domingo, 26 de febrero de 2023

Medicina "on line"

                                                      MEDICINA “ON LINE”

La visita al médico siempre se ha revestido de acontecimiento solemne o al menos serio, formal, aunque no oscurantista como lo era la visita al cura, al confesor, porque el médico tenía la apariencia de un salvador que no censurador. Su accesibilidad era sencilla como nos lo recuerda el inefable e irrecuperable médico de cabecera o de familia, que tanto bien ha llevado a cabo en todos los lugares que pudieron disfrutar de su presencia, donde siempre era recibido con expectación y agradecimiento tanto en el domicilio como en consulta.

La solidez de la confianza del paciente en su médico ha debido superar la transformación de las consultas en ambulatorios o peor aún en  grandes centros hospitalarios donde multitud de especialistas coordinados tratan como un todo a un paciente que se siente despersonalizado o incluso cosificado en una organización perfecta, pero poco humanitaria, difícil de prescindir dado el elevado coste que supone su acceso privatizado. Aquí la necesaria cohesión social se mantiene merced a la asistencia universal que no discrimina la extracción social de sus usuarios. Las medidas necesarias se aplican a todos sin distinción de posibilidades económicas, ya que no en balde todos la costean con sus impuestos.

El ente público sanitario persigue ahora un ahorro de costes mediante la organización de la atención masificada que en definitiva, en muchas circunstancias, supone una no atención producida por la sobrecarga de tareas, las listas de espera y la angustia de quien no puede esperar porque está convencido de que le va la vida en ello y se ve obligado a recurrir a alguna empresa privada que en su funcionamiento adolece de las mismas dificultades que lo público pero  de menor capacidad y calidad,  que gravan las atenciones en el bolsillo del paciente viniendo a constatar que el coste obligatorio de la asistencia se convierte en una tasa vacía de contenido.

Esto no arredra a los responsables de la prestación sanitaria que en su interés por aumentar, si fuera posible, la capacidad de auxilio y ahorrar nuevos costes, en personal y utillaje, no dudan en introducir nuevos métodos que palíen la falta de ubicaciones y de personal, es decir, de centros y de responsables sanitarios. La consulta telefónica ahorra la presencia de un gran número de pacientes en las consultas y multiplica las posibilidades del médico de “atender” por  llamarlo de alguna manera, a un mayor número de usuarios por el mismo estipendio económico que se resuelve en un ajuste horario cada vez más  lejos de la “lex artis médicae”.

No siendo suficiente estas medidas que no pueden encubrir la necesidad del aumento de los servicios y elevar sus presupuestos, el responsable de la salud ciudadana aumenta en forma de tapadera la modernización informática de la asistencia recurriendo al milagro de la telemedicina que ya se encuentra en todos los móviles pero que ahora lo ofrece a través de una televisión de plasma. La nitidez de la imagen transmitida puede incluso superar la capacidad de apreciación directa del galeno, y no digamos los beneficios que puede reportar en cuanto se refiere a los hallazgos de la auscultación cardiaca pues todo va a depender de la calidad de los bafles. Otro cantar puede referirse a la apreciación de la temperatura de la lesión, su textura o la percepción olfativa, así como a la necesidad de palpar un hipocondrio, porque si pretendemos incluso que toda la exploración en medicina sea comparada y completa nos argumentaran que este tipo de consultas conforman ya  una antigualla.

Para completar este onírico cuadro pensemos ya en el desarrollo de un futuro que está aquí, los grandes paquetes de software que guardarán los conocimientos médicos con los que las modernas computadoras proporcionaran un diagnóstico en décimas de segundo con su terapéutica correspondiente según la imagen y las conclusiones que ésta haya permitido deducir. Los algoritmos sustituirán a la experiencia, y el conocimiento previo se habrá devaluado y las penalizaciones por mal praxis siempre tendrán un culpable en los defectos atribuibles a la máquina, porque el último paso consiste en que estos paquetes de conocimiento estén en posesión de todos los ciudadanos que puedan enfermar, y a los que por esa misma razón habrá que vendérselos conformando así la segunda tasa vacua de un servicio médico languideciente.

Sola la cirugía y la imprescindible presencia y actuación del cirujano parecen mantenerse a salvo de la mecanización, pero solo lo parecen, porque la irrupción de la cirugía robótica hace prever ya un futuro de actuación en el que un solo cirujano podrá atender a varios pacientes desde una única consola, y quién sabe si en el propio domicilio, desde una central hospitalaria adecuadamente desarrollada informáticamente. Cabría preocuparse por la cuantía que estas centrales y el material ambulatorio necesario representarían al erario público, pero al fin y al cabo están destinados a producir réditos electorales, y en menor medida el coste del personal especializado, que sería fácilmente subsanable con los modernos métodos de satisfacción económicas desarrollados por las entidades públicas, es decir, solicitando a los beneficiarios una generosa propina para el personal sanitario.

 

                                                                 Jesús Lobillo Ríos

                                          Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena

                                                      “benaltertulias.blogspot.com”