miércoles, 15 de marzo de 2017

NUMANCIA Y ESCIPIÓN (2150 ANIVERSARIO)

(Tertulias del 15/3/17. Fco. Quintana y J. Vazquez, Ings. Aforo: 30 asistentes)



NUMANCIA

¿Por qué Numancia es famosa.? Se utiliza la frase “defensa numantina” para expresar la resistencia, incluso, hasta la destrucción o la muerte.
Fue una de las llamadas gestas que los habitantes de esta hermosa península (ibérica) realizaron para defenderse de los enemigos.
Una característica que tienen estos habitantes es que, en situaciones difíciles, hacen acopio de un gran valor para enfrentarse a lo que consideran tan dañino que lo merece. Uno de estos daños, evidentemente, es su propia destrucción.
El español ha realizado a lo largo de su historia numerosas acciones de heroísmo y resistencia a la adversidad. Desde el punto de vista militar, grandes generales que se tuvieron que enfrentar a ellos, expresaron su admiración por ese carácter irreductible. Recientemente se ha proyectado la película “Los últimos de Filipinas”, que describe la gesta de un puñado de soldados españoles enfrentados a fuerzas mucho más numerosas., hasta el punto de que el enemigo, en este caso las autoridades filipinas rindieron homenaje a los que sobrevivieron.
Existen gestas similares a lo largo de nuestra historia, la Batalla de Ebro, en nuestra guerra civil, la admiración de grandes hombres como Napoleón, Hitler, expresando que la española “era la mejor infantería del mundo”.

Toponimia

El nombre de Numancia lo conocemos por los autores latinos a partir del siglo II a. C. debido a su enfrentamiento con Roma. 
Numancia sería una palabra celta de origen indoeuropeo que podría significar:
De noma o numa -(también en latín y en griego)- pasto/s, y -ancia = amplios o extensos, equivaldría a pastos extensos o amplios; teniendo en cuenta que la principal actividades económicas que practicaban eran el pastoreo y la ganadería.
O de (n)uma -(también en latín y griego,umere/y ume = humedad/humedal...)- que podría venir a significar río o valle ancho, humedal amplio, o humedad o nieblas abundantes.

Origen y situación

No está claro si era una ciudad que pertenecía al pueblo de los pelendones o de los arévacos. En este sentido, Plinio el Viejo afirma que es una ciudad pelendona, aunque otros autores, como Estrabón y Ptolomeo, la sitúan entre los arévacos. Las principales conjeturas respecto a esta cuestión radican en el origen histórico de la llegada de ambos pueblos al actual suelo español. Los arévacos vinieron a la península posteriormente a los pelendones y los desplazaron hasta el norte de Soria, no quedando claro cuál de ambos fue el auténtico precursor de la ciudad de Numancia.

La principal fuente de datos sobre la antigua vida en Numancia proviene de la arqueología, puesto que apenas subsisten restos escritos sobre la vida normal de sus habitantes.

La ubicación geográfica de la ciudad celtíbera se sitúa en el Cerro de la Muela de Garray, un punto estratégico delimitado por las montañas del Sistema Ibérico, desde el Pico de Urbión hasta el Moncayo, y rodeado por los fosos del río Duero y su afluente, el río Merdancho. Su superficie pudo haber llegado a las ocho hectáreas.

Estructura de Numancia

El profesor de la Universidad Complutense de Madrid y director del equipo arqueológico que actualmente trabaja en Numancia, Alfredo Jimeno, la describe así:

La amplia superficie excavada (unas seis hectáreas) aporta pocas referencias de la ciudad más antigua (destruida en el 133 a. C. por Escipión Emiliano, ofreciendo una mejor información de la ciudad celtíbera del siglo I a. C. y de la romana imperial, que presentan una ordenación en retícula irregular, sin dejar espacios libres o plazas.
Alfredo Jimeno. Revista de Historia de Iberia vieja, número 6. 2005
Empedradas con cantos rodados, las calles se orientaban en dirección este-oeste, excepto dos calles principales en dirección norte-sur. Todas estaban diseñadas de manera que pudiesen cortar el viento norte. Poseían una estructura entrecortada. En cada cruce, las calles continuaban en el mismo sentido pero un poco más a la izquierda o un poco más a la derecha, con el fin de que las esquinas de las casas cortasen el viento.

