domingo, 4 de octubre de 2020

SAMUEL BRONSTON Y EL HOLLYWOOD MADRILEÑO


Samuel Bronston y el Hollywood madrileño


Efectivamente existió un Hollywood español, concretamente en un pueblo llamado Las Rozas de Madrid, actualmente el tercer pueblo con más renta per cápita del país con cerca de 100.000 habitantes. Nada que ver con el pueblecito en el que se va a desarrollar nuestro relato que apenas llegaba a 3.000 roceñeses. Allí, en lo que hoy es una urbanización de lujo en Las Matas, se crearon los estudios de cine más importantes de Europa y aún hubiera llegado a más el proyecto si el fracaso comercial de la que fuera última película rodada en España por Samuel Bronston El fabuloso mundo del circo, junto a problemas financieros y de distinta índole abocaran a tan magna empresa en 1972 a cerrar puertas. Bronston tuvo de nuevo que hacer el equipaje, esta vez de vuelta a USA, para no regresar, tras serle embargados, vendidos o subastados todos sus bienes, si bien durante la época de decadencia intentaría congraciarse con el Régimen produciendo documentales como El valle de los caídos (sobre el mausoleo de Cuelgamuros)[1], Sinfonía española (una especie de guía artístico-turística) o Boda en Atenas, un documento histórico de la boda de Juan Carlos I y Sofía de Grecia, los futuros reyes. También produjo un documental de propaganda exterior: El Camino Real, sobre las bondades de la colonización española en los Estados Unidos con el protagonismo de Frav Junípero Serra y un cortometraje de publicidad institucional: Objetivo 67.

Antes de centrarnos en la figura y en la obra de este cineasta es preciso fijar el contexto político y social de aquella España, singular y autárquica, de los años 50 que intentaba salir del ostracismo poniendo una vela a Dios y otra al diablo. Aunque, para ser equitativos, no era (¿es?) esta una práctica exclusiva del Régimen, el otro Estado que entra en liza en esta historia, los poderosos Estados Unidos de América y su presidente en aquella época, Harry Truman, quien no se recataba al declarar que «no le gustaba el régimen español», al mismo tiempo que negociaba en privado con la dictadura. Este tira y afloja cristalizó en 1953 con los llamados «Pactos de Madrid» que fijaron el establecimiento de las bases americanas, venta de armas y otros negocios poco escrupulosos. Como se sabe, Estados Unidos reconoció al régimen franquista en 1939 (en pago a la neutralidad de Franco), pero al mismo tiempo se opuso a su admisión en la ONU. Paradojas políticas. No había finalizado la década cuando nuestro personaje decide instalar sus estudios en nuestro país.

Este era el panorama que se encontró Sam Bronston al llegar a España en 1957 atraído por su buen clima, el bajo coste de servicios, la alta capacitación profesional de sus técnicos, una nula conflictividad laboral y otros etcéteras derivados del Acuerdo bilateral, al margen de que el Régimen puso a su disposición reclutas del ejército que sirvieron como extras, el uso gratuito de escenarios históricos, como el Palacio Real, o el hacer la vista gorda ante algunas «excentricidades» y ciertas costumbres, digamos, poco decorosas y bastante alejadas del nacional-catolicismo llevadas a cabo por algunos de los divos y divas (especialmente de la Gadner) que intervinieron en sus películas. Corría el año de 1959 cuando Bronston, ya curtido en el cine de Hollywood, se dispone para coproducir con Suevia Films-Cesáreo González John Paul Jones (El capitán Jones, John Farrow, 1959)) protagonizada por Robert Stack[2] y Bette Davis, rodada en escenarios de Madrid (Palacio Real). La citada actriz, en el papel de Catalina la Grande, tuvo el privilegio de sentarse en el trono real, cedido graciosamente para una de las escenas del rodaje.

Y así llegamos a la figura de Schmul Bronschtein (1908-1994), conocido como Samuel Bronston, un judío, ruso de nacimiento y, para más inri, sobrino del famoso revolucionario León Troski (Lev Davidavich Bronschtein). El profesor Diego Moldes, en su introducción al completísimo estudio del historiador del cine Neal Gabler: Un imperio propio. Como los judíos inventaron Hollywood, publicado en España en 2015, se pregunta si el anticomunista Franco habría dado su V.B. a Bronston si hubiera conocido estas circunstancias. En mi modesta opinión pongo en cuarentena esta ignorancia y más me inclino que fuera un laisser faire, laisser passer interesado y oportuno. En otras palabras, un mirar hacia otro lado visto que “el amigo americano” daba trabajo a unas tres mil personas. Profesionales entre los que destacamos a Jaime Prades[3] (mano derecha del todopoderoso Cesáreo González) que ejerció como vicepresidente de producciones. La familia de Bronston había emigrado a Francia antes de la Revolución rusa de 1917 cuando la industria del cine comenzaba a revelarse como un espectáculo de masas. El joven Samuel se iniciaría en este arte tocando la flauta como acompañamiento a las proyecciones (mudas) y posteriormente en otras actividades dentro de esta industria, a la que se dedicó de por vida.  En los años 30 y 40 lo encontramos en Hollywood trabajando como productor en los grandes estudios. Posteriormente se dedicó a la contratación y exportación de películas norteamericanas para su distribución en Francia. Desde mediados de los años treinta, en Hollywood, consiguió trabajar como productor en sus grandes estudios para las compañías norteamericanas: Columbia, United Artist, Twentieth Century Fox (Ciudad sin hombres, Aventuras de Jack London, 1943; Un paseo bajo el sol, 1945).

En 1941 había creado su propia productora Samuel Bronston Productions, Inc., con la que rodaría su primera película The Adventures of Martin Eden, titulada en España El barco de la muerte, protagonizada por Glenn Ford, un remake del mismo título (muda) realizada en 1914. Tras producir varias películas más en Norteamérica se traslada a España (a finales de 1957) para la preparación de la coproducción con Suevia Films-Cesáreo González: John Paul Jones (El capitán Jones) protagonizada por Robert Stack, rodada en escenarios de Madrid (Palacio Real)[4] y Denia. En 1953 contrajo matrimonio en México con una bellísima cantante: Dorothea Robinson.

 No parece descabellado que este pequeño productor, escaldado de sus encontronazos con los grandes popes de la industria de Hollywood, y huyendo de la crisis y de la campaña de la caza de brujas (léase peligrosos comunistas) que entre 1950 y 1956, fue llevada a cabo, encabezada por el Senador Mac Carthy, se hallaba en pleno apogeo. Todas estas circunstancias le empujarían, como a tantos otros sospechosos filocomunistas, «hacia un éxodo europeo que se impone como medida de emergencia», afirma Jesús García Dueñas; con otro ítem: «Bronston se convierte en agente del monopolio químico en España, con la misión de invertir grandes cantidades de dinero en costosas superproducciones: de esa manera, las películas sí podían sacarse del país en cuestión, garantizando una posibilidad de liberar los fondos no convertibles. Además, por encargo de los Du Pont, Bronston se dedicó a la importación de petróleo, a través del monopolio español de la Campsa, obteniendo dinero que luego era invertido en nuevas superproducciones»[5].

Durante la vigencia de los estudios de Producción Bronston[6], poco más de una década, se produjeron películas como King of King (Rey de reyes, Nicholas Ray, 1961); El Cid (Anthony Mann, 1961)[7], con el asesoramiento de la mayor autoridad en el personaje, Menéndez Pidal, y bastantes anécdotas, como que los futuros reyes, Juan Carlos y Sofía visitaron el rodaje «confraternizando con los actores»,  que Bronston encargó a un herrero toledano la Tizona que se utilizaría en el rodaje o que el corpulento Heston (El Cid) tomó clases de esgrima con un maestro italiano y que para mejorar su estilo en pantalla el famoso matador toledano Domingo Ortega le dio alguna clase magistral. La réplica a doña Jimena fue la actriz italiana Sofía Loren. La siguiente película fue 55 days at Peking (55 días en Pekín, Nicholas Ray, 1963), otra grandiosa producción que recreó con extraordinaria veracidad la ciudad prohibida de Pekín. Para esta película se contrató a grandes actores internacionales entre los que se encontraban Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven. Gil Parrondo y Julio Molina fueron los responsables de los decorados interiores y exteriores, respectivamente. Durante el rodaje más de seis mil soldados del Ejército Español fueron convertidos en chinos.

