miércoles, 14 de febrero de 2018

EL AGUA EN BENALMADENA

14 de Febrero de 2018

                                             EL AGUA EN BENALMÁDENA

Maria del Carmen Martin Lara. .Cronista Oficial. Lda. Historia. Aforo: 32 asistentes.






EL AGUA EN BENALMÁDENA

"¡El pozo!...Platero, ¡qué palabra tan honda, tan verdinegra, tan fresca, tan sonora!
Parece que es la palabra la que taladra, girando, la tierra oscura, hasta llegar al agua
 Fría "

Los primeros pobladores de Benalmádena se sitúan, según los estudios arqueológicos, en el período Solutrense (16.000 a.C.). Esto nos hace suponer que era una tierra grata para ser poblada; una tierra que ofrecía, por su clima, su fauna y flora los suficientes recursos para que los hombres y mujeres del Paleolítico decidieran asentar sus campamentos en ella. Pero es, sin duda, otro el elemento que condiciona al ser humano a la hora de elegir su hábitat: nos referimos al agua.
Con este capítulo sólo nos proponemos un acercamiento al estudio del agua en Benalmádena y de su importancia en la historia del municipio.
Quienes por primera vez poblaron lo que es actualmente nuestro municipio supieron elegir, pues Benalmádena es una tierra de abundantes aguas: decenas de manantiales, arroyos y fuentes nacían y discurrían desde las empinadas lomas y cerros hasta la zona más llana de la vega, ya cercana al mar. Es más, en o pocos lugares de esta costa fluían manantiales de agua dulce a escasos metros de la orilla del mar, como la Fuente de la Salud o la fuente de la Neá. Toda esta riqueza hídrica quedó reducida con el desarrollo urbanístico y económico-turístico del municipio: las aguas encauzaron, se realizaron las acometidas oportunas para facilitar la vida cotidiana de los vecinos y para servir a la industria hotelera y de la construcción, hasta llegar a la situación actual. Sin embargo es menos de medio siglo (algunos afortunadamente lo conocieron y ahora nos lo pueden transmitir) 1 lo que separa a esta Benalmádena moderna de aquella, quizás más rústica, donde el agua fluía por cualquier rincón.

El término municipal de Benalmádena está recorrido por numerosos y profundos arroyos que lo atraviesan desde la sierra de Mijas y Calamorro hacia el mar. Estos abruptos cauces de agua presentan un discurrir paralelo en su camino hacia la desembocadura. En sus márgenes crecen adelfas y cañas comunes, entre otras muchas platas propias de la zona. 2 Incluso en la cima de unos de los picos más conocidos, el Cerro del Moro, nace un manantial que aún hoy regala a los cazadores con sus frescas aguas: es el nacimiento o fuente de la Lagüela.

Algunos de estos arroyos han desaparecido y otros aún luchan por mantenerse frente a la invasión de nuevas construcciones. Si recurrimos a los oriundos del lugar nos hablarán del Arroyo del Saltillo o de los Muertos, que marca el término entre Benalmádena y Torremolinos. Siguiendo de este a oeste, otros arroyos conocidos son los de El “Rosao” (de Rosado), La Neá, de la Miel3, Las Cuevas, Las Viñas, del Granadillo (estos cuatro últimos confluyen y forman el arroyo La Vega). El Catalán, de la Señora María, La Zahudilla, Hondo, La Morera, El Lugar, La Soga, El Piejo – o El Piojo-, Las Amargosas, Las Tres Hermanas y, por último, el arroyo El Jardín, en el límite con el término municipal de Fuengirola.

Esta riqueza de arroyos unida al tipo de materiales del subsuelo, mármoles, que constituyen importantes acuíferos carbonatados y que se asocia a la ubicación de manantiales, convierte las sierras de Benalmádena en algo similar a un inmenso depósito de agua.

No podemos olvidar que el topónimo de uno de los núcleos de población de Benalmádena es “Arroyo de la Miel”, aún cuando su fundador lo llamó “San Carlos”4. Este nombre alude a la cercanía del agua, una realidad que dio origen a muchos otros ejemplos como: Avda. del Chorrillo, calle Los Pozos, calle Agua Clara, Acequia Alta o arroyo de las Pozas – en Benalmádena Pueblo – calle Agua, calle Cauce o Acequia de los Martes en Arroyo de la Miel. Las referencias, por tanto son constantes y confirman que todo el municipio rezumaba el imprescindible elemento y llenaba sus campos de fértiles y verdes cultivos.

El vínculo entre hombre y agua, tenía que ser regulado para una explotación ordenada y productiva: de ahí surge la figura del “Alcalde de Aguas” que, remunerado por los distintos regantes, se encargaba de repartir el agua, acondicionar acequias y limpiar lumbrera y arroyos. Tomando como referencia un documento del siglo XIX5, observamos qué derechos tenían los regantes y qué vigilaba el alcalde aguas: “con derecho en el reparto a medio día de agua de riego del nacimiento del Juncarejo...” o “... una fanega de tierra con derecho a tres horas de agua del nacimiento del Chorrillo...” o “... sujeta para su riego al reparto del nacimiento que llaman de Nadales, con remanente propio que nace en la misma huerta y su alberca...”

Prueba de la importancia que tenía el control de este bien son las palabras de Salvadora Coronado cuando dice en su testamento de 1677: “Declaro que vale más el agua y paso que le dí para tomar agua que los cien ducados que le mando a mi nieto...”6.

Al consumo doméstico y agrícola del agua se sumó el derivado de un gran complejo fabril7 desarrollado a finales del siglo XVIII en Arroyo de la Miel: seis molinos papeleros se movían con la fuerza del agua, así como tenería, varios molinos de aceite y de harina y un trapiche.

En 1935 la primera electricidad para el alumbrado llega a Arroyo de la Miel, producida por el salto de El Nacimiento, que movía una pequeña dinamo, propiedad de Antonio Fernández, en calle Cauce. Por otro lado, en Benalmádena, a partir del salto de agua del molino El Quinto, otra dinamo generaba la electricidad que iluminaba al pueblo.

La desaparición de acequias, albercas, norias, manantiales, arroyos, etc. se ha ido sucediendo en el tiempo sin que los que vivimos apresados en nuestras tareas diarias nos hayamos percatado. Actualmente el uso que se hace el agua en Benalmádena es bien distinto: en los hogares, las piscinas, los campos de golf, las fuentes monumentales...EL agua sobrevive ahora “aprisionada”, lejos ya de aquellos populosos y sonoros lavaderos y fuentes públicas, (el de El Chorrillo o el de la Tajea en Benalmádena o El Cao en Arroyo de la Miel); lejanos también de los abrevaderos para el ganado (el pilón de la Fabriquilla) o de las albercas (la de Huerta Peralte o la de La Comba) o de los pozos (el de La pimienta o el de la Cima) y de los manantiales (el de Fuenteveneno en Arroyo Hondo – que aún no ha sucumbido al progreso – o la alcubilla de los “Praos”- que se secó a finales del años cincuenta).

El agua en la Historia de Benalmádena

La “Cueva del Toro”, santuario Solutrense, es la más antigua manifestación de actividad humana en Benalmádena; que no hay constancia de manantial en su cercanía, se explica teniendo en cuenta que era un lugar dedicado exclusivamente al culto religioso.8

Es en las cuevas de “Los Botijos” y de “La Zorrera”, en la Serrezuela y la “Cueva del Sahara”, cercana a Benalmádena Pueblo, donde encontramos los primeros vestigios de asentamiento humano a finales del Neolítico. Pensemos, por un momento en estos primeros hombres y mujeres que ya utilizaban la cerámica y que, por tanto, la utilizaban para transportar agua junto con vasijas naturales como calabazas o vejigas de animales: ¿Dónde encontraban esta agua para saciar su sed, para su aseo, para cocinar...?

Si bien hay admitir que no tienen por que ser los mismo nacimientos de agua que conocemos ahora los que manaban en el Neolítico, si podemos afirmar que el área de abastecimiento alrededor de las cuevas de La Zorrera y de Los Botijos era una zona rica en manantiales hasta hace unas décadas. Nacimientos como el de Miraflores, la Cima, Puerto Algarrobo, del Piejo, la Madriguera (también llamada la Minilla, en el mismo cortijo de la Zorrera), están cercanos a las cuevas habitadas, además de arroyos como El Piejo o el del Lugar.

