miércoles, 13 de diciembre de 2017

GLORIA FUERTES

13/12/17                               GLORIA  FUERTES
(Concepción Torres Leiva. Maestra. Aforo: 55 asistentes)

   “Llevo seis semanas mirando al mar./ Leo, escribo algo,/ -paz, silencio-/ Mi habitación sobre el mar/ parece un barco./ Voy sin nadie./ Navego a la nada”.

   Desde la luminosa y tranquila habitación 410 del Hotel Rinconsol, en Rincón de la Victoria, Gloria Fuertes miraba al mar; se levantaba bien entrada la mañana, desayunaba en el cuarto o bajaba al restaurante. Luego un baño en el mar, almuerzo, sobremesa y de vuelta a la habitación por la tarde para escribir los artículos que publicaba en prensa o rematar algún poema. Al caer la noche volvía a la vida social con alguna cena, casi siempre alargada hasta la madrugada en la terraza del Hotel donde Gloria Fuertes disfrutó de sus últimos veranos. Y donde se la recuerda con muchísimo cariño, como una persona directa y muy campechana porque se hacía querer y dejaba huella allá por donde pasaba.
   Amiga antigua de Manuel Alcántara, cómplice de aquellas jornadas estivales frente al mar (se habían conocido en el Café Varela de Madrid en 1953). Gloria era una persona muy cariñosa y muy valiente, sostiene Alcántara.
   Porque Gloria Fuertes, con su vida y con su obra, nadó contra las convenciones de la época. Cuesta inscribir sus versos en grupos como la Generación del 50 o el Postismo, de los que participó siempre desde una forma muy personal. Y en el territorio de la intimidad, por su homosexualidad sin esconder ni declarar, en buena medida por su vinculación en el tramo final de su vida con la poesía infantil, una faceta que acabó fagocitando el conjunto de una obra con muchas más vertientes.
   Hasta Málaga llegó huyendo de la tristeza. Su compañera durante casi 20 años, la norteamericana Phyllis Turnbull acababa de fallecer y la tristeza sumió a Gloria Fuertes en una profunda depresión. Había venido a Málaga invitada por el profesor Alvar para los cursos de filología clásica que se celebraban en la ciudad. Gloria estaba triste, daba clases, pero tenía tiempo libre, acababan de abrir El Pimpi y le propusieron reunirse allí con un grupo de jóvenes poetas y pintores de la ciudad. Crearon una tertulia fija los viernes a la que llamaron “Viernes de Gloria”. A partir de ahí su relación con Málaga fue bastante intensa y venía todos los años a veranear y a participar en las tertulias. Su experiencia en Málaga fue importante, fue una inyección de vida, sobre todo durante los primeros años, porque la desaparición de su compañera fue muy dura para ella. La ciudad, su carácter abierto, le gustó mucho, porque a ella le gustaba el contacto directo con las personas.
   Gloria es un faro encendido en una noche cerrada. Habla del amor, de la guerra, de la soledad, de la fiesta, del suicidio, de los monos y de las monas, del cemento, de una foca que te guiña un ojo. Defiende el amor libre, el pacifismo, el feminismo, el ecologismo, el surrealismo. Todo lo suyo es tan bonito…
   Apenas existen referencias biográficas que no hayan sido extraídas de sus poemas confesionales, los cuales son a menudo medias mentiras o mentiras por completo.                 Gloria disfrazaba la realidad en sus poemas cambiando caras, lugares, y emociones para ofrecer una verdad muy por encima de la verdad, porque Gloria era poeta (que no poetisa) y su vida y su obra eran lo mismo y como lo mismo contaba las dos.                 Su forma de ver la historia no era lineal. Para Gloria los muertos convivían con los vivos, sus amores perdidos de hace décadas permanecían a su lado y en el cielo tenía un Dios propio, de andar por casa y diferente cada día, con el que regañaba, y alrededor del cual sobrevolaban unos cuantos ovnis de colores.
   Gloria Fuertes, además de tener su propio Dios (el aire, los besos, la naturaleza), tenía su propia ortografía. Sus poemas están plagados de laísmos, leísmos, signos de puntuación que faltan o que sobran y localismos. Hay, además, versos que se repiten en distintos poemas, como una suerte de autocita que Gloria practicaba tanto en su obra como en su habla cotidiana. Pueden parecer errores, pero son aciertos. Sobrevivió a tres años de Guerra Civil, a treinta y seis de dictadura y a cuarenta de presentar programas infantiles en televisión haciendo siempre lo que quiso. Vestida con pantalón y corbata, con el pelo cortado al tazón, boina y bici. Leyendo sus poemas con voz de osa buena fruto no de la bondad sino de la noche y del whisky. Se la coló por  completo a la España más rancia. Y su poesía fue una de las cosas más increíbles y bellas que sucedieron aquí durante todo el siglo veinte.
   Gloria Fuertes nace en el barrio de Lavapiés, en Madrid, el 28 de julio de 1917. Su padre es conserje y su madre costurera y mujer de la limpieza. “ Nací en la calle de La Espada y viví en Dos Hermanas, Tres Peces y Cuatro Caminos. Barrios de gente obrera, mucha necesidad, mucha puta y algún convento”, recuerda Gloria. Tiene tres hermanos y una hermana, todos bastante mayores que ella menos uno, su hermano Angelín que le da una cierta envidia. “Casi le odiaba, porque le querían un poco y a mí nada”. Angelín muere atropellado sin haber cumplido los siete años, y deja a Gloria en tierra de nadie y si compañero de juegos.
   A los tres años empieza a ir a un colegio de monjas en el que aprende a escribir y a leer. A los cinco años ya escribe e ilustra sus propios cuentos. Sus primeras lecturas son el TBO y los cuentos de Pinocho. No soporta los cuentos de hadas.                                                Pasa por distintos colegios, la expulsan de tres porque replica siempre a sus profesores. Suele sacar malas notas. A los catorce años deja la escuela y empieza a interesarse por la poesía. “Empecé a escribir poemas cuando descubrí que se podía querer a una persona que no era de tu familia, menuda sorpresa me llevé”.

   De adolescente ayuda a su madre en su labor nocturna de limpiadora en la redacción de la revista Lecturas. Una de esas noches deja en la mesa del director un poema titulado “Niñez, juventud, vejez” que escribe para la ocasión. Aparece la semana siguiente impreso en la revista (Lecturas, en ese tiempo, era una revista cultural, de escritores). “Me alegré mucho cuando vi mi poema en los papeles, pero a la vez me dio rabia que no me pagasen ni un duro”. Es su primer poema publicado.
   Uno de sus pocos amigos de aquellos años es Miguel Gila. Es vecino suyo de la calle Zurbano, y pasan mucho tiempo juntos. “Yo estaba medio enamorada de Gila, pero era muy chulito”.
   A los dieciséis años su madre la matricula en la Escuela de Educación Profesional de la Mujer. “Allí me diplomaron, pero bien diplomada, en Cocina, Bordados a mano y a máquina, Higiene y Filosofía, Puericultura, Corte y Confección (¡qué corte!)… y por si  fallaba –que falló- lo del casamiento, la que me parió me apuntó también a Gramática y Literatura, ya que estaba harta de mis mosqueantes aficiones, impropias de la hija de un obrero, tales como el atletismo y la poesía. Además, en aquellos tiempos de antes de la guerra, pocas chicas practicaban hockey, baloncesto y muchas menos escribían poemas”.
   En octubre de 1934 muere su madre y ella deja los estudios por obligación. Entra a trabajar como contable en la empresa Talleres Iglesias, una fábrica de armamento militar que abastece de obuses al ejército popular y que durante la guerra sufre varios bombardeos por parte de aviones franquistas. Gloria odia su trabajo. “A mí me gustan los cuentos, no las cuentas”. Ese mismo año escribe la primera versión del que será su primer poemario: “Isla ignorada”, que no verá la luz hasta dieciséis años más tarde.
