EL YO INTERIOR
(Tertulia del 7 de Junio
de 2017, Jesús Lobillo Ríos, Doctor en Medicina. Aforo:30 asistentes)
Hablar del yo interior es hablar
de la consciencia humana, es decir, considerar no solamente la capacidad de
conocer el mundo que nos rodea, también
la de percibir todos estos datos desde un centro coordinador al que atribuimos
nuestra capacidad mental.
Esta capacidad mental es por
tanto una propiedad de nuestro cerebro que ha evolucionado de tal forma que no
solo conoce los datos, sino que es capaz de hacer abstracción de los mismos, es
decir, separa los datos adquiridos de él mismo en un proceso por el que no
solo reacciona a los estímulos como los
demás animales, sino que además se posiciona frente a ellos y los considera
aparte de él mismo.
De este “darse cuenta” emerge la
consciencia que es la propiedad que le permite valorar las situaciones a las
que se enfrenta y relacionarlas con su
propia experiencia y con respecto a él mismo, o sea que es autoconsciente, y esta
autoconsciencia se alimenta de su experiencia cultural propia adquirida con el
lenguaje en los últimos 2000 años, superando las influencias numinosas, en cuyo
caso quiere decir que no sería biológica sino cultural.
La conciencia, pues, puede entenderse como una unidad de acceso a
la información que nos presenta los datos procesados de toda la información
recibida de forma unitaria pero este proceso puede ser descompuesto en sus
componentes que son mecanismos neuronales registrables como correlatos
neuronales de la conciencia (CNC), que son descargas sincronizadas de 40 hz. Y
con pausas de 0´5 a 1 mseg originadas en un conjunto de células
prosencefálicas, lo que asentaría, por el contrario, la idea del origen
biológico.
La conciencia resumiría y
concretaría la enorme cantidad de información que posee el sistema nervioso que
proviene de los estímulos externos (todo lo que le rodea), y de los internos
(la expresión de sus genes que aporta la experiencia ancestral) facilitando la
posibilidad de respuestas más elaboradas y evitando la necesidad de depender de
mecanismos reflejos y respuestas prefijadas.
Esta elevación de la capacidad de
síntesis y de simplificación de las respuestas ha llegado a unir en un yo
único, tanto la recepción de los estímulos como las respuestas posibles
haciendo que la evolución biológica haya hecho del hombre un ser más responsable que responsivo, al ser capaz de
evaluar las consecuencias de su respuesta.
El desarrollo de este yo interior único sería exclusivo y significativo
de cada ser humano.
El centro receptor y difusor de
todas estas sensaciones y reconocimientos, biológicos o culturales, es el cerebro,
un órgano que pesa un kilo y medio y posee unos 100.000 millones de neuronas
que reciben unas mil conexiones cada una de ellas. Estas neuronas están compuestas
de una zona receptora (las dendritas), una zona integradora de estos mensajes
(el soma neural), una zona transmisora (el axón) y una zona que codifica y
traslada la información procesada a la siguiente neurona (la terminal
sináptica). En esta terminal sináptica es donde se lleva a cabo el proceso más
importante.
La sinapsis (“broche” en griego),
es la zona en la que coinciden dos neuronas, una que comunica información
(presináptica) y otra que la recibe (postsináptica), separadas por una
hendidura sináptica, en la que se sitúan los neurotransmisores en el momento de
la transmisión del impulso nervioso, porque la comunicación interneuronal es fundamentalmente
química y no eléctrica (a excepción de algunos invertebrados que la llevan a
cabo mediante canales iónicos equilibrados eléctricamente).
La terminal presináptica presenta
una fina membrana que se engrosa en un punto determinado que se denomina zona
activa en la que se sitúan unas proteínas reconocedoras porque reconocen a
otras proteínas que aparecen almacenadas en unas vesículas situadas en las inmediaciones
de la zona activa. Estas vesículas poseen unas doscientas moléculas proteicas
que se dividen en transportadoras del impulso nervioso y mediadoras en el
tráfico del mismo.
La terminal postsináptica
presenta, igualmente, una protuberancia
denominada dendrítica y que se corresponde con la zona activa, y que se observa
más oscura en el microscopio electrónico porque en ella se encuentran las
proteínas receptoras, lo que quiere decir que la fusión de las proteínas se
realiza por lugares específicos.
Estos lugares específicos son
unos canales iónicos de calcio que se abren al efecto para conseguir la unión
proteínica neurotransmisora, apertura que se lleva a cabo merced a la diferente
concentración de calcio iónico entre el espacio intracelular (en donde es muy
baja) y la hendidura sináptica (muy alta), de forma que cuando llega un
potencial de acción (un impulso nervioso) la membrana se despolariza, pierde su
equilibrio eléctrico y se abren los canales iónicos de calcio permitiendo la
entrada de calcio al interior celular merced a la diferencia de gradiente entre
ambos y el vaciamiento de las vesículas.
A continuación otras proteínas
transportadoras reciclan rápidamente los elementos resultantes rellenando con
ellos las vesículas para su reutilización, ya que una vez cerradas éstas por
proteínas cremalleras quedan listas para ser utilizadas de nuevo con otro
impulso.
Todo este proceso de apertura
vesicular y comunicación se denomina exocitosis y precisa de un tiempo de 0`1 ms y parece que en cada acción se
utiliza la liberación de una sola
vesícula.
La mayoría de las drogas y de los
neurofármacos utilizados en clínica, actúan enlenteciendo (o acelerando) estas
funciones permitiendo una acción más prolongada.
Los neurotransmisores
involucrados en la transmisión de los impulsos nerviosos pueden ser
excitatorios o inhibitorios. Hasta mediados del siglo XX se creía que solo la
acetilcolina y la noradrenalina tenían estas propiedades, pero hoy se sabe que
hay muchas más y que el organismo utiliza como neurotransmisor excitador
sináptico el ácido glutámico y como inhibidor el ácido gammaaminobutírico.
Como hemos dicho cada impulso
provoca una exocitosis y consume una vesícula, pero observamos que vesículas
hay muchas lo que quiere decir que el sistema está preparado para atender a más
de un estímulo, cuyas sucesivas respuestas se ven condicionadas por las previas,
es decir, por la historia funcional de las sinapsis, o sea, que existe una
capacidad de modular o modificar el impulso nervioso.
Esta capacidad propia del cerebro,
que acabamos de mencionar, de modular y modificar la neurotransmisión habitual
en aquellos impulsos que se salen de lo normal en función de su intensidad, del
tipo de impulso, del tipo de sinapsis, o de otras circunstancias como las
concentraciones de calcio residuales, o de su “experiencia”, es lo que
denominamos plasticidad sináptica, neuronal o cerebral en definitiva, y es aquí
en donde parece residir nuestra capacidad de aprendizaje o de cultivo de la
memoria y cuyo mecanismo más demostrativo y estudiado, hasta ahora, es el
fenómeno LTP.
El fenómeno LTP (Potenciación de
Larga Duración) consiste en que la eficacia con la que una sinapsis transmite
una información tras una estimulación repetida (un tren de estímulos) deja paso
a una respuesta incrementada y que solo ocurre en la sinapsis activada pero que
a su vez puede provoca una cascada de
reacciones que involucran a nuevos receptores de membrana y a un aumento de la transcripción
y de la expresión genética que produce la creación de nuevas proteínas. La LTP
se complementa con la LTD (Depresión de Larga Duración) en la que los fenómenos
son inversos y cuya selección parece depender de los niveles de calcio.
Los trabajos llevados a cabo en
laboratorio con animales de experimentación demuestran que el equilibrio entre
LTP y LTD permite la adquisición de memoria ya que en el caso de la anulación
de la LTP farmacológicamente nos descubre a un animal desorientado incapaz de
aprender y recordar las pasos protocolarios experimentales, que en cambio se
activan y se aceleran con tratamiento excitatorio.
Junto a la adquisición de la
memoria está la adquisición del lenguaje con respecto al cual solo podemos
decir que es un proceso lento, modulable, en el que se piensa que unos genes
denominados FXPO2, en los que se está trabajando, están relacionados con su
aparición.
