El
Ateneo Científico y Literario de Madrid
Las
mujeres que quisieron «adelantar el reloj de España» (II)
Rosa M. Ballesteros García
rosaballesterosgarcia@gmail.com
En
nuestro anterior artículo hemos adelantado la historia y antecedentes de
algunas de las instituciones inspiradas por ilustrados y liberales,
antecedentes del Ateneo madrileño. También hicimos una reflexión de lo que
supuso esta clase de instituciones para la formación de las mujeres de cierta
clase social[1]
y de qué forma fueron proliferando las agrupaciones feministas, especialmente, a
partir del último tercio del siglo XIX, los años 20 y la época republicana
donde agrupaciones como el Consejo Supremo Feminista de España[2],
cuya primera presidenta fue la malagueña María Espinosa de los Monteros, la Unión
Republicana Femenina, fundada por la ateneísta Clara Campoamor, la Unión de
Mujeres Españolas (UME) o la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), entre
otras, tuvieron su otra cara de la moneda con las secciones femeninas falangistas
y otras ultraconservadoras como la Junta de Damas de la Unión Iberoamericana,
con Pilar Contreras, las «Margaritas» —mujeres carlistas de Navarra—[3], la
Asociación Femenina de Acción Nacional[4], vinculada
al partido de Acción Nacional, con publicaciones propias, como Ellas, donde se incluían artículos en
los que se criticaba el baile, el jazz, así como un consultorio sentimental y otras, como la
Asociación Femenina de Renovación Española o la Asociación Femenina
Tradicionalista.
El Ateneo madrileño y
sus socias. Las
mujeres que lucharon por dejar de ser «marimachos, cerebritos y pedantuelas»
El
Ateneo Científico y Literario madrileño que se había fundado en 1835, aprovechado
los aires de libertad tras la muerte del nefasto Fernando VII tuvo a bien,
varias décadas después, y a pesar del rechazo de algunos de los socios más
antiguos, en admitir excepcionalmente «de vez en cuando la lectura de alguna
mujer notable por sus trabajos en literatura». Tendrían que pasar varias
décadas para que la magna institución pusiera su tribuna a disposición de una
mujer, la escritora y dramaturga Rosario de Acuña (1850-1923). La noticia
sorprendió a la sociedad, si bien no era la primera vez que esta mujer había
dejado atónito al público madrileño con ocasión del estreno su obra Rienzi el tribuno en 1876[5].
Pero, ¿quién era esta valiente mujer? Rosario
de Acuña y Villlanueva fue una escritora, pensadora y periodista y una de las
más avanzadas vanguardistas y feministas. Librepensadora y republicana, entre
sus obras destacamos El padre Juan,
estrenada en 1891 con gran éxito de público y gran escándalo entre la reacción
por su contenido anticlerical y como ninguna compañía estable se atrevió a
ponerla en escena, Rosario tuvo que crear la propia. Su respuesta a un artículo
sobre su actuación en el Ateneo afirmaba: «¡Justicia es lo que necesitamos, no
galantería!». Firmó bajo el seudónimo de «Remigio Andrés Delafón». Tras
Rosario, otras mujeres de mérito, ya citadas en el artículo anterior, fueron la
pintora Alejandrina Gessler y la pianista María Luisa Guerra.
Al margen de estas pocas mujeres citadas,
es la famosa escritora gallega Emilia Pardo Bazán (1851-1921) quien tiene el
honor de haber sido la primera socia de número. A principios del siglo XX,
concretamente en febrero de 1905, más de cincuenta socios progresistas
presentaron a la Junta de Gobierno un escrito en el que se planteaba que las
mujeres pudieran ser admitidas en la Docta Casa. Era por entonces su presidente
el gaditano Segismundo Moret (1833-1913), quien fuera varias veces Ministro.
Tras ella, ingresaron como socias de número tres andaluzas: la periodista,
profesora y escritora almeriense Carmen de Burgos, la escritora y crítica
literaria sevillana Blanca de los Ríos y la pintora cordobesa Rafaela Sánchez
Aroca.
De la relación de socias extraordinarias
del Ateneo madrileño hemos seleccionado escritoras como Magda Donato, Emilia Pardo
Bazán, Blanca de los Ríos, Carlota O´Neill, Rosa Chacel, Acacia Uceta,
Encarnación Aragoneses, más conocida por el seudónimo «Elena Fortún» y autora
del personaje Antoñia la Fantástica;
políticas como Margarita Nelken, María de la O Lejárraga, Clara Campoamor,
Isabel Oyarzábal o Victoria Kent, que también ejercieron otras profesiones como
escritoras o abogadas; filósofas como María Zambrano, hija de un veterano
ateneísta; periodistas como Josefina Carabias; pintoras, como Rafaela Sánchez
Aroca o médicas, como Elisa Soriano.
