viernes, 11 de noviembre de 2022

Tertulia del 16 de noviembre de 2022


A lo largo del siglo XX, aproximadamente 30.000 mujeres pasaron por las Lavanderias de la Magdalena en Irlanda. En Noviembre de 1941 se aprobó en España el Decreto de reorganización del Patronato de Protección de la Mujer (que funcionó hasta 1985), y el Decreto de creación de las Prisiones Especiales para Regeneración y Reforma de Mujeres Extraviadas. Las razones para que las mujeres fueran ingresadas fueron en general extremadamente arbitrarias, como ser madres solteras incluso si el embarazo había sido por una violación, sin que los culpables fueran perseguidos ni molestados. Estas políticas específicas se basan en el cruce de tres sistemas de poder, el patriarcal, androcéntrico y sexual que castiga a las mujeres y fomenta el delito en los varones. La Iglesia Católica, a cuyo estaban los centros obtuvieron beneficios políticos y económicos por su complicidad. Algunas reparaciones se han puesto en marcha en Irlanda pero nada de ello ha ocurrido en España.

 

Pilar Iglesias Aparicio es doctora en Filología Inglesa. UMA

 


domingo, 6 de noviembre de 2022

6 de Noviembre de 2022

 

                                    EL TOLEDANO “MARCIAL LAFUENTE ESTEFANIA”:

El Marshall español

 

Las personas que tenemos “cierta edad” todavía recordamos las novelitas del Oeste, tan populares durante las primeras décadas de la posguerra, que fueron sin duda un fenómeno sociológico no sólo en nuestro país, sino en buena parte de los países americanos de habla hispana y también de los Estados Unidos, con millones de ediciones[1].

Su influencia en la cultura popular ha sido reconocida por autores como el filósofo Fernando Savater: el mismo se declaraba lector asiduo durante su adolescencia, o cantautores tan reconocidos como Joan Manuel Serrat, que lo recuerda en su canción “Romance de Curro ¨el Palmo¨”:

 

Buscando el olvido

Se dio a la bebida

Al mus, las quinielas

Y en horas perdidas

Se leyó enterito

A don Marcial la Fuente

Por no ir tras su paso

Como un penitente

 

 

Todas estas novelitas (de bolsillo y no más de 100 páginas) iban firmadas por nombres tan sugerentes como: “Curtis Garland”,  “Dan Luce”, “Donald Curtis”, “Clark Carrados” o “Lem Ryan”, por citar sólo unos pocos pseudónimos, tras los cuales se ocultaban republicanos vetados por la censura franquista: escritores, abogados, médicos, ingenieros y profesionales varios impedidos de ejercer como tales, como es el caso del escritor anarcosindicalista palentino Eduardo de Guzmán, más conocido como “Edward Goodman”, entre otros pseudónimos, autor de la novela Aurora de Sangre, basada en la vida de la feminista Hildegart Rodríguez Carballeira, asesinada por su madre en 1933, libro que fue adaptado al cine por Fernando Fernán Gómez en 1977.

Por otro lado, sería muy improbable que nadie que haya nacido en las décadas arriba citadas no haya leído, o al menos escuchado, el mítico nombre de Marcial Lafuente Estefanía, el mayor representante del género, un respetable ingeniero que comenzó a publicar sus westerns bajo los pseudónimos de “Tony Spring”, “Dan Luce”, “Arizona” o “Dan Lewis”. Para las novelas románticas, que también publicó, lo hizo con nombres femeninos: “María Luisa Beorlegui” (que era el nombre de su esposa) y “Cecilia de Iraluce” en la Editorial Bruguera[2], hecho quen se podría justificar porque el género romántico era refractario a la hispana masculinidad de sus lectores. Su fecundidad productiva (unos 2.600 títulos), solo fue superada por otra novelista popular conocida como Corín Tellado, compañera de editorial[1].

El género Western fue un fenómeno sociológico muy popular entre los años cincuenta y sesenta en España, hasta principios de los setenta del siglo XX, como ya apuntamos, con una serie de características que hermanan a sus autores, porque la inmensa totalidad fueron republicanos represaliados, muchos de ellos petenecientes a familias de la burguesía. M. Lafuente, por ejemplo, era hijo de un abogado, lo mismo que el ya citado Eduardo de Guzmán o el abogado Francisco González Ledesma (“Silver Kane”). Los argumentos, con títulos tan rimbombantes como Un ataúd para Lorna Russell, Garito de levitas o Era más pistolero que abogado, hablan siempre de tipos rudos, cuatreros, jugadores fulleros, sheriffs corruptos o chicas de discutida virtud y oscuro pasado.