Al año siguiente se estrenaron las películas The Fall of the Roman Empire (La caída del Imperio Romano, Anthony Mann, 1964) y Circus World (El fabuloso mundo del circo, Henry Hathaway, 1965). La primera, que García de Dueñas aplica la metáfora de la película «implicó la caída de Bronston». Está registrada en el Libro Guinness de los Records (edición del año 1995) por su inmenso decorado y la réplica del foro romano se construyó donde había estado la ciudad prohibida de Pekín[8]. Entre sus actores principales: de nuevo Sofía Loren y Stephen Boyd (el malvado Messala de Ben-Hur).

 La segunda y última producción circense de Bronston se puede decir, utilizando el lenguaje taurino, que fue quien puso la puntilla al negocio. El rodaje estuvo plagado de vicisitudes varias. Por sólo citar un par de ellas: el barco que transportaba a la troupe de actores zozobró en Barcelona y la carpa que albergaba el circo ardió completamente. Entre sus protagonistas: Claudia Cardinale, John Wayne y Rita Hayworth (la famosa Gilda), una actriz de ascendencia española.

Todas estas superproducciones, como no podía ser de otra forma, estuvieron animadas con actores y actrices internacionales como Charlton Heston, Sofía Loren, Ava Gardner, David Niven, Omar Shariff, Alec Guinnes, Mel Ferrer, Claudia Cardinale, John Wayne o Rita Hayworth, por citar sólo unos nombres. En los títulos de crédito les acompañaron, entre otras, algunas luminarias nacionales como Carmen Sevilla, Alfredo Mayo, Luis Prendes, Fernando Sancho, Conchita Montes o José Nieto, entre otros.

Bronston murió en la californiana Sacramento en 1994, si bien sus cenizas regresaron por propia voluntad al lugar en el que edificó su temporal imperio. Como homenaje se le ha dedicado una calle con su nombre en la localidad madrileña de Las Rozas.

 

 Rosa M. Ballesteros García. Historiadora.



[1] Como es sabido el monumento se construyó entre 1940 y 1958. En principio fue dedicado «a los héroes y mártires de la Cruzada (…) que legaron una España mejor». Los destinatarios, está bastante claro, serían los héroes del franquismo. En 1958, justo al inicio en que centramos este artículo, cuando ya se habían firmado las negociaciones con los EE.UU., las posibles inhumaciones se extenderían a los combatientes «sin distinción del campo». Buena parte del personal fueron presos políticos republicanos (bajo las normas del Patronato Central de Redención de Penas por el Trabajo).

[2] Famoso en nuestro país por la serie Los intocables (1959-1963). En la película intervinieron los actores españoles José Nieto y Félix de Pomés, además de otros profesionales tras las cámaras.

[3] Jaime Prades (Montevideo, 1902-1981) fue un productor, director y guionista uruguayo que hizo parte de su carrera en Argentina, España, Brasil y Chile. Guionistas como el oscarizado Philip Yordan y Bernard Gordon, un judío comunista acosado por el maccartismo, así como técnicos nacionales varios: Gil Parrondo (ganador de dos Óscar), Tedy Villalba, Ramón Plana, José López Rodero, Manuel Berenguer, Enrique Alarcón, entre otros, y demás personal reclutado de los Estudios CEA, Sevilla Films o Chamartín, estos últimos comprados por Bronston colaborarían en los Estudios.

[4] Fue la única ocasión en la que se concedió el permiso para la utilización del Trono real para una de las escenas en que aparece la famosa actriz norteamericana Bette Davis, que daba vida al personaje de Catalina de Rusia.

[6] Para la realización de dichas películas se alquilaron y se utilizaron los equipos técnicos y humanos de los grandes estudios cinematográficos existentes en Madrid citados

[7] Anthony Mann (1906-1967). Director y productor norteamericano, de ascendencia judía por parte de madre. Estuvo casado entre 1957 y 1963 con nuestra estrella nacional, Sara Montiel.

[8] Jesús García Dueñas publicó en 2000 un libro titulado El imperio Bronston.