Cuando llovía, los desagües de las casas vertían el agua y el lodo a la misma calle. La presencia del río Duero implicaba zonas encharcadas en el territorio.

Las casas se agrupaban en manzanas y se alineaban aquellas más cercanas a la muralla. Las casas, de unos 50 m², tenían tres habitaciones. Los primeros hogares célticos fueron de dos estancias, y con el tiempo se añadió la tercera, frente a la casa y con la puerta cerrada. En la habitación principal, los numantinos comían, dormían y amaban; empleaban otro cuarto como despensa y un tercero como vestíbulo y entrada.

Breve historia

Los primeros asentamientos humanos en Numancia se establecieron en el III milenio a. C., cuando la zona era densamente boscosa y contaba con una fauna rica en ciervos, jabalíes, osos, lobos, liebres, conejos, caballos, etc. Los pastos eran ricos y en ellos se criaban cabras y ovejas, que eran la principal fuente de riqueza. Estos primeros asentamientos consistían en cabañas construidas con materiales perecederos, ya que en ellas habitaban pastores que realizaban movimientos estacionales con sus rebaños. La región tenía un clima muy duro, con fuertes heladas y nevadas abundantes, donde soplaba el cizicus o cierzo, un frío viento del norte.

Hacia el siglo VII a. C., en este asentamiento se utilizaban cerámicas hechas a mano, con formas bitroncocónicas. Desde el siglo VII a. C. el asentamiento pasó a ser un castro, típico de la cultura castreña de la provincia de Soria; este tipo de asentamientos estaban muy bien fortificados y su base económica era mayoritariamente ganadera. La cerámica pasó a tener posteriormente formas lisas sin decoración, similares a las aparecidas en Navarra y La Rioja. A principios del siglo IV a. C. aparecieron decoraciones cerámicas realizadas a peine o con incrustaciones de botones metálicos, lo que indica un momento inmediatamente anterior al establecimiento de la cultura celtíbera, en la cual aparecieron ya cerámicas a torno y decoraciones concéntricas y con estampados. En este momento, hacia el 350 a. C., Numancia pasó a tener un número importante de habitantes y nació como ciudad. Los numantinos aprendieron entonces el manejo del horno oxidante, el torno de alfarero y el uso de la pintura para decorar cerámica, a partir de los conocimientos de sus vecinos celtíberos del este, que por estar en el valle del Iber o Ebro ya habían sido iberizados.

Vida social

¿Qué comían los numantinos?.

La comida era absolutamente natural, dependiente de los productos de temporada que estaban a su alcance. Platos como las truchas de sus ríos, lentejas (que era la legumbre más utilizada) con harina de bellotas, carne de cerdo (de la que su más famosa fue las carrilladas de cerdo cocida en una cerveza de trigo que hacían ellos mismos), y como las condiciones climáticas no favorecían la maduración de la fruta, la más consumida era la pera, pero, macerada al vino, por estar poco madura.
También había vino con miel y la famosa cerveza llamada caelia, hecha de trigo fermentado.

Armas.

La más utilizadas (que también les servían para la caza), era, las espadas cortas (40 cm, los dos tipos de lanza una pequeña (que servía para lanzarla y una larga de casi dos metros para el ataque, hachas y escudos de cuero y madera.

Artesanía.

Fabricaban adornos femeninos de bronce. Fabricaban utensilios para la vida cotidiana. También produjeron artículos de cerámica, vasijas para distintos uso y pequeños vasos para el consumo de alimentos y bebidas.

Vivienda.

Las viviendas las construían de adobe con techos de ramas. Eran, normalmente, de dos habitaciones, una para la cocina y comedor y la otra para dormir. Cuando hacía demasiado frío, aprovechaban el calor de la cocina. Los humos salían por aberturas que hacían en el techo. Algunas tenían un sótano donde se resguardaban del frío y donde almacenaban los productos no perecederos.

Aseo corporal.

Parece que estos pueblos eran aseados. Se bañaban regularmente. Parece que usaban para el cuerpo y los dientes, entre otros productos, la orina corrompida. Las mujeres se cuidaban, sobre todo, su talle, haciéndolas esbeltas y bellas, con su pelo bien cuidado.

Organización social.