   Durante la Guerra Civil –Incivil según sus palabras- conoce de primera mano el hambre y la muerte. A sus dos primeros novios, cada uno de un bando, los pierde durante la guerra. Uno es dado por desaparecido, y el otro muere en la cárcel. Gloria empieza a ver clara la necesidad de escribir y la necesidad de creer en algo, aunque sea de una forma muy particular. “Hoy no me hablo con Dios porque ha caído una bomba en mi barrio”.  La guerra marca su vida entera, se dedica a escribir por ella, se preocupa de los demás por ella y a la vez ajusta su idea de la humanidad por ella. “Qué mal género es el género humano”.
   La guerra deja además una profunda huella en Gloria. Sin la tragedia de la guerra quizá nunca hubiera escrito poesía. Llegan años de penuria económica. “No tenía más que un traje, un cuaderno y mucho miedo a que se gastara el lápiz”. Durante los primeros años de la posguerra vive sola y acude con mucha frecuencia a la Taberna Antonio Sánchez para leer concentrada mientras se bebe su vino blanco y se come el mollete de pan que lleva siempre de casa. Poco a poco se convierte en una figura habitual de la escena poética y nocturna madrileña, una aparición única en el panorama, primero por ser mujer y segundo por su personalidad, tan moderna. Empieza a salir con su primera novia: Chelo Sánchez Serrano.” ¡Qué suerte si esto que siento fuera sed y se me quitara bebiendo un vaso de agua!”.  El intenso romance dura poco, pero Chelo permanece como una figura indispensable en su vida de forma constante hasta su muerte.
   Conoce al poeta Carlos Edmundo de Ory en 1942 cuando este manda un soneto a la revista Maravillas (donde ella trabaja y se lo publica). Se hacen amigos primero y novios más tarde, y él la introduce en el postismo, un movimiento literario que surge como rama del surrealismo y cuyos miembros acotan como “un culto al disparate”. Gloria causa sensación entre ellos, era una mujer nueva, que se enfrentaba con ternura a los hombres, tan brutos ellos, no era una maestrita repipi, era un compañero perteneciente a un tercer sexo divino que rompía con todo en aquella España de hierros y caspa. Aunque ella se define como autodidacta y poéticamente desescolarizada, su nombre queda ligado de por vida al postismo, el cual graba para siempre en su punto de vista una actitud poética desmitificadora por la vía del humor. “Iba para modista y me quedé en postista”.
   Obtiene el primer premio de Letras para Canciones de Radio Nacional de España en 1947 y comienza a recitar poemas a través de las ondas de forma habitual. Su popularidad no para de crecer.  En paralelo a su dedicación a la literatura infantil en las revistas funda, en 1951, el grupo poético femenino Versos con Faldas, que organiza recitales y lecturas de poesía semanales en Madrid sólo para mujeres. Estrena su primera obra de teatro en verso, Prometeo, en el Teatro del Instituto de Cultura Hispánica y ve publicado uno de sus primeros libros infantiles: Canciones para niños. Ese mismo año funda la revista poética Arquero junto a Antonio Gala.
   Aprende a combinar las dos facetas de su poesía: la infantil y la social. A la hora de centrarse en una u otra, analiza su estado de ánimo y actúa en consecuencia. Para escribir poesía infantil se hace niña, tiene que estar contenta y divertida, en buen momento. En cambio, si tiene algún problema, la poesía que le sale es la de adultos. “El problema era que tenía problemas siempre”.
   A mediados de los cincuenta publica en la editorial venezolana Lírica Hispana su poemario Antología y poemas del suburbio, y pocos años después Todo asusta, libros que por su temática social y espíritu crítico no puede ver editados en la España de la dictadura. “Yo era del bando de los vencidos, era imposible que me dejasen hacer”. Ambos libros son recibidos con elogios por la crítica más selecta del momento.
   Al darse cuenta de que lo de escribir no va a darle de comer de forma inmediata, estudia biblioteconomía e inglés en el Instituto Internacional de la calle Miguel Angel de Madrid. Empieza a trabajar en el propio Instituto Internacional como bibliotecaria, puesto en el que permanece tres años. Al acabar sus estudios la nombran encargada de una biblioteca pública de Madrid. “Dios me hizo poeta y yo me hice bibliotecaria”.
