sábado, 11 de julio de 2020

PALAS ATENENEA, DIOSA DE LA SINRAZON

Ayudas a una desescalada. "Palas Atenea, Diosa de la Sinrazon"  11/07/2020




                                       "PALAS  ATENEA DIOSA DE LA SINRAZÓN"

Esquilo, el primer representante de la tragedia griega, nos relata en su obra la “Orestiada”, representada por primera vez en al año 458 a.d.n.e., el juicio al que es sometido Orestes declarado culpable de haber asesinado a su madre Clitemnestra. Semejante atrocidad es justificada por nuestro actor en el hecho de que él ha vengado la muerte de su padre en la figura de sus asesinos, su propia madre y su amante Egisto, inducido por su hermana Electra.
El padre de Orestes era el gran Agamenón, rey de reyes, que habiendo llevado a cabo todos los excesos imaginables (incluido el sacrificio de su propia hija Ifigenia exigido por el sacerdote Calcas) para conquistar y destruir Troya, vuelve victorioso a su casa tras diez años de guerra para encontrar la muerte. La acción se sitúa pues casi siete siglos antes de la escritura de la obra.
El juicio de Orestes representa el cambio histórico definitivo de la sociedad matrilineal a la patrilineal una vez conocida la relación entre eyaculación y embarazo que permite reinterpretar, en esta ocasión a favor del hombre, el papel primordial de la concepción en aras a una correlación familiar, evidentemente más limitada que la tribal.
Orestes fue enjuiciado en el Aerópago bajo la presidencia de la diosa Atenea conocida por nosotros como diosa de la sabiduría, del conocimiento, de las artes y de la agricultura (pues nos proporcionó el olivo base de nuestra alimentación), virgen perpetua y extraña guerrera que no combate, solo protege a los héroes.
Su abogado defensor fue  Apolo dios de las artes y de la medicina, la poesía, la música y la belleza masculina, hijo de Zeus y Latona e inductor del cambio de costumbres que revolucionó las creencias ancestrales mitológicas.
Para situarnos en este transitar ideológico debemos recordar que la muerte del rey sagrado es una constante antiquísima en la mitología  que se renueva anualmente en un mito en el que el jefe de la tribu (rey sagrado) es sacrificado mediante normas ancestrales, y tras una cruxificción es devorado en un banquete teosofágico para aprovechar todas sus virtudes y renovar así los ciclos anuales de siembra, recolección, lluvias, sol, día y noche. Existe necesariamente un sacrificio humano que no compromete a la familia puesto que los hijos son de la madre exclusivamente.
Al constatarse la relación entre còpula y concepción aparece la figura del padre que medra en su beneficio evitando el sacrificio sagrado. Por esta razón  Zeus, dios del olimpo, padre de Atenea, concibe a nuestra diosa sin concurso de mujer para lo que según una absurda explicación mitológica devoró a su mujer Metis impidiendo que diera a luz a un vástago que, según el oráculo, le derrocaría pero alumbrándolo él mismo por su propia  cabeza. Este anormal nacimiento explica que nuestra diosa Palas Atenea no naciera de mujer y que tampoco fuera madre lo que corrobora su epíteto Partenon (=virgen). Más creíble es la versión que nos dice que Palas Atenea es africana, nacida en Libia al borde del lago Tritón, o sea, que  antes de ser Atenea fue Palas, la tritónida supuesta amiga de la infancia y su instructora que murió en un nebuloso accidente provocado por ella misma.
Atenea por tanto renuncia a sus orígenes africanos para hacerse diosa de la ciudad de Atenas, puesto que disputa a Posidón (el dios de los mares), y dedicarse a las labores femeninas propias de la mujer domesticada, sobre todo el tejido en el que desarrolló celos de la maestría de Aracné a la que convirtió en araña, en un mito magistralmente representado por el pintor Velázquez en su obra “Las hilanderas”. También tuvo conflictos adolescentes con su padre Zeus antes de convertirse en su mano derecha y ser la única capacitada para manejar su rayo. Esta fiel partidaria de su padre, que renunció a sus orígenes, a la maternidad e incluso a su sexo, fue  la que presidió el tribunal que juzgó a Orestes.
El abogado defensor fue el dios Apolo, nacido en Delfos, celoso en temas de amores, no tolera que se metan con su madre, sedujo y amó de forma fallida a muchas mujeres porque su verdadero amor fueron los hombres declarándose abiertamente misógino en una Grecia donde la homosexualidad es ensalzada y elevada a virtud militar antes que sagrada.
El juicio de Orestes se declara visto para una sentencia absolutoria que resulta evidente a la luz de los mimbres que acabamos de considerar, pues la desnaturalización de la madre hace posible la absolución del matricida: “la madre no concibe al hijo, tan solo alimenta el germen, es el hombre quien lo engendra. Se puede ser padre sin necesidad de madre, ahí tienes a Palas Atenea, que no fue nutrida en las tinieblas de un vientre”.
El matrimonio fue la antesala del patrimonio patriarcal, pero cuidando de que los hijos sean del padre por lo que hay que encerrar a las mujeres en sus casas, atadas a la cocina o a la pata de la cama y con la pierna quebrada. La masacre de la mujer y su vejación son la excusa para crear un nuevo hombre liberado de los miedos ancestrales de la muerte y de la superstición. Ahora es la mujer la que tiene que ser fiel y monógama. La imagen de la alegre mujer-ninfa contrasta con las representaciones de mujeres vencidas por los hombres.
La absolución jurídico-mitológica pergeñada por Atenea ha resultado cara a la humanidad, dos mil quinientos años más tarde seguimos tratando de reponer un orden descompensado que margina a las mujeres cuando no las ignora, y oculta sus capacidades cuando no las anula, y cuyas contravenciones aún paga con la muerte.


Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena