miércoles, 27 de septiembre de 2017

SIGNIFICACIÓN Y UTILIDAD DE LOS ATENEOS

27-Septiembre-2017

Los Ateneos: un espacio de sociabilidad y socialización
Rosa Ballesteros García. Dra. en Historia. Aforo: 27 asistentes.

1.     Orígenes del nombre
La diosa romana del saber y el arte era conocida como Minerva, mientras que la deidad equivalente entre los griegos recibía el nombre de Atenea, patrona de la ciudad griega de Atenas, y a la quien los atenienses construyeron un templo para rendir tributo a su diosa, que llamaron Ateneo. Vemos, pues, que si en su origen el ateneo fue un lugar donde se rendía culto a la divinidad, a través del tiempo, del transcurrir de los siglos, este inicial uso iba a devenir en otro menos “espiritual”, pero más ameno y compartible. De modo que no podemos hablar de “degeneración” del espacio, en el sentido más neutro del término, sino de  “reacomodación” para su utilización lúdica y cultural por los contertulios o ciudadanos del pueblo o la ciudad donde está ubicado.
            Pero, ¿por qué hemos asociado al término ateneo a los espacios de sociabilidad? Y, ¿por qué a socialización? Vamos a tratar de resumir en unas pocas líneas estos dos términos antes de seguir con nuestra charla. En opinión del profesor Juan Luis Guereña[1], en el siglo XIX los términos de “sociabilidad” y “sociable” se habían convertido en los más empleados para referirse a las relaciones humanas. Abundando en esta línea, la profesora de la Universidad Complutense Aurora Rivière concluye que la sociabilidad estaría atada a una relación innata, algo muy espontáneo, mientras que socialización se presenta como la forma en que los individuos se relacionan en busca de sus intereses, concluyendo que la sociabilidad es "la forma lúdica de la socialización" (algo así como lo que explicó Conchi en su momento matizando la diferencia entre educación y adoctrinamiento). Yo resumo y doy un giro al asunto, argumentando que si el ateneo fue en principio un espacio de socialización, por cuanto su uso era “interesado”, este ha evolucionado en nuestro caso para convertirse en un espacio de una sociabilidad lúdica que se interesa por la cultura.

2.     Espacios de sociabilidad
El ateneo, como otros espacios de sociabilidad, ya sean ilustrados (heredero de las tertulias ilustradas de los salones franceses del XVIII)[2], políticos u obreros, tienen su origen en la necesidad que tiene el hombre de relacionarse con sus semejantes. La filosofía que rige en estas categorías es bien distinta, así como los contenidos de las charlas y de las discusiones que los socios realizan en sus encuentros. En este sentido, ya sean salones cultos, como centros obreros, estos espacios tienen bastantes más cosas en común de lo que en general se piensa.
            Tras la caída del Antiguo Régimen emergen los ateneos, liceos y casinos (estos últimos, fundamentales en la sociedad española del XIX y principios del XX).Como plantea la investigadora María Zozaya[3] sobre este último espacio: “fue una pieza necesaria para la implantación del sistema liberal. Primero, porque facilitaba una amalgama de clases sociales, al impulsar la mezcolanza cotidiana entre la aristocracia y la burguesía. Segundo, porque fomentaba la esfera pública política propia del Liberalismo, incluida la trama de movimientos políticos a su favor o en su contra y Tercero, el Casino facilitó la adaptación al Liberalismo porque permitía generar múltiples redes sociales continuando un sistema que fue imprescindible en el Antiguo Régimen. Más adelante pasaremos a delimitar unos espacios de otros, pero antes vamos a analizar una cuestión fundamental que son los distintos tipos de espacios de reunión entre personas.
2.1. “El marco mínimo”: familia, parroquia, gremios, grupos de edad…
Las asociaciones representaron vital importancia en los procesos de sociabilidad y a medida que las relaciones interpersonales crecieron y se diversificaron la participación en alza de grupos fue evidente; así, la familia, la parroquia, la profesión o el grupo por edad se erigieron como una especie de marco mínimo, que se unieron o agregaron a un partido político, un club, a una sociedad de beneficencia o cualquier otra forma de asociación. En la mayoría de los diccionarios contemporáneos (finales del siglo XX e inicios del XXI), el concepto de sociabilidad es definido, al igual, que en la Real Academia de la Lengua Española, como "cualidad de sociable", y en otros diccionarios como "calidad de sociable", "es decir, la inclinación de las personas a relacionarse con otras, en buena armonía y costumbres.” La sociabilidad es, en palabras del ya citado profesor Guereña: "la aptitud de los hombres para relacionarse en colectivos más o menos estables, más o menos numerosos, y a las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva que se estructuran con este objetivo."
            Desde la antigua Grecia, con Aristóteles, una posible noción de sociabilidad era considerada indivisible y esencial al hombre; se trataba de la clásica concepción de que el hombre era un animal político, que realizaba sus acciones para un beneficio común. La sociología moderna ha retomado el citado planteamiento, haciendo énfasis en la capacidad innata e inexorable del hombre de establecer vida social; lo que Ortega y Gasset ha llamado "el ser en sociedad" y, quien posee una cualidad propia o natural de ser sociable, de asociarse con otros hombres cuyos fines coinciden. Así, entre 1726 y 1994, el concepto de sociabilidad en los diccionarios hará referencia a lo ya señalado. La aplicación del término sociabilidad a ciertos grupos humanos relativamente definidos se remonta al siglo XVIII, en lo que respecta a los diccionarios. El uso de esta palabra antes del siglo XVIII no parece conocerse, en opinión del historiador francés Maurice Agulhon.
