domingo, 18 de octubre de 2020

La literatura en pantalla: Galdós y el cine

La literatura en pantalla: Galdós y el cine

Rosa M. Ballesteros García. Historiadora

rosaballesterosgarcia@gmail.com

 

En el programa que habíamos preparado en el Ateneo teníamos reservado una sesión en recuerdo del gran escritor canario Benito Pérez Galdós (1843-1920). Se cumplía este año de 2020 un siglo de su muerte en Madrid. Desgraciadamente, no hemos podido llevar a cabo el merecido homenaje, por razones obvias, pero tampoco queríamos pasar la ocasión de recordarlo, aunque fuera por esta vía. Con esta modesta aportación, ya que era yo quien tendría que haberla presentado en su momento, pretendemos acercar la figura de uno de los novelistas más importantes de nuestra literatura, después de Cervantes, poniendo el objetivo (aludiendo al lenguaje cinematográfico) en algunos aspectos, quizás menos conocidos; por un lado, como inspirador de películas y por otro resaltar su empatía con el mundo femenino, además de resaltar una actividad, al margen de su enorme trabajo como literato, como es su faceta de ciudadano comprometido. De esta forma, se aúnan algunas de mis líneas de investigación como es el cine y la historia social y de las mujeres.

No podíamos dejar de citar en primer lugar la literatura, inspiración para muchas películas. Por otra parte, el cine ha servido para que mucha gente se acerque a los libros adaptados ―muchas veces la literatura ha sido y es la celestina inmejorable para reafirmar el romance con la lectura y, sobre todo, para seducir a nuevos lectores―; sin embargo, la polémica entre ambos medios viene de antiguo porque la literatura, concebida como un arte, y el cine, calificado de espectáculo (hasta que fue considerado como el «Séptimo Arte»), se remite a la primera adaptación realizada, es decir, igual de vieja que el propio cine. Si recordamos, el lenguaje cinematográfico se desarrolló, con sus luces y sus sombras, ante el reto de narrar con claridad una historia, en un tiempo determinado, sintetizando en una hora de proyección cientos de páginas que constituyen un guion. Podemos decir que son dos medios distintos, aunque no incompatibles, sino complementarios, porque ambos tienen un mismo objetivo: contar historias, y uno de sus elementos básicos ha sido el mismo: la palabra, y Galdós, sin duda, fue un maestro para transmitir historias y así lo han reconocido cineastas de la talla de Luis Buñuel (1900-1983) que, en cierta ocasión le confesaba al escritor y guionista de cine Max Aub (1903-1972) que la «única influencia» por él reconocida era Galdós. Tanto Buñuel como Aub desarrollaron gran parte de su profesión en México tras el exilio de ambos. En aquel país dirigió Buñuel algunas de sus películas más representativas: Nazarín (1959) y Viridiana (1961), basadas en obras de Galdós publicadas ambas en 1895 (la segunda basada en su novela Halma). Más contemporáneo es el comentario del director madrileño José L. Garci (1944)[1] describiéndole como «un historiador prodigioso y neutral, con una mirada cinematográfica y objetiva, capaz como ningún otro de contar la historia de España a través de lo que hablaba la gente, lo que comía y cómo vestía». Una mirada, por cierto, que al franquismo no le gustó en absoluto porque durante cerca de treinta años no se llevó ningún argumento de Galdós a nuestras pantallas. En concreto, se presentaron a la Junta de Censura dos proyectos de sendas producciones basadas en las novelas El abuelo y Fortunata y Jacinta, que no pudieron ser realizadas ante el completo rechazo de los censores que entendieron que los argumentos galdosianos resultaban procaces y amorales. A excepción de Marianela (Benito Perojo: 1940)[2], una de sus más cinéfilas, no hubo ninguna aproximación a sus novelas. Otro tanto le ocurrió a otro de nuestros citados: Luis Buñuel, cuya película Viridiana estuvo prohibida hasta abril de 1977[3]. 

