ASPECTOS NO RELIGIOSOSDE LA SEMANA SANTA
(Tertulia del 29 de marzo de 2017. Juan Vazquez Mateos, ing. de
telecomunicación.
Aforo 25 asistentes)
Aforo 25 asistentes)
La Semana Santa, tal y como la conocemos en la actualidad es la
evolución, durante varios siglos, de una amalgama de ritos y tradiciones.
En la baja Andalucía,
la Semana Santa surge como proceso de evangelización de un pueblo, que por
desconocimiento de la lengua oficial de la Iglesia, no entiende el mensaje
transmitido desde los Altares. Para poder transmitir los pasajes de la pasión y
muerte de Jesucristo, se realizan representaciones gráficas de las escenas de
la pasión, de modo que el mensaje llegue a al pueblo. Estas representaciones
fueron llevadas a cabo en gran parte por las Hermandades, pertenecientes en su
mayoría a gremios de artesanos, y cuyo fin primero era la realización de actos
piadosos (entierros, asistencia hospitalaria a colectivos desfavorecidos,
etc.).
Con el paso del
tiempo, debido a diversos avatares entre los que destacan las
desamortizaciones, la reconversión de gremios, el nacimiento de un sistema
público sanitario, etc., en las hermandades perdieron fuerza las componentes
asistenciales, centrándose en rendir culto público a Dios, Cristo y María, así
como a los Santos Patronos del gremio fundador.
Hoy día, la Semana
Santa forma parte del acerbo cultural del pueblo español, que en mayor o menor
medida, participa de esta efemérides, aunque no siempre bajo la óptica
religiosa.
La
Semana Santa como fuente de empleo
La celebración de la
Semana Santa lleva consigo un conjunto de preparativos previos, según la
concepción actual de la misma, que genera carga de trabajo para un numeroso
grupo de artesanos.
Así, como preparación
a la misma, se celebran en los diversos templos católicos los cultos a las imágenes
titulares, para lo cual se adquieren flores, cera, incienso… lo que genera un
incremento en la actividad comercial de estos gremios.
El concepto que sobre
todo en la baja Andalucía se tiene de Cristo y María, arraigados en la vida de
cada cofrade como si de un miembro más de la familia se tratase, así como la
inevitable injerencia de las pasiones humanas, no exentas de actitudes poco
acordes con la fe católica como la vanidad, promueven la adquisición de mantos,
palios, orfebrería, túnicas, etc., que generan un actividad comercial y por
consiguiente empleo, en los talleres de bordado, orfebrería religiosa,
carpinteros, tallistas, doradores, escultores, pintores, costureras, etc.
Del mismo modo, en
las procesiones de Semana Santa, el cortejo procesional suele ir acompañado de
bandas musicales, que agrupan en torno a si a un número de entre 30 y 140
miembros, que no sólo se limitan a acompañar a la cofradía, sino que también
introduce en la música a la mayoría de sus miembros, desde edades tempranas.
No todo el empleo
generado por la celebración de la Semana Santa está relacionado con el entorno
de las cofradías. Son muchos los establecimientos de restauración, hoteles,
confiterías, etc., de la ciudad los que ven incrementadas sus ventas en la semana
de celebración, gracias a la gran afluencia de público que asiste. En ciudades
como Sevilla, Málaga, o Jerez de la Frontera, la Semana Santa es usada como
reclamo turístico para atraer visitantes a la cuidad. Localidades costeras o de
interior, cuyos desfiles procesionales no tienen el atractivo suficiente para
los visitantes como para atraerlos por sí mismo, aprovechan los días de
vacaciones aprobados en el calendario laboral para ofertar sus atractivos de
sol, playa, relax, etc., y atraer a todas aquellas personas que no participan
de la celebración religiosa.
La Semana Santa como germen de nuevas
cofradías con fines asistenciales
Como se ha comentado
anteriormente, el fin de la cofradía en los tiempos actuales, es rendir culto a
Dios, Cristo y María. No obstante, como partes activas de la Iglesia Católica,
la asistencia al prójimo es una labor presente en su día a día.
Toda Hermandad tiene
entre sus tareas la asistencia al necesitado, y es una condición indispensable
en las reglas de aquellas corporaciones que aspiran a pertenecer a la nómina
actual de Hermandades, el realizar alguna obra de caridad. Así, las Hermandades
se ocupan de visitar a los enfermos en hospitales, residencias o en sus propios
domicilios; asisten en especie a los comedores de beneficencia (como es el caso
de las Hermandades de Jerez) , mantiene un economato (como el caso de las
Hermandades de la ‘Madrugá’ sevillana; sufragan los gastos de luz, agua, leche
y huevos de los pisos de acogida a mujeres víctimas de violencia de género
(como el caso de la Hermandad del Stmo. Cristo de de la Expiración de Jerez de
la Frontera), etc.
No todo es caridad,
también crean grupos de trabajo en barrios desfavorecidos en los que se
desarrollan actividades encaminadas a capacitar a los asistentes para su
inserción en el mercado laboral.
Las cofradías de Semana Santa como
conservadoras del patrimonio cultural
Gracias a la
actividad de las cofradías, participen o no en los desfiles procesionales de
Semana Santa, se han conservado tallas y enseres durante siglos, para su
contemplación y estudio por parte de la sociedad actual, y generaciones
venideras.