   Además de empezar sus estudios, en 1955 conoce al amor de su vida: la norteamericana Phyllis Turnbull, directora del Instituto Internacional y tutora de inglés de Gloria, además de hispanista y profesora de la Universidad de Bryn Mawr (Pennsylvania). Gracias a ella, aparte de interesarse por la obra de escritores americanos e ingleses, amplía su círculo social y hace amistad con figuras del mundo académico, como el profesor Enrique Tierno Galván.
   Crea junto a Phyllis la primera Biblioteca Infantil Ambulante de España, con sede en una casa de granito que mandan construir en Chozas de la Sierra (hoy Soto del Real), a unos 40 km de Madrid. Recorre pequeños pueblos para acercar la poesía a sus habitantes, que quedan encantados ante los libros y las actuaciones que hace Gloria en sus plazas. Sus visitas son un evento popular.
   Vive con Phyllis y con su amiga Chelo, las tres juntas, entre el centro de la ciudad y las afueras, y su vida social se dispara. Su círculo de amigos lo completan otros escritores, personas cercanas en sensibilidad e intereses, y sobre todo gente divertida.
   En 1961 obtiene –con importante mediación de Phyllis- una beca Fulbright en Estados Unidos para impartir clases de literatura española en la Universidad Bucknell, en Pennsylvania. Esta experiencia termina de dar forma a la mejor época de su vida. Son años que coinciden con la presidencia de Kennedy y el principio de la guerra de Vietnam. Allí conoce el movimiento hippie, y lo entiende a la perfección “…pienso que soy un poco hippie porque soy poeta…”   …”a los hippies los dan de lado desde la izquierda y desde la derecha . Igual que a mí”.
   Viaja mucho por Estados Unidos y procura leer su poesía a todo aquel que se interesa por ella. Ofrece lecturas de sus poemas en el campus de Burcknell y en otras universidades estadounidenses a las que va como invitada, y también en salas de conciertos y bares. Dirige la Casa Española de Burcknell, una residencia femenina en la que viven varias alumnas becadas, y sus clases so siempre comentadas en el campus. “Todos estaban encantados conmigo, yo les cantaba chotis y pasodobles a mis alumnos y nombraron Profesora Más Popular del Año, dos años seguidos. Pasaron de preguntarse el primer día ¿De dónde han sacado a ésta? A quererme y a pedirme que me quedase”.
   A su vuelta de Estados Unidos, en 1964, Gloria trae consigo el manuscrito de su libro Ni tiro, ni veneno, ni navaja, que ha redactado durante su último año en Burcknell. En Madrid se dedica a impartir clases de español para americanos en el Instituto Internacional y logra con ello una independencia económica que nunca había conocido.  Al poco se muda con Phyllis al que será su domicilio definitivo, un piso en la calle Alberto Alcocer. Las dos pasan cada vez más tiempo juntas en la casa de Chozas de la Sierra, donde organizan numerosas reuniones con poetas, pintores y otros artistas. Además, viajan de forma constante por España haciendo turismo, buscando muebles antiguos – que Phyllis coleccionaba- y comiendo en los mejores restaurantes. Su buen humor y sus ocurrencias triunfan del todo entre sus colegas escritores, que comentan entre sí las brillanteces de Gloria y su forma de entender la poesía como algo total, no limitado al papel. “El humor es lo más importante. Si la literatura está en decadencia es porque los escritores están demasiado tristes. Se ponen tristes, serios. Hacen falta más risas”.
   La mejor época de la vida de Gloria toca a su fin. Después de veinte años de relación entre ellas y una breve lucha contra el cáncer, fallece Phyllis Turnbull a principio de 1971. Su inesperada muerte sume a Gloria en una depresión de la que tardará años en salir. “Fui al metro decidida a matarme, pero al ir a sacar el billete ligué, y en vez de tirarme al tren me tiré a la taquillera”. A menudo sale a caminar sin rumbo de noche y entra en los bares que se encuentra para recitar sus poemas a quien quiera escucharla, como un fantasma que pulula por la ciudad. Lee sus poemas en antros oscuros frente a parejas, taxistas, jóvenes bohemios y, a veces, en vez de presentarse diciendo que es poeta, se presenta diciendo que es torero. También llama a programas de radio para camioneros, para que escuchen algo de poesía mientras conducen. Durante aquellos años se define como “superviviente de desgracias gordas y penas finas”. Fuma  (Bisontes) y bebe (whisky) más que nunca.