La memoria, como el lenguaje y
como la propia consciencia no son un todo o nada, constituyen un fenómeno
gradual que posee diversos niveles que coinciden con los estadios de conocimiento cognoscitivo
de los humanos modernos.
El primer grado corresponde al conocimiento
episódico, útil para aprender asociaciones estímulo-respuesta pero no permite
recuperar memoria que no esté asociada a las señales que observa, es decir, que
no permitía pensar.
El segundo grado desarrolló un
sistema mimético de representación que permitía redescubrir una experiencia
vivida lo que permitía al individuo comunicar sus intenciones y deseos a través
de un sistema gestual.
El tercer grado consistió en el
desarrollo de un lenguaje primitivo y por tanto de la capacidad de construir
relatos, mitos y modelos nominados de su entorno.
El cuarto grado es la mente
teórica que supone el desarrollo de la
capacidad de expresión mediante pinturas y figuras y por fin la llegada de la
escritura y el desarrollo de las capacidades de representación y de la lógica.
Todo este desarrollo de la
capacidad consciente coincide también con el aumento de la volumetría
craneal hasta llegar a alcanzar los
1.350 c.c. del homo sapiens, el único ser vivo que es consciente de que es
consciente, gracias a sus 100.000 millones de neuronas y la enorme y creciente
complejidad de sus conexiones interneuronales, lo que nos lleva a la
consideración de que su consciencia posee un nivel superior en comparación con
las consciencia primaria de los demás seres vivos, lo que quiere decir, a su
vez, que esta consciencia surge de un sustrato biológico que ha evolucionado
produciendo una actividad neuronal que es detectable y registrable, y que depende de un centro organizador al que
denominamos consciencia, mente, alma o yo interior, aunque a este ente
realmente no podamos aprehenderlo porque no está por el momento, al alcance de
nuestros métodos de investigación.
El funcionamiento del cerebro es
aún complejo. Vemos con nuestros ojos, es decir, a través de ellos captamos la
luz, pero no vemos realmente con ellos, porque esta luz se transforma en
impulsos nerviosos que son transmitidos a la corteza occipital donde nuestro
cerebro fragua la imagen de lo que vemos. Lo mismo ocurre con el olfato, el
oído y el tacto. Quiere ello decir que el cerebro fabrica en su interior lo que
ve, oye o aprecia por el tacto y si hay algo que no ve se lo inventa porque es
mejor una información falsa que ninguna información (caso de los dolores
fantasma).
De la misma forma nuestro cerebro
puede fabricar el yo interior, la mente, el alma, la consciencia o como
queramos denominarla de tal manera que es inaprensible para nosotros mismos.
Pero si pensamos que la consciencia surge evolutivamente de la intensidad,
variabilidad y complejidad de los impulsos y conexiones nerviosas debemos
considerar que nuestros ordenadores están ya casi al nivel de cerebro humano.
El constante aumento de la densidad de los paquetes de transistores en los
circuitos integrados que los componen auguran que en el año 2020 cualquier
ordenador típico de mesa tendrá la capacidad de un cerebro humano y costará
menos de 1000 euros con lo que estaremos en condiciones de conseguir que
cualquiera de ellos, al superar el test de Touring, reunirá las condiciones
necesarias para generar una consciencia.
No obstante, la transición de la
inconsciencia a la consciencia no es de ninguna forma el paso de un estado de inactividad
a otro de actividad neuronal, sino que lo que supone es un cambio de actividad
neuronal que no conocemos, porque lo que no comprendemos todavía es el
mecanismo por el que un ente inmaterial como lo es la consciencia (la mente, el
alma o el yo interior) puede interaccionar con otro material como es el
cerebro, es decir, no dominamos el salto cualitativo que supone pasar de la
actividad neuronal del cerebro a la experiencia subjetiva de la consciencia.
BIBLIOGRAFIA
“El yo neural”.-Jesús A.
Fernández Zamora. Universitat de Valencia (2015)
“Cómo se comunican las
neuronas”.-Juan Lerma. CSIC (Catarata) (2010)
“La consciencia es el mayor
enigma de la ciencia y la filosofía”.-Francisco J. Rubia (2010)
“El yo es una ilusión que vive en
una realidad virtual”.-Francisco J. Rubia (2013)
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