domingo, 22 de noviembre de 2020

Renovarse o morir

                                                     RENOVARSE  O  MORIR

 

La microbiota es el último hallazgo funcional de nuestra fisiología que ha sido elevada a la categoría de auténtico órgano, al que cada vez se le involucra más en las responsabilidades de nuestro desarrollo vital. Consiste en el trabajo aunado de las capacidades conocidas del tejido conjuntivo, y las cada vez más desentrañadas de las bacterias que conviven en nuestro organismo.

El tejido conjuntivo conforma el armazón global de nuestra economía y vigila, a través de nuestra piel, su integridad defendiéndola de todas las agresiones biológicas o tóxicas, e incluso repara los desperfectos causados gracias a su capacidad reconstructora (la cicatrización).

Las bacterias fabrican enzimas, vitaminas y metabolitos, necesarios a nuestra economía que permiten la digestión de los alimentos, mejoran el desarrollo de nuestros mecanismos defensivos y facilitan la regeneración de nuestros elementos envejecidos y obsoletos.

Este acuerdo de colaboración conjuntivo-bacteriana que llamamos microbiota tiene su asiento en el área esplácnica o territorio intestinal, en el que por cada cien mil millones de células conjuntivas presentes existen cien billones de bacterias. Mediante esta colaboración o perfecta simbiosis, los principios activos fabricados por estas bacterias son transmitidos gracias a la ubicuidad del tejido conjuntivo a todos los puntos en que se precisa su actuación. De esta forma, todo aquel elemento orgánico que se altera por una agresión o simplemente por envejecimiento y decrepitud va a solicitar la activación, es decir, la inflamación, del tejido conjuntivo que  acudirá en su auxilio a colaborar en su reparación con todos los elementos necesarios.   

La microbiota se asegura su contacto con el exterior a través del tracto intestinal o tubo digestivo que se constituye como la mayor superficie de comunicación externa de todo el organismo: unos 300 ó 400 metros cuadrados, considerando su superficie total con las vellosidades desplegadas.  Existen otras  microbiotas como la vaginal, la oral, nasal, auditiva e incluso prepucial, y todas ellas tienen un papel  beneficioso en este triple carácter metabólico-defensivo-regenerativo.

En el intestino se ha estudiado la existencia de entre 500 y 1000 especies distintas de bacterias que se pueden resumir en dos clases: las nativas que viven permanentemente en él, y las de tránsito. Las nativas se adquieren al nacer y en el primer año de la vida, y son un tercio del total. Al nacer, el niño, adquiere, de la microbiota vaginal de la madre, sus primeras bacterias. Las de tránsito se adquieren diariamente con la comida y la bebida.

Estas bacterias de tránsito una vez conocidas y reconocidas quedan marcadas por unas huellas desarrolladas específicamente para su reconocimiento. Hay estudios realizados que demuestran estadísticamente que en las casas en las que existe un “exceso de higiene” como resulta de la utilización de lavavajillas o un excesivo cambio de sábanas, las rinitis alérgicas son mucho más frecuentes por la ausencia de estas huellas.

El conocimiento profundo de nuestra microbiota se hace cada vez más necesario si queremos que la fabricación de tejido inmunológico y sustancias tróficas reparadoras se lleven a cabo en cantidad suficiente Tengamos presente que enfermedades como la demencia senil o el Alhzeimer, e incluso las enfermedades vasculares son  beneficiarios de esta actividad.

Para mejorar el estudio pormenorizado de cada microbiota individual se precisan análisis y cultivos de cada individuo a fin de establecer los déficit y excesos de cada paciente. De investigaciones hechas combinando enfermedades intestinales con cultivos de microbiota,  alimentación y cambios observados, se obtuvo la conclusión aproximada de que una dieta caracterizada por nueces, frutas,  vegetales y legumbres, moderación de alimentos derivados de animales como pescado, carne magra, aves de corral, y la disminución de carnes rojas, a lo que se pueden añadir los lácteos y una copa de vino tinto, se asocian beneficiosamente con el ecosistema intestinal.

Mientras no dispongamos en la práctica habitual de estas exploraciones clínicas todo aquello con lo que alimentemos nuestra microbiota tiene un impacto importante en nuestra salud, mientras mejor la alimentemos más saludables estaremos. La clave para conseguirlo es nutrir equilibradamente las mil especies diferentes de bacterias que viven con nosotros.

Para las bacterias que nos acompañan permanentemente  les daremos lo que les gusta, es decir, los prebióticos, que son las fibras vegetales que constituyen su alimento y que van desde los espárragos hasta los puerros.

Y para todas  las demás debemos de añadirles bacterias vivas directamente, o sea, probióticos que contienen organismos vivos que se añaden a nuestra población de microorganismos saludables y que se encuentran en el yogurt, el chucrut, actimel o el kéfir.

La renovación de nuestras estructuras es necesaria e imprescindible en todos los momentos evolutivos de nuestra vida pero muy especialmente en los años postreros y si pese a todo no conseguimos que nuestra microbiota equilibre la excesiva demanda de reparación, antes de llegar al fracaso vital, debemos tratar de acortar la actividad de los grandes hitos demandantes de inflamación, de manera muy concreta  la depresión, cuya influencia aumenta progresivamente con la edad.

No sabemos si esta depresión tiene su origen exclusivamente en la regresión y desgaste del tejido nervioso o de qué parte de él, pero sí sabemos que su intensidad se relaciona con las condiciones socioeconómicas de los individuos, y que su mejora revierte directamente sobre la calidad de vida de todos  y sobre la supervivencia de los mayores.

 

Jesús Lobillo Ríos

Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena