viernes, 24 de febrero de 2023

Día internacional de las mujeres



Sinopsis 

Tras el golpe de Estado, el régimen de Franco aprovechó la victoria para castigar de forma cruel a muchas mujeres, aplicando mecanismos extremos de violencia y de humillación. Sufrieron una doble persecución: la ideológica y la de género. Este documental es un recorrido emocional basado en cartas reales interpretadas por grandes actrices.

con la presencia  de ANABEL SANTOS

                     Pedagoga feminista



jueves, 23 de febrero de 2023



El Doctor Suarez Padilla durante su magnífica exposición sobre la arqueología benalmadense que fue seguida por unas sesenta personas.




domingo, 19 de febrero de 2023

Helen Mayer

                                      HELEN MAYER (1910-1953)

 

La deportista judía que hizo posible las Olimpiadas nazis de 1936

 

Los Juegos Olímpicos de 1936 han pasado a la historia por varias efemérides que aún se recuerdan (unas más que otras), varias de ellas relacionadas con la época convulsa en que se desarrollaron: nuestra propia Guerra Civil (julio,1936-abril, 1939); los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial (septiembre, 1939- septiembre, 1945) y, como telón de fondo, el auge del Nazismo. De algunas de ellas nos permitimos hacer relación, aunque sea de forma un tanto resumida.

Es generalmente conocido el hecho de que los Juegos Olímpicos, realizados durante el periodo del Tercer Reich, en agosto de 1936, se convirtieron en una especie de pugna entre Alemania y los Estados Unidos. El régimen nazi, que en un primer momento se había mostrado crítico con la celebración de los Juegos en suelo alemán ―el mismo Hitler, antes de hacerse con el poder, los había tildado de «invento de judíos y masones»― había dado un giro radical convencido por su ministro de propaganda J. Goebbels, de que era una ocasión de oro propagandística y trascendental para el Tercer Reich. Los americanos, por su parte, se mostraban preocupados tras los informes sobre la persecución sufrida por atletas judíos en 1933. El presidente del AOC[1], Avery Brundage, había afirmado que «los pilares básicos» del renacimiento olímpico moderno se verían debilitados al restringir la participación de sus atletas por motivos de clase social, credo o raza. Sin embargo, poco después, esta afirmación se quedó en papel mojado al permitir que se celebraran, si bien no tuvo que ser fácil de digerir para los defensores de la raza «aria» que 14 atletas negros consiguieran medallas (8 de oro, 4 de plata y 2 de bronce). Por otro lado, es también bastante conocido el hecho de que un atleta negro norteamericano: Jesse Owens, con cuatro medallas de oro en atletismo, fuera considerado «el mejor y más reconocido atleta de la historia», si bien tampoco tuvo en su momento, y en su país, el reconocimiento que merecía. En el equipo americano figuraban los atletas judíos Marty Glickman y Sam Stoller.

Es algo menos conocido que la atleta alemana Gretel Bergmann quien, a pesar de igualar el récord nacional en salto de altura, un mes antes de los juegos, fuera excluida del equipo alemán por ser judía[2]. En 1933 había sido expulsada de su club y en Inglaterra, donde se había trasladado a vivir y competir, se había convertido en una estrella del deporte. Meses antes de la inauguración de los juegos[3] y ante la amenaza de boicot de varios países, encabezados por los EE.UU, la atleta fue invitada a regresar a Alemania para participar como representante de su país. Lo cierto es que fue una maniobra de falsa «integración», estratégicamente urdida, para librarse del boicot a los Juegos porque, llegado el momento, su marca no fue inscrita, recibiendo una notificación de las autoridades del Reich donde se le hacía saber que era «demasiado judía», por lo que fue reemplazada por una atleta hermafrodita llamada Heinrich (Dora) Ratjen, que quedó en cuarto lugar. La ganadora de aquellos Juegos fue la húngara Ibolya Csák, quien logró la misma marca (1.60 metros) a la que ya había llegado Gretel unos meses antes. La medalla de bronce fue para la atleta austriaca Ellen Preis, también judía, obligada a esconderse para evitar su deportación.

En aquellos Juegos participaron casi 4.000 atletas de 49 países[4] y, según varias fuentes, al menos una veintena de atletas alemanes y austriacos, con opción a medalla, fueron excluidos de la competición por ser judíos[5], además de otros atletas judíos de distintos países. Algunos de ellos se opusieron explícitamente a colaborar en los juegos, como es el caso de las nadadoras Judith Haspel, Ruth Langer y Lucie Golder; el boxeador Abraham Kurland o el esgrimista Iván Ossier. Muchos de ellos acabaron en campos de concentración.