Parece que lo más común entre estas tribus era la propiedad comunal del suelo, labrándolo, cuidándolo y recolectando entre todos. Después de la cosecha, se distribuía.

Creencias religiosas.

Al igual que casi todos los pueblos de esa época sus dioses, eran, fundamentalmente, representación de los fenómenos naturales y de aquellas otras circunstancias como la guerra. Los dos tipos de tratamiento a sus muertos eran, la incineración, la má común, y a los guerreros más famosos, los dejaban en un tálamo para que las aves los comieran. De esta forma, crían que así se acercarían a los dioses.

Economía

Se cree que durante la ocupación prerromana su principal fuente económica era la ganadería. Hay constancia de pagos a otros pueblos e incluso a Roma por medio de pieles de buey o de capas de lana (sagum) en grandes cantidades.

La carne y la leche fueron los alimentos básicos de su dieta, infiriéndose esto último por diversas representaciones cerámicas, las cuales demuestran que los animales más importantes fueron el conejo, el buey, la cabra y la oveja.

La agricultura no fue una actividad importante en la estructura comercial de los numantinos. A fin de suplir esta y otras carencias, se sabe que mantuvieron relaciones comerciales con diversos pueblos cercanos para adquirir productos de primera necesidad. Entre estos últimos, se cuentan especialmente los vacceos, que les procuraban trigo y otros cereales, motivo por el cual los romanos quemaron los campos de cereal de los vacceos para propiciar el aislamiento de Numancia y su posterior asedio.

Enfrentamientos con los romanos

El sometimiento de los pueblos de la península al Imperio romano tenía sus excepciones. Pueblos como los arévacos, vacceos, tittos, bellos o lusitanos opusieron una heroica resistencia en una fase intermedia de la conquista, y ciudades como Numancia y Termancia (Tiermes) llegaron a mandar a Roma embajadas para tratar con el Senado romano.

El cónsul Quinto Cecilio Metelo Macedónico, que había conquistado y sometido gran parte de la península, ocupó gran parte de las ciudades de los arévacos, vacceos y pelendones, pero se le resistieron Numancia y Termancia. Fue sustituido por Quinto Pompeyo Aulo, quien llegó celoso de la gloria de Servilio Cepión por poner término a la insurrección acaudillada por Viriato. Pero fracasó rotundamente al intentar someter a las dos ciudades celtíberas.

El año 153 a. C., los habitantes de Segeda, capital de los Belos, cuyo nombre en celtíbero era Sekaiza, dilataba el envío de soldados para servir en el ejército romano y se negaba a pagar impuestos al tiempo que ampliaba las fortificaciones, iniciando la construcción de una nueva muralla. El Senado mandó al cónsul Fulvio Nobilior con un numeroso ejército de 30 000 soldados; el hecho de que se empleara un contingente tan grande hace pensar que se buscaba un objetivo más importante que el de castigar a la pequeña ciudad. La llegada de este gran ejército obligó a los segedenses a abandonar sus casas y sus pertenencias y a refugiarse en territorio de los arévacos, a los que pidieron que mediaran en el conflicto, lo cual no dio ningún resultado. Así, los arévacos se aliaron con los segedenses y, con el caudillo segedense Caro como jefe, se enfrentaron a las tropas romanas, derrotándolas y ocasionando más de 6000 bajas entre los romanos, pero también la muerte del mismo Caro.

En aquel entonces, Numancia contaba con una sólida muralla de protección y con un ejército de unos 20 000 soldados a pie y 5000 jinetes, cifra que fue descendiendo a medida que las guerras celtíberas avanzaban (8000 en el 143 a. C. y 4000 en el 137 a. C.), debido a que Roma fue controlando más territorios y, por tanto, existían menos posibilidades de reclutar defensores en las regiones contiguas. Fulvio Nobilior empezó entonces el asedio a la ciudad, para lo que levantó un campamento. Al poco el rey númida Masinisa, aliado de Roma, le envió refuerzos, entre los que destacaban 10 elefantes, lo que hizo que Nobilior iniciara el ataque a la ciudad.

Parecía que los elefantes iban a ser una fuerza determinante, ya que los numantinos no los habían visto antes y mostraban pánico, pero la caída de una enorme piedra hirió a uno de los elefantes, que enloqueció y cargó contra los atacantes romanos. El desorden que se generó fue tal que los celtíberos aprovecharon la ocasión para atacar a los sitiadores y matar a unos 4000 romanos.

