27-Septiembre-2017
Los Ateneos: un espacio
de sociabilidad y socialización
Rosa
Ballesteros García. Dra. en Historia. Aforo: 27 asistentes.
La diosa romana del
saber y el arte era conocida como Minerva, mientras que la deidad equivalente
entre los griegos recibía el nombre de Atenea, patrona de la ciudad griega de
Atenas, y a la quien los atenienses construyeron un templo para rendir tributo
a su diosa, que llamaron Ateneo. Vemos, pues, que si en su origen el ateneo fue
un lugar donde se rendía culto a la divinidad, a través del tiempo, del
transcurrir de los siglos, este inicial uso iba a devenir en otro menos
“espiritual”, pero más ameno y compartible. De modo que no podemos hablar de
“degeneración” del espacio, en el sentido más neutro del término, sino de “reacomodación” para su utilización lúdica y
cultural por los contertulios o ciudadanos del pueblo o la ciudad donde está
ubicado.
Pero, ¿por qué hemos asociado al
término ateneo a los espacios de sociabilidad? Y, ¿por qué a socialización?
Vamos a tratar de resumir en unas pocas líneas estos dos términos antes de
seguir con nuestra charla. En opinión del profesor Juan Luis Guereña[1],
en el siglo XIX los términos de “sociabilidad” y “sociable” se habían
convertido en los más empleados para referirse a las relaciones humanas.
Abundando en esta línea, la profesora de la Universidad Complutense Aurora
Rivière concluye que la sociabilidad estaría atada a una relación innata, algo
muy espontáneo, mientras que socialización
se presenta como la forma en que los individuos se relacionan en busca de
sus intereses, concluyendo que la sociabilidad es "la forma lúdica de la
socialización" (algo así como lo que explicó Conchi en su momento matizando
la diferencia entre educación y adoctrinamiento). Yo resumo y doy un giro al
asunto, argumentando que si el ateneo fue en principio un espacio de
socialización, por cuanto su uso era “interesado”, este ha evolucionado en
nuestro caso para convertirse en un espacio de una sociabilidad lúdica que se
interesa por la cultura.
2. Espacios de sociabilidad
El ateneo, como otros
espacios de sociabilidad, ya sean ilustrados (heredero de las tertulias
ilustradas de los salones franceses del XVIII)[2],
políticos u obreros, tienen su origen en la necesidad que tiene el hombre de
relacionarse con sus semejantes. La filosofía que rige en estas categorías es
bien distinta, así como los contenidos de las charlas y de las discusiones que
los socios realizan en sus encuentros. En este sentido, ya sean salones cultos,
como centros obreros, estos espacios tienen bastantes más cosas en común de lo
que en general se piensa.
Tras la
caída del Antiguo Régimen emergen los ateneos, liceos y casinos (estos últimos,
fundamentales en la sociedad española del XIX y principios del XX).Como plantea
la investigadora María Zozaya[3]
sobre este último espacio: “fue una pieza necesaria para la implantación del
sistema liberal. Primero, porque facilitaba una amalgama de clases sociales, al
impulsar la mezcolanza cotidiana entre la aristocracia y la burguesía. Segundo,
porque fomentaba la esfera pública política propia del Liberalismo, incluida la
trama de movimientos políticos a su favor o en su contra y Tercero, el Casino
facilitó la adaptación al Liberalismo porque permitía generar múltiples redes
sociales continuando un sistema que fue imprescindible en el Antiguo Régimen. Más
adelante pasaremos a delimitar unos espacios de otros, pero antes vamos a
analizar una cuestión fundamental que son los distintos tipos de espacios de
reunión entre personas.
2.1. “El marco mínimo”:
familia, parroquia, gremios, grupos de edad…
Las asociaciones
representaron vital importancia en los procesos de sociabilidad y a medida que
las relaciones interpersonales crecieron y se diversificaron la participación
en alza de grupos fue evidente; así, la familia, la parroquia, la profesión o
el grupo por edad se erigieron como una especie de marco mínimo, que se unieron
o agregaron a un partido político, un club, a una sociedad de beneficencia o
cualquier otra forma de asociación. En la mayoría de los diccionarios
contemporáneos (finales del siglo XX e inicios del XXI), el concepto de
sociabilidad es definido, al igual, que en la Real Academia de la Lengua
Española, como "cualidad de sociable", y en otros diccionarios como
"calidad de sociable", "es decir, la inclinación de las personas
a relacionarse con otras, en buena armonía y costumbres.” La sociabilidad es,
en palabras del ya citado profesor Guereña: "la aptitud de los hombres
para relacionarse en colectivos más o menos estables, más o menos numerosos, y
a las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva que se estructuran
con este objetivo."
