LA TRILOGÍA ERÓTICA DE GEORG W.
PABST
El
germen del movimiento expresionista y el cine.
La Primera Guerra Mundial (conocida en
su momento como la Gran Guerra) finalizó un 11 de noviembre de 1918 cuando
Alemania aceptó las condiciones del armisticio. Un año antes, en 1917, el
aislamiento y la prohibición de películas extranjeras abocó al gobierno alemán
a crear la UFA (Universum Film Aktiengesellschaft) como respuesta a las
películas extranjeras que, impulsadas por la entrada de EE.UU. en la guerra, presentaban
al mundo una visión nada amable del pueblo y el gobierno alemán. Nace entonces
una de las corrientes cinematográficas más interesantes de la filmografía
mundial: el Expresionismo, un movimiento que significó, en opinión de los expertos,
«un antes y un después» de la historia del cine, un movimiento que influiría
decisivamente en géneros como el cine negro (Ciudadano Kane, 1941) de Orson Welles, el cine de terror (Frankenstein, 1931) de James Whale,
director que tanto influyó en la obra del mexicano Guillermo del Toro (Cronos, 1993, La forma del agua, 2017, El
laberinto del fauno, 2006) o en ciertas películas del director norteamericano
Tim Burton (Eduardo Manostijeras, 1990,
La novia cadáver, 2005). En versión
nacional, para no ser menos, una joya de Edgar Neville: La torre de los siete jorobados (1944), película basada en la
novela del escritor madrileño Emilio Carrere publicada en 1920.
Por otra parte, el
expresionismo no afectó solamente al «Séptimo Arte», también la pintura, la
música o la arquitectura se decantarían por la subjetividad y expresión de los
sentimientos más que a la descripción objetiva de la realidad. El cine, en este
contexto, se propuso como primer objetivo hacer un cine de enaltecimiento y propaganda
de la sociedad germana (una forma de fomentar la autoestima patria).
En 1918, al finalizar
la guerra, la UFA pasó a ser propiedad del Deustche Bank y, como consecuencia,
las temáticas cambiaron y los filmes con contenido de exaltación patriótica
desaparecieron en beneficio (económico y comercial) de películas con alto
contenido sexual, y también otras del género histórico, donde se seguía
ensalzando al pueblo alemán por encima de los demás. No obstante, unos años
antes, ya se habían producido algunas películas que anunciaban este
expresionismo con títulos como El
estudiante de Praga (1913) de Paul Wegener (un pacto diabólico)[1] o El Golem (1914)[2] (otra
de hechicerías), también de Paul Wegener y Henrik Galeen, por poner un par de
ejemplos. Pero la guerra había terminado y la gente buscaba una vía de escape
para olvidar el drama de la guerra y esta evasión estuvo tras las cámaras de
tres realizadores fundamentales: Friedrich Wilhelm Murnau, Fritz Lang y Georg
Wilhelm Pabst, que fue el primer cineasta en incorporar el psicoanálisis en una
de sus películas[3],
y también artífice de la trilogía que aborda los problemas de la psicología
femenina: Abwege (Por el mal camino o
Crisis, 1928), Pandora Box (La caja
de Pandora, 1929) y Tagebuch einer
Verlorenen o Diary of a Lost Girl
(Tres páginas de un diario, 1929), todas muy críticas con la Alemania de su
época, en las que se puede constatar la motivación del cineasta: los
sentimientos y la realidad social de su país. La primera de ellas protagonizada
por la actriz alemana Brigitte Helm, famosa por su doble papel en Metrópolis (1927) y las restantes por Louise
Brooks, una de las «chicas malas» del cine de Hollywood, que encarnó a la
perfección la Lulú clásica que tantas versiones ha inspirado.
Georg
W. Pabst: el hombre y su tiempo
El director de la trilogía, Georg
Wilhelm Pabst (1885-1967) fue un director de cine austríaco que trabajó en
Alemania, Francia y EE.UU. Es una de las figuras más importantes del primer
cine alemán y, aunque su familia pretendía que estudiara ingeniería, muy pronto
se decantó por la interpretación formando parte de una modesta compañía teatral
de variedades con la que trabajó en Austria y Suiza, para luego asentarse en
Alemania. Antes de dedicarse al cine emigró a los Estados Unidos, y en Nueva
York ingresó en la Compañía del Teatro Popular Alemán en 1910. En 1914, con un currículo
bien trabajado, viajó a Alemania para contratar actores. Sin embargo, la guerra
le sorprendió en París, por lo que fue internado en un campo de concentración durante
cuatro años (donde organizó representaciones sus compañeros alemanes).
Finalizada la guerra en 1918 se dedicó al periodismo dirigiendo el vienés Neuer Wiener Theater, especializándose
en el teatro de cámara (o Kammerspiel).
1920 fue su debut como realizador de cine (con pocos medios y con montajes
intimistas). En 1921 fundó en Berlín una productora, con su amigo Carl Froelich.