Ya en la fase del Cobre Pleno, los yacimientos de Arroyo Casablanca y Cerro del Piejo se ubican cercanos a la zona antes descrita y, por tanto, sus habitantes podían hacer uso de los mismos acuíferos. En concreto, el yacimiento arqueológico Arroyo Casablanca está situado en arroyo del Lugar.

A finales del s. VIII a. de C. llegan a las costas de Benalmádena los primeros colonizadores fenicios y entran en contacto con la población autóctona, produciéndose así un intercambio de elementos culturales. Testigo de esta fusión es el yacimiento del Cerro de la Era, cercano a las alcubillas9 de El Pirulejo, El Jardín, La Fabriquilla, Benalroma, los “Praos”, la Nea y a los arroyos de La Vega, La Nea y “Rosao”.

Entre el s. V al II a.C. se descubrió en la urbanización Capellanía un nuevo nacimiento con restos de cerámica púnica, griega y campanense. Es esta una zona donde numerosos arroyos y manantiales (de la Soga, del Piejo o Piojo, de las Amargosas, de las Tres Hermanas, del Jardín) abastecerían de agua a este poblado.

En época romana, los yacimientos de Benalrroma10, Los Molinillos y Torremuelle aportan nuevos conocimientos sobre la utilización del agua: la fabricación de garum en las factorías de salazón requería la utilización de gran cantidad de agua dulce que en el caso de la factoría de Benalroma, se surtiría del arroyo de la Vega; en Los Molinillos, del arroyo de la Neá, donde se han encontrado varias piletas de opus signinum11; y por último, en Torremuelle, del arroyo del Lugar.
Por otra parte, restos de opus signinum en el yacimiento de Benalroma nos atestiguan la existencia de un acueducto o de un aljibe12, así como de una pileta semicircular 13. Además se ha hallado restos de una estructura abovedada posiblemente con una doble función: abastecer de agua a la villa y a la factoría14. En el yacimiento de Torrequebrada también existía un depósito abovedado. Pero, sin duda, el hallazgo más interesante es una fuente profusamente decorada en la lujosa villa de Benalroma, única en la arquitectura de las villae hispano romanas15.

Si recurrimos a los libros de viajeros, que tan rica en interesante información nos aportan, Joseph Townsend16 nos dice:

“En esta zona de su finca, que linda con el mar y se encuentra cerca del Arroyo de la Miel, me enseñó dos baños romanos que en la actualidad comparten un mismo suelo de mosaico, y que parece que antiguamente estaban cubiertos por el mismo techo. La longitud de uno de ello es de veinte pues; la del otro, de catorce, ay ambos tienen una anchura de doce. El más pequeño constaba de una estufa, y los dos disponían de un buen abastecimiento de agua, que les llegaba del mar y del arroyo. Los escalones que conducen a ellos tienen doce pies de longitud, uno de anchura y nueve pulgadas de profundidad. Más cerca de la playa se ven algunas bóvedas y otros fragmentos de mosaicos.”

De estos restos nada queda en la actualidad, tan sólo las palabras del viajero inglés.
Poco o casi nada conocemos de la época bizantina o de la visigoda, por lo que nos adentramos en la Benalmádena musulmana, de la que heredamos el paisaje agrario que hasta finales de los años sesenta del siglo XX podíamos disfrutar simplemente mirando desde las atalayas: nos referimos a los bancales que jalonaban principalmente la zona sur de Benalmádena Pueblo y que en época nazarí se utilizaban para una agricultura hortifructícola. De Málaga dice el historiador granadito Ibn al-Jatib: “...En donde todo el año hay abundante y excelente fruta”.

El espacio hidráulico de Benalmádena no sería diferente al del resto de al-Andalus; esa extensión agrícola se muestra siempre con unas características comunes a todo el mundo rural andalusí: un espacio creado mediante bancales que modifican las pendientes naturales y que, a la vez, aseguran el transporte del agua, con un castillo o alquería siempre en un nivel más alto que la acequia principal de distribución17.

