LOS MITOS Y EL
CINE
A propósito de la vigencia de los mitos,
los estudios antropológicos suelen coincidir en que el mito se originaría allá
por el Neolítico, en aquellas sociedades de cazadores y recolectores que necesitaron
crearlos para “saberse y no olvidarse”, atribuyendo su origen a unos poderes
sagrados. Poderes que se ponen en mano de las Vestales, guardianas del fuego
eterno, que la antropología remonta a los tiempos en que al elemento sagrado
había que mantenerlo siempre encendido (probablemente, en sus inicios, por el
desconocimiento de como prenderlo). Estas jóvenes, las más bellas y vírgenes,
cuidaban de que no se extinguiera y eran castigadas severamente si ello
ocurría. Como se ha escrito, “la mitología es más antigua que el espíritu
científico”.
Y los mitos siguen
vigentes en la actualidad. En el caso que nos ocupa, a través del cine, como
proponemos en el título, esa “fábrica de sueños” (que decía el escritor judío
ucraniano Ilya Eremburg), una magnífica fuente para el estudio de la sociedad,
pero, sobre todo, es el instrumento más efectivo para llegar a millones de
espectadores, en un principio, a las masas proletarias (Jaurès lo definía como “teatro
del proletariado”). Es, además, un arma formidable: “a veces noble, a veces
insidiosa y traicionera, filtro envenenado”, leemos en una revista de la época,
rotundas palabras que ponen en evidencia su tremendo poder de control de las
masas. Ya lo dijo en su momento Lenin “De todas las artes, el cine para nosotros
es la más importante”. También el cineasta francés Jean Louis Godard dijo que “el
cine es un instrumento de pensamiento”, y el profesor Román Gubern va más allá
al plantear que algunas proyecciones “muestran el miedo a lo ajeno, a lo que
está lejos”. Como ejemplo de estas palabras su monumental Historia del Cine
comienza, como corresponde, por “El nacimiento del Cine”, siendo el primer
subtítulo: “El mito”.
Para Platón, los mitos
son una estrategia narrativa y una vía de acceso al conocimiento que el cine se
ha encargado de atrapar, como medio de comunicación de masas, porque el cine,
del poder del cine, de su seducción, tenemos infinidad de ejemplos, hasta el
punto de que ninguno de los líderes de todo el arco político, ninguno, ha
escatimado medios para utilizarlo como el medio de propaganda más eficaz. En la
España de posguerra, por ejemplo, la inversión que en los primeros años
cuarenta se hizo en el cine procedía más del apoyo del Estado que de las
productoras con licencias de importación; créditos y premios sindicales
tuvieron el banco más asequible para sus negocios. Paralelamente a este tipo de
disposiciones se reguló en 1942 la creación de Noticiarios y Documentales
Cinematográficos (NO-DO), para poner “el mundo al alcance de todos los españoles”,
como en su caso hiciera el Noticiario LUCE de la Italia fascista entre 1924 y
1945. En 1947 nacería el Instituto de Investigaciones y Experiencias
Cinematográficas (I.I.E.C.), en el que impartieron su docencia algunos de los
directores más representativos de la década como Luis G. Berlanga, Juan A.
Bardem o Carlos Saura, del que salieron las primeras promociones de jóvenes que
intentaron dar un giro a la creatividad cinematográfica en los años cincuenta.
Como apuntábamos, el
cine ha captado y atrapado para la gran pantalla, desde sus inicios en las
décadas finales del siglo XIX, relatos y arquetipos que tienen su origen en
nuestra memoria colectiva y que han llegado hasta nuestros días a través de las
sagas y de los relatos de la antigüedad clásica, especialmente de las culturas
griega y romana, aunque no exclusivamente pues, parafraseando al profesor
Campbell, la mitología es extensible a todas las civilizaciones, forma parte de
todas las culturas y llega a todas las clases sociales, desde el más prosaico
ciudadano hasta las cabezas coronadas. ¿Cómo no recordar que
el rey Luis II de Baviera “El rey loco” tenía en sus habitaciones una escultura
que representaba a la poeta Safo de Lesbos?
En resumen, las
relaciones familiares, la construcción de comunidades políticas, las
complicadas relaciones de género… Todas ellas, sin excepción, han mantenido su
vigencia, la vigencia de los mitos, de forma que estos siguen cumpliendo su
función en el seno de las sociedades contemporáneas, y también su influencia, aunque
muchas veces no seamos conscientes de ello, si bien la mitología subyace en la
estructura material, artística y social y entra a formar parte de las
relaciones sociales y del imaginario colectivo.
Rosa María
Ballesteros García
Vicepresidente del Ateneo
Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
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