            En el mundo académico la sociabilidad es un concepto que tiene sus orígenes en los estudios sociológicos, entre los que se destacan los realizados por autores como Georg Simmel (1858-1918), Max Weber (1864-1920) y Georges Gurvitch (1894-1965); este último fue uno de los sociólogos del siglo XX más recurrentes en emplear el citado término.          Simmel introdujo el término en 1910 durante la ceremonia de apertura en el coloquio organizado por la Sociedad Alemana de Sociología en Frankfurt, en el cual desarrolló la conferencia inaugural titulada "Sociología de la sociabilidad", que posteriormente, en 1917, se publicó bajo el nombre de "La sociabilidad, ejemplo de Sociología pura o formal" en la revista Sociología e Epistemología. En dicha obra Simmel empleó el término sociabilidad que expresaba: "sentirse agradablemente con otras personas". El concepto de Simmel se puede entender como una dinámica esencial de la realidad social, es decir, algo puro que no se delimita o relaciona a intereses materiales, sino al encuentro de individuos que se relacionan sin propósitos materiales pero mediados por un bien común. Creo que en esto estamos muy de acuerdo los asistentes a nuestro Ateneo Libre de Benalmádena. Sin embargo, estas relaciones sociales y sus buenas ideas no serían factibles sin las estructuras sociales, sin marcos de referencias como las asociaciones, la familia, los cafés, etc.
            Los primeros estudios sociológicos franceses que se alejaron de la concepción positivista de sociabilidad aparecen en la década de 1960. La primera en incursionar en dicha problemática fue Catherine Paradise con una investigación titulada Ocio y sociabilidad: estudio de algunas variables estadísticas, publicada en 1980. En dicho estudio, Paradise definía la sociabilidad como: "el conjunto de las actividades cuyo ejercicio supone la libre elección de los participantes". Establece así una definición más cultural que económica, donde el ocio prima sobre los intereses materiales.
2.2. La tertulia
Entre los espacios de sociabilidad destacamos la tertulia (que algunos quieren hacer derivar del fogoso y polemizador teólogo cristianorromano Tertuliano) que tendría sus orígenes en las llamadas academias literarias del Siglo de Oro, como la valenciana Academia de los Nocturnos o la de Sevilla, dirigida por el Duque de Tarifa, que se reunía en la Casa de Pilatos. Una tertulia de buen nivel suele ser un instrumento educativo de primer orden y lo primero que se aprende en ellas es tolerancia y sentido crítico. Por otra parte, una tertulia permite a los interesados por un tema amistar y estrechar relaciones con los de su gremio y enriquecer su cultura, y a los neófitos aprender de los más experimentados y conocer informalmente a las personas de su esfera. La construcción de nuevos espacios de socialización como los casinos, ateneos y liceos, sobre todo a partir de la Revolución de 1868, posibilitó asimismo la creación de tertulias fijas en las provincias; en otras ocasiones las tertulias se celebraban en reboticas o lugares parecidos. Como antecedente de las tertulias tenemos los salones. Desde Francia la moda de los salones se extendió a otros países que les aportaron ciertas peculiaridades. En España fueron, en general, lugares de esparcimiento y recreo, más que antesalas del progreso y carecieron de connotaciones políticas y científicas, pues las aristócratas españolas, a pesar de su formación ilustrada, no desarrollaron el deseo de transformación política. Su reformismo no pasó del meramente cultural e incluso, a veces, sin una coherencia seria y sí con los caracteres de una diversión superficial.
2.3. Las parroquias
Del latín parochĭa, y este del griego παροικία paroikía, (habitar cerca) es una división territorial de las iglesias cristianas. En particular, la parroquia se encuentra en la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa, la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia de Escocia, la Iglesia de Suecia, la Iglesia metodista unida y las Iglesias presbiterianas. El término parroquia también designa a la iglesia parroquial y a su comunidad de fieles. La función del párroco llegó a ser muy importante, actuando como consejero para las familias, de mediador en los conflictos, e incluso ejerciendo funciones de juez de paz o veedor. En su sentido laico la parroquia se configura como la unidad administrativa básica para regular la participación vecinal: Los vecinos utilizan el atrio de la iglesia parroquial para reunirse, ordinariamente después de la misa del domingo, y decidir sobre sus intereses colectivos. Estas reuniones son el origen remoto del concejo abierto, aún en uso en muchas de las parroquias rurales de Asturias.
2.4. Los gremios
Eran asociaciones religiosas de origen europeo, implantados también en las colonias, que agrupaban a los artesanos de un mismo oficio, y que surgieron en las ciudades medievales hasta finales de la Edad Moderna cuando fueron abolidos. Tuvieron como objetivo conseguir un equilibrio entre la demanda de obras y el número de talleres activos, garantizando el trabajo a sus asociados, su bienestar económico y los sistemas de aprendizaje. Los gremios son considerados como un precedente de los colegios profesionales, las asociaciones patronales y los sindicatos modernos. Otros espacios de sociabilidad popular son los círculos de recreo, los orfeones, las sociedades de socorros mutuos o las agrupaciones de trabajadores.
            Para España destacamos las Cofradías de teatro en Madrid, agrupaciones de cómicos, actores y autores del mundo del teatro desarrolladas entre los siglos XVI-XVII hasta el XIX. Mezcla o simbiosis de sociedad religiosa con fines filantrópicos o caritativos organizada por los hospitales de la Villa renacentista y luego gremio de autores y representantes, las cofradías teatrales más importantes fueron la Cofradía de la Pasión y la Cofradía de la Soledad. A partir de 1631 se sintetizaron en la Cofradía de comediantes de la Virgen de la Novena, a la que pertenecieron los autores, empresarios, actores y actrices más notables del Siglo de Oro Español. Algunos autores llaman la atención sobre la tendencia endogámica del gremio de autores y representantes, entre otros: Tomás Fernández de Cabredo, Manuel Álvarez Vallejo, Avendaño (el mozo), Andrés de la Vega y Lorenzo Hurtado de la Cámara o Francisca, Bazán. Un total de 76 mujeres, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVII consta que tuvieron a su cargo en algún momento la dirección de una compañía.
2.5. Los Casinos de artesanos
No podemos olvidarnos tampoco del papel social desempeñado por estos centros, que constituyen una forma de sociabilidad, distinta y novedosa, respecto del casino burgués, al estar abiertos a otras clases sociales, además de recoger la preocupación por completar la formación cultural y sobre todo la profesional de socios, y de dignificación de su trabajo artesano y base, con la constitución de un sistema de ayuda mutua entre asociados, de las futuras asociaciones de ayuda mutua, necesarias tras la supresión y desaparición de los antiguos gremios y cofradías que habían desempeñado esta función. Aunque su aparición obedece a necesidades de fomentar y reforzar las relaciones de la clase artesana y del pequeño comercio, no a motivos políticos encubiertos, en algunos casos sirvieron de plataforma de difusión a las ideas demócratas y republicanas, lo que los llevaría a su cierre y desaparición. En un artículo de la historiadora Geraldine Scanlon, se informa sobre la fundación de La Sociedad para Propagar y Mejorar la Educación del Pueblo (SPEP), fundada en Madrid en 1838, una organización excepcional cuya historia ilustra claramente el carácter de las aspiraciones de reforma social de los liberales durante la década que siguió a la muerte de Fernando VII.
2.6. Casinos y Cafés
Además del casino, los cafés también han sido objeto de estudio en España, ya que estos cumplieron una función importante en la dinámica de las formas de sociabilidad. El estudio de Manuel Morales Muñoz (2001) se inscribe en este orden, observando cómo el café se convirtió en un espacio empleado para la reunión de muchas asociaciones e igualmente un encuentro para las discusiones políticas, acompañado de varios medios de opinión pública y de difusión, como la prensa y el teatro, lo que le permitió a los integrantes de cada asociación crear un habitus cultural, expresado en un comportamiento exteriorizado en la interacción e interrelación social.
3.     El ateneo como atalaya avanzada
3.1. Los ateneos liberales como germen de las asociaciones obreras
El ateneo liberal es la primera y la más conocida institución de las múltiples cobijadas bajo dicho nombre en la cultura española contemporánea. Su aparición enlaza directamente con el nacimiento coetáneo en toda Europa de toda una serie de instituciones (salones, clubs políticos, sociedades patrióticas, círculos masónicos, cafés literarios, centros artísticos) cuya acción constituye una característica sociológica fundamental de la difusión del liberalismo romántico en su sentido más amplio.
Desde la creación del pionero Ateneo de Madrid en 1835 una extensa red provincial de entidades del mismo género aglutinará a lo largo de un siglo lo más granado de la élite política y cultural de su  respectivo ámbito, intentando abarcar, en un ambicioso proyecto de libre pensamiento, el ejercicio de la enseñanza académica, el cultivo y la discusión de los resultados de la ciencia y la difusión de las primicias de la creación literaria y artística. En este sentido, si bien relacionado con los ilustrados del siglo XVIII, merece citar las Sociedades Económicas de Amigos del País, surgidas en la segunda mitad del siglo XVIII en España —aunque también existieron en otros países europeos, como Irlanda o Suiza— cuya finalidad era difundir las nuevas ideas y conocimientos científicos y técnicos de la Ilustración. Nacieron en el reinado de Carlos III, quien las puso bajo la protección real para que fueran un instrumento del reformismo borbónico. La primera Sociedad Económica de Amigos del País fue una iniciativa de los nobles ilustrados guipuzcoanos conocidos como los "Caballeritos de Azcoitia" -encabezados por Javier María de Munibe, conde de Peñaflorida- que en 1748 formaron una tertulia llamada "Junta Académica", cuyas actividades "incluía las matemáticas, la física, la historia, la literatura, la geografía, sesiones de teatro y conciertos de música". Más de sesenta Sociedades de Amigos del País se constituyeron por toda España entre 1775 y el final del reinado de Carlos III, en 1788. La Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga, se fundó en 1789.