Varias de ellas tuvieron que exiliarse
con la Guerra Civil (1936-1939) y algunas murieron sin poder regresar, como es
el caso de María de la O Lejárraga, Isabel Oyarzábal, Clara Campoamor, Victoria
Kent, Margarita Nelken o Carlota O´Neill. Tres de ellas regresaron después de
largos años de ausencia: Rosa Chacel, María Zambrano o Josefina Carabias (Algunas
fueron iniciadas en la Masonería). Entre las socias encontramos varias
aristócratas, como las Marquesa de Mont Roig, la Condesa de Gomar (Ángela
Villalobos), la Condesa de Requena (Gloria Collado), la Marquesa de Ayerbe
(María Vinyals), conocida como la «Marquesa Roja» por su activismo social y
especialmente la defensa de los derechos de las mujeres (militó en el PSOE) o
la ya citada Rosario de Acuña, emparentada con la nobleza.
Entre las socias que se afiliaron
durante los años de la República queremos destacar a la jovencísima Hildegart
Rodríguez Carballeira, nacida en 1914 fue una niña prodigio que ya leía con dos
años. A los dieciocho ya se había licenciado en Derecho, convirtiéndose en la
abogada más joven de España y estudiaba dos nuevas carreras: Filosofía y
Letras, y Medicina. Militó varios años en las Juventudes del PSOE y más tarde
en el Partido Republicano Democrático Federal. Como educadora sexual realizó
trabajos para la Liga Mundial para la Reforma Sexual. A los dieciocho años fue
asesinada por su propia madre (una especie de Dr. Frankenstein que había
querido crear un mito). Durante estos años se sumarían a la nómina del Ateneo
una pléyade de mujeres, mayoritariamente, jóvenes y universitarias. De los
nombres relacionados en la nómina del Ateneo encontramos a la hija de Carmen de
Burgos (Colombine), María Álvarez, actriz y aspirante a escritora; Carmen Ruiz
Moragas, hija de madre malagueña y padre manchego, actriz reconocida y más
conocida por haber sido amante de Alfonso XIII y madre de dos de sus hijos.
Había estado casada con el torero Rodolfo Gaona y fue compañera sentimental
hasta su muerte del escritor republicano Juan Chabás. Por último, citar a Pilar
Bahamonde, madre Francisco Franco, cuyo nombre aparece recogida en el libro de
Ángeles Ezama: Las musas suben a la
tribuna (2008).
Sobre la vida de alguna de estas mujeres
ateneístas se han publicado varios libros: ensayos, memorias o biografías. De
la malagueña Isabel Oyarzábal, por ejemplo, se han ocupado Antonina Rodrigo y
quien esto escribe. También en otros formatos, como la televisión, con series
como María querida, 2004 (sobre
Zambrano), Clara Campoamor La mujer
olvidada, emitida en 2011; Emilia
Pardo Bazán. La condesa rebelde, 2011; Concepción
Arenal, la visitadora de cárceles, 2012 o Las Sinsombrero, de 2015; o el capítulo dedicado a Colombine en
RTVE: Mujeres en la historia. Incluso a la gran pantalla Fernando Fernán Gómez
llevó la vida de Hildegart en el film titulado Mi hija Hildegart, estrenada en 1977, con Amparo Soler Leal (la
madre) y Carmen Roldán (Hildegart).
EL ATENEO LIBRE DE BENALMADENA
“benaltertulias.blogspot.com”
“ateneolibredebenalmadena.com”
[1]
En esta ocasión no hemos incluido los ateneos obreros o populares que surgen,
como contrapunto, para la formación de las clases obreras de la mano y de la
tradición del movimiento republicano en las últimas décadas del siglo XIX.
[2]
Que incluía a cinco grandes asociaciones como La Mujer del Porvenir, La
Progresiva Femenina de Barcelona, la Liga para el Progreso de la Mujer y la
Liga Concepción Arenal de Valencia y la ANME.
[3] Con
el lema «Dios, Patria y Rey», con asociadas como: Anita Soloaga, Agustina Simón,
Inés Egoscozabal, María Isabel Baleztena, son algunos de sus nombres.
[4]
Cuyo lema era: «Religión, Familia, Libertad, Propiedad, Trabajo, Justicia y
Orden».
[5]
Se trata de un drama, un alegato contra la tiranía.
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