Desde la antigua Grecia, con
Aristóteles, una posible noción de sociabilidad era considerada indivisible y
esencial al hombre; se trataba de la clásica concepción de que el hombre era un
animal político, que realizaba sus acciones para un beneficio común. La
sociología moderna ha retomado el citado planteamiento, haciendo énfasis en la
capacidad innata e inexorable del hombre de establecer vida social; lo que
Ortega y Gasset ha llamado "el ser en sociedad" y, quien posee una
cualidad propia o natural de ser sociable, de asociarse con otros hombres cuyos
fines coinciden. Así, entre 1726 y 1994, el concepto de sociabilidad en los
diccionarios hará referencia a lo ya señalado. La aplicación del término
sociabilidad a ciertos grupos humanos relativamente definidos se remonta al
siglo XVIII, en lo que respecta a los diccionarios. El uso de esta palabra
antes del siglo XVIII no parece conocerse, en opinión del historiador francés
Maurice Agulhon.
En el mundo académico la
sociabilidad es un concepto que tiene sus orígenes en los estudios sociológicos,
entre los que se destacan los realizados por autores como Georg Simmel
(1858-1918), Max Weber (1864-1920) y Georges Gurvitch (1894-1965); este último
fue uno de los sociólogos del siglo XX más recurrentes en emplear el citado
término. Simmel introdujo el
término en 1910 durante la ceremonia de apertura en el coloquio organizado por
la Sociedad Alemana de Sociología en Frankfurt, en el cual desarrolló la
conferencia inaugural titulada "Sociología de la sociabilidad", que
posteriormente, en 1917, se publicó bajo el nombre de "La sociabilidad,
ejemplo de Sociología pura o formal" en la revista Sociología e Epistemología. En dicha obra Simmel empleó el término
sociabilidad que expresaba: "sentirse agradablemente con otras personas".
El concepto de Simmel se puede entender como una dinámica esencial de la
realidad social, es decir, algo puro que no se delimita o relaciona a intereses
materiales, sino al encuentro de individuos que se relacionan sin propósitos
materiales pero mediados por un bien común. Creo que en esto estamos muy de
acuerdo los asistentes a nuestro Ateneo Libre de Benalmádena. Sin embargo,
estas relaciones sociales y sus buenas ideas no serían factibles sin las
estructuras sociales, sin marcos de referencias como las asociaciones, la
familia, los cafés, etc.
Los primeros
estudios sociológicos franceses que se alejaron de la concepción positivista de
sociabilidad aparecen en la década de 1960. La primera en incursionar en dicha
problemática fue Catherine Paradise con
una investigación titulada Ocio y
sociabilidad: estudio de algunas variables estadísticas, publicada en 1980.
En dicho estudio, Paradise definía la sociabilidad como: "el conjunto de
las actividades cuyo ejercicio supone la libre elección de los
participantes". Establece así una definición más cultural que económica,
donde el ocio prima sobre los intereses materiales.
2.2. La tertulia
Entre los espacios de sociabilidad destacamos la tertulia (que
algunos quieren hacer derivar del fogoso y polemizador teólogo cristianorromano
Tertuliano) que tendría sus orígenes en las llamadas academias literarias del
Siglo de Oro, como la valenciana Academia de los Nocturnos o la de Sevilla,
dirigida por el Duque de Tarifa, que se reunía en la Casa de Pilatos. Una
tertulia de buen nivel suele ser un instrumento educativo de primer orden y lo
primero que se aprende en ellas es tolerancia y sentido crítico. Por otra
parte, una tertulia permite a los interesados por un tema amistar y estrechar
relaciones con los de su gremio y enriquecer su cultura, y a los neófitos
aprender de los más experimentados y conocer informalmente a las personas de su
esfera. La construcción de nuevos espacios de socialización como los casinos,
ateneos y liceos, sobre todo a partir de la
Revolución de 1868, posibilitó asimismo la creación de tertulias fijas en
las provincias; en otras ocasiones las tertulias se celebraban en reboticas o
lugares parecidos. Como antecedente de las tertulias tenemos los salones. Desde
Francia la moda de los salones se extendió a otros países que les aportaron
ciertas peculiaridades. En España fueron, en general, lugares de esparcimiento
y recreo, más que antesalas del progreso y carecieron de connotaciones
políticas y científicas, pues las aristócratas españolas, a pesar de su formación
ilustrada, no desarrollaron el deseo de transformación política. Su reformismo
no pasó del meramente cultural e incluso, a veces, sin una coherencia seria y
sí con los caracteres de una diversión superficial.