En ese espacio agrícola fue creación de al-Andalus18 y de ellos lo heredamos. No es difícil imaginar acequias, albercas, fuentes y nacimientos por estas huertas que, como jardines, tan bien supo cuidar y apreciar el poblador musulmán. Imaginemos, por un momento un vergel donde el agua fluía regando hortalizas y árboles frutales y que nos remitirán posiblemente a alcubillas (Las Moriscas, Fuenteveneno, El Pirulejo, La Cortigüela, Los Alamos o Fuente-zuela) y albercas (la del Puerto Algarrobo, la de Hoyo Olivo o la del Relenguillo).

La fuente que abastecería de agua para uso doméstico a la población musulmana bien pudiera ser el Chorrillo, por su cercanía a la fortaleza militar que se encontraba en El Muro, y en la zona de Arroyo de la Miel de El Nacimiento y el arroyo de la Miel.

Es fácil ya distinguir en esta época dos zonas de cultivo: los abarrancamientos de Benalmádena Pueblo y la zona más llana de Arroyo de la Miel. En la primera como ya se ha indicado encontraríamos, huertas y regadío; en la segunda, olivos, vid, cereales y almendros, es decir, una agricultura de secano, pero no por ello menos rica.

Prueba de la importante tradición musulmana en el sector hidráulico es el vocabulario que aún hoy seguimos utilizando al referirnos al agua: alcubilla, acequia, alberca, aljibe, batán. Estos son sólo algunos de los términos árabes que forman parte de nuestro legado cultural. No en balde en al-Andalus los jardines y huertos recibieron especial predilección como lugares de experimentación agrícola, botánica, y farmacopea. En este punto habría que subrayar la vinculación de Benalmádena a la figura de Ibn al-Baytar19, botánico y farmacólogo a caballo entre los siglos XII y XIII, que ¿por qué no? Bien pudiera haber regado sus plantas con el agua de Benalmádena.

La hidráulica musulmana en este municipio estaba estrechamente asociada a la vida campesina y al consumo doméstico; era en definitiva, un elemento comunal sabia y racionalmente explotado que produjo cambios en el paisaje benalmadense.

El sistema árabe de regadío casi sucumbe con la llegada de los cristianos: la mano de obra era menos abundante y éstos desconocían como utilizar y mantener los distintos elementos hallados (acequias, aljibes, norias,...) o simplemente nunca antes habían cultivado tan amplia variedad de hortalizas y árboles frutales. Así se fueron sustituyendo los cultivos de regadío por pastos, olivos y viñedos más asociados a la España cristiana. Benalmádena fue una tierra difícil de repoblar por lo que era frecuente el abandono y huida de la población castellana.

Ya en los repartimientos20 se hacen mención de algunos manantiales, arroyos, molinos...  y se habla de bancales y tierras de riego.


“Pedro Rodríguez Parejo con tres fanegas que le sobra de lo del Val del Cuher faltanle ocho y media, y una y media por la del arroyo de la Miel que falta que son”.

“En la otra ladera del Cerro Pelado fasta el arroyo Hondo que llegan al otro arroyo de Castellano fallose diez fanegas”
“... y por la quebrada abaxo fasta un mojón al arroyo de alamo sobredicho, es de Juan Portillo”.
“Contose la tierra que puso de majuelo fasta do nasce la fuente dos fanegas y media e tomo por falta de los vancales de merced por juramento de dos vesinos...”
“Diosele un higueral pequeño sobre el molino, que junta con el majuelo del alcaide”.
“Diosele un pedaço de tierra para majuelo encima a la fuente en que puede ver dos arraçadas sin medi...”
“Diosele una huerta baxo del molino, que ha linderos de un cabo de huerta...”
… y del otro la que hera de Anton Martín Crespo, y las otras dos en el llano de la isla de riego questa hacia el mar”.
“Diosele en arroyo de la Miel una haça de dos arrançadas de riego que ha lindero del uno cabo haça de Pero Rodrigues...”
Lo anteriormente descrito es sólo parte de aquello que los repobladores recibieron y que tanto trabajo les supuso mantener y explotar. Podemos afirmar que asistimos a una desertización no sólo demográfica, sino también de cultivos y ganado. Los cristianos no supieron beneficiarse de las infraestructuras creadas por los andalusíes y a duras penas produjeron alimentos para mantenerse. Sin embargo, en este panorama desolador se introduce una novedad, el cultivo de la batata, cuya renombrada calidad la convertirá en el motor de la economía benalmadense a lo largo del siglo XX21.
Sabemos de la existencia de molinos heredados de la época musulmana y posteriormente mandados a reconstruir por el Capitán General de la Costa del Reino de Granada, Conde de Tendilla, en 1505.
“yo he sydo ynformado que a cabsa que un molino que está en término de la villa de Benalmádena no está reparado y hecho de manera que puedan moler los vezinso de dicha villa reçiben mucho daño en yr a moler lexos de ally. Por ende mandad al dueño de dicho molino que dentro de un año, dende yo de la fecha desta, adobe tenga el dicho molino corriente y moliente...”22
En plena Edad Moderna encontramos en documentos notariales23 alusión al agua. El primer nombre que aparece relacionado es Sebastián de Cazalla, alcalde de Benalmádena en 1551, por quien se daría nombre a una fuente dentro del pueblo, Fuente de la Cazalla, que actualmente aún podemos visitar, aunque ya sin agua. (En documento de 1861, se reoge “... y parte de regadío con aguas del nacimiento de la Cazalla...”)

También se sabe de un molino24 “ de pan moler” en los extramuros y ruedos de Benalmádena, propiedad de Juan Salas López, y de otro llamado “de abajo”, propiedad de Ana Delgado y María Martín, supuestamente movidos por la fuerza del agua. Asimismo encontramos referencia a “la nueva acequia” en la calle de la Lomilla y a huertas que se regaban con aguas de repartimiento.

Ya inmersos en pleno siglo XVIII, José Baquero Luque recoge un documento de 1721 que nos habla de la Fuente del Quinto, propiedad de Don Carlos Rubira Osorio, prebendado de la catedral de Málaga.

En el catastro de Ensenada (1751) se habla de “en el término de esta villa hay tierra de regadío y secano”. Y que “...tan sólo hay en el término de esta villa dos molinos harineros de pan moler... Y, así mismo hay en el término de esta villa un molino de aceite...”, pero en este último la molienda se hace con caballos, por lo que podemos suponer que los de harina se movería con agua.

De Benalmádena Pueblo tenemos noticias de la autorización concedida a Cristóbal Zaragoza y Salvador González en 1753, para edificar un batán o fábrica de papel25. En 1758 Miguel Balbuena vende un batán de papel de estraza situado en el partido del Llanete (Castillo de las Aguilas) a Juan Salas que, a su vez, lo vende en 1783 a Juan José Saenz de Tejada. En 1780 Esteban de Ayora pide permiso para construir otro batán en el partido de los Quintos del que tenemos noticia hasta 1861.

El catastro de Floridablanca, de 1787, nos informa de dos fabricantes de papel. Por escritura de 1803 sabemos de la existencia de otro batán o batana que estaba situada, también en el partido de los Quintos, con una fuente y alberca propia, cuya existencia documentada se prolonga hasta 1852.

De Arroyo de la Miel no tenemos noticias de molinos hasta la llegada de Félix Solesio en 178426, lo que supuso una revolución en el uso del agua. Solesio encauzó las aguas de El Nacimiento, construyó una presa, seis molinos de papel, una tenería, acequias, acueductos, cauz27 y toda una infraestructura para abastecer de energía hidráulica a ñas ruedas de los molinos, de agua a la tenería, para regar los nuevos cultivos y para abastecer el consumo de su familia y de los obreros de las fábricas, jornaleros del campo, pastores y ganado.

Debemos admitir que en esta época la importancia del agua en la elaboración del papel trasciende su mero uso como fuerza hidráulica y pasa a ser por sus cualidades parte material del proceso mismo en distintas fases como la del remojo de los trapos viejos o la del pudridero (sin olvidarse de los necesaria que resulta circulando continuamente por las pilas para formar la pasta base)28.
Volviendo a Townsend, sin duda la descripción más interesante es la siguiente:

“En medio de la finca ha abierto una gran cantera con el doble propósito de abastecer de piedra y de dar salida a los manantiales. Estos son allí tan copiosos que de la boca de la cantera sale un río bastante grande que fluye con gran rapidez y riega, a su paso, más de mil acres de la tierra más fértil”.

De documentos relacionados con Félix Solesio se recogen el topónimo: Fuentes de las Doncellas y arroyo del Aneal, también documentado como arroyo de la Neá. Del primero desconocemos su ubicación.

Ya en el siglo XIX las referencias al agua son múltiples y variadas como aparecen, a continuación, en las citas; así tenemos alusiones a albercas, molinos de harina, de papel, trapiches o nacimientos de agua. En definitiva, el agua formaba parte fundamental de la vida económica del municipio en su doble función: como elemento indispensable para huertas y demás tierras de regadío y como fuerza energética para mover los molinos, especialmente de la industria papelera, que en este siglo inicia una rápida decadencia. Sin duda la descripción más afortunada sobre la Benalmádena del siglo XIX es la que hace el viajero inglés William Jacob29 cuando divisa por primera vez las tierras de Benalmádena:

“El campo, entonces, nos resultó encantador, y estaba bastante cultivado, por esto, la riqueza y la belleza son las características predominantes de la comarca de Benalmádena. Un arroyo de agua clara hacía girar a una serie de molinos dispuestos uno tras otro, apropiados para moler trigo o hacer papel. Y por la altura de la que desciende el arroyo, la fuerza de estos molinos es grandísima y proporciona un beneficio incalculable”.

En el Diccionario de Madoz30 se recoge que “... en dos extremos de la villa se encuentran dos nacimientos de aguas muy escasos, pero su calidad es bastante buena y sirve para los usos domésticos... la industria consiste en 2 fábricas de papel blanco ordinario, 3 de estraza y 2 molinos harineros”. Sin duda, los nacimientos aludidos son El Chorrillo y La Cazalla.

De Arroyo de la Miel describe una situación más calamitosa “... conteniendo algunas fábricas de papel blanco y de estraza, casi inservibles por falta de aguas... tiene un manantial de buenas aguas que nace junto al camino que dirige de Málaga a Benalmádena y Gibraltar por la Costa”. El manantial al que se refiere es El Nacimiento.

Las palabras de Jacob y de Madoz están corroboradas por algunos documentos de Archivo de Protocolos de Málaga que hacen alusión a molinos, batanes, nacimientos de agua y arroyos.

De 1861 encontramos que “Juan Ramos de Aguilar vende a renta por 8.000 reales a Manuel Navarrete Toledo, ambos vecimos de Benalmádena una fábrica de batán de papel de estraza...”

En 1862 “Felipe Castillo Ríos obliga por 4.000 reales a Antonio Urbeta Díaz, vecino de Benalmádena, una cuarta parte de un molino harinero, de nombre el de En medio, situado en el partido de Cantarranas del camino de Marbella”.

En un documento de 1862 se hace referencia a “... una fanega de riego con derecho esta a tres días de riego de agua en cada turno del nacimiento del Juncarejo...”

En una hipoteca de 1860 queda recogido “...y el resto del manchón con una casa choza, linde con otras de José Nieto, José Martínez y el Arroyo de la Víbora.

Así pues, la entrada de Benalmádena en la edad contemporánea está estrechamente vinculada al agua, motor de la economía agrícola y de la pequeña industria papelera del momento.

Casi la misma situación encontramos a principios del siglo XX: molinos y batanes movidos por la fuerza del agua. La industria papelera decae definitivamente y tan sólo permanece un molino de papel de estraza en Arroyo de la Miel, en calle cauce, y dos en Benalmádena siguiendo el curso de agua de El Chorrillo. Un molino de aceite ocupará una de las antiguas fábricas de papel, “el molino del Cubano”, que utiliza el salto de agua de “la Tajea” y que podemos ver actualmente en calle Ciudad de Melilla.

Dos fuentes abastecía a Arroyo de la Miel de agua potable; en la parte alta se tomaba del “Cao”, en la actual calle del Nacimiento, mientras que los vecinos del Bahondillo utilizaban la fuente Los Alamos, que quedaba a la altura de la urbanización Plaza Mayor en Calle Ciudad de Melilla. En Benalmádena, las fuentes siguen siendo las mismas: El Chorrillo y La Cazalla.

