.: “Desease mongering: el arte de fabricar enfermedades”.Hosp. Italiano. UBA.

Varios: “Desease mongering:¿estamos cada vez más enfermos? HUPA. Alcalá de Henares.

Guerra F.: “Las medicinas marginales” Alianza Editorial 1976.

Valtueña J.A.: “Contra la medicina del médico” Barral. 1976.