Fulvio Nobilior no quiso intentar nada más e invernó en su campamento con escasez de víveres y recibiendo continuos asaltos de los numantinos.

Al año siguiente 152 a. C., fue nombrado cónsul Claudio Marcelo, con el que los celtíberos lograron un acuerdo de pacificación que incluía el pago de un impuesto de guerra, acuerdo que no fue aceptado por el Senado romano. Tras esta negativa, los numantinos –viendo el talante conciliador del cónsul romano– llegaron a un acuerdo de paz a cambio de una gran cantidad de dinero, que se mantuvo en la Celtiberia hasta el 143 a. C. En este año, tras varias victorias del lusitano Viriato sobre los romanos y el considerable aumento de la tensión entre romanos y celtíberos, éstos se levantaron de nuevo en armas. La rebelión se consideró muy grave en Roma, por lo que se decidió enviar un fuerte ejército de más de 30 000 soldados al mando del cónsul Cecilio Metelo, y además se solicitaron las fuerzas de un honorable soldado de la guardia pretoriana que había demostrado sus dotes luchando contra las aldeas celtas, que llevó consigo 1500 pretorianos veteranos los cuales hicieron historia en batallas como la de Numancia. Laureado que venía de combatir en Macedonia, Metelo estuvo en Hispania dos años y mostró un talante moderado, lo que llevó a los numantinos a negociar una paz que, a cambio de rehenes, ropa, caballos y armas, les convertiría en amigos y aliados de Roma. Sin embargo, el día en que debía ratificarse el acuerdo se negaron a entregar las armas. La ruptura del pacto enfadó enormemente a Roma, que consideró que la osadía de este pequeño reducto en los límites occidentales del Imperio no podía ni debía ser tolerada porque ponía en entredicho el prestigio militar romano.

El 141 a. C. se nombró cónsul a Quinto Pompeyo Aulo, rival político de Metelo, que no destacó precisamente por su labor militar, ya que tras un año de campaña lo único que había conseguido era estrellarse contra las murallas de Numancia y Termancia. Popilio Laenas, el nuevo cónsul, atacó en 139 a. C. Numancia, pero tras ser derrotado decidió saquear los campos de cereales de los vacceos para justificar su actividad militar. La ineptitud militar llegó a su punto más alto con Cayo Hostilio Mancino en el 138 a. C., quien atacó a Numancia con más de 20 000 hombres, y al retirarse fue rodeado por los numantinos, menos de 4000, y tuvo que capitular para salvar su vida y la de los soldados. Los numantinos se limitaron a desarmar al ejército romano a cambio de la paz. Fue llamado a Roma con los embajadores numantinos que, como nación bárbara, acampaban a las afueras de la ciudad.

Como castigo, fue humillado por los propios romanos ante las murallas numantinas siendo ofrecido a los numantinos para que hicieran con él lo que quisieran: lo dejaron desnudo con las manos atadas a la espalda, en una ceremonia increíble teniendo en cuenta la enorme desigualdad de fuerzas entre ambos ejércitos. La suerte corrida por Mancino hizo que los siguientes tres cónsules romanos, Marco Emilio Lépido Porcina 137 a. C., Lucio Furio Filo 136 a. C. y Quinto Calpurnio Pisón 135 a. C., no se atrevieran a atacar Numancia.

Estos 18 años de lucha con concesiones y dilaciones contribuyeron a que quedara finalmente como uno de los baluartes hostiles a Roma.

Finalmente el Senado romano designó a su mejor soldado, Publio Cornelio Escipión Emiliano, apodado entonces el Africano Menor y nieto adoptivo del vencedor de Cartago, Publio Cornelio Escipión el Africano para acabar son la resistencia de Numancia.


Mapa descriptivo de los pueblos de la península ibérica en el siglo II A.C.

mapa pueblos prerromanos


Publio Cornelio Escipión Emiliano Africano Menor Numantino 185 a.C - 129 a.C
           
La gens Cornelia

            Los Escipiones fueron una rica familia patricia romana. Como la mayoría de las familias patricias de la época, la gens Cornelia era una familia poderosa, cuyos miembros tenían un apetito innato de poder, e inmersos en una sociedad de base aristocrática muy competitiva dentro de sus seno y agresivas de cara al exterior.