Además de los ya citados son muchos otros los nacimientos o alcubillas de agua que jalonan los campos del municpio: El Quejigal, El Olmedo, de la Curva, del Granadillo, Fuentezuela, El Juncarejo, El Canal, La Cortigüela, La Comenilla, Lo Marmejo, (todos en Benalmádena Pueblo) El Nacimiento, que da origen al arroyo de la Miel, La Fuente de la Salud, Alcubilla del Cortijo Mena, Cerros Gordos... (en Arroyo de la Miel).

Se aprovecharon los pozos existentes o se construyeron nuevos; el del Llano Ancho, de la Calerilla, de la Huerta Peralta, del Cortijo Mena, de El Catalán, Los Llanos. En algunos de ellos el agua era sacada por la fuerza de un burro que movía una noria como es el caso de los pozos de La Comba, Huerta Martín y de la Cazalla, esta última situada en lo que es actualmente la Clínica Montebello. En otro pozo de Huerta Martín también se llegó a utilizar para la extracción un molino de viento a principio de los años treinta del pasado siglo.

Estamos, por entonces, en una época en que Benalmádena aún vive principalmente de la agricultura y por tanto el agua es un recursos muy preciado, son decenas las albercas que los regantes utilizan para guardar el buen reparto que de ellas hacen los llamados “Alcaldes de agua”. Destacan las albercas de la Huerta Cazalla, Casablanca, La Zorrera, La Perla, El Viñazo, Santa Ana, Lo Lucas (en Benalmádena Pueblo) Huerta Martín, Huerta de Diego Hidalgo, Los Llanos, El Gamonal, Huerta Linares, El Jardín, La Fabriquilla, Cortijo Mena, Huerta Polvorilla, lo de Pepe Domínguez, Cerro Gordo, lo de José Contrera, lo de Don Vicente y la “patera”31 de la finca de Don Manuel Reing ubicada en una esquina de lo que actualmente es el lago del Parque de la Paloma en Arroyo de la Miel.

El pasado más reciente

A finales de los años sesenta se construye el lavadero público de Arroyo de la Miel en calle Cauce, hasta ese momento las mujeres del pueblo habían lavado en “el Cao”, que era la salida natural de las aguas de El Nacimiento y el inicio del arroyo de la Miel. Por la misma fecha se engalana la Plaza de España, también conocida por El Corralón, con una fuente monumental que, a su vez, daba agua potable a la población de la parte sur. (Con la remodelación posterior de la plaza en el 2003 esta fuente ha sido sustituida por un pilón). En la misma fecha se construye una fuente de agua potable en la confluencia de las calles Picasso y Sorolla, para los vecinos de Carranque.

Pero, sin duda, lo más destacable de la década de los sesenta y principio de los setenta es la canalización del agua de los manantiales de El Nacimiento en Arroyo de la Miel y del Quejigal y Las Moriscas en Benalmádena pueblo; y la construcción de la red pública de distribución de agua así como la posterior acometida a las viviendas de ambos núcleos, realizadas bajo el gobierno del alcalde Enrique Bolín Pérez-Argemí.

Con los inicios de la expansión urbanística en esta época se construyen los pozo de Solimar y Maritersa, para abastecer de agua potable a estas nuevas urbanizaciones: se va a iniciar, a partir de entonces, la competencia entre agricultura y turismo32.

El crecimiento urbanístico (principalmente hotelero) de inicios de los años setenta del siglo XX, ocasiona una demanda de agua cada vez mayor por parte de la industria turística, en detrimento de la agricultura. Con la canalización del agua y la desaparición de los cauces naturales o al aire libre, también se pierde la figura del Alcalde de aguas. (Algunos de estos últimos alcaldes fueron en Arroyo de la Miel: Francisco Márquez, José Márquez, Alonso Gambero; y Manuel Gambero, y en Benalmádena Pueblo: Rafael Soto, Tomás Balbuena, Lázaro Lara, Tomás Soto, Manuel Jiménez y José Jaime).

