POR QUERER QUE NO
QUEDE
Queremos que este verano sea
luminoso, pero no demasiado deslumbrante. Queremos que nos entendamos, aunque
no sean cosas del querer ni del amor. Queremos conformarnos con que nuestros
quereres sean deseos sencillos, normalitos y hasta baratos, aunque no nos
traigamos muchas medallas. Queremos que este tiempo de estío que no de hastío,
sea un tiempo propicio para los
acercamientos, para nuevas amistades, para los encuentros y no para desavenencias.
Queremos ser libres, estar libres y sentirnos libres.
“La verdad os hará libres” dijo
Jesús de Nazaret y no el Niño Jesús de Praga ni el Cristo de Limpias ni el
Sagrado Corazón de Jesús del Tibidabo ni el papa de argentino. Es mucho más: si
lo han dicho, es plagio.
Quisiéramos tener libertad y no
tener que poner rejas en nuestras ventanas, visillos a nuestros pensamientos ni
cortinas a nuestros ojos. Quisiéramos que nuestras puertas fueran francas y
franqueables, pero nunca franqueadas. Quisiéramos que nuestros pensamientos
fueran libres y nunca invadidos por las habladurías, por las posverdades y,
mucho menos, ni por las lágrimas ni por la miseria.
“Los hombres y las mujeres somos
libres”. Es tan fácil decirlo que hasta nosotros hemos podido hacerlo, aunque
suene a plagio.
Es verdad que somos animales
racionales, racionales por naturaleza y,
por ello, como consecuencia de ser libres, somos éticos. No somos éticos por
naturaleza, sino racionales y por ello hemos podido llegar a ser éticos por
conveniencia de nuestra convivencia, por
la necesidad que hemos tenido que satisfacer de contar con los demás. La ética
es una segunda naturaleza, una superestructura que puede hundirnos nuestra
naturaleza racional, si no la cuidamos. Es tanto así que las dictaduras de todo
corte, de todo estilo, nos arruinan.
Queremos ser libres entre
personas libres. No queremos nuestras casas enrejadas, como cárceles, con tres
cerraduras y una cancela, con un perro guardián y una alarma. Nos bastaría con
una sola cerradura para que el viento no nos desencajara la puerta ni se nos
rompieran los cristales. No tendríamos que alimentar a perros guardianes, que
se podrían llamar Hitler, Stalin, Franco, Putin, Netanyahu... mientras hay
tanta hambre en el mundo.
Siempre queremos ser libres, y
poder entrar y salir de nuestras casas, pero no por caprichos y entramados
políticos y financieros y que una alcaldesa nos eche de nuestras viviendas
sociales para no volver nunca y que solo pase el tiempo.
Queremos ser libres en todas las
estaciones del año, y en todos los lugares del mundo, sin tener que temer que se nos escapen todos los trenes
políticos sin quedarnos arriados en los innumerables arcenes que pueblan
nuestra convivencia.
Todas las tardes, ya vuelven a
encenderse las segundas viviendas, sin que nadie las haya ocupado durante el
oscuro y largo tiempo que estuvieron apagadas ante los ojos de todo el mundo.
Hasta los que nos asustan con las ocupaciones de viviendas, salen de las suyas
para ir a votar, porque no les asusta el miedo que sólo difunden para los
demás.
Por todo esto y aquello, por lo
de más acá y más allá, nos bastaría con querer y que se hiciera realidad que el
mejor amigo del hombre fuera el hombre y no el perro.
José María Barrionuevo Gil
El
Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”