LA INTERPRETACIÓN DE LA POESÍA
Hace unos días me dio por releer algunos
versos de Antonio Machado y me dije: “Voy a leer el prólogo”. En dicho prólogo
el erudito exponía profundos pensamientos sobre lo que el autor quería
expresar; explicaba el significado de las palabras fuente, agua y tarde según
los distintos contextos y la trayectoria vital del autor. Se enredaba en
sesudas disquisiciones. Tengo que decir que no acabé el prólogo, pues me
sobrevino un dolor de cabeza, que me avisaba de que era mejor dejar la lectura.
Creo que ante un libro de poesía es mejor no
leer el prólogo y acudir virgen a la cita con el autor. Leer poesía no es
entender perfectamente lo que dice el autor, sino que nosotros ponemos nuestra
parte, con nuestra experiencia vital, a la hora de entender lo que leemos: adaptamos
lo escrito a nuestra vivencia, y entonces se convierte la lectura en un
encuentro entre autor y lector. No, la lectura no es escuchar una disertación
del autor, sino que es una sensación que se crea en el alma del que lee.
Los versos nos sirven si nos tocan por
dentro. Si no nos hacen sentir nada, no nos sirven: es inútil quebrarse la
cabeza con lo que quiso o no quiso decir el autor. Si no lo sentimos, el verso
se queda para el autor. Es similar a contemplar un cuadro. Leer poesía, en
definitiva, es pararse en el tiempo, desocuparse y dejarse llevar por lo leído
a la raíz de nuestros sentimientos.
Francisco
Marín Urrutia
EL ATENEO LIBRE
DE BENALMÁDENA
“benaltertulia.blogspot.com”