miércoles, 25 de mayo de 2022

Tertulia del 25 de mayo de 2022

LA  RESISTENCIA  A  LOS  ANTIBIÓTICOS


La doctora Sánchez Casado razonó sobre la resistencia antibiótica como un futuro no muy lejano ante un aforo de una docena de asistentes. 


domingo, 22 de mayo de 2022

Travestidas

HISTORIAS DEL TEATRO:

De la exclusión de las actrices a su travestismo en el escenario

 

Mark Twain comentó que había «cinco tipos de actrices: malas, bellas, buenas, grandes, y luego está Sarah Bernhardt». Lo que no dijo es que durante siglos a las mujeres no se les permitió trabajar como actrices, y sobre este tema vamos a tratar en el artículo, poniendo el énfasis en algunas de las actuaron travestidas de hombres.

Realmente, el oficio de actriz sigue una historia paralela con los valores patriarcales que producen, diseñan, reproducen y promueven, a lo largo de los siglos, los valores propios para cada género, y es el género el factor más significativo que configura el mundo de las mujeres, pues los roles y estereotipos establecidos socialmente han limitado sus vidas por lo que, lamentablemente, gran parte de su creación o de su participación en el arte, en las artes, ha sido anónima, relegada o simplemente excluida como es el caso que nos ocupa, pues el arte teatral les negó su participación como dramaturgas, actrices y directoras; incluso en determinado momento ni siquiera se les permitió ser espectadoras.

Por otro lado, en algunos momentos de la historia esto no ha sido así. La dramaturgia, con relación a las actrices, es una historia de avances y retrocesos: desde los ritos prehistóricos, los ritos de las sacerdotisas de Isis o las trovadoras hasta la actualidad. Pero es en la Grecia clásica donde los expertos fijan su nacimiento a partir de sus rituales (Komos) y su evolución ―cuando sus participantes pasan a ser espectadores― hacia la tragedia, la comedia, la sátira o la farsa, espectáculos de los que las mujeres estaban excluidas, y eran los adolescentes y los jóvenes los encargados de representar los personajes femeninos travestidos con ropas y máscaras. Posteriormente, es en Roma donde aparece el mimo, un género cómico considerado aplaudido por la plebe y denostado por clase alta, interpretado por actores eran esclavos o libertos. Es en este arte donde aparecen hacia 160 a.C. las mimas. El ejemplo más relevante ellas es Teodora, que llegó a ser emperatriz de Bizancio al casarse con Justiniano. Fue una feminista avant la lettre que defendió posiciones como el derecho al aborto, derecho de las madres sobre sus hijos, prohibió la prostitución forzada y el asesinato de las mujeres por adulterio. La gran Sarah Berhardt le dio vida en la obra de Sardoy Theodora (1882).

Y el tiempo siguió su marcha y pasaron siglos de exclusión hasta que las actrices pudieran de nuevo reaparecer en los escenarios, si bien en recintos privados, porque las representaciones no se habían constituido aún como espectáculos públicos. Se sabe que, en el siglo XII, estas representaciones se daban, especialmente, ante grupos sociales cerrados.

Posteriormente, durante el Renacimiento, hace su aparición el teatro profano y las mujeres debutan en la escena hacia mitad del siglo XVI en Italia. En España, por imitación a Italia, sucedía otro tanto, si bien en 1586 se prohibió la presencia femenina “so pena de zinco años de destierro del reyno y de 100.000 maravedis”. La prohibición duró un año aunque durante el resto del siglo XVI, se sucedieron las censuras de “quita y pon”. Entre las actrices más famosas: La Calderona (amante de Felipe IV y madre del bastardo Juan José de Austria), La Caramba, la malagueña Rita Luna, María Ladvenant y Quirarte y María del Rosario Fernández, conocida como La Tirana. Existieron también dramaturgas como Ana Caro Mallén de Soto (conocida como “La décima musa sevillana”), Sor Marcela de San Félix (hija de Lope de Vega y de la actriz de teatro Micaela Luján), María Zayas y Sotomayor o la malagueña María Rosa Gálvez.

Centrándonos en el travestismo, como indicamos en el subtítulo del artículo ―también se le ha denominado “dislocación de los géneros” ―, tomamos el ejemplo del teatro Kabuki, género que se inició en 1603, en Kioto, en un estilo en cierta forma similar al mimo, pues estaba concebido como un espectáculo en el que se representaban situaciones cómicas y en el que se incluían danzas. Su iniciadora fue una miko (una especie de sacerdotisa o monja del templo Shinto) llamada Izumo no Okuni. Las ejecutantes femeninas interpretaban tanto los papeles femeninos como masculinos. En 1629, y por causas relacionadas con la moral de las menores, se prohibió a las mujeres realizar kabuki, siendo reemplazadas por actores jóvenes.

Ya en el siglo XIX la pionera en estas lides “dislocadoras” fue Sarah Bernhardt (1844-1923), una actriz francesa de teatro, reina de los escenarios durante más de medio siglo. Durante su larga carrera se travistió como Lorenzo de Médicis, protagonista del Lorenzaccio, de Musset; dio vida a Napoleón II en L’Aiglon, de Edmond Rostand; a Hamlet, príncipe de Dinamarca; el Pierrot de Richeplin; el  Amphytrion de Molière; Pelleas de Pelleas et Melisande. En 1900 dio de nuevo vida a Hamlet en la película muda Le duel d´Hmalet de Clèment Maurice, mismo personaje que en 1921 dio vida la actriz danesa Asta Nielsen (1881-1972) en la producción de Svend GadeHeinz Schall.

En nuestro país ha habido actrices que han seguido el hito, como son los casos de Núria Espert, que se atrevió dando vida al El Rey Lear; Kiti Mánver, con su papel de un hombre homosexual en Las heridas del viento. Pero es Blanca Portillo la actriz que más se ha travestido. En La hija del aire interpretó el doble papel de la reina Semíramis y su hijo Nanias; en la película Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006), al inquisidor Fray Emilio Bocanegra; y el Hamlet de Tomaz Pandur.

En resumen, como dijo la Bernhardt: “Todos tenemos dentro un hombre y una mujer. Cuando uno puede desarrollar ambas partes, eso confiere un poder enorme. Hamlet nunca puede ser asexuado, ni un travestido ni alguien que parece ser algo. Hamlet es”. Y Blanca Portillo, en una entrevista, refiriéndose a su personaje del inquisidor Bocanegra afirmaba:” Nada más raparme la cabeza, me sentí Bocanegra!!”.

Otras actrices internacionales como María Félix o la española Esperanza Roy (La monja alférez, 1944, 1987); Katharine Hepburn (La gran aventura de Silvia, 1936), Julie Andrews (Víctor o Victoria, 1982); Barbra Streisand (Yentl, 1983); Hilary Swan (Los chicos no lloran, 1992 ); Tilda Swinton (Orlando, 1992); Gwyneth Paltrow (Shakeaspeare in love, 1998); Glenn Close (Albert Nobbs, 2011), o las innumerables versiones de Juana de Arco, a quien han dado vida (desde la época muda) actrices como Jeanne Calvière, Jean Seberg, Ingrid Bergman, Lise Leplat o Lelee Sobiesk, por citar algunos nombre, han hecho todo lo posible, como dicta el método de Stanislavsky, por “vivir” al personaje y no solo representar una ficción.

 

                            Rosa Mª Ballesteros García

              Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena

                          “benaltertulias.blogspot.com”

                        “ateneolibredebenalmadena.com”