Los enseres y tallas
de la cofradía son, salvo contadas excepciones, propiedad de la Hermandad, y
por extensión, de sus hermanos, y por tanto son ellos a partir de las
aportaciones económicas que realizan, los que se encargan de su mantenimiento.
Así han podido llegar hasta nuestros días tallas como la de Jesús del Gran
Poder de Juan de Mesa, el Señor de Pasión de Martínez Montañez, la obra imaginera
de Francisco Salzillo en Murcia, etc.; obras de orfebrería de los siglos XVII,
XVIII; así como documentos que muestran las costumbres, oficios de los hermanos
a través de los siglos, y que permiten a los historiadores reconstruir parte de
la historia de la localidad donde radican.
Las cofradías de Semana Santa como punto de
encuentro juvenil
Las cofradías de
Semana Santa, en el cumplimiento de sus fines pueden existir sin poseer
enseres, tallas, pasos o tronos en los que procesionar en Semana Santa…, pero
no pueden existir sin hermanos. Fruto de ello es la necesidad que tienen de
incorporar miembros, así como de mantener a aquellos que ya pertenecen a la
misma.
Dada su integración
en la sociedad, las cofradías evolucionan con ésta, y comprenden que además del
carácter religioso de las mismas, existe un carácter social. Este es el motivo
por el cual muchas de las cofradías actuales, organizan actividades para sus
miembros al margen de los puramente religiosos como pueden ser: campamentos de
verano para los más jóvenes, campeonatos deportivos, excursiones, etc.
Estas actividades,
abiertas no sólo a los miembros de la corporación, sino al pueblo en general,
permiten ofrecer actividades a personas que de otro modo, no participarían de
las mismas.
La Semana Santa como momento de introspección
personal
La estación de
penitencia que realizan las distintas cofradías durante la Semana Santa, se
convierte en un momento de soledad para aquellos que participan de las
procesiones de forma activa bajo el antifaz de la túnica nazarena.
Si bien el fin de la
estación de penitencia para el penitente es realizar un ejercicio de diálogo
interior , en el que el penitente hace expiación de sus pecados, es inevitable
que se extienda el ámbito de esta acción hacia escenarios que poco tienen que
ver con su fe, y mucho con su día a día.
Como cualquier
momento en el que la persona permanece ensimismada en sus propios pensamientos,
la estación de penitencia se convierte en un momento en el que cada persona participante
en la misma, hace balance de lo bueno y malo que ha acontecido en el año
precedente; le vienen a la mente recuerdos de experiencias vividas, de personas
a las que conoció, etc.; convirtiéndose por tanto en uno de los escasos
momentos de los que dispone la gran mayoría de la sociedad, para parar el ritmo
habitual de vida, y reflexionar hacia dónde va.
La cofradía como cura de humildad
La uniformidad del
hábito nazareno, así como el anonimato que impone el antifaz, provoca en
determinadas personalidades una cura de humildad, al participar en un acto en
el que la singularidad personal se ve anulada. A esto hay que unir el hecho de
que el lugar ocupado en la cofradía no depende en medida alguna e méritos
sociales, sino de un ‘complejo algoritmo’ que sólo conoce el Diputado Mayor de
Gobierno (persona encargada de organizar la cofradía).
Este hecho adquiere
mayor relevancia en el entorno de los hombres de trono, costaleros o
cargadores, quienes son conscientes de que dependen para realizar su función,
del resto de compañeros.
Como parte integrante
del cortejo, nazarenos, costaleros, etc., forman parte de un grupo homogéneo,
ocupando un lugar bien sea en la fila, bien en el paso o trono, impuesto por
otra persona, quien no tiene la obligación de exponer las razones de porqué
ocupa ese lugar y no otro.
La Semana Santa como escaparte social
Las procesiones de
Semana Santa constituyen un evento social en el municipio que congrega a la
gran mayoría de sus residentes, y a aquellos que por diversos motivos residen
fuera durante el resto del año. Esto la convierte en un evento que favorece el
encuentro y reencuentro entre los asistentes y por tanto un momento idóneo para
ver, y dejarse ver.
La indumentaria, el
lugar elegido para ver los desfiles procesionales, etc., constituyen una seña
de identidad externa que refleja el ‘status’ social de la persona. Así,
disponer de un palco o silla en la Carrera Oficial de ciudades como Málaga,
Sevilla… constituye para algunos un signo de distinción. Afortunadamente no todos los que disponen de un lugar en
Carrera Oficial para ver el discurrir de las cofradías lo hacen por este
motivo, sino por otros tan diversos como la imposibilidad de andar caminando de
un sitio a otro de la ciudad, bien sea por alguna dolencia física, o bien sea
por la logística que debe desplazar en cada movimiento.
La indumentaria
también se ha convertido en un signo de distinción social en Semana Santa. Así
el cofrade clásico luce sus mejores galas, incluyendo traje de riguroso luto y
mantilla en Jueves y Viernes Santo, aunque no acuda a los Oficios Divinos,
pasando por tanto de ser signo de respeto a signo de ostentación.
Desgraciadamente para
la Semana Santa, ciertos cargos directivos de las cofradías confunden su
compromiso de servicio hacia la Iglesia, con un signo de ascenso en el
escalafón social, al imponerles sus responsabilidades el formar parte de
comisiones, asistir a reuniones, recibir a invitados, etc., en los que departen
con determinados representantes públicos, u opinan de forma vinculante sobre
ciertos aspectos que afectan a un colectivo.
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