            Recuperado en los albores del siglo XIX desde la remota historia cultural helenística y latina, su aparición enlaza directamente con el nacimiento coetáneo en toda Europa de toda una serie de instituciones (salones, clubs políticos, sociedades patrióticas, círculos masónicos, cafés literarios, centros artísticos) cuya acción constituye una característica sociológica fundamental de la difusión del liberalismo romántico en su sentido más amplio. En España, en todas esas tareas sobresalen con especial relevancia los ateneos, en particular los acogidos a esa significación liberal, aunque al prestigio de esa denominación genérica terminen también por acogerse más adelante otros grupos sociales o profesionales (ateneos mercantiles, médicos, normalistas, militares, escolares, femeninos, libres, ultramarinos...), entre ellos el obrerismo organizado, que rotulará con él algunos de sus centros de reunión y sus propias inquietudes culturales (ateneos populares, sindicalistas, socialistas y libertarios).
            Su despegue está asociado al trienio liberal o trienio constitucional,  periodo de la historia contemporánea de España que transcurre entre 1820 y 1823, que constituye el periodo español de revoluciones de 1820, y que es intermedio de los tres periodos en que se divide el reinado de Fernando VII: posterior al sexenio absolutista (1814-1820) y anterior a la década ominosa (1823-1833).
            El auge de los ateneos como centros culturales tuvo lugar en el siglo XIX. En países como España, las clases altas formaban sus ateneos con la intención de mantener el statu quo, mientras que las clases bajas desarrollaban ateneos con otras orientaciones ideológicas con el objetivo de fomentar la revolución. El nombre genérico de «ateneo» encarna una de las experiencias culturales más duraderas, prestigiosas y sugerentes de la historia contemporánea de España. Son en su conjunto, instituciones estrechamente vinculadas con la aparición del espacio público liberal y burgués. En cuanto instituciones liberales sobrellevaron difícilmente el largo periplo de la dictadura franquista hasta alcanzar en algún caso el tiempo presente, bien es cierto que sin el preponderante papel cultural que en su momento llegaron a gozar.
3.2. El Ateneo de Madrid
Afirma César Navarro, su presidente:Yo creo que el Ateneo fue el mayor reto cultural que tuvo  la historia de España seguramente. Se pasó de la bohemia de Madrid, de ese Madrid luminoso y hambriento del que habla Valle Inclán en Luces de Bohemia, a una cierta etapa académica y de estudio y que vino de la mano de la Institución Libre de Enseñanza, sobre todo. El ateneo es producto, primero, del exilio fernandino. Fueron los exiliados fernandinos los que, acogiéndose al Ateneo de Londres, vieron que la bohemia no bastaba para cubrir, representar, a la cultura española, por muy castiza que ésta fuera, y que había que darle un toque de modernidad y de saberes. Entonces es cuando, a su regreso aquí a España, crean el Ateneo Literario, Científico y Artístico que luego fue cerrado por los cien mil hijos de San Luis. Siempre lo ha cerrado la reacción y siempre lo ha abierto el liberalismo. Ahora, en estos momentos, pues lo ahoga un poco, pues una derecha que no ha superado el partidismo y cree que el Ateneo pues no es un hogar de su partido político, de sus intereses políticos; lo cual es un error, porque los caminos de la cultura son distintos y superiores a la política partidaria; son la Política con mayúscula y no con minúscula. Entonces, está en la línea de la escuela de traductores de Toledo, en la línea de la gran cultura, de los saberes. Y es un producto también de la Institución Libre de Enseñanza -como te decía-, del krausismo, que tuvo aquí su sede también y que se encuentran aquí sus libros.
            Su creación fue en 1820, al inicio de la coyuntura política del Trienio Constitucional. En principio Ateneo Español de Madrid, antecedente directo del actual Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Fundado por «hombres de espíritu liberal, dispuestos a trabajar por la ciencia y el progreso», con la intención de difundir «la instrucción pública», condición indispensable de la «verdadera libertad» y de la «consolidación y progresos del sistema constitucional» y de la «fiel observancia de las nuevas instituciones», con el objetivo final de cooperar de este modo a «la prosperidad de la nación», aquel primer Ateneo responde arquetípicamente a la efervescencia Política de la etapa heroica del liberalismo español. Y otro tanto se podría decir del espíritu que informa la creación en 1835. Desde su origen, el Ateneo ha sido considerado indistintamente como Academia Científica, Instituto de enseñanza y Círculo literario integrando, pues, los componentes todos de una acción cultural ilustrada y enciclopédica, que era la fórmula conceptual de la cultura de su etapa originaria. Sus actividades se realizaban en las Secciones de Ciencias Morales y Políticas, Ciencias Naturales, Ciencias Matemáticas y Literatura y Bellas Artes todas ellas asociadas con el espíritu moderado que daba el tono político a los años treinta del siglo XIX, el del romanticismo templado y conservador de los viejos doceañistas. Fue hijuela de otra típica institución dieciochesca, la Sociedad Económica Matritense.
