domingo, 28 de abril de 2024

Los mitos y el cine

                                 LOS MITOS Y EL CINE

 

A propósito de la vigencia de los mitos, los estudios antropológicos suelen coincidir en que el mito se originaría allá por el Neolítico, en aquellas sociedades de cazadores y recolectores que necesitaron crearlos para “saberse y no olvidarse”, atribuyendo su origen a unos poderes sagrados. Poderes que se ponen en mano de las Vestales, guardianas del fuego eterno, que la antropología remonta a los tiempos en que al elemento sagrado había que mantenerlo siempre encendido (probablemente, en sus inicios, por el desconocimiento de como prenderlo). Estas jóvenes, las más bellas y vírgenes, cuidaban de que no se extinguiera y eran castigadas severamente si ello ocurría. Como se ha escrito, “la mitología es más antigua que el espíritu científico”.

Y los mitos siguen vigentes en la actualidad. En el caso que nos ocupa, a través del cine, como proponemos en el título, esa “fábrica de sueños” (que decía el escritor judío ucraniano Ilya Eremburg), una magnífica fuente para el estudio de la sociedad, pero, sobre todo, es el instrumento más efectivo para llegar a millones de espectadores, en un principio, a las masas proletarias (Jaurès lo definía como “teatro del proletariado”). Es, además, un arma formidable: “a veces noble, a veces insidiosa y traicionera, filtro envenenado”, leemos en una revista de la época, rotundas palabras que ponen en evidencia su tremendo poder de control de las masas. Ya lo dijo en su momento Lenin “De todas las artes, el cine para nosotros es la más importante”. También el cineasta francés Jean Louis Godard dijo que “el cine es un instrumento de pensamiento”, y el profesor Román Gubern va más allá al plantear que algunas proyecciones “muestran el miedo a lo ajeno, a lo que está lejos”. Como ejemplo de estas palabras su monumental Historia del Cine comienza, como corresponde, por “El nacimiento del Cine”, siendo el primer subtítulo: “El mito”.

Para Platón, los mitos son una estrategia narrativa y una vía de acceso al conocimiento que el cine se ha encargado de atrapar, como medio de comunicación de masas, porque el cine, del poder del cine, de su seducción, tenemos infinidad de ejemplos, hasta el punto de que ninguno de los líderes de todo el arco político, ninguno, ha escatimado medios para utilizarlo como el medio de propaganda más eficaz. En la España de posguerra, por ejemplo, la inversión que en los primeros años cuarenta se hizo en el cine procedía más del apoyo del Estado que de las productoras con licencias de importación; créditos y premios sindicales tuvieron el banco más asequible para sus negocios. Paralelamente a este tipo de disposiciones se reguló en 1942 la creación de Noticiarios y Documentales Cinematográficos (NO-DO), para poner “el mundo al alcance de todos los españoles”, como en su caso hiciera el Noticiario LUCE de la Italia fascista entre 1924 y 1945. En 1947 nacería el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (I.I.E.C.), en el que impartieron su docencia algunos de los directores más representativos de la década como Luis G. Berlanga, Juan A. Bardem o Carlos Saura, del que salieron las primeras promociones de jóvenes que intentaron dar un giro a la creatividad cinematográfica en los años cincuenta.

Como apuntábamos, el cine ha captado y atrapado para la gran pantalla, desde sus inicios en las décadas finales del siglo XIX, relatos y arquetipos que tienen su origen en nuestra memoria colectiva y que han llegado hasta nuestros días a través de las sagas y de los relatos de la antigüedad clásica, especialmente de las culturas griega y romana, aunque no exclusivamente pues, parafraseando al profesor Campbell, la mitología es extensible a todas las civilizaciones, forma parte de todas las culturas y llega a todas las clases sociales, desde el más prosaico ciudadano hasta las cabezas coronadas. ¿Cómo no recordar que el rey Luis II de Baviera “El rey loco” tenía en sus habitaciones una escultura que representaba a la poeta Safo de Lesbos?

En resumen, las relaciones familiares, la construcción de comunidades políticas, las complicadas relaciones de género… Todas ellas, sin excepción, han mantenido su vigencia, la vigencia de los mitos, de forma que estos siguen cumpliendo su función en el seno de las sociedades contemporáneas, y también su influencia, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello, si bien la mitología subyace en la estructura material, artística y social y entra a formar parte de las relaciones sociales y del imaginario colectivo. 

 

                               Rosa María Ballesteros García

                     Vicepresidente del Ateneo Libre de Benalmádena

                              “benaltertulias.blogspot.com”