JERARQUÍA
Y LIBERTAD
Los
elementos vivos no necesitan metro ni reloj para la supervivencia ya que los
cálculos en la Naturaleza se hacen por comparación y los humanos no son una
excepción. La autoestima es la conclusión que cada cual saca de las múltiples
comparaciones que realiza automáticamente en el entorno personal. Por eso la
envidia, como señala la Biblia, tiene epicentro doméstico debilitándose a
medida que afloja el afecto. La exhibición que se hace para definir el rango es
actividad previa a la comparación. Las plantas pugnan por ser las más altas, los
animales por ser los más fuertes y los humanos por ser los más poderosos. Se
entiende que al aumentar la complejidad en la escala animal aumenta la dificultad
para establecer la jerarquía, ya que, cuanto más complicado es un sistema más
diferencias presentan las unidades que lo componen. La democracia es una
apuesta de consenso. Como sistema político conciliador ofrece el poder a quien
obtiene más adhesiones expresadas en elecciones libres. El que casi nunca
consiga encontrar a las mejores personas demuestra que no es absolutamente
necesario serlo para gobernar. Si en baloncesto se aplican algoritmos que
predicen la probabilidad de acierto de cada jugador en sus pases, cortes y
tiros de media o larga distancia, no debería ser difícil desarrollar alguno destinado
a vaticinar conductas políticas, aunque, en general, no se necesite ser adivino
para intuir el cumplimiento de las promesas electorales.
La
materia que de acuerdo con la teoría de la relatividad es densidad de energía, tiene
tendencia natural a expandirse como dicen que hace el Universo (a pesar de la
gravedad). Esa tensión, detectada de alguna manera por el subconsciente,
determina las coordenadas personales. Tenemos un yo porque afuera todo es
distinto y tiende a la dispersión. Pero los individuos además de ser pertenecen
a una especie obligada a ensayar estrategias que le permitan ensanchar la vida;
lo que genera tensión entre la gestión de futuro de la especie y la necesidad
de presente del individuo. De ahí, que el interés de especie sea altruista
mientras que el de individuo es egoísta. La religión sembró la moral
individualista en la que se apoya el capitalismo para justificar la desigualdad
al adoptar un código de presente utilizando como combustible el equívoco
concepto de libertad (sustantivo abstracto como velocidad o amor).
Todo
tipo de organización, desde colonias de bacterias a comunidades humanas, son
sistemas complejos adaptativos obligados a sacrificar grados de libertad
individual para alcanzar el acoplamiento funcional del conjunto. Pero si la
escala de valores es subjetiva, el establecimiento de la jerarquía dependerá
más de intereses personales que de posibles beneficios generales, obviando que la
vida es materia organizada, condición que limita la libertad.
Estando el Caballero de la Triste
Figura hospedado en el palacio de los duques, cansado quizá de sufrir con
paciencia las burlas a las que le sometían, ofrece el famoso alegato contra la
esclavitud, actividad que en su tiempo era negocio de poderosos bendecido por
la Iglesia. Me refiero al conocido párrafo que empieza: “La libertad,
Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos;
con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar
encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la
vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los
hombres”. Pero, una cosa es denunciar la explotación humana y otra reconocer
los límites reales de la libertad. En el episodio de la Ínsula Barataria, Cervantes
deja claro la diferencia entre libertad de pensamiento y libertad de acción:
Haciendo ronda nocturna el gobernador Panza detiene a un mozuelo de buen
aspecto que al no querer aclarar los motivos por los que se encuentra zanganeando
de noche lo amenaza con hacerlo dormir en la cárcel.
-
“¡Por
Dios -dijo el mozo-, así me haga vuestra merced dormir en la cárcel como
hacerme rey!
-
Pues
¿por qué no te haré yo dormir en la cárcel? -respondió Sancho-. ¿No tengo yo
poder para prenderte y soltarte cada y cuando que quisiere?
-
Por
más poder que vuestra merced tenga -dijo el mozo- no será bastante para hacerme
dormir en la cárcel.
-
¿Cómo
que no? -replicó Sancho-. Llevadle luego donde verá por sus ojos el desengaño,
aunque más el alcaide quiera usar con él de su interesal liberalidad, que yo le
podré pena de dos mil ducados si te deja salir un paso de la cárcel.
-
Todo
eso es cosa de risa -respondió el mozo-. El caso es que no me harán dormir en
la cárcel cuantos hoy viven.
-
Dime,
demonio -dijo Sancho-, ¿tienes algún ángel que te saque y que te quite los
grillos que te pienso mandar echar?
-
Ahora,
señor gobernador -respondió el mozo con muy buen donaire-, estemos a razón y
vengamos al punto. Presuponga vuestra merced que me manda llevar a la cárcel y
que en ella me echan grillos y cadenas y que me meten en un calabozo, y se le
ponen al alcaide graves penas si me deja salir, y que él lo cumple como se le
manda. Con todo esto, si yo no quiero dormir, y estarme despierto toda la noche
sin pegar pestaña, ¿será vuestra merced bastante con todo su poder para hacerme
dormir, si yo no quiero?”
Vale.
Salvador Perán Mesa
El Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”