EL TAMAÑO IMPORTA
El ADN soporta el software que codifica los distintos
programas que dirigen la vida de cada uno. Ahí viene encriptada la información
que decidirá si tu voluntad te dejará ser tú mismo o seguirás el curso de una
corriente que no controlas porque la independencia se está haciendo cada vez
más costosa en la era de la híper comunicación. El origen del primer ADN es
aleatorio fruto de probabilidad bayesiana, entendiendo por tal la capacidad
adivinatoria de un espectador ante la ejecución de un penalti. De todas las
posibilidades que se pueden dar, incluidas las absurdas como darle un balonazo
al árbitro, la predicción más acertada colocará el balón en la portería o sus
alrededores porque la experiencia dice que eso es lo que suele ocurrir cuando
se juega a la lotería del penalti. Supongo que el éxito de la evolución se basa
en manejar información acumulada a la hora de elegir entre opciones factibles
sin entretenerse en probar todas las posibles. El futuro dejado a la suerte
manejando cartas marcadas para que lo más probable acabe siendo lo más
adecuado. Podría hablarse de que la evolución actúa con conciencia de lo que
hace.
Una de las estrategias de la evolución ha sido apostar por
el aumento de masa como se ve en el caso de los dinosaurios. El ADN también
buscó aumentar su eficacia creciendo, seguramente siguiendo el ejemplo de las
bacterias, hasta que entendió que llegado un límite el tamaño deja de ser una
ventaja para convertirse en una carga. Eso que ignoraban los arquitectos de la
Torre de Babel lo conoce desde siempre el automatismo biológico. Las células
procariotas primitivas evolucionaron aumentando su tamaño hasta que aprendieron
dos de los trucos más rentables que existen para prosperar, el primero que la
unión hace la fuerza y el segundo que la especialización inherente a la
diversidad aumenta la eficacia de manera exponencial. De ahí que procedieran a
fundirse con otras células en el proceso de simbiosis y que decidieran formar
equipos en los que el grupo fuera más que la suma de las partes. La simbiosis
trajo la reproducción sexual que implica intercambio de ADN además de otros
alicientes que hacen que la vida sea agradable a ratos. Cuando el ADN alcanzó el tamaño crítico optó
por fabricar secuencias, llamadas intrones, que no codifican proteínas, pero
que sustituyen la función reguladora de proteínas que habían perdido eficacia
al llegar a su tamaño crítico. Así que los intrones hacen de proteínas sin
serlo resolviendo de camino el acertijo ¿qué fue antes la gallina o el huevo?
referido al enigma de las enzimas que controlan la función genética que al ser
proteínas dependen del código genético. Pudiera ser que los intrones
controlaran funciones genéticas como la conciencia controla funciones
nerviosas. Otro acertijo: ¿qué fue antes la conciencia o la respuesta? Después
lo hablamos.
Si Darwin y Wallace tienen razón la vida surgió en la
Tierra debido a una serie de procesos automáticos, no sé si improbables o
inevitables, que disiparon entropía aprovechando recursos naturales sin
necesidad de creador. Hay que recordar que la ley más inflexible de la física
es el 2º principio de la termodinámica: “ningún proceso automático puede
ocurrir con descenso de entropía” (dS/dt
≥ 0, donde S es la entropía) a pesar de lo cual “eppur si mouve”. Aunque han
pasado 165 años de la publicación del libro “El origen de las especies”, el
peso muerto de la idea de un creador sigue lastrando el subconsciente
colectivo. Que cada cual analice si se siente evolutivo o con atributos
especiales de origen externo que lo diferencian del resto de los seres vivos.
Si participa del libre albedrío otorgado por un ente superior o se reconoce
como un sistema complejo adaptativo. Sea cual sea la opinión de cada uno el
caso es que no hay indicios de dirección externa. Lo que somos se ha guisado en
familia.
Desde los experimentos de Benjamín Libet se asume que el
cerebro puede tomar decisiones que se adelantan a la conciencia lo que habla en
favor del automatismo del Sistema Nervioso Central (SNC) incluida la
conciencia. La propiedad que hace que el SNC esté un paso por encima de las
máquinas artificiales y en lo posible de la IA es la reflexión. Es fácil entender
que un supuesto creador omnipotente dotara a su prototipo preferido de la
capacidad de reconocerse y actuar con criterio propio. Estamos tan
condicionados por la prédica que ni siquiera nos planteamos admirar la
maravilla de la inteligencia humana desconectada de cualquier atributo divino.
El mito del árbol de la ciencia en el Paraíso más que una tentación bajo la
recompensa ¡seréis como dioses! es expresión de sorpresa de alguien que acaba
de intuir el misterio de reconocerse así mismo sin espejo en el que mirarse. No
es que llegaréis a ser dioses, es que ya lo sois al poder trasvasar
pensamientos elaborados por vosotros mismos. Envidiar la inteligencia humana es
lo menos que puede hacer cualquier demonio que pretenda seducir al hombre. El
paso siguiente es entender el milagro que permite a la materia organizarse de
manera automática hasta llegar a la reflexión, tener voluntad, comunicarse y
ser capaz de fabricar máquinas que de momento mejoran las prestaciones de
cálculo y que amenazan con superar al fabricante. Hasta ahora no se ha
encontrado en la composición de los seres humanos ninguna sustancia especial
que los distinga del polvo de la tierra, falta el soplo divino porque lo que
somos es fruto de organización automática de la materia.
Salvador
Peran Mesa
El Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”