Su primer éxito lo obtuvo en 1925 al dirigir Die Freudlose Gasse (Bajo la máscara del Placer), con una debutante
Greta Garbo en un melodrama social que fue prohibido en Gran Bretaña debido a
la crudeza del argumento que presentaba la triste realidad de una Viena
arrasada por la guerra (políticamente incorrecto, que decimos hoy). Varias de
sus películas fueron censuradas, como Misterios
de un alma (1926), con el tema psicológico sobre la sexualidad y la impotencia;
El amor de Jeanne Ney (1927), adaptación
de una novela de Ilya Ehrenburg que narra la relación entre una chica francesa
y un revolucionario ruso (también incorrecta). En 1928 Pabst fundó la Asociación
Popular de Cine-Arte. Con la llegada del cine hablado dirigió películas de
fuerte contenido social (Carbón),
antibelicista (Cuatro de infantería),
ambas de 1930, e incluso musicales: La
ópera de los tres centavos, basada en la obra homónima de Bertolt Brecht,
que fue prohibida por la Alemania nazi (se levantó la prohibición en los años
50, de nuevo incorrecta). Antes, en 1933, había realizado una importante
versión coral de Don Quijote (1933),
con el ruso Feodor Chaliapin (Don Quijote) y el francés Dorville (Sancho). En
1948 Pabst obtuvo el Premio de la Bienal de Venecia con Der Prozess, adaptación de la novela homónima de Franz Kafka. Su
último trabajo fue Es geschah an 20 Juli,
ah am 20. Juli (Sucedió un 20 de
julio) sobre la conspiración fallida contra Hitler.
Películas
y actrices de la «trilogía erótica».
El primer título, traducido como Por el mal camino o Crisis (1928), tiene como personaje principal a una burguesa ociosa
y hastiada de su monótono matrimonio, que se lanza al libertinaje de la vida
nocturna berlinesa. En el guion intervino un muy conocido director de nuestro
cine de los años 40-50: el judío húngaro Ladislao Vajda (Marcelino Pan y Vino, El cebo, Mi tío Jacinto), que se instaló de
por vida en nuestro país huyendo del nazismo. La protagonista era la actriz
alemana Brigitte Helm, muy famosa por el doble rol de María/María-robot en Metrópolis (1927), de Fritz Lang, El fin
de su carrera tuvo mucho que ver con la intervención nazi en las producciones.
Ella, una actriz famosa y consagrada no aceptaba censura, y además se había
vuelto a casar con un judío, Hugo von Kunheim. Tampoco aceptó irse a Hollywood.
Murió exiliada en Suiza.
La
otra estrella de la trilogía fue la provocadora Louise Brooks, quien adoptaría
para siempre el arquetipo de Lulú, una joven ambiciosa, atractiva y amoral que,
con las armas de su belleza juega con los hombres a su voluntad. Louise fue la
protagonista de La caja de Pandora, dando
vida a Lulú, una película considerada como la obra mayor del expresionismo, que
encumbró a Louise: una joya del cine mudo adaptada, de forma magistral, de la
obra teatral homónima del dramaturgo alemán Frank Wedeking, un rupturista muy
crítico con la moral burguesa, como lo expone en una de sus obras más
sorprendentes: Franziska (1910): Una
metáfora del feminismo moderno: una joven mujer que vende su alma al Diablo
(una especie de Fausto) para saber qué se siente al vivir como un hombre. Por
su parte, la Lulú de La caja de Pandora es la historia del ascenso y la
inevitable caída de una joven amoral pero ingenua cuyo erotismo despreocupado
inspira lujuria y violencia en quienes la rodean. Stanley Kubrick, entre otros,
retoma el mito con su Lolita (1962) a
la que da vida la joven Sue Lyon.
Tres
páginas…, también conocida como El diario perdido de una joven,
narra la historia rocambolesca de una joven llamada Tymian (Brooks) que después
de quedar embarazada se niega a casarse con su violador. Como consecuencia, y
tras un tenebroso cónclave familiar, es expulsada de su casa y enviada a un estricto
internado para jóvenes. Tras un tiempo se fuga con una amiga y comienza una
azarosa vida como prostituta. Más de lo mismo. La doble moral, la
intransigencia y el castigo por saltarse las reglas del juego propuestas por
los hombres. Fue la segunda versión cinematográfica de la novela Diario de una Perdida de Margarethe
Bohme. La primera había sido estrenada en 1918 y tuvo como actriz protagonista
a Erna Morena, quien un año antes había protagonizado Lulú[4], una adaptación de la obra de Frank
Wedekind que unió por vez primera a. Pabst y a Louise Brooks. Los tres títulos
ya citados de 1928 y1929 integran la «trilogía erótica» de Pabst, lo que puede
dar una pista de los problemas de censura y distribución que tuvieron en su
momento.
Nada más esclarecedor
para comprender el trabajo de Pabst que el libro de la escritora de cine judeo-alemana
Lotte H. Eisner: La pantalla demoníaca,
una obra de referencia indispensable para el estudio del cine expresionista.
Fue escrita en francés durante el éxodo a que se vio obligada por ser judía
pues, como apunta el escritor alemán Rudolf Kurtz: «el expresionismo no es un
estilo artístico propiamente, sino una línea de experimentación fruto de una
situación de caos y crisis mundial».
Rosa M. Ballesteros
García.
Vicepresidenta del Ateneo Libre
de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
[1]
Con la joven actriz Lyda Salmonova.
[2]
Contextualizada en la Praga del siglo XVI, un rabino hechicero crea el Golem,
una criatura gigante hecha de arcilla, con el fin de proteger a los judíos de
Praga de unos de los pogromos.
[3]
Ayudado por dos discípulos de Sigmund Freud, Karl Abraham y Hans Sachs.
[4]
Primera película del actor y director Alexander Antalffy.