LA
CONTRARREFORMA DEL CINE ESPAÑOL
Como se sabe, en 1895 los hermanos Lumière
presentaban al mundo las primeras imágenes en movimiento: había nacido el
cinematógrafo. Esta primera experiencia había tenido lugar en París, pero España,
dada la situación política y económica, no permitía desarrollar esta
tecnología. Sin embargo, y a pesar de todas las carencias, algunos audaces y
modernos españoles se subieron al carro de la modernidad para rodar sus
primeras películas documentales. Si los franceses se estrenaron con Llegada
de un tren a la estación de la Ciotat, documental rodado en 1895, el
aragonés Eduardo Jimeno, dos años después, filmaría el documental Salida de
la misa de doce del Pilar de Zaragoza y Fructuoso Gelabert rodaba ese mismo
año otro documental: Riña en un café. Pocos años después, Ángel García
Cardona y Antonio Cuesta dirigían la primera película española con argumento,
un melodrama titulado El ciego de la aldea (1907). Por otra parte,
recordamos que estas iniciativas surgieron en Cataluña gracias, por un lado, a
la proximidad geográfica y por otro que Barcelona se había convertido en una de
las ciudades más industrializadas, con la burguesía más moderna y más público
obrero que en Madrid, porque el cine estaba pensado, en principio, como
divertimento popular y de masas. Entre estos primeros cineastas, aparecen los
nombres de los catalanes Fructuoso Gelabert y Alberto Marro y del aragonés
Segundo de Chomón.
Por
otro lado, durante esta primera etapa de cine mudo en España, los argumentos
incluyen zarzuelas, sainetes, españoladas, dramas y comedias, porque este nuevo
invento había conseguido ya, durante la década de los años 20, despertar
curiosidad entre muchos intelectuales y también en las clases más acomodadas.
Será ya, coincidiendo con el triunfo de la República, cuando el cine mudo dio
paso al cine hablado, cuya primera proyección El cantor de Jazz se había
producido en Hollywood en 1927 (la película llegó a Madrid en versión muda en
1929 al carecer de los equipos de proyección sonoros). En enero de 1930 se
estrenan las dos primeras películas españolas sonoras Fútbol, amor y toros,
dirigida por Florián Rey y El misterio de la Puerta del Sol, dirigida
por Francisco Elías Riquelme.
Y la industria del cine
se irá consolidando, de forma que en 1932 surge en Valencia la Compañía
Industrial del Film Español (CIFESA) como distribuidora exclusiva de la
industria cinematográfica americana. Durante las décadas de 1936-1939 se asiste
a una edad de oro del cine hablado. Posteriormente, tras la implantación de la
dictadura se aplicarían normas de presión para regular la producción
cinematográfica. Por ejemplo, por cada cuatro películas extranjeras se exigía
la exhibición de una película española, que debía caracterizar la defensa de
los valores de la raza, de la patria, del caudillaje, de la familia y la
tradición religiosa y moral, evitando por lo tanto temas tan espinosos como la
guerra y la política. Títulos de los años 40 como Raza (con guion de
Franco bajo el seudónimo de “Jaime de Andrade”), ¡A mí la Legión!, Alma
de Dios, Marianela o Un alto en el camino, vienen a
corroborar lo dicho. Actores como Alfredo Mayo, Aurora Bautista o Ana Mariscal
se convierten en las estrellas de la época.
Los
años 50, época considerada como la década dorada de la comedia, es también la
etapa de esa “Contrarreforma” a la que aludimos en el título con figuras tan
relevantes para nuestro cine como Luis García Berlanga y Juan Antonio Barden,
tildados de raras avis por los estudiosos del cine. Ya dijo Baudelaire que la
comedia es una cosa muy seria. El estreno del drama Surcos (1951), de
José Antonio Nieves Conde, supuso la evidencia de este choque de mentalidades. Unos
años más tarde, Nieves Conde no ceja en el empeño, a pesar de ser censurado,
dirigiendo un drama social familiar con el problema de la vivienda como trama
central: El inquilino, con Fernán Gómez y María Rosa Salgado. Como se ha
escrito, las penurias de la clase media-baja serán la preocupación constante de
los directores de los años 50. Títulos como Esa pareja feliz, de Bardem
y Berlanga (1951) de nuevo con Fernán Gómez y Elvira Quintillá y El pisito,
de Marco Ferreri (1959) con López Vázquez y Mary Carrillo, son ejemplo de lo
dicho, y también guiños proto-feministas que denuncian el generalizado machismo
social con Calle Mayor (1956) de Bardem, extraordinaria película que
merece un artículo aparte, con una también extraordinaria protagonista: la
británica Betsy Blair.
A mediados de los años
50 (1955) se habían producido unas jornadas organizadas por el director de cine
Basilio Martín Patino (Conversaciones de Salamanca) a las cuales acudieron
críticos, directores, representantes del sector intelectual, organismos del
propio Estado. Estas jornadas, jornadas de reflexión y análisis sobre la
cuestión del sector, a todos los niveles, tras el paréntesis de la Guerra
Civil, tuvieron como resultado una etapa que se conoce como “cine metafórico”
en que los cineastas, que querían hacer un cine más realista, intentaban por
medio de metáforas (cine metafórico), burlar la tremenda censura de la época.
La fórmula se materializó en películas a las que se sumaría después el director
Carlos Saura.
La década del 60, con
el desarrollismo y la apertura al exterior representa un período importante del
desarrollo económico de España. La influencia de lo extranjero y la
modernización no son suficientes, en principio, para que el ojo avizor del
gobierno y su censura aflojaran y gracias a la creatividad del cine metafórico
de Berlanga y Bardem (contrarreforma), adjetivado también como simbolismo,
parabólico o de la alusión se pudieron sortear las restricciones que
continuaron hasta los años setenta, pero esta ya es otra historia que
finalizará en 1978 con la eliminación de la censura que tanto había contenido
la industria cinematográfica.
Rosa M. Ballesteros García
Vicepresidenta del
Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”