            La sociedad en tiempos de el Africano estaba muy jerarquizada. Basada en el concepto de ciudad-estado, estaba regida por el concepto de virtus (valor militar, coraje y hombría). En los grupos dirigentes era rampante una visión expansionista y militarista que ofrecía, entre otras cosas, riquezas y gloria militar a los miembros de esas familias, que luego empleaban para una paralela y no menos feroz competencia interna entre clases.


Nacimiento y juventud

            Hijo menor del primer matrimonio de Lucio Emilio Paulo Macedónico, conquistador de Macedonia, fue adoptado por Publio Cornelio Escipión (hijo mayor de Publio Cornelio Escipión el Africano, vencedor de Cartago en la Segunda Guerra Púnica).

            Se educó en un ambiente helenístico. A los 17 años acompañó a su padre Paulo a Grecia donde posiblemente conoció al historiador Polibio en el 167 a.C. De él aprendió literatura griega y las formas griegas de comportamiento.

            Pronto se convirtió en la cabeza del clan de los Escipiones, que integra a políticos, filósofos, escritores e historiadores.

Notoriedad militar

            En el 151 a. C., después de varios desastres en Hispania, se ofreció como voluntario para servir en el lugar que los cónsules consideraran oportuno. Fue nombrado tribuno militar y acompaño al cónsul Licinio Lúculo a Hispania donde se distinguió por su coraje. Mató a un cabecilla hispano en combate singular e hizo un acto de valentía al ser el primero en trepar por los muros de la ciudad de Intercatia. Estas acciones le hicieron ganarse la admiración de sus enemigos y de sus compañeros.

            En el 147 a.C le fue concedido el consulado, así como el mando de las fuerzas encargadas de tomar Cartago. Restableció la disciplina entre las tropas, y gracias a sus grandes conocimientos del arte del asedio, consiguió estrechar el cerco sobre la capital púnica hasta su derrota.

            Trasladado a Hispania se dedicó a someter a las tribus celtíberas. Lo mismo que en Cartago, procedió primero a reorganizar las legiones, para lo cual utilizó los métodos más duros.

            En el 142 a. C. fue nombrado censor con Lucio Mumio. Se caracterizó por su severidad en la represión de la inmoralidad y el lujo.

            En el 139 a. C. fue acusado por un tribuno de la plebe que había sido reducido a la condición de aerarius por Emliliano, y privado de su cargo público, pero fue absuelto. Durante este periodo dirigió una embajada en Egipto y Asia, misión a la que sólo se llevó cinco esclavos para dar ejemplo de combatir el lujo.

            A su regreso a Roma en el 132 a.C. no ocultó su aprobación a la muerte de Tiberio Sempronio Graco (tribuno de Roma y hermano de su mujer). Al ser preguntado por Cayo Papirio Carbón en la asamblea de tribus sobre la muerte de Graco respondió que le parecía justo. El pueblo que esperaba una respuesta diferente expresó su desaprobación en voz alta, a lo que respondió Escipión, con desprecio aristocrático por la multitud, el pueblo debe guardar silencio, digo, que Italia fue una madrastra, no es la madre. El pueblo no olvidó este insulto, y desde este momento Escipión perdió gran parte de su influencia sobre ellos.

            Gracias a su  influencia y autoridad el partido aristocrático fue capaz de derrotar el proyecto de ley del tribuno Carbón, que permitía la reelección indefinida de los tribunos. Desde entonces Escipión Emiliano fue considerado la cabeza de la aristocracia e impuso medidas, en el año 129 a.C , que tenía como consecuencia la virtual derogación de la ley agraria de Tiberio Graco; con la oposición vehemente de los tres miembros de la comisión agraria.

Muerte

            En el foro fue acusado por Carbón de ser enemigo del pueblo. Por la noche volvió a u casa acompañado por senadores y un gran número de aliados, y luego se retiró a su cuarto a dormir con la intención de redactar un discurso para el día siguiente.

            Por la mañana, fue encontrado muerto en su habitación. Al no realizarse investigación sobre las causas de su muerte fue extendiéndose la idea de que fue asesinado.

Numancia

            El Senado y el pueblo romano comprendieron que era preciso hacer un esfuerzo y mandar a la Península al único gran general de que disponían, Escipión, que ya había luchado en España, destruyendo después a Cartago. Para ello hubo que derogar el impedimento legal de ser dos veces cónsul. No se le dieron tropas ni dinero. Pasaba entonces Roma por un momento difícil, sobre todo por la sublevación de esclavos en Sicilia. Escipión contaba con buenos y poderosos amigos y pudo reunir hasta 4.000 hombres, 500 de los cuales, clientes y amigos suyos, de Roma, formaron la cohorte llamada cohors amicorum, a imitación de la guardia de los reyes macedónicos, lo que da pábulo a las sospechas de tendencias monárquicas en Escipión. Recibió sobre todo apoyo de los soberanos orientales con los que había trabado relación e un viaje al Asia. Entre ellos se contaron Antíoco Sidetes, Átalo III de Pérgamo y MIcipsa de Numidia, que envió su sobrino Yugurta con doce elefantes, honderos y arqueros.

            También a la manera de Alejandro y de otros grandes caudillos, se rodeó de jóvenes, que más tarde desempeñaron gran papel en Roma, lo mismo que de literatos. Entre los primeros figuran Cayo Graco, el gran tribuno ario, Memmio, rival de los dos últimos, Yugurta, que aprovechó luego lo aprendido en el sitio de la ciudad celtibérica. Entre los segundos, el poeta Lucilio, el filósofo e historiador Publio Rutilio, el analista Sempronio Asellio,  sobre todo el gran historiador Polibio, antiguo amigo y admirador de Escipión y compañero suyo en la campaña de Cartago. Como legado tomó a su hermano Quinto Fabio Máximo Emiliano, y como cuestor, al hijo de éste, Quinto Fabio Buteo, quien se encargó de llevar a España el cuerpo de 4000 voluntarios.

            Parece que Escipión desembarcó en Tarragona en abril de 153, y allí se puso al frente del ejército. Éste no podía hallarse en estado más deplorable. Las penalidades y derrotas sufridas, los cambios de mando, la holganza del último invierno y las delicias de una ciudad rica se habían confabulado en contra de la disciplina y la moralidad. La cifra de 2000 prostitutas y el gran número de mercaderes y agoreros que se habían unido al ejército, dicen bastante. Así su primer cuidado fue, al igual que ante Cartago, el disciplinar el ejército; en este sentido tomo medias rigurosas. Dejó sólo los carros y animales necesarios, prohibiendo que se utilizasen para montar en ellos, pues las tropas debían marchar a pie; nadie pudo tener otro ajuar para comer que un asador, una olla de bronce y un vaso; las comidas debían ser de carne asada o cocida; las camas quedaron suprimidas, y él fue el primero en dar ejemplo; prohibió el baño caliente y que los criados untasen y ayudasen a sus señores, diciendo que los que lo utilizaban se asemejaban a las bestias que no tienen manos, que se sirven de otras para rascarse. Se recogieron veinte mil pinzas y navajitas para tocador, lo que indica el grado de refinamiento. Él mismo adoptó el rudo sárgum como vestido, tal como se usaba en el país en que iba a luchar. Acostumbró a los soldados a las marchas y a levantar fortificaciones, les hacía cavar fosos, llenarlos de agua, levantar vallados, fijar tiendas, etc. En las marchas adoptaba la formación en cuadro, que presentaba grandes ventajas y que procedía de la táctica helenística. Él iba a retaguardia, otra prueba de su desconfianza respecto de los soldados, entre los que habría muchos dispuestos a desertar. Volvió a usarse la vara de vid para pegar como castigo incluso a los que eran ciudadanos. Cada soldado debía llevar provisión de trigo para un mes y siete estacas. El servicio de vigilancia y de batir el campo estaba cuidadosamente organizado. Todas estas maniobras y entrenamientos, debían realizarse en el valle del Ebro, no lejos del río, acaso en los llanos de Urgel u otras zonas parecidas, a propósito para ellos.