Venimos comentando hechos más o menos conocidos de estos Juegos, aunque sin duda es el caso de la campeona de esgrima Helene Mayer el menos conocido y, en nuestra opinión, el que más influyó a la hora de que se hicieran efectivos, como veremos. Esta exitosa floretista era una gloria nacional y, al contrario que su compatriota era sólo «un poco judía». Desde luego su físico era «genuinamente» ario. Era rubia y esbelta, y la mitad judía era herencia de su padre, un médico que se había casado con una alemana católica. No fue una familia ortodoxa, porque los padres la enviaron a ella y a sus hermanos a una escuela cristina. Allí no asistían a las clases de catequesis, pero el judaísmo nunca fue algo esencial para la vida de la familia. Mayer fue, prácticamente, la llave que utilizó el nazismo para que la Comunidad Internacional le permitiera realizar aquellos juegos. Era, como se ha llegado a escribir una «burda propaganda política», con Helen como peón bien pensante, porque ella creía, al parecer, que estaba sirviendo a su país, si bien el tiempo le demostró que se había equivocado. Aquella jovencita, tan exitosa, y tan famosa en su país, que hasta vendían figuritas suyas como souvenir, había estado alejada de Alemania instalándose en los Estados Unidas con una beca del club de esgrima de Offenbach para estudiar en la Universidad del Sur de California, y este alejamiento, en estos años de ensalzamiento del Nazismo fue, quizás, causante de que no fuera consciente del horror que se cernía sobre los no arios de su querida Alemania, una Alemania que le denegaba la ciudadanía y la marginaba a ella, por ser judía, hasta que un año antes de que comenzaran los Juegos, y con la espada de Democles sobre los organizadores nazis de la Olimpiada, amenazada, como ya adelantamos, con boicotear los Juegos, no dudaron en reclamarla para que les representara. Fue así como Berlín pudo ser el escenario de los Juegos Olímpicos de 1936.

Helene regresó pues a Alemania y su subió al podio, orgullosa, previo saludo nazi, para recibir su medalla de plata. Le habían concedido la ciudadanía para poder participar en los juegos, pero le duró lo que tarda en desaparecer un merengue a la puerta de un colegio. A partir de aquí la prensa alemana prescindió de dar noticias sobre sus éxitos en los Estados Unidos y la famosa cineasta Leni Riefensthal en su famoso documental El trifunfo de la voluntad pasó por alto su participación en los Juegos. En 1940 se trasladó a los Estados Unidos. Se licenció en Berkeley, enseñó ciencias políticas y fue profesora de alemán, francés e italiano en el Mills College de Oakland, California. En 1952 regresó a Alemania y se casó en Múnich con el ingeniero de vuelo Erwin Falkner von Sonnenburg y se trasladó con él a Heidelberg. Murió al año siguiente de un cárcer de mama como Helene Meyer[6].

Finalmente, y no menos importante, fue el boicot directo que España puso a los Juegos, organizando la Olimpiada Popular VS la «Olimpiada Parda» (en alusión al color del uniforme nazi) que debía realizarse en Barcelona entre el 19 y 26 de julio de 1936. En estos juegos se habían inscrito 6.000 atletas de 23 naciones. En la tarde del 18 de julio las delegaciones de 23 países y regiones desfilaron por las Ramblas. Desgraciadamente, ese mismo día se produjo el golpe militar que dio paso a la Guerra Civil, y ninguno de nuestros atletas asistieron a Berlín. España, por primera y única vez en la historia, boicoteó estos Juegos y no participó.

 

                                    Rosa Maria Ballesteros García

                                   Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena

                                                “benaltertulias.blogspot.com”



[1] Siglas del Comité Olímpico de los Estados Unidos.

[2] Emigrada en los EE. UU en 1937 consiguió dos medallas de oro en el campeonato nacional de EE. UU: en santo de altura y lanzamiento de peso; al año siguiente, en 1938, volvió a conseguir la medalla de oro en salto de altura.

[3] En 1931, casi dos años antes de la llegada de Hitler al poder, Alemania había sido elegida como sede de los Juegos.

[4] De estos atletas, un 10% eran mujeres. Alemania consiguió 89 medallas frente a los EE. UU: 56.

[5] Entre otros: Erich Seeling y Salomo Arouch (boxeo), Salomo Daniel Prenn (tenis), Gretel Bergmann (saltadora) o Kurt Landauer (fútbol).

[6] En 1940 había americanizado su apellido alemán Mayer por Meyer.