domingo, 17 de agosto de 2025

Cinéfilos versus cinéfobos

                     EL CINE: CINÉFILOS VS CINÉFOBOS

 

 

Como ocurre con todo lo nuevo, este nuevo invento, el cine, elevado a la categoría de «Séptimo Arte» por el crítico italiano Ricciotto Canudo en su Manifiesto de las Siete Artes, en el que interpreta el cine como la suma final de la ciencia y el arte, y lo trata como la unión entre máquina y sentimiento. Este nuevo invento suscitó entre los críticos contemporáneos un apasionado debate de filias y fobias. Escribe Rafael Utrera que este nuevo hecho científico, desde un «simple objeto curioso, pasa a ser espectáculo de público ingenio y posteriormente fenómeno artístico». Los ‹‹cinéfobos››, como Miguel de Unamuno, ningunearon aquellas «fotografías en movimiento», desdeñándolo abiertamente, hasta tal punto de predecirle una corta vida. La reacción lo acusó de pervertir a la juventud y de producir efectos nocivos entre la infancia, como así lo expresaba en alguno de sus artículos la escritora Concha Espina (aunque sin embargo accedió a que varias de sus propias obras se llevaran al cine). Entre otras se llevaron al cine: Vidas rotas, Altar Mayor, La esfinge maragata o Dulce nombre.

La aparición del cine, en ello coinciden unánimemente los críticos, significó un choque estético y cultural sobre todo con el mundo del teatro, una lucha entre el viejo y el nuevo arte. Sin embargo, personajes como León Tolstói o Blasco Ibáñez fueron notables ‹‹cinéfilos››. Tolstói escribía: ‹‹Ya verán cómo este pequeño y ruidoso artefacto provisto de un manubrio revolucionará nuestra vida, la vida de los escritores››. Por su parte Blasco declaraba abiertamente: ‹‹Yo admiro el arte cinematográfico, llamado con razón el séptimo arte, por ser producto legítimo y noble de nuestra época››. De ambos se han llevado algunas de sus obras al cine, entre ellas destacamos: Guerra y Paz, Ana Karenina, Los Cosacos (Tolstoi); Entre Naranjos, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Sangre y arena (Blasco).

Los cinéfilos vanguardistas dedicarían poemas a este nuevo arte, entre otros Vicente Aleixandre en su poema «Cinemática»: «Venías cerrada, hermética, a ramalazos de viento crudo, por calles tajadas»; otros más, como J. Rivas Panedas y su «Poema cinemático»; Pedro Salinas y su «Cinematógrafo» o Pedro Garfias y Guillermo de Torre que coinciden con su poema «Fotogenia». Por su parte, Manuel Machado en su poema «Vagamente» afirma: «En el cinematógrafo de mi memoria tengo cintas medio borrosas... ¿Son escenas de verdad o de sueño?» y José María Morón dedica el suyo a la «Divina» Greta Garbo: «La va inventando en pérfido relieve, sola presencia iterativa y muda, el lento luto amanecido en nieve que su inviolada intimidad desnuda».

Finalmente, García Lorca (1898-1936) dedica su poema a un inolvidable cómico; «El paseo de Buster Keaton», actor al que la gracia popular rebautizó como «Cara de palo». Por su parte, Francisco Ayala dedica tres capítulos a Janet Gaynor, Josephine Baker y Greta Garbo, célebres divas de finales de la época muda y el maestro Azorín, a través de sus artículos publicados en la prensa madrileña o bonaerense, expresó su opinión sobre este nuevo arte. Ya septuagenario, Francisco Ayala escribirá dos libros que apoyan definitivamente su cinefilia: El cine y el momento (1953) y El efímero cine (1955).

No nos resistimos a un último ejemplo: Carmen de Burgos, más conocida por su nom de plume: «Colombine», además de ser maestra, escritora, periodista y activista feminista fue también una moderna cinéfila. A pesar de que no había nacido «con el cine», como presumía Alberti, sino unos años antes de su aparición, la «Colombine» se puso de su parte, desde los primeros momentos, escribiendo numerosos artículos de crítica cinematográfica en la prensa; novelas como La (sic) mejor film (1918), publicada en la colección La Novela Corta, y dando a la luz, a su vez, otras como Confesiones de artistas (en dos tomos) que se publicaron en Madrid hacia 1916. Tras la Guerra Civil y la victoria del régimen franquista, su nombre fue incluido en la lista de autores prohibidos y sus libros desaparecieron de las bibliotecas y las librerías. Por cierto, su hija María fue actriz de teatro y cine durante la época del cine mudo en películas como Mefisto y El protegido de Satán (1917) o Codicia (1918).

También en las filas de los adeptos militaron escritores como Gerardo Diego, Luis Buñuel, columnista de noticias de Hollywood en La Gaceta Literaria, y autor y guionista de un buen número de títulos, por citar algunos nombres. Otro ejemplo, de la escritora vallisoletana Rosa Chacel quien, en su novela Desde el amanecer escribe al respecto: «El cine, antes de inaugurarse ya era esperado por nosotros con ansiedad. Ya me habían explicado en qué consistía, cómo había surgido en Francia y se había extendido a otros países, y todo lo que se podía esperar de él cuando adquiriese mayor perfección››.

Ciertamente, sobre la utilidad del cine como catalizador de masas no se deja de escribir. Javier Cercas en un artículo, escribe que «la utilidad del cine y la literatura consiste en parte en que nos muestran la complejidad inabarcable de lo que somos y nos enseñan a manejarla». En palabras del escritor almeriense Federico Utrera ‹‹los posicionamientos de modernistas y noventayochistas se hicieron evidentes desde los comienzos››, ejemplo de ello es el ya citado Miguel de Unamuno, firme ‹‹cinéfobo››, que escribió sobre este arte en numerosos artículos de prensa, adjetivándolo de «hórrido, molesto, antiartístico, parlamentario, trágico, fatídico o revolucionario» y lo enjuicia como «teatro sin literatura sólo capaz de dar el movimiento de una figura por cuanto su objeto estético era representar las cosas que ocurrían sin palabras»

 

                                Rosa María Ballesteros García

                   Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena

                                  “benaltertulias.blogspot.com”


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