            Entre sus presidentes cabe citar a Laureano Figuerola (ministro de hacienda en el sexenio); Segismundo Moret (ministro Amadeo y A XII); Gumersindo de Azcárate (krausista), Antonio Alcalá Galiano (ministro), Ramón María del Valle-Inclán, Antonio Cánovas del Castillo, Miguel de Unamuno, Fernando de los Ríos, Gregorio Marañón y Manuel Azaña. Por el Ateneo han pasado seis Presidentes de Gobierno, todos nuestros Premios Nobel, los gestores políticos de la Segunda República y prácticamente lo más renombrado de la generación del 98, de la del 14 y de la del 27. En abril de 1939 el Ateneo fue intervenido por el nuevo régimen y se volvió a interrumpir el proceso democrático. Hasta 1946 se convirtió en «Aula de Cultura» de la Delegación Provincial de Educación Nacional de FET y de las JONS, cuyo máximo responsable era el delegado provincial de Educación. Por una orden de 23 de marzo de 1946 el Ateneo de Madrid recobró su nombre tradicional y pasó a depender de la Dirección General de Propaganda, adscrita al Ministerio de Educación. Y aunque las dictaduras de Primo de Rivera y del general Franco, durante gran parte del siglo XX, afectaron muy seriamente su actividad, hoy sigue siendo un eje de referencia cultural. Con la llegada de la democracia, el Ateneo recuperó su condición de asociación privada y reanudó el proceso democrático interrumpido, celebrando sus primeras elecciones el 27 de enero de 1982. Se sucedieron en la presidencia Fernando Chueca, César Navarro, José Prat, Paulino García Partida, José Luis Abellán, Carlos París, César Navarro y Enrique Tierno Pérez-Relaño. El actual presidente de la institución es César Navarro (masón, forense psiquiatra). La única mujer presidiendo ha sido Carmen Llorca (1974-76).
3.3. El Ateneo Barcelonés
Es una asociación civil fundada en Barcelona en 1860 con el nombre de Ateneo Catalán, con Joan Agell como presidente y Manuel Milà i Fontanals como bibliotecario. El Ateneo Barcelonés (en catalán: Ateneu Barcelonès) es una asociación civil fundada en Barcelona en 1860 con el nombre de Ateneo Catalán, con Joan Agell como presidente y Manuel Milà i Fontanals como bibliotecario. Desde 2014 el presidente es el historiador Jordi Casassas. En 1872 se fusionó con el Casino Mercantil Barcelonés. Desde el principio se ganó un gran prestigio como centro promotor de la cultura: celebraba conferencias y exposiciones; organizaba cursos; dotó premios (para los Juegos Florales y para otras competiciones); editó un Boletín; acogió grupos artísticos o literarios; formó una rica biblioteca (5.900 títulos en 1877, 13.500 en 1887, 19.000 en 1892, 50.000 en 1921, 175.000 en 1969 y unos 400.000 en 1985, con importantes colecciones de revistas y presa diaria), que durante muchos años fue la más activa de Barcelona, que fue creciendo con donaciones como las de Frederic Rahola, Joaquim Casas i Carbó entre otros, así como con la adquisición de la colección de Miquel Victorià Amer.
            Tiene su sede en el Palacio Savassona, una casa señorial construida en 1796 y adquirida por la entidad en 1906. La espectacular biblioteca está decorada con pinturas murales de temática mitológica, originales de Francesc Pla, y es uno de los pocos legados del arte catalán durante la Ilustración. El edificio fue reformado a partir de 1907 por el arquitecto Francesc Font Gumà y el entonces estudiante Josep María Jujol, el más significado discípulo de Gaudí. Durante la Guerra Civil la biblioteca quedó bajo el control de la Dirección del Servicio de Bibliotecas Populares y se convirtió en biblioteca pública. En 1939 el Ateneo retomó sus actividades con la intervención de la autoridad gubernativa en la designación de las distintas juntas directivas; desde entonces fue presidido, sucesivamente, por: Luis Santamarina, Pere Gual i Villalbí e Ignasi Agustí. El presidente Andreu Brugués inició el período de democratización del Ateneo, y durante su gestión se aprobaron unos nuevos estatutos y se acordó la elección de los presidentes por votación de los socios y no por compromisarios, como se venía haciendo desde 1860. La sede fue remodelada y declarada Bien Cultural de Interés Nacional por el Real Decreto 476/1981 y se halla incluido en el Catálogo de Patrimonio del Ayuntamiento de Barcelona en categoría A.
3.4. El Ateneo de Málaga
Es una asociación artístico-literaria fundada en 1966 en la ciudad de Málaga, España. Pertenece a la Federación de Ateneos de Andalucía. La primera Comisión la formaron: Alberto Peláez Domínguez, José Luque Navajas, Antonio Chaneta, Juan Manuel Pérez Estrada, Juan del Pino Artacho, Juan Sánchez Lafuente y Ramón Ramos Martín, asistiendo a la misma reunión: Rafael Pérez Estrada, Eugenio Chicano, José Ignacio Fernández Berjillos, José García Castillo, Enrique Van Dulken, José Mercado Ureña, José Fernández Oyarzabal, Gumersindo Ruiz, José Ortiz Díaz. Entre otros socios: Socios: Juan A. Lacomba, José Jiménez Villarejo (P), Ángeles Rubio-Arguelles, Fernando Álamos de los Ríos (2 presidente), Baltasar Peña Hinojosa, Ángel Caffarena.
            En los archivos hay un periodo en blanco, que va de mayo a diciembre de 1967. Siete largos meses sin respuesta alguna. Ese silencio podrá interpretarse como se quiera, pero tiene una clara significación. Se supone que hubo reuniones suficientes para mantener ardiendo la llama de la ilusión. Pero serían clandestinas y con la policía gubernativa siempre vigilante y al acecho.
Entre los premiados por el Ateneo está El Seminario de Estudios Interdisciplinarios de la Mujer de la UMA, que recibió en 1995 la Medalla de Oro del Ateneo de Málaga. En 2004 hizo su aparición en la  capital el Ateneo Libertario de Málaga.
4.    Ateneos populares
4.1.            Contrapunto a la realidad educativa
El ateneo popular o ateneo obrero es el nombre que recibe un tipo de ateneo que surge de la tradición del movimiento obrero de España y que se dio también en otros países de habla hispana. Originalmente conformados como asociaciones culturales su proliferación, especialmente entre la década de los 80 del siglo XIX y la Segunda República Española, se vio favorecida en buena parte por la carencia de infraestructuras educativas oficiales para la clase trabajadora; en muchos casos tenían locales propios o utilizaban las infraestructuras de los sindicatos o de asociaciones comunales. Algunos ateneos populares estuvieron políticamente alineados al pensamiento republicano e izquierdista y de varias organizaciones militantes de España, y eran el punto de encuentro para la difusión de sus ideas.
            Entre las actividades de los ateneos populares podían encontrarse boletines informativos, edición de libros y panfletos, excursiones al campo, conferencias y charlas, teatro, recitales poéticos, debates, clases de esperanto, o bibliotecas de libre acceso; generalmente estas actividades eran autofinanciadas por los usuarios. Algunos de estos ateneos, debido en cierto modo a la influencia anarcosindicalista, mantenían escuelas racionalistas en las que se escolarizaban los hijos de los trabajadores en un ambiente laico y progresista.
            Un ejemplo de ateneo popular histórico es el Ateneu Enciclopedic Popular, que a lo largo de historia ha pasado por diferentes administraciones y que existe hasta el día de hoy.
            En el caso de los Ateneos gestionados por las clases populares, éstos recibían numerosos nombres dependiendo de la gente que actuaba en ellos o la perspectiva que se les deseaba dar. Así que se denominaban como: Ateneos libertarios, ateneo libre, obreros, populares, anarquistas, eclécticos, sindicalistas, neutros, racionalistas, de divulgación social, Casas del pueblo, Universidades Populares, etc.
            Muchos de estos centros culturales están desde sus inicios fuertemente vinculados al anarco sindicalismo y pueden ser considerados como su rama cultural. Uno de los fundadores de la CNT, Anselmo Lorenzo insistía en que lo primero que debían hacer los sindicatos de cada localidad era crear un ateneo libertario.
            A lo largo de las cuatro primeras décadas del siglo XX los ateneos de carácter libertario y popular se multiplicaban, así como las personas que participaban en ellos. En muchos se crearon escuelas para los hijos de los trabajadores que incluían métodos de la pedagogía más avanzada, basada en las propuestas de Francisco Ferrer Guardia. Algunas, por su calidad y número de participantes constantes, han pasado a la historia de la educación, como la Escuela Natura del Clot en Barcelona, que funcionó hasta el final de la Guerra Civil Española.
            Se puede decir que los ateneos populares o libertarios fueron una verdadera Universidad popular para la clase obrera de todas las edades, donde fue adquiriendo la formación cultural que le había sido negada por su condición social. El impulso racionalista, de liberación mediante la cultura, le da fuerza y legitimidad suficiente ante la clase obrera, que trataba los ateneos y las bibliotecas populares con reverencia. Sirven también como lugar de encuentro entre las personas del barrio, donde la gente debate, se conoce, crea vínculos de unión y plantea sus problemas a los demás. Suponen también la primera vez en que muchas mujeres trabajadoras encuentran un sitio donde están en igualdad de condiciones con los hombres, donde van a aprender, y van tomando contacto con el anarquismo.
            El éxito de los ateneos libertarios fue abrumador, creando una cultura obrera y solidaria, pudiendo afirmarse que sustituyeron al Estado o a las órdenes religiosas en el papel de educativo de su tiempo.
            Entre las actividades de los ateneos populares podían encontrarse boletines informativos, ediciones de libros y panfletos, excursiones al campo, conferencias y charlas, teatro, recitales poéticos, debates, clases de esperanto, o bibliotecas de libre acceso; generalmente estas actividades eran autofinanciadas por los usuarios. Algunos de estos ateneos, debido en cierto modo a la influencia anarcosindicalista, mantenían escuelas racionalistas en las que se escolarizaban los hijos de los trabajadores en un ambiente laico y progresista. Daban mucha importancia a la higiene como preventivo a las enfermedades, conocimiento de los métodos anticonceptivos y la sexualidad.
            Los Ateneos que tenían una escuela, además de asegurarse de pagar a los maestros. Solía haber clases de alfabetización para adultos por las noches. Y una de las piezas claves de los Ateneos era que procuraban hacerse con una biblioteca, que en bastantes localidades era la mayor de la zona. Este fenómeno de difusión cultural estaba totalmente justificado, sólo en 1930 se calcula que entre 1/3 y 1/4 de la población española era analfabeta. También se daban bastantes variaciones entre unos ateneos y otros. De esto eran conscientes y se solían ayudar entre ellos, promoviendo incluso diversos proyectos de Federación entre ateneos, que nunca llegaron a cuajar.
            El apogeo de los ateneos libertarios tuvo lugar antes y también a comienzos de la Guerra civil, en los que florecieron cientos de ellos por todos los barrios y pueblos de la España republicana. Solamente en la ciudad de Valencia había unos 15. En Madrid llegarían a ser unos 30. En toda Cataluña llegaría a haber unos 200. Sin embargo siempre sufrieron la escasez económica, y vieron cómo los jóvenes iban siendo reclutados progresivamente conforme avanzaba la guerra, quedando en manos de las mujeres y de los hombres no combatientes. Cuando terminó la guerra los ateneos fueron disueltos. En el caso del Ateneu Enciclopèdic Popular de Barcelona, que llegó a tener 26.000 asociados (era probablemente la asociación más grande de Barcelona), sus libros fueron quemados en las Ramblas por los falangistas.
            Como hemos avanzado, los ateneos como instituciones obreras estuvieron fuertemente vinculados con el movimiento anarquista en España. Sin embargo, los obreros socialistas (PSOE, UGT y POUM, principalmente) también participaban e incluso organizaban ateneos en sus áreas de influencia. En muchos casos eran organizaciones abiertas en las que cabían diferentes tendencias políticas. No eran raros los ateneos vinculados al Partido Federal.
            Un grupo de relevantes gijoneses de la época funda, en 1881, el Ateneo-Casino Obrero: entidad cultural privada, sin ánimo de lucro y con dimensión pública. Sus fines fueron los de enseñanza y el fomento de la cultura, comenzando inmediatamente las actividades, con exposiciones, conferencias, representaciones teatrales y, sobre todo, cursos y talleres. Es el decano de las entidades culturales de Asturias y uno de los primeros Ateneos fundados en España. La etapa de mayor esplendor coincide con el comienzo de este siglo. En 1904 se crea la Biblioteca, que se convertiría en su sección más importante, llegando a contar con unos 15.000 volúmenes. Poco después, el Ateneo va creando las sucursales de La Calzada, El Llano y la Guía. Este período de continua expansión y desarrollo concluye bruscamente en 1937 cuando se clausura e incautan los bienes de la Entidad.
5.        Las mujeres entran en el Ateneo
Hacia finales del siglo XIX las mujeres empiezan a abrirse camino en los foros ateneístas. En 1884 Rosario de Acuña, escritora de ideas progresistas, es la primera que ocupa la tribuna del Ateneo para ofrecer una velada poética. En 1887 será Emilia Pardo Bazán la primera conferenciante, con una serie de intervenciones editadas después con el título de La revolución y la novela en Rusia. Le seguirán otras como Concepción Gimeno de Flaquer, Blanca de los Ríos o Sofía Casanova. Incluso en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo de Madrid (1896-1907) Emilia imparte cursos de literatura que tienen gran afluencia de alumnos, especialmente mujeres.
            También el elemento femenino[4] empieza a ocupar los asientos del Salón de Actos. Según leemos en anexo al Reglamento de 1900 (publicado en 1903)  un acuerdo tomado en Junta general de 11 de mayo de 1884 que regula el reparto de billetes de convite para las conferencias y veladas, asigna a cada socio el derecho a dos billetes de señora. Quizá con el tiempo la afluencia se llegara a considerar excesiva, porque en la Junta de 24 de abril de 1892 se introducen modificaciones a este acuerdo. Así leemos que «A las veladas musicales y poéticas y a las conferencias científicas y literarias no podrán asistir más señoras que las invitadas por la Junta de Gobierno». Se regula también el lugar que han de ocupar: «Las señoras que concurran a las sesiones musicales y poéticas podrán ocupar los asientos de la cátedra y los de las tribunas alta y baja, indistintamente. En las conferencias científicas o literarias el número de invitaciones estará limitado por el de asientos de la tribuna alta, única que podrán ocupar las señoras, quedando la baja a disposición del público».
            De esta forma tan regulada se va concediendo espacio a la mujer en ese mundo dominado por los hombres. Aunque, como vemos, se las tolera más en el arte y la poesía que en el terreno meramente científico. Y precisamente serán dos artistas las que figuren por primera vez en una lista de socios, antes de la admisión de Emilia Pardo Bazán en 1905. Se trata de dos mujeres que aparecen como socios honorarios en la lista impresa en 1903: Anselma Gesier de Lacroix (París) y María Luisa Guerra (San Sebastián), dos nombramientos  singulares de los que se hará eco la   prensa.[5]
Ya en fechas más recientes se crea La Agrupación Ateneísta de Estudios sobre la Mujer “Clara Campoamor” (septiembre de 1989) en el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, impulsada por Agustina de Andrés Martínez (1915), socia de la institución desde el mes de octubre de 1979. Entre esta última fecha y la fundación de la Agrupación transcurrieron exactamente diez años. Años de la Transición, esenciales para la vida cultural y socio-política de una España que intentaba acomodar el paso, lo más rápidamente que le era posible, a cuantos avances se habían ido produciendo en el mundo occidental a lo largo de los decenios que sucedieron a la segunda Gran Guerra y aún no asimilados como consecuencia de la dictadura franquista.
Espectaculares resultaban los progresos que habían realizado las mujeres de los países del entorno, mientras que las españolas se habían quedado atrapadas en un mundo doméstico, forjado por unos arquetipos e ideales totalmente trasnochados y cinchadas por durísimos códigos de conducta avalados por la ley y la costumbre. No obstante, los logros de las feministas españolas de principios de siglo, como Clara Campoamor, permanecían latentes y vivos en quienes supieron cobijar el testigo. La represión de la época franquista no pudo impedir que en la clandestinidad mujeres, como Agustina de Andrés, fueran preparando el terreno, horadando el sistema y conquistando espacios propios.