   Le conceden el Diploma de Honor del Premio Internacional de Literatura Infantil Hans Christian Andersen por su libro Cangura para todo, un premio (algo cercano a lo que sería un Nobel de literatura infantil) que hace que su nombre resuene más que nunca en esa escena. En 1972, obtiene la beca de la Fundación March para Literatura Infantil, que le permite dedicarse por completo a la creación literaria si necesidad de trabajos paralelos.
   Edita en 1973 su poemario Sola en la sala como testimonio de su soledad, de su insatisfacción amorosa y de sus sentimientos tras la pérdida de Phyllis. Rota por el dolor, su poesía se hace cada vez más confesional. “A veces no salgo bien en los poemas, pero se parecen mucho a mí. ¿A que se nota que soy yo?
   A mediados de los años setenta empieza a colaborar en diversos programas infantiles de la televisión pública (la única que entonces había en España). Escribe guiones para los popularísimos Chiripitifláuticos.  Los programas de televisión Un globo, dos globos, tres globos, cuya sintonía compone, y La cometa blanca son los que la convierten de forma definitiva en la poeta de los niños. A partir de esos años la actividad de Gloria es imparable: lecturas, recitales, homenajes… siempre cerca de los niños. Publica de seguido, tanto poesía infantil como de adultos. Gloria siempre fue una feminista radical, llena de candor y de fuerza, y desde su feminismo quiso cambiar el mundo empezando por los niños, enseñándoles, con un discurso siempre sencillo y siempre profundo. Los niños son sabios locos que aciertan siempre a definir las líneas esenciales de la vida, de los sueños y de los anhelos. Y ella los conocía.
   Pasa a ser uno de los rostros más reconocidos de todo el país. “Lo de ser popular lo llevo como puedo, me gusta más estar tranquila que con esto. Por suerte lo único que se me sube a la cabeza es la ginebra”. Siente la necesidad de guardar su intimidad, en parte para que no se la invadan y en parte para no alarmar a los padres de los niños que compran sus libros. A los datos confusos –o inventados- que incluye desde siempre en sus poemas autobiográficos, empieza a añadir declaraciones y respuestas a entrevistas en las que dibuja una realidad paralela llena de buenos sentimientos, inofensiva, de señora mayor apacible. “A veces miento por no hacer daño, o por contar una verdad, porque hay muchas verdades que sólo se pueden contar mintiendo, porque son demasiado grandes. Por lo demás yo no miento nunca”.
   Se vuelve habitual en eventos de literatura infantil, en galas por los derechos del niño, incluso retransmite la cabalgata de Reyes, muchas veces. Adapta cuentos para la televisión. Multitud de cantantes ponen música a sus poemas. Escribe en las revistas La Codorniz y Discóbolo… Durante los años ochenta Gloria sigue apareciendo en televisión de forma constante y consolida su imagen de poeta y amiga de los niños mientras su otra poesía, la de adultos, va cayendo cada vez más en el olvido. Y ella, instalada en la inercia de un devenir cómodo y tranquilo, tiene cada vez menos ganas de luchar por cambiar la situación. Aunque la llena de pena.
   Durante sus últimos años sale menos de casa. “Miradme aquí, clavada en una silla, escribiendo una carta a las palomas”. Se le van muriendo los amigos y las amigas.  Mantiene una relación más o menos secreta con una mujer llamada Marisa, casada y con hijos, a la que dedica su libro Mujer de verso en pecho. Escribe hasta el final poemas cada vez más cortos que apunta en cualquier sitio: servilletas, cuadernos, talonarios. Pasa los días entre los platós de televisión, cada vez más cansada, y su casa de Alberto Alcocer, junto a su inseparable asistenta.
   Víctima de un cáncer de pulmón que le habían detectado pocos meses antes, Gloria Fuertes muere en Madrid el 27 de noviembre de 1998.

BIBLIOGRAFÍA
Diario Sur.
Cascante, Jorge: El libro de GLORIA FUERTES.

Internet.