LOS INICIOS
DEL CINE EN RUSIA
El 28 de diciembre de 1895 se realizaría la primera proyección
cinematográfica abierta al público, si bien ya se habían realizado
anteriormente varios experimentos. Estas primeras proyecciones, mudas y en
blanco y negro, eran documentales, entre otros: Salida de la fábrica Lumière de Lyon, Los herreros o La pesca de los peces rojos. Era el
nacimiento de un arte popular que rápidamente se extendió por el mundo, primero
con imágenes sin sonido, después acompañadas con música in situ, explicadas por
un «relator», subtituladas y, finalmente, este cine de vanguardia daría paso al
cine hablado a final de los años 20 con tres etapas fundamentales: Expresionismo
alemán: El gabinete del doctor Caligari,
1919 (dirigido por Robert Wiene con Werner Krauss en el papel principal);
Impresionismo: La Roue, 1922
(dirigido por Abel Gance con Gabriel de Gravone) y Surrealismo: Un perro andaluz, 1929 (de Luis Buñuel
con Simone Mareuil).
Por su parte, las primeras sesiones de cine en Rusia
tuvieron lugar en 1896, varios meses después de la primera proyección
cinematográfica en Francia de los hermanos Lumière, ha tenido distintas etapas
en la historia rusa, desde los orígenes y su importación por los Zares, pasando
por el emblemático cine soviético hasta el actual cine de la Federación Rusa, pero
el primer filme de producción propia apareció en 1908 con el título Stenka Razin, un corto de género
histórico dirigido por Vladimir Romaskhof y protagonizado por el también actor
y director Yevgeny Petrov-Krayevsky. A partir de entonces la producción
cinematográfica en Rusia comenzó a crecer con rapidez, siendo Yákov Protazánov (1881-1945) uno de
los principales directores de esta época con títulos como el musical La reina de picas (1916) con actores
como Tamara Duvan y Nikolai Panov o el drama histórico El padre Sergio (1918) con Olga Kondorova e Yvan Mozzhukhin, basadas
ambas en obras homónimas de los autores rusos Alejandro Pushkin (1799-1837) y León
Tolstói (1818-1910), consideradas como las principales obras maestras del cine
prerrevolucionario. En poco más de una década, la producción cinematográfica en
Rusia comenzó a crecer con rapidez, teniendo a Aleksandr Alekséyevich
Janzhónkov (1877-1945) como el primer empresario ruso de cine. Produjo La defensa de Sebastopol en 1911, primer
largometraje ruso, con Iván Mozzhujin en el papel del almirante Vladímir
Kornílov. Un par de años después 18 empresas producían películas que se
proyectaban en más de mil salas de cine.
En estos años aparecen también las primeras estrellas
del cine ruso, entre las cuales destacan actrices como Vera Jolódnaya
(1893-1919)[1]; Nathalie
Lisenko (1886-1989); Anna Stend (1908-1983); Vera Jolódnaia (1893-1919), quien falleció, en circunstancias
no claras mientras rodaba una película (sólo tenía 25 años); Alla Nazímova
(1879-1945), que se convertiría en una de las actrices mejor pagadas de
Hollywood en su época; Galina
Krávchenko (1905-1996), Olga Chéjova
(1897–1980), que en 1920 emigró a Alemania, donde hizo una brillante carrera
como actriz de cine (Hitler era uno de sus mayores fans). Llegó a ser
galardonada con el título de Artista Estatal del Tercer Reich; Vera Karalli
(1889-1972), quien después de la Revolución de 1917 abandonó Rusia. Trabajó en
Lituania, Rumania, Francia y Austria, para acabar instalándose en Viena, donde
dio clases de ballet. En esta primera etapa aparecen también las primeras
directoras[2].
La revolución bolchevique del 1917 marcó una nueva
etapa en todos los órdenes; el cine, herramienta de propaganda tan
extraordinaria que Lenin (1870-1924), líder de la revolución, con ascendencia
judía por vía materna, lo expresara rotundamente: “De todas las artes, el cine
es para nosotros la más importante”. Con una población mayoritariamente
analfabeta el cine sería el medio de comunicación más eficaz para la formación
de las masas. Por consiguiente, esta útil herramienta tenía que ser controlada
y así, en 1919, el Gobierno nacionalizó la industria cinematográfica y creó una
escuela destinada a formar técnicos y artistas. En los años 20, el joven cine
soviético «un cine revolucionario para la revolución» alcanzó extraordinarios
éxitos y produjo una serie de obras maestras (actualmente estudiadas en las
escuelas de cine de todo el mundo).
Los nombres de directores como Serguéi Eisenstein
(1898-1948), de o Dziga Vertov (1896-1954), ambos de origen judío, este último casado
con la actriz Elizaveta Svilova o también Lev Kuleshov (1899-1970), casado con
la actriz Aleksandra Chochlova y Vsévolod Pudovkin (1893-1953) casado, como los
anteriores, con la actriz Anna Zemtsova son internacionalmente conocidos.
Durante la década de los años 20 proliferaron los estudios cinematográficos y
empresas dedicadas al cine, y las repúblicas anexionadas como Georgia,
Kazajistán, Armenia o Ucrania comenzaron a producir sus propias películas, si
bien los principales productores fueron los moscovitas Mosfilm y Lenfilm, estos
últimos ubicados en Leningrado (actual San Petersburgo). De esta etapa
soviética destacan títulos como El hombre
de la cámara (1929) de Vertov, La
madre de Pudovkin, adaptación de la novela de Máximo Gorki, y La Ley de Kuleshov, ambas de 1926 y El acorazado Potemkin (1925) de
Eisenstein, consideradas obras maestras del cine de todos los tiempos: esta
última con argumento de la también directora Nina Agadzhanova (1889-1974). La
famosa escena del cochecito con el bebé que rueda por las escaleras de Odessa,
retomada en la producción norteamericana de 1887 Los intocables de Eliot Ness, dirigida por Brian de Palma, estuvo
protagonizada por la actriz de origen italiano Beatrice Vitoldi (1895-1939)[3].
A partir del último tercio de los años veinte la
vanguardia soviética daría paso al realismo soviético impulsado por Stalin. El
año 1931 destacó por la aparición del sonido con la película El camino a la vida de Nikolai Ekk
(1902-1976), con las actrices Mariya Andropova, Mariya Gonfa y
la escritora y actriz Regina
Yanushkevich, entre otros. Entre los principales cineastas de la década de 1930
se destacan directores como Grigori Alexándrov, famoso por sus comedias
musicales (Chicos alegres, 1934), muchas
de ellas con su esposa Lyuboc Orlova, superestrella del cine nacional de
aquella década y Mijaíl Romm, de origen judío, famoso por sus dos películas
sobre la vida de Vladímir Lenin (Lenin en
octubre, 1937 y Lenin en el año 1918,
1939), con Boris Shchukin como Lenin, títulos que marcaron una larga serie de
producciones dedicadas al líder, así como muchos filmes biográficos sobre diferentes
personalidades: zares, jefes militares o escritores. Los más importantes filmes
de esta serie son Alejandro Nevski
(1938) de Eisenstein, con Nikolay Cherkasov, sobre un valiente príncipe y jefe
militar ruso del siglo XIII, y Pedro I (1937), de Vladimir Petrov, biografía
de uno de los más famosos zares rusos, Pedro el Grande, encarnado por Nikolai
Simonov.
Esta es, grosso modo, la historia
del cine ruso y soviético desde sus inicios hasta la llegada del cine hablado. Tras
la muerte de Stalin en 1953 y las siguientes décadas, pasando por la disolución
de la URSS hasta la actualidad, su industria ha pasado por etapas de sombras y
luces. Pero esta es ya materia para otro artículo.
Rosa Mª Ballesteros
García
Vicepresidenta del Ateneo Libre de
Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
[1] Basado en la vida de la
bailarina y actriz Vera Jolódnaya, el famoso actor y director ruso Nikita
Mijalkov (1945) dirigió en 1976 el film titulado La esclava del amor, con argumento inspirado en el triste final de
una actriz de cine mudo.
[2] Entre otras: Nina Agadzhanova,
M. Alibegova, Nutsa Gogoberidze, Alla Nazimova, Helene Osinskaia, Olga
Preobrazhenskaya, Olga Rakhmanova, Esfir Shub, Yuliya Solntsev, Elizabeta
Svilova, Tatyana Lukashevich o Elizaveta Thiman.
[3] Murió en Moscú, asesinada en una
de las purgas de Stalin.