Se construyen, además, nuevas fuentes ornamentales para embellecer la localidad. En 1968, uniéndose a la ya existente de la La Plazoleta o Plaza de Andalucía, se inaugura una nueva fuente ornamental en la Plaza de España de Benalmádena Pueblo, la fuente “Niña de Benalmádena”, con una estructura de Pimentel, que desde ese momento, se convertirá en símbolo y referente del municipio.

A lo largo de la década de los ochenta y noventa del siglo XX, a instancias del ayuntamiento, nuevas fuentes ornamentales van surgiendo en distintas plazas y calles, como la del centro de Arroyo de la Miel, ya desaparecida, en la confluencia de las calles Blas Infante, Vicente Aleixandre y Avda. De la Constitución; la también desaparecida de la Plaza de Solimar; la fuente de C/Real en Benalmádena Pueblo; la más reciente en la Avda. Antonio Machado, llamada “Módulos en tiempo líquido” del escultor Antonio Yesa. Otras fuentes son la del Rincón del Sol, la de la plaza de la Iglesia de Arroyo de la Miel y la de la Plaza Olé.

También el agua es compañera y entorno de edificios municipales como las fuentes que reciben a los visitantes en el centro cultural Castillo del Bil-Bil, o la que podemos ver en los aledaños de la Casa de la Cultura. Incluso urbanizaciones privadas adornan sus plazas con el discurrir del agua (el caso de la Fuente de Benalmádena Norte, por ejemplo).

En la actualidad se hacen otros usos del agua. Además de innumerables piscinas, el agua forma parte de parques, jardines, calles y plazas para que los ciudadanos puedan disfrutar en los momentos de ocio, como el lago del Parque de la Paloma, el lago de la Biblioteca Municipal de Arroyo de la Miel, los lagos de la Avda Mare Nostrum o los de El Muro; y fuentes como la del recinto ferial33 o las ya citadas. No podemos olvidar algunas de las fuentes de agua potable, tan agradables a los transeúntes sedientos, como la fuentecilla de Avda. Juan Luis Peralta y las dos de El Muro o las tres de Avda. De la Constitución, situadas en el Parque de los Niños. También podemos beber agua en la Plaza de la Mezquita, en los nuevos aparcamientos de Carola III, o en la Plaza de España.

Se construyen nuevos depósitos de agua, ya tan diferentes a las verdes albercas, pues diferente es su cometido: se trata de almacenar agua para el consumo doméstico. Así, algunas urbanizaciones tienen su propio recipiente, como el depósito de la Calerilla, de la loma de lo Marmejo, de la Perla, del Cerro del Aguila, de la Serrezuela, de Torremuelle, de Maritersa o de Veracruz. Otros, construidos por el Ayuntamiento, son para el consumo general del municpio como el de la explanada del Tívoli, de la Avda. Pinoso, del Cerro del Viento, del Cerro de la Cruz, Carola III y Torrequebrada.

Proyectos para el futuro
En 1994 se crea la Empresa Municpal de Aguas de de Benalmádena, EMABESA, que desde ese momento gestionará el consumo, la distribución, provisión y reserva del agua pública. Algunos depósitos se ampliarán, (el del cerro de la Cruz) y otros se proyectan para una próxima construcción: Casablanca, Retamar y Santangelo.

En el 2003 se presentó el proyecto Fénix34, que contempla un conjunto de actuaciones cuyos objetivos son el aumento (en cantidad y calidad) del agua en todo el municipio, la garantía de su disponibilidad a medio y largo plazo y la mejora de toda una unidad hidrogeológica (Sierra Blanca), objetivos todos que afectan a varios municipios. El hilo conductor del proyecto es el agua, protagonista en cada una de las actuaciones que se llevarán a cabo.

Podemos concluir que en la actualidad el agua, además de ser un elemento de consumo doméstico, es para los benalmadenses un elemento decorativo, que puede relacionarse con la desaparición de las acequias y arroyos que regaban los campos de cultivo y con la construcción de hoteles, urbanizaciones y viales. En este cambio hacia la modernidad, apreciamos el agua en jardines, fuentes ornamentales, y lagos que recrean los momentos de ocio y sosiegan el espíritu de los hombre y mujeres de Benalmádena en su ajetrear diario.