A la muerte de Benito Pérez Galdós, en 1920, solo se habían filmado dos de sus obras: La duda, basada en su novela El abuelo[4], dirigida por Domènec Ceret en 1916 (no se ha conservado copia) y Beauty in chains, basada en Doña Perfecta, dirigida por la norteamericana Elsie J, Wilson en 1918 y protagonizada por Ruby Lafayette, ambas mudas, que el escritor no pudo ver porque se había quedado prácticamente ciego. La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes registra 19 títulos filmados por la industria cinematográfica de habla hispana, aunque hay producciones de países como México, Argentina o Venezuela, además de España, que también lo han hecho para TV. En los años anteriores a la dictadura franquista se realizaron otras películas (mudas): El abuelo (1925) dirigida por José Buchs con Ana de Leyva y Modesto Rivas y La loca de la casa (1926) de Luis R. Alonso con Carmen Viance y Rafael Calvo[5]. Y el interés por la obra de Galdós sigue vigente. En 2018 se produjo en Sri Lanka una adaptación de Marianela, titulada Nela, dirigida por Bennett Rathnayake y protagonizada por la actriz india Semini Iddamalgoda (se trasladó la acción a una plantación de té en Ceilán a principios del siglo XX). «Galdós, la más grande gloria de la novela española después de Cervantes», como diría Max Aub, merece que siga siendo fuente de inspiración para películas.

Benito Pérez Galdós había nacido en Las Palmas de Gran Canaria. Fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español ―también tocaba el piano y pintaba―. Es considerado a nivel internacional como uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y se le reconoce como el mayor novelista español después de Miguel de Cervantes. Como Lope de Vega, otro gran clásico, tuvo como referencia al pueblo llano, un pueblo que conoció muy bien porque se dedicó a recorrer el país en coches de ferrocarril de tercera clase, conviviendo con el pueblo miserable y hospedándose en posadas y hostales «de mala muerte». Ateneísta, fue también académico de la Real Academia Española desde 1897 y llegó a ser propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912, propuesta que no prosperó debido a las campañas orquestadas por grupos de intelectuales y políticos conservadores que convencieron a la Academia Sueca de que no le concedieran el gran galardón de las letras[6]. Amigo del liberal Sagasta (1825-1903), entre 1886 hasta 1890, detentó un escaño como diputado del Partido Progresista representando a Guayana (Puerto Rico), si bien su activismo más intenso fue entre 1907 y 1912. Su amistad con Pablo Iglesias Posse (1850-1925), fundador del PSOE, le llevó a formar parte de la Conjunción Republicano-Socialista, como cabeza de lista, formada por partidos republicanos y el PSOE en las elecciones de 1910. Francisco Cánovas, en la biografía que publicó en 2019 denuncia este «cainismo político» cundo afirma que «en una situación normal le habrían dado el premio»; «cainismo» que siguió funcionando contra él durante la dictadura, como ya se ha apuntado. Para el escritor Andrés Trapiello: «fue el triunfo de la roña y la sarna española frente a los principios liberales».

Otro de los aspectos que queremos resaltar es su vinculación con el mundo de las mujeres. En palabras de la filósofa malagueña María Zambrano (1904-1991) es «el primer escritor español que introduce a todo riesgo las mujeres en su mundo». Con sus inolvidables personajes femeninos Galdós denunció algunos de los males de la sociedad de su época, lo que le convierte, en opinión de algunos críticos, como el historiador Francisco Cánovas, ya citado, en un verdadero precursor del feminismo: «Él defendía que la regeneración de la sociedad española pasaba por que la mujer se empoderase y ocupase el lugar que le correspondía en la vida pública» y esta afirmación queda reflejada en las protagonistas femeninas de sus más sonadas novelas: Fortunata, Marianela, Isidora, Benina, Tristana… Protagonistas que evidencian un estado de cosas en el que la mujer, atada de pies y manos, era la que siempre tenía las de perder, como dice Amparo, uno de los personajes de Tormento, publicada en 1884: «¡Ay!, don Agustín, dichoso el que es dueño de sí mismo, como usted (…) ¡En qué condición tan triste estamos las pobres mujeres que no tenemos padres, ni medios de ganar la vida, ni familia que nos ampare, ni seguridad de cosa alguna como no sea de que al fin, al fin, habrá un hoyo para enterrarnos»: una perfecta alegoría de la España de la época, en palabras de uno de sus estudiosos, Joaquín Casalduero. Muchas de sus heroínas se inspiran en personajes reales, como Tristana (1892), inspirada por uno de sus amores, la actriz Concha Morell. Otra actriz, Concha Catalá, le inspiraría para el personaje teatral de Electra (1901) y Carmen Cobeña protagonizó obras de su autoría como Los condenados (1894), La fiera (1896) y Casandra (1910). Otras relaciones que se suman a la lista fueron la actriz Anna Judic, la cantante Marcella Sembrich o la artista Elisa Cobun, además de las que tuvo las escritoras, ambas gallegas, Sofía Casanova[7] y, muy especialmente, Emilia Pardo Bazán. Los dramas de Galdós contienen reflexiones regeneracionistas sobre temas muy variados, entre los que destacamos la función estimulante y mediadora de la mujer en la vida social en obras como La loca de la casa (1893) o Mariucha (1903). También utilizó la mitología para introducir lo político en Casandra (1910).  Unas palabras del escritor vienen a resumir lo anterior expuesto: «Sin mujeres no hay arte; [...] Ellas son el encanto de la vida, el estímulo de las ambiciones grandes y pequeñas; origen son y manantial de donde proceden todas las virtudes»[8].

Se le conoce una hija natural, María Galdós Cobián, nacida en 1891 de Lorenza Cobián quien, por cierto, inspiró a nuestro escritor para algunos de sus personajes: Fortunata, Casianilla y Leré. Su último amor fue la viuda Teodosia Gandarias Landete. Al hilo de estos temas, la escritora y pintora Margarita Nelken, en su artículo titulado «El aniversario de Galdós/intimidades y recuerdos», publicado en el diario El Sol del 4 de enero de 1923, comentaba la afición de Galdós por rodearse de «mujeres jóvenes que pusieran risas y se ponía más achacoso para que le mimásemos más».

Autor de Memorias de un desmemoriado, Galdós apenas dice nada de sus intimidades sentimentales hasta que, en 1948, el hispanista lituano establecido en Estados Unidos, Chonon Berkowitz, publicase su estudio biográfico titulado Pérez Galdós. Spanish Liberal Crusader (1843-1920). En 1873 Galdós comenzó a publicar los Episodios nacionales, una magna crónica del siglo XIX que recogía la memoria histórica de los españoles a través de su vida íntima y cotidiana. Murió en Madrid, un 4 de enero de 1920. Unos 30.000 ciudadanos acompañaron su ataúd hasta el cementerio. Al día siguiente Ortega y Gasset escribió en su necrológica: «La España oficial, fría, seca y protocolaria, ha estado ausente en la unánime demostración de pena provocada por la muerte de Galdós (…) El pueblo, con su fina y certera perspicacia, ha advertido esa ausencia (...) Sabe que se le ha muerto el más alto y peregrino de sus príncipes». En señal de duelo, esa noche del 4 de enero se cerraron todos los teatros de Madrid con el cartel de No hay función.



[1] Como director de la película Volver a empezar ganó en 1982 el Óscar de Hollywood a la mejor película extranjera. En 2008 Garci dirigió otra obra de Galdós: Sangre de Mayo.

[2] Fue premiada en el Festival de Venecia durante la época de Mussolini (Coppa della Biennale). Su protagonista fue la actriz toledana Mary Carrillo.

[3] La Junta Técnica del Estado decretó en 1937 que quedaban fuera de la ley aquellos libros «comunistas, socialistas, libertarios y, en general, disolventes».  La Ley de Prensa de 1938 estuvo «con carácter provisional» vigente hasta 1966.

[4] Es la obra de Galdós que más veces se ha llevado al cine: 6.

[5] Se estrenaron durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).

[6] En dos ocasiones más: 1913 y 1915 fue de nuevo candidato. Su entrada en la Real Academia Española (RAE) también fue torpedeada varias veces por los sectores conservadores hasta su ingreso en 1897.

[7] Sofía Casanova estrenó en el Teatro Español en 1913 su comedia La Madeja (con dirección artística del propio Galdós).

[8] Discurso en el homenaje a Jacinto Benavente.