Una vez establecidos, a partir de 1978, los principios constitucionales de igualdad y no discriminación, el feminismo salió a la luz a través de las distintas plataformas sociales en que se apoyaba: sindicales, vecinales y de partidos políticos; o en solitario, como las organizaciones feministas en sentido estricto. A ello se sumó, un poco más tarde, el llamado feminismo institucional que quedó materializado en 1983 con la creación del Instituto de la Mujer.
Estos años son también años de estudio entusiasta en las universidades en torno al género (categoría de análisis que denota un conjunto de normas y convenciones sociales ligadas al sexo de las personas). Los estudios de género -los de la construcción social de las diferencias sexuales en un momento o lugar histórico dado-, llevaban realizándose fuera de nuestras fronteras desde la década de los cincuenta. En España será en 1980 cuando se cree, en la Universidad Autónoma de Madrid, el Primer Seminario de Estudios de la Mujer con los objetivos fundamentales de fomentar la investigación y la docencia en este campo. En la Universidad de Málaga, se funda hacia 1986 el Seminario de Estudios Interdisciplinarios de la Mujer, coordinado por la Dra. Dolores Ramos.
El espíritu inquieto de Agustina de Andrés, que vivía con fruición estos años de cambios y posibilidades inconmensurables, consideró necesario que los estudios de género debían traspasaran las fronteras de las universidades y llegar a un mayor número de personas, empapar a toda la sociedad para ayudar al cambio de sus atávicas estructuras. Tal posición, unida a su idea de que el Ateneo como lugar de encuentro que había sido de las más preclaras personalidades y los movimientos de vanguardia no podía permanecer ajeno a las nuevas corrientes, la condujo a realizar una laboriosa campaña para fundar, con el apoyo de quienes estaban más próximos a sus ideales, la Agrupación de Estudios sobre la Mujer “Clara Campoamor”:
“... se me ocurrió pensar que en el Ateneo no había nada relacionado con la mujer y en una institución como esta, dedicada a la cultura, se tendrían que debatir temas de actualidad, como son la igualdad de las mujeres y la Historia de Género. Por ese motivo puse en marcha nuestra Agrupación...” (Entrevista hecha a Agustina de Andrés, Boletín de la Agrupación, nº 4, 1996, p.6).
Entre sus socias más representativas: Emilia Pardo Bazán (nº 7.925, socia de mérito); Blanca de los Ríos (nº 7.935, ingresa en 1905); Carmen de Burgos (nº 7.945, ingresa en 1905); Teresa Castillo (nº 8.082, ingresa en 1906); Condesa de Requena (nº 8.131, ingresa en 1906); Gloria Laguna, actriz (aristócrata y actriz con el pseudónimo de A. de Hoyos); Marquesa de Ayerbe (nº 8.160, ingresa en 1906);  María Vinyals “La duquesa roja”; Zillah Eselegh (nº 8.339, ingresa en 1907); Concepción Arenal, Clara Campoamor, María Pilar Hernández Sanz, María Eugenia Hernández Iribarren, Rosa Chacel. María Galiana, ha sido la primera Ateneísta de Honor de Andalucía.







Bibliografía
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GUEREÑA, J. (2001a). “Un ensayo empírico que se convierte en un proyecto razonado. Notas sobre la historiografía de la sociabilidad”. En A. Valín (Dir.), La sociabilidad en la historia contemporánea. Vigo: Duen De Bux.
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“Ateneo de Málaga: historia de una resistencia”. Documental dirigido por el profesor Fernando Arcas Cubero.



[1]Jean-Louis Guereña: “Espacios y formas de la sociabilidad en la España contemporánea”, Hispania: Revista española de historia, Vol. 63, Nº 214, 2003, págs. 409-413.
[2] Famosa la tertulia de Pablo de Olavide, traductor de Voltaire, su amigo. Condenado por la Inquisición y exiliado. Olavide fue acusado por sus delatores, "de cuestionar la potestad legislativa de la Iglesia, leer libros prohibidos, negar la causa sobrenatural de los milagros, dudar sobre la existencia del infierno, etc.". La Inquisición lo declaró "convicto, hereje, infame y miembro podrido de la religión" y lo condenó a la pena de destierro, a la reclusión por ocho años en un convento, la confiscación de sus bienes y a la inhabilitación para desempeñar un cargo público, que se extendió a sus descendientes. El auto tuvo lugar en Sevilla en 1781 y en el mismo una mujer fue condenada a muerte por fingir revelaciones divinas y de mantener relaciones sexuales con sus sucesivos confesores (uno de los cuales fue quien la delató, por lo que fue condenado por el delito de solicitación). Terminado el auto de fe, fue relajada al brazo secular y luego estrangulada con garrote vil y quemada en la hoguera. Obras: Teresa o el terremoto de Lima; Paulina o el amor desinteresado; Sabina o los grandes sin disfraz; Lucía o la aldeana virtuosa; Laura o el sol de Sevilla; La paisana virtuosa; La presumida orgullosa.
[3]El Casino de Madrid: Un espacio de representación de la élite en el siglo XIX.
[4] Rienzi el tribuno (1876), Amor a la patria: drama trágico en un acto y en verso (1877), Tribunales de venganza (1880), El padre Juan (1891), La voz de la patria (1893).
[5] Esta categoría debió de crearse a finales de siglo.