UNA
DE VAMPIRAS
Detrás de cada mito, de cada leyenda,
hay una historia real, aunque muchas veces dicha historia nos resulte
asombrosa. A lo largo de los tiempos, en casi todas las culturas y a través del
folklore o de las diversas mitologías, han aparecido diversas creencias sobre
vampiros, unos seres nocturnos, ni vivos ni muertos, que se regeneran bebiendo
la sangre de las personas (especialmente jóvenes), aunque la imagen que
conocemos en la actualidad procede del vampiro literario inglés (Bram Stoker’s…),
vampiro que tiene sus orígenes en las tradiciones eslavas.
Culturas como la
mesopotámica, la judía, la griega o la romana, por citar algunas, han venido
recogiendo en sus mitologías relatos de entidades demoníacas y espíritus
sedientos de sangre que se consideran precursores de los vampiros modernos. En
el judaísmo uno de sus arquetipos míticos es Lilith, la primera mujer de Adán,
de quien se decía que se alimentaba de la sangre de los niños no circundados.
Lilith es inspiradora de muchos personajes de vampiresas seductoras en la
ficción por su acentuado carácter sexual, como es el caso de la serie francesa
dirigida por Louis Feuillade Les vampires (1915) con Jeanne Roques (‹‹Musidora››)
como líder de una banda ‹‹vampírica››. Por otro lado, el arquetipo de
la mujer fatal se ha puesto de relieve no solo en la Biblia, también la
literatura, la pintura y, cómo no, en el cine, uniendo la belleza extrema con
la capacidad de convertirse en la perdición de cualquier hombre.
Los primeros vampiros
se asocian con deidades femeninas como Kali, Ishtar, Isis o Cibeles. Sin
embargo, estos seres no eran llamados vampiros, eran las deidades de la muerte,
la guerra y el mundo subterráneo. En Europa, ‹‹vampiro›› es un término que
comenzó a ser usado en el siglo XVIII gracias a la literatura gótica inglesa
con obras, entre otros, de August Bûrger (Leonore, 1773), Goethe (La
novia de Corinto, 1797) o Samuel Taylor (Christabel, 1797). El siglo
siguiente, autores románticos como Baudelaire, Polidori (Vempyre, 1819),
Sheridan Le Fanu (Carmilla,1872) o Drácula (1897) de Bram Stoker’s
ahondan en el mito. Trascendiendo ambas corrientes (lo gótico y lo romántico) la
novelista gallega Emilia Pardo Bazán, siguiendo la saga, publicaría en 1901 una
novelita corta: Vampiro.
La antropología explica
el origen de este fenómeno remontándose a los tiempos de la prehistoria y las
sociedades paleolíticas cazadoras y recolectoras (puede remontarse a la caza y
al miedo a la oscuridad en las sociedades neolíticas) y quizás sea esta una
explicación a la aparición de entidades ‹‹vampíricas›› en culturas distintas,
ancestrales y alejadas geográficamente, comenzando con la vampira bíblica
Aluga,
que atacaba sexualmente a los hombres durante sus sueños. Su primera aparición
se encuentra en Babilonia, donde se le conoce como Alu o Alukah'a[1].
El fenómeno está presente en culturas tan
antiguas como la sumeria (Alu y Ekimmu), mesopotámica (Utukku), china (Jiang
Shi), filipina (Aswang), indú (vampiras Daikin), brasileña (Jarcaca, Lobishomen
y Pishtaco) o mexicana (Tlahuelpuchis). En la vieja Europa, prácticamente en
cualquier país, ya sea Alemania (Nachzehrer), Grecia (Empusa, Vrykolokas y
Lamias), Francia (Clarimonda, Noctícula, Bensozia), Gales (Gwrach y Rhibyn) o Islandia
(Draugr) podemos encontrar entidades con similares características. En la
antigua mitología celta se encontraban unas criaturas (las Gwrach y la Rhibyn),
una extraña combinación de hada, mensajera y vampiro que esperaban en los
caminos de Gales a los viajeros, para informarles acerca de su fin y de paso,
beber su sangre. También se encuentran estas criaturas en los Estados Unidos,
como las vampiras Nelly Vaughan y Sarah Tillinghast de la zona rural de Rodhe
Island; Mercy Brown de Nueva Inglaterra o Delphine Lalaurie de Nueva Orleans. En
todos los lugares citados es posible encontrar una rica tradición vampírica.
Estas entidades
mitológicas, si bien son diferentes en algunos de sus aspectos, mantienen una
remarcable unidad en su esencia: una criatura que vuelve de la muerte para
alimentarse del elixir de la vida, la sangre. Sin embargo, a pesar de la
existencia de mitos acerca de estas criaturas en la Antigüedad, el folclore de
la entidad que hoy conocemos como «vampiro» se origina casi exclusivamente a
partir de principios del siglo XVIII en el sureste de Europa, especialmente
desde Rumanía, Hungría y Serbia.
La figura de la mujer
vampiro invadirá los relatos y poemas del Romanticismo europeo representando la
seducción de la oscuridad y del mal. La femme fatale vampírica reúne en
sí las principales características del mito de la mujer peligrosa para el
hombre, desde la Carmilla de Sheridan, hasta Roja como la sangre
de la británica Tanith Lee[2],
pasando por Stephen King, H. P. Lovecraft, Francis Marion Crawford y la época
dorada de la revista Weird Tales, revista ‹‹pulp››[3]
estadounidense de fantasía y terror fundada por J. C. Henneberger y J. M.
Lansinger en marzo de 1923. Quizás, el caso más llamativo es el de la condesa
húngara Erzsébet Báthory de Ecsed (1560-1814), que ha pasado a la historia,
acusada y condenada, de ser responsable de una serie de crímenes motivados por
su obsesión por mantener la belleza y, como consecuencia, su sobrenombre; ‹‹Condesa
Sangrienta››, la asesina en serie más grande de la historia de la humanidad (650
muertes). En nuestro país sobresalen vampiras como la ‹‹xuxona›› o bruja vampira
gallega, la ‹‹guaxas›› asturianas, las ‹‹guajonas›› cántabras o las
llamadas ‹‹Brujas del Bailadero›› de Anaga, en Tenerife.
Y el mito se ha ido
expandiendo gracias al poderío del cine, con películas que tienen como tema
principal el vampirismo. En nuestro país, por poner un ejemplo, la primera
película que trata de ello es Un vampiro para dos, en género de comedia,
dirigida en 1965 por Pedro Lazaga, con Gracita Morales, López Vázquez y Fernán
Gómez como el barón Rosenthal, último miembro de una saga de vampiros. No
obstante, los vampiros han ocupado las pantallas de cine desde sus comienzos,
durante los años del cine mudo (o silente), hasta nuestros días. Entre las
películas de la etapa silente destacamos algunos títulos internacionales que
tienen como protagonista en varios casos a una vampira o femme fatale: Vampyrdanserinden
(La bailarina vampiro, Dinamarca, 1911), con Clara Wieth; Vampe di
Gelosia (Italia, 1912) con María Jacobini; Nacht des Grauens
(Alemania, 1916) con Emil Jannigs; The Vampire (Estados Unidos, 1913),
con Alice Hollister; Lilith and Ly
(Austria, 1919); Wampiry Warszawy (Polonia, 1925); Vampire
a du Mode (Francia, 1928); The Wife and the Vampire
(India, 1931).
Retomando las
producciones españolas de los años 70 destacamos las dirigidas por Jesús
‹‹Jess›› Franco, sin duda el principal director español de películas de
vampiros. Contó con la presencia de Christopher Lee para rodar su propia
versión de la novela de Bram Stoker’s en coproducción con Alemania e Italia, a
la que tituló El conde Drácula; La noche de Walpurgis (1970)
dirigida por León Klimovsky. Le siguieron otras producciones: La novia
ensangrentada (1972) con Alexandra Bastedo, Ceremonia sangrienta
(1973) con Lucía Bosé, La tumba de la isla maldita (1974) con Teresa
Gimpera. En 2010 se estrenó Empusa, inspirada en unas criaturas
mitológicos griegas, conocidas con este nombre. Eran hijas de Hécate, poseían habilidades
para cambiar su forma física. Seducían y luego chupaban la sangre de sus
amantes hasta matarlos. Las fuentes principales donde se mencionan a las Empusas
son Aristófanes (Las ranas) y Filóstrato (La vida de Apolonio de
Tiana).
Rosa M.
Ballesteros García
Vicepresidenta del
Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
[1] La Biblia menciona a Aluga en Proverbios
30:15. La palabra hebrea “aluga” significa sanguijuela.
[2] Una relectura de la historia de
Blancanieves y los siete enanitos desde una perspectiva vampírica.
[3] Publicaciones baratas y de
escasa calidad material, muy populares en los Estados Unidos desde 1896 hasta
finales de la década de 1950.