            Cuando hubo adiestrado y moralizado el ejército, se dispuso a actuar. Era entonces el mes de mayo. Siguió por el Ebro y taló la campiña y las mieses. Para dirigirse al país de los vacceos decidió seguir el camino más largo, por Pancorbo. Llegó a Palencia, y cerca de ella, Rutilio Rufo, tribuno cayó en una emboscada, pero por fortuna para él, Escipión vigilante y hábil, le salvó.

            Pasó a la región de Cauca, en su movimiento hacia el Sur, y después de haber talado el trigo y recogido lo que pudiera hacerle falta para su ejército, quemó el resto. El pretexto era que los vacceos proveían de trigo a lo numantinos. Después de pasar el Duero para llegar a Cauca se halló en una comarca estéril y seca, en la que perecieron por la sed muchas de sus bestias de carga y caballos.

            Y se presentó por fin ante Numancia, donde se le unió Yugurta. Escipión se dedicó a correr por los campos inmediatos y talarlos. Levantó dos campamentos lo más cerca que pudo de Numancia, uno de ellos bajo el mando de su hermano Máximo y el otro bajo el suyo. Procuraba rehuir los combates con los numantinos, dispuso siete reductos alrededor de la ciudad, y reunidas ropas de las tribus aliadas, hizo circunvalar Numancia con un foso y un vallado con torres, formando un recinto de doble longitud que la del muro de la ciudad.

            También se preocupó del Duero, por el que los sitiados recibían refuerzos y noticias, y no pudiendo tender un puente por su corriente impetuosa, edificó en sus orillas dos fuertes, que unió con unas maromas, colgando de ellas vigas recubiertas de puntas de lanza y saetas, que no dejaban pasar ni barcas ni hombres a nado. Ya entonces guarneció con catapultas, ballestas y otras armas artilleras, flecheros y honderos, las torres y muro de circunvalación, con señales previas para acudir en socorro del lugar que fuera hostilizado. El ejército, fuerte de 60000 hombres, ya que se le agregaron muchos hispanos aliados, estaba bien repartido, la mitad de ellos, guardando el muro, todo dispuesto con sumo cuidado. De sus precauciones da ideas el detalle, que nos cuenta Livio, de que ordenó no se matara a los numantinos que salieran en busca de leña o forrajes, para que así los víveres se acabasen antes.

            La ciudad se hallaba en una situación insostenibles cuando un heroico numantino, Retógenes Caraunio, rompió el cerco en una hazaña notable. Para ello salió con cinco criados y cinco amigos y otros tantos caballos, en una noche oscura, y llegados al muro de circunvalación, al que subieron por medio de escaleras, mataron a los centinelas; hizo subir a los caballos, y después de despedir a los criados escapó. Libre ya, recorrió muchas ciudades arévacas pidiendo ayuda para los numantinos, pero por el miedo a los romanos, fue despedido, excepto en Lutia, donde los jóvenes decidieron auxiliar a Numancia. Avisado Escipión, se presentó a las pocas horas ante Lutia pidiendo que le entregasen esos voluntarios y amenazando con el saqueo en el caso de ser desobedecido; la orden fue acatada y a los 400 jóvenes les cortó las manos. Tal fue el terrible castigo aplicado a quienes querían ayudar a la heroica ciudad.

            Oprimidos los numantinos por el hambre, enviaron cinco ciudadanos, entre ellos Avaro, a preguntar a Escipión con qué cláusulas aceptaría su rendición. Éste quería que librasen las armas y se sometieran sin condiciones, pero al saberlo los numantinos dieron muerte a sus emisarios. En tanto, el hambre y las privaciones les llevaban a extremos horribles. Comieron pieles cocidas, carne de los que morían, luego de los enfermos, después de los débiles. En estado de trágica desesperación capitularon, exigiendo Escipión que dejasen las armas en un lugar y ellos se juntasen en otro. Muchos prefirieron morir, y embriagados, se dieron muerte unos a otros o se suicidaron, arrojándose muchos a una hoguera que destruyó parte, por lo menos, de la cuidad. Los que se entregaron lo hicieron en un estado inmundo. Escipión reservó cincuenta de éstos para figurar el triunfo, vendió a los demás como esclavos y destruyó la ciudad, prescindiendo de toda autorización del Senado. Vendió las tierras de los numantinos entre las ciudades limítrofes, armonizó las relaciones entre esas ciudades, multó a otras sospechosas, y con escaso botín se volvió a Roma