Nuestro personaje se llamaba Marcial Antonio Lafuente Estefanía y nació en Toledo en 1903 en una familia acomodada. Su padre, Federico Lafuente López-Elías, fue el abogado de origen navarro, establecido en Toledo, escritor, y periodista, director del Heraldo Toledano. De él heredó su amor al teatro clásico del Siglo de Oro. Sin embargo, sus estudios los dirigió hacia la ingeniería que ejerció en España, África y gran parte de los Estados Unidos, donde trabajó entre 1928 y 1931, lo que le sería de gran utilidad para ambientar detalladamente sus historias del Oeste y a sus personajes, apoyado por la historia de Estados Unidos, un atlas muy antiguo de este país, y una guía telefónica de donde sacaba los nombres de sus personajes.

De pensamiento anarquista, se afilió al comenzar la Guerra Civil a la CNT y ejerció como concejal en el entonces pueblo madrileño de Chamartín de la Rosa (hoy barrio de Madrid) entre diciembre de 1936 y marzo de 1938, año que se alistó como voluntario en el Ejército Popular, donde llegó a ser nombrado general de Artillería del Ejército Republicano​ en el frente de Toledo. Finalizada la guerra, tomó la decisión de no exiliarse, como tantos de sus compañeros ―muchos de ellos destacados cargos políticos culturales republicanos―, resignado a sufrir el exilio interior y una inevitable prisión. Fue en la cárcel donde comenzó a escribir, aprovechando cualquier trozo de papel. En una de las entrevistas que concedió, pasados los años, afirmaba que lo hacía a lápiz en rollos de papel higiénico: “Estaba en una sala quinta de uno de los hoteles en los que me recluyó el Gobierno”.

Una vez en libertad hizo caso de los consejos del también escritor y dramaturgo Enrique Jardiel Poncela que le instó a escribir literatura ligera, para que la gente se divirtiera. Y así lo hizo. Desde el principio buscó la amenidad, prescindiendo de largas descripciones, con temas de mucha acción y diálogos muy trabajados: “Como ese tipo esté muchos días en la ciudad, va a tener trabajo la funeraria”, afirma uno de sus personajes. Gracias a su paso por los Estados Unidos pudo dar verosimilitud a sus historias y a sus personajes, como ya apuntamos, en aquellas novelitas, de a “duro” el ejemplar en la librería que se cambiaban y recambiaban luego en los quioscos.

Su primera novela la escribió Marcial en 1943: La mascota de la pradera y firmó un contrato con Bruguera que le editó unas dos mil seiscientas novelas inspiradas en el teatro clásico español del español del Siglo de Oro, que tan bien conocía. y sustituyó sus personajes por los arquetipos representativos del oeste. Todas estas historias, de acción muy violenta, se hicieron muy populares como literatura de pasatiempo. Pero su poularidad, ya lo hemos comentado, se extendió también por América. En Estados Unidos, por ejemplo, la universidad de Texas las grabó para que los ciegos de origen hispano pudieran escucharlas.  

Dato anecdótico: bajo su firma, MLE ha seguido publicando hasta la actualidad, a pesar de que el autor murió en 1984. No se trata de ningún milagro: Sus hijos desde 1958 y, posteriormente, su nieto siguieron la saga[2].

 

                                    Rosa Maria Ballesteros García

                         Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena

                                       “benaltertulias.blogspot.com”

 

 

 



[1] Mª del Socorro Tellado López publicó alrededor de 5.000 novelas y relatos entre 1946 y 2009, traducidos a 27 idiomas. El Libro Guinnes de los récords de 1994 la registró como la escritora más vendida en idioma español (400.000.000 de ejemplares), si bien en 1962 la Unesco la había declarado la escritora española más leída después de Miguel de Cervantes. Tanto ella como Lafuente siguen publicándose.

[2] Para pensar: Una docena de colecciones siguen poniendo en el mercado cada año unos 300 de los millares de títulos del viejo fondo con la enorme tirada de unos 25.000 ejemplares por título, de la que se vende un 70 %. Los sobrantes se vuelven a distribuir. Y la historia continúa.



[1] En España hay que citar como precedente decimonónico al escritor Esteban Hernández y Fernández con su novela Los hijos del desierto, escrito hacia 1870?, publicado en 1988.

[2] Para pensar: Una docena de colecciones siguen poniendo en el mercado cada año unos 300 de los millares de títulos del viejo fondo con la enorme tirada de unos 25.000 ejemplares por título, de la que se vende un 70 %. Los sobrantes se vuelven a distribuir.