lunes, 7 de septiembre de 2020

RASTREANDO EL CORONAVIRUS

                                      RASTREANDO EL CORONAVIRUS

Ante cualquier agresión lesiva que nuestro organismo sufre, la primera medida defensiva es apartarse del elemento agresor y a renglón seguido controlarlo hasta anular su capacidad de hacernos daño. Hay que aislar por lo tanto a todas las personas afectadas y para ello, como en cualquier investigación, hay que informarse de quién es nuestro agresor y de sus hábitos (de dónde viene, cómo vive, cómo daña, etc.) para poder desarrollar las formas idóneas de combatirlo.

A estas alturas no resulta interesante la observación sobre su origen (ya muy discutida) pero sí el conocer que el coronavirus es un virus esférico de 100-160 nanómetros de diámetro con una doble envuelta lipídica que vive habitualmente en una célula de nuestro organismo, normalmente en la mucosa orofaringea, a la que se une (y penetra) mediante una proteína ECA-2 y en la que se reproduce en gran número de réplicas, causando en el  20% de los casos infectados problemas pulmonares graves que pueden llevar a la muerte al individuo  en el 5% de estos casos.

El coronavirus está en nosotros y somos nosotros mismos los que lo transportamos de un lugar a otro. No podemos verlo, no podemos situarlo en el espacio que nos rodea porque lo llevamos puesto. Solo lo detectaremos si nos ponemos enfermos aunque afortunadamente en un gran porcentaje de casos (80%) es asintomático que evidentemente no es lo mismo que no transmisible y por tanto podemos ser  perjudiciales para todos los que nos rodean sin saberlo nosotros mismos.

Debemos desarrollar la conciencia de que es responsabilidad nuestra no contagiar a los demás. Lo elemental de esta idea descansa en que el único arma de que disponemos es la preventiva, es decir, evitar el contagio adelantándonos a su posibilidad, como así ocurrió durante el confinamiento, se detuvieron los contactos y se detuvo la infección porque no había a quien infectar, pero es evidente que la infección sigue activa y nos toca a nosotros evitar la propagación con nuestras propias medidas personales.

Estas medidas personales, proclamadas ya hasta la saciedad, son muy simples, muy poco costosas y muy fáciles de cumplir y están asimiladas por la mayoría de la población. A saber: mantener una distancia de seguridad entre interlocutores de metro y medio lo que es habitual en cualquier tipo de reunión medianamente organizada. Para aumentar esta seguridad se recomienda el uso de mascarillas protectoras. Y por último aumentar todas las normas de higiene que siempre son muy importantes. Solo con estas medidas llevadas a cabo con responsabilidad, la pandemia se frenaría y quedaría controlada aunque no desaparecería. Para hacerla desaparecer necesitamos un tratamiento eficaz que anule al virus o que consiga que éste respete nuestro organismo.

A falta de este tratamiento eficaz,  la única medida posible es la detección del virus a través de la detección y seguimiento de las personas contagiadas, y sobre todo de las personas que a su vez hayan contactado previamente con las contagiadas, para evitar que contagien a más personas, obligándoles a un confinamiento preventivo hasta que pase el periodo de contagiosidad. Esta labor es la que se llama de rastreo del virus que es de eficacia científicamente probada y de la máxima importancia en el momento actual, y sus protagonistas son los rastreadores, personal sanitario capacitado para ello y que son necesarios en número de uno por cada tres mil habitantes.

Su labor consiste en seleccionar a las personas susceptibles de haber sido contagiadas por haber estado en contacto con un positivo durante más de 15 minutos, esto significa tener que entrevistar a unas cien personas por contagiado en un rastreo manual que puede beneficiarse,  mejorarse y aumentarse a través del contacto telefónico.  

También puede beneficiarse de medidas que la tecnología moderna nos facilita a través del desarrollo de apps (aplicaciones para móviles) que almacenan los datos que facilitan los portadores (un positivo en diagnóstico) en relación a sus actividades habituales y las medidas de prevención que deben de adoptar. Una ampliación posible de estas medidas nos facilita mediante las técnicas de Bluethoot el aviso previo ante la proximidad de una persona que puede contagiar a fin de permitirnos tomar medidas precautorias, es decir, nos alertan de las posibilidades de riesgo y de las precauciones a tomar.

Para todo ello se requiere la colaboración ciudadana libre y aceptada. Estas técnicas de seguimiento requieren conjugar trazabilidad, eficacia y privacidad que se pueden conseguir con sistemas de código abierto con capacidad de ser auditadas públicamente garantizando la anonimidad y la privacidad (estándares éticos y democráticos imprescindibles) que impidan la instauración de una sociedad orweliana de la vigilancia digitalizada.

Jesús Lobillo Ríos

Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena