LAS
MUJERES Y LOS MITOS
(Rompiendo
estereotipos)
Para Platón los
mitos son una estrategia narrativa y una vía de acceso al conocimiento que el
cine se ha encargado de atrapar como medio de comunicación de masas, porque el
cine, de su poder, de su seducción tenemos infinidad de
ejemplos, hasta el punto de que ninguno de los líderes políticos de todo el
arco político, ninguno, ha escatimado (ni escatima) medios para utilizarlo como
el medio de propaganda más eficaz.
El presente artículo trata de dar visibilidad
a ciertos estereotipos establecidos (y rotos) por las mujeres. Comenzamos por
uno de ellos que desafíó al canon establecido, el de las Valkirias escandinavas
de las antiguas sagas: unas vírgenes guerreras, entre realidad y mito, que
vienen a romper de forma clara y rotunda el estereotipo femenino generalizado
de madres sumisas y cuidadoras. Esas seguidoras de Freya, señora de las
batallas que vivían como guerreras, renunciando a su feminidad y a su
maternidad, se pueden rastrear, entre otras, en la Sagas Hervarar, Volsung (s.
XIII) o en la Gesta Danorum (s. XII). Así, surgen nombres míticos como los de
las guerreras Hervor, Visna, Alwinda o Gurith, personajes que se corresponden,
en cierto modo, con las míticas amazonas, también mujeres guerreras (como las
clásicas Pentesilea o Hipólita) que la memoria colectiva revive a través de las
crónicas de los conquistadores hispanos que llegaron a América, plasmadas en
personajes de ficción o reales como Catalina de Erauso (1592-1650), conocida
como «La monja alférez», una aspirante a monja rebelde, violenta y valiente que
cambió los hábitos impuestos por el masculino uniforme militar, ejemplo
viviente del espíritu libre de las amazonas, cuyo personaje ha sido llevado al
cine por actrices como la mexicana María Félix (Emilio Gómez Muriel, 1944) o la
española Esperanza Roy (Javier Aguirre, 1987); o como Inés de Suárez
(1507-1580) quien, como la anterior, fue una intrépida dama que se lanzó al
otro lado del Atlántico a la conquista de tierras desconocidas y a la que dio
vida la italiana Elsa Martinelli en La
araucana (Julio Coll, 1971). Inés no se travistió de hombre, como Catalina,
pero reprodujo sus peores hábitos: fue una terrible y cruel asesina de
indígenas que, junto a Pedro de Valdivia, su amante, fundaría la ciudad de
Santiago de Chile. En 2020 se estrenó una serie para TVE basada en su
biografía. Sobre estas féminas valientes, guerreras y rompedoras de clichés, el
clasicista Peter Walcot escribe al respecto: «Dondequiera que los griegos
ubicasen a las amazonas (…) siempre era allende los confines del mundo
civilizado. Las amazonas existen fuera del ámbito de la experiencia humana
normal».
No son los únicos casos de travestismo
militar. Partiendo de Aquiles, a quien su madre disfrazó de mujer para evitar
que marchara a guerrear a Troya, o la joven Epípole de Caristo que hizo lo
propio (pero al revés) para ir a esa misma Guerra[1].
Hay multitud de ejemplos de mujeres que hicieron lo propio, como las británicas
Hanna Snell (1723-1792) convertida en James Gray o Christian Davies
(1667-1739); o Juana de Flandes (1295-1374), Jacqueline de Baviera (1401-1436)
o Brita Olofsdotter (c.1520-1569-75) y también hombres que, como Aquiles, se travistió
de sirvienta para eludir ir a la guerra, como también es el caso de Carlos
Eduardo Estuardo (1720–1788) huyendo de la batalla de Culloden en 1746.
También en China surgen mujeres travestidas
como Hua Mulan (s. V-VI), que ha inspirado al personaje de películas animadas;
Yuenü (s. V-VI), espadachina del estado de Yue; Huang Guigu (246-221 a. C.),
una guerrera que actuó como general para el primer emperador Qin; Xun Guan (s.
IV) famosa por haber dirigido un grupo de soldados a la edad de trece años. También
guerreras como Li Xiu (s. III), comandante militar; Hong Xuanjiao (s. XIX),
general de las tropas femeninas que luchaban en el ejército Taiping; Lin Hei'er
(s. XIX), prostituta, acróbata y especialista en artes marciales que organizó y
mandó la «Unidad Linterna Roja» de mujeres soldado en Tianjin; o la Princesa
Pingyang (s. VII) que organizó el «Ejército de la Dama». Son solo algunos
nombres de una larga lista de guerreras.
No obstante, surgen otros ejemplos al margen del mundo
greco-romano y oriental como los transmitidos a través de un género
sobradamente conocido: el llamado Western, tan rentable y popular del cine
norteamericano donde encontramos, como afirman algunas fuentes, toda una
«mitología maniquea», así como los mensajes del puritanismo contrarreformista o
el fundamentalismo norteamericano y, sobre todas estas consideraciones, como
alguien ha escrito, un género que «odia a las mujeres» porque: «La ficción que
da vida a la leyenda y la epopeya, ese escribir-inventar la Historia, no es
femenino; ¿dónde cabrían aquí las mujeres?» .
No obstante, también en este contexto
encontramos mitos que vienen, de alguna forma, a evidenciar que junto a estos
exploradores también había mujeres. Por poner un ejemplo muy popular como es el
de Martha Jane Canary-Burke (1852-1903). Dicho así, poca gente la reconocería,
pero si le añadimos su alias: «Juana o Juanita Calamidad» es muy posible que se
disipe el desconocimiento. Jane, a pesar de ser mujer, «usurpó» todos los roles
del otro sexo. Cabeza de familia al quedarse huérfana a los diez años, tuvo que
batallar para sacar adelante a sus hermanos más pequeños. Muy joven se
convirtió (siempre travestida como hombre) en una activista luchadora, en la
expresión más amplia del término. Se convirtió a los 14 años en una exploradora
profesional y defendió, rifle en mano, las fronteras que se habían ganado a los
«pieles rojas». Todas las imágenes que de ella se conservan la presentan
travestida como sus compañeros de oficio. Personaje realmente extraordinario,
vivió una existencia realmente fuera de lo común, circunstancia esta que sirvió
para que los avispados cineastas
explotaran debidamente el filón recreando sus hazañas en numerosos
westerns, como personaje central o secundario.
Otras «descentradas»
fueron Jane Belle Star (1848-1929) que, al contrario que aquélla, siempre iba
vestida elegantemente, como una dama, y otras, como Ellen N. Cashman
(1845-1925)[3] o Annie
Oakley (1860-1926) cuyas vidas han sido
llevadas también a la gran pantalla. De esta última, Irving Berlín
escribió el musical Annie Get Your Gun (algo así como: Annie toma tu arma)
en 1946, basado en la vida de Oakley, más tarde llevado al cine en 1950 en una
producción de George Sidney, con Berry Hutton en el papel de Annie (Annie Ger Your Gun). El tema fue
retomado en 2014 en formato para TV.
Sin cambiar de continente, ni de modelo
mítico, no podemos dejar de referirnos a las famosas «Adelitas» de la revolución mexicana (1910-1917), modernas
amazonas muy bien estudiadas por la mexicana Elena Poniatowska (Premio
Cervantes), soldaderas que acompañaron a los hombres al campo de batalla que,
si bien oficialmente no actuaban como militares, algunas de ellas llegaron a
alcanzar grados de coronel, teniente o capitán como son los casos, entre otros,
de Margarita Neri, Rosa Bobadilla, Juana Ramona o María de Jesús de la Rosa,
apodada «La Coronela»[4]; mujeres
valientes que rompieron estereotipos como ya, por otra parte, lo habían hecho
sus abuelas, las valientes aborígenes que se enfrentaron con los
conquistadores, también víctimas, como botín de guerra, o como víctimas de las
violaciones sistemáticas de la soldadesca. El cine ha recreado un buen número
de películas que tienen como argumento la revolución, como la protagonizada por
el icono del cine mexicano: María Félix, quien dio vida a una de esas Adelitas
en la producción azteca La cucaracha
(1958), dirigida por Félix Rodríguez[5].
Y la lista podría seguir, pero lo dejamos para
otra ocasión.
Rosa Mª
Ballesteros García
Vicepresidenta del Ateneo
Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”