2.3. Las parroquias
Del latín parochĭa,
y este del griego παροικία paroikía,
(habitar cerca) es una división territorial de las iglesias cristianas. En
particular, la parroquia se encuentra en la Iglesia católica, la Iglesia
ortodoxa, la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia de Escocia, la Iglesia de
Suecia, la Iglesia metodista unida y las Iglesias presbiterianas. El término
parroquia también designa a la iglesia parroquial y a su comunidad de fieles.
La función del párroco llegó a ser muy importante, actuando como consejero para
las familias, de mediador en los conflictos, e incluso ejerciendo funciones de
juez de paz o veedor. En su sentido laico la parroquia se configura como la
unidad administrativa básica para regular la participación vecinal: Los vecinos
utilizan el atrio de la iglesia parroquial para reunirse, ordinariamente
después de la misa del domingo, y decidir sobre sus intereses colectivos. Estas
reuniones son el origen remoto del concejo abierto, aún en uso en muchas de las
parroquias rurales de Asturias.
2.4. Los gremios
Eran asociaciones
religiosas de origen europeo, implantados también en las colonias, que
agrupaban a los artesanos de un mismo oficio, y que surgieron en las ciudades
medievales hasta finales de la Edad Moderna cuando fueron abolidos. Tuvieron
como objetivo conseguir un equilibrio entre la demanda de obras y el número de
talleres activos, garantizando el trabajo a sus asociados, su bienestar
económico y los sistemas de aprendizaje. Los gremios son considerados como un
precedente de los colegios profesionales, las asociaciones patronales y los
sindicatos modernos. Otros espacios de sociabilidad popular son los círculos de
recreo, los orfeones, las sociedades de socorros mutuos o las agrupaciones de
trabajadores.
Para España
destacamos las Cofradías de teatro en Madrid, agrupaciones de cómicos, actores y
autores del mundo del teatro desarrolladas entre los siglos XVI-XVII hasta el
XIX. Mezcla o simbiosis de sociedad religiosa con fines filantrópicos o
caritativos organizada por los hospitales de la Villa renacentista y luego
gremio de autores y representantes, las cofradías teatrales más importantes
fueron la Cofradía de la Pasión y la Cofradía de la Soledad. A partir de 1631
se sintetizaron en la Cofradía de comediantes de la Virgen de la Novena, a la
que pertenecieron los autores, empresarios, actores y actrices más notables del
Siglo de Oro Español. Algunos autores llaman la atención sobre la tendencia
endogámica del gremio de autores y representantes, entre otros: Tomás Fernández
de Cabredo, Manuel Álvarez Vallejo, Avendaño (el mozo), Andrés de la Vega y
Lorenzo Hurtado de la Cámara o Francisca, Bazán. Un total de 76 mujeres, sobre
todo a partir de la segunda mitad del siglo XVII consta que tuvieron a su cargo
en algún momento la dirección de una compañía.
2.5. Los Casinos de artesanos
No podemos olvidarnos tampoco del papel social desempeñado
por estos centros, que constituyen una forma de sociabilidad, distinta y
novedosa, respecto del casino burgués, al estar abiertos a otras clases
sociales, además de recoger la preocupación por completar la formación cultural
y sobre todo la profesional de socios, y de dignificación de su trabajo artesano
y base, con la constitución de un sistema de ayuda mutua entre asociados, de
las futuras asociaciones de ayuda mutua, necesarias tras la supresión y
desaparición de los antiguos gremios y cofradías que habían desempeñado esta
función. Aunque su aparición obedece a necesidades de fomentar y reforzar las
relaciones de la clase artesana y del pequeño comercio, no a motivos políticos
encubiertos, en algunos casos sirvieron de plataforma de difusión a las ideas
demócratas y republicanas, lo que los llevaría a su cierre y desaparición. En
un artículo de la historiadora Geraldine Scanlon, se informa sobre la fundación
de La Sociedad para Propagar y
Mejorar la Educación del Pueblo (SPEP), fundada en Madrid en 1838, una
organización excepcional cuya historia ilustra claramente el carácter de las
aspiraciones de reforma social de los liberales durante la década que siguió a
la muerte de Fernando VII.
2.6. Casinos y Cafés
Además del casino, los cafