miércoles, 29 de marzo de 2017

ASPECTOS NO RELIGIOSOS DE LA SEMANA SANTA

ASPECTOS NO RELIGIOSOSDE LA SEMANA SANTA

(Tertulia del 29 de marzo de 2017. Juan Vazquez Mateos, ing. de telecomunicación. 
Aforo 25 asistentes)     







La Semana Santa, tal y como la conocemos en la actualidad es la evolución, durante varios siglos, de una amalgama de ritos y tradiciones.

            En la baja Andalucía, la Semana Santa surge como proceso de evangelización de un pueblo, que por desconocimiento de la lengua oficial de la Iglesia, no entiende el mensaje transmitido desde los Altares. Para poder transmitir los pasajes de la pasión y muerte de Jesucristo, se realizan representaciones gráficas de las escenas de la pasión, de modo que el mensaje llegue a al pueblo. Estas representaciones fueron llevadas a cabo en gran parte por las Hermandades, pertenecientes en su mayoría a gremios de artesanos, y cuyo fin primero era la realización de actos piadosos (entierros, asistencia hospitalaria a colectivos desfavorecidos, etc.).

            Con el paso del tiempo, debido a diversos avatares entre los que destacan las desamortizaciones, la reconversión de gremios, el nacimiento de un sistema público sanitario, etc., en las hermandades perdieron fuerza las componentes asistenciales, centrándose en rendir culto público a Dios, Cristo y María, así como a los Santos Patronos del gremio fundador.

            Hoy día, la Semana Santa forma parte del acerbo cultural del pueblo español, que en mayor o menor medida, participa de esta efemérides, aunque no siempre bajo la óptica religiosa.

La Semana Santa como fuente de empleo

            La celebración de la Semana Santa lleva consigo un conjunto de preparativos previos, según la concepción actual de la misma, que genera carga de trabajo para un numeroso grupo de artesanos.

            Así, como preparación a la misma, se celebran en los diversos templos católicos los cultos a las imágenes titulares, para lo cual se adquieren flores, cera, incienso… lo que genera un incremento en la actividad comercial de estos gremios.

            El concepto que sobre todo en la baja Andalucía se tiene de Cristo y María, arraigados en la vida de cada cofrade como si de un miembro más de la familia se tratase, así como la inevitable injerencia de las pasiones humanas, no exentas de actitudes poco acordes con la fe católica como la vanidad, promueven la adquisición de mantos, palios, orfebrería, túnicas, etc., que generan un actividad comercial y por consiguiente empleo, en los talleres de bordado, orfebrería religiosa, carpinteros, tallistas, doradores, escultores, pintores, costureras, etc.

            Del mismo modo, en las procesiones de Semana Santa, el cortejo procesional suele ir acompañado de bandas musicales, que agrupan en torno a si a un número de entre 30 y 140 miembros, que no sólo se limitan a acompañar a la cofradía, sino que también introduce en la música a la mayoría de sus miembros, desde edades tempranas.

            No todo el empleo generado por la celebración de la Semana Santa está relacionado con el entorno de las cofradías. Son muchos los establecimientos de restauración, hoteles, confiterías, etc., de la ciudad los que ven incrementadas sus ventas en la semana de celebración, gracias a la gran afluencia de público que asiste. En ciudades como Sevilla, Málaga, o Jerez de la Frontera, la Semana Santa es usada como reclamo turístico para atraer visitantes a la cuidad. Localidades costeras o de interior, cuyos desfiles procesionales no tienen el atractivo suficiente para los visitantes como para atraerlos por sí mismo, aprovechan los días de vacaciones aprobados en el calendario laboral para ofertar sus atractivos de sol, playa, relax, etc., y atraer a todas aquellas personas que no participan de la celebración religiosa.

La Semana Santa como germen de nuevas cofradías con fines asistenciales

            Como se ha comentado anteriormente, el fin de la cofradía en los tiempos actuales, es rendir culto a Dios, Cristo y María. No obstante, como partes activas de la Iglesia Católica, la asistencia al prójimo es una labor presente en su día a día.

            Toda Hermandad tiene entre sus tareas la asistencia al necesitado, y es una condición indispensable en las reglas de aquellas corporaciones que aspiran a pertenecer a la nómina actual de Hermandades, el realizar alguna obra de caridad. Así, las Hermandades se ocupan de visitar a los enfermos en hospitales, residencias o en sus propios domicilios; asisten en especie a los comedores de beneficencia (como es el caso de las Hermandades de Jerez) , mantiene un economato (como el caso de las Hermandades de la ‘Madrugá’ sevillana; sufragan los gastos de luz, agua, leche y huevos de los pisos de acogida a mujeres víctimas de violencia de género (como el caso de la Hermandad del Stmo. Cristo de de la Expiración de Jerez de la Frontera), etc.

            No todo es caridad, también crean grupos de trabajo en barrios desfavorecidos en los que se desarrollan actividades encaminadas a capacitar a los asistentes para su inserción en el mercado laboral.
Las cofradías de Semana Santa como conservadoras del patrimonio cultural

            Gracias a la actividad de las cofradías, participen o no en los desfiles procesionales de Semana Santa, se han conservado tallas y enseres durante siglos, para su contemplación y estudio por parte de la sociedad actual, y generaciones venideras.

            Los enseres y tallas de la cofradía son, salvo contadas excepciones, propiedad de la Hermandad, y por extensión, de sus hermanos, y por tanto son ellos a partir de las aportaciones económicas que realizan, los que se encargan de su mantenimiento. Así han podido llegar hasta nuestros días tallas como la de Jesús del Gran Poder de Juan de Mesa, el Señor de Pasión de Martínez Montañez, la obra imaginera de Francisco Salzillo en Murcia, etc.; obras de orfebrería de los siglos XVII, XVIII; así como documentos que muestran las costumbres, oficios de los hermanos a través de los siglos, y que permiten a los historiadores reconstruir parte de la historia de la localidad donde radican.


Las cofradías de Semana Santa como punto de encuentro juvenil

            Las cofradías de Semana Santa, en el cumplimiento de sus fines pueden existir sin poseer enseres, tallas, pasos o tronos en los que procesionar en Semana Santa…, pero no pueden existir sin hermanos. Fruto de ello es la necesidad que tienen de incorporar miembros, así como de mantener a aquellos que ya pertenecen a la misma.

            Dada su integración en la sociedad, las cofradías evolucionan con ésta, y comprenden que además del carácter religioso de las mismas, existe un carácter social. Este es el motivo por el cual muchas de las cofradías actuales, organizan actividades para sus miembros al margen de los puramente religiosos como pueden ser: campamentos de verano para los más jóvenes, campeonatos deportivos, excursiones, etc.

            Estas actividades, abiertas no sólo a los miembros de la corporación, sino al pueblo en general, permiten ofrecer actividades a personas que de otro modo, no participarían de las mismas.

La Semana Santa como momento de introspección personal

            La estación de penitencia que realizan las distintas cofradías durante la Semana Santa, se convierte en un momento de soledad para aquellos que participan de las procesiones de forma activa bajo el antifaz de la túnica nazarena.

            Si bien el fin de la estación de penitencia para el penitente es realizar un ejercicio de diálogo interior , en el que el penitente hace expiación de sus pecados, es inevitable que se extienda el ámbito de esta acción hacia escenarios que poco tienen que ver con su fe, y mucho con su día a día.

            Como cualquier momento en el que la persona permanece ensimismada en sus propios pensamientos, la estación de penitencia se convierte en un momento en el que cada persona participante en la misma, hace balance de lo bueno y malo que ha acontecido en el año precedente; le vienen a la mente recuerdos de experiencias vividas, de personas a las que conoció, etc.; convirtiéndose por tanto en uno de los escasos momentos de los que dispone la gran mayoría de la sociedad, para parar el ritmo habitual de vida, y reflexionar hacia dónde va.

La cofradía como cura de humildad

            La uniformidad del hábito nazareno, así como el anonimato que impone el antifaz, provoca en determinadas personalidades una cura de humildad, al participar en un acto en el que la singularidad personal se ve anulada. A esto hay que unir el hecho de que el lugar ocupado en la cofradía no depende en medida alguna e méritos sociales, sino de un ‘complejo algoritmo’ que sólo conoce el Diputado Mayor de Gobierno (persona encargada de organizar la cofradía).

            Este hecho adquiere mayor relevancia en el entorno de los hombres de trono, costaleros o cargadores, quienes son conscientes de que dependen para realizar su función, del resto de compañeros.

            Como parte integrante del cortejo, nazarenos, costaleros, etc., forman parte de un grupo homogéneo, ocupando un lugar bien sea en la fila, bien en el paso o trono, impuesto por otra persona, quien no tiene la obligación de exponer las razones de porqué ocupa ese lugar y no otro.

La Semana Santa como escaparte social

            Las procesiones de Semana Santa constituyen un evento social en el municipio que congrega a la gran mayoría de sus residentes, y a aquellos que por diversos motivos residen fuera durante el resto del año. Esto la convierte en un evento que favorece el encuentro y reencuentro entre los asistentes y por tanto un momento idóneo para ver, y dejarse ver.

            La indumentaria, el lugar elegido para ver los desfiles procesionales, etc., constituyen una seña de identidad externa que refleja el ‘status’ social de la persona. Así, disponer de un palco o silla en la Carrera Oficial de ciudades como Málaga, Sevilla… constituye para algunos un signo de distinción. Afortunadamente  no todos los que disponen de un lugar en Carrera Oficial para ver el discurrir de las cofradías lo hacen por este motivo, sino por otros tan diversos como la imposibilidad de andar caminando de un sitio a otro de la ciudad, bien sea por alguna dolencia física, o bien sea por la logística que debe desplazar en cada movimiento.

            La indumentaria también se ha convertido en un signo de distinción social en Semana Santa. Así el cofrade clásico luce sus mejores galas, incluyendo traje de riguroso luto y mantilla en Jueves y Viernes Santo, aunque no acuda a los Oficios Divinos, pasando por tanto de ser signo de respeto a signo de ostentación.


            Desgraciadamente para la Semana Santa, ciertos cargos directivos de las cofradías confunden su compromiso de servicio hacia la Iglesia, con un signo de ascenso en el escalafón social, al imponerles sus responsabilidades el formar parte de comisiones, asistir a reuniones, recibir a invitados, etc., en los que departen con determinados representantes públicos, u opinan de forma vinculante sobre ciertos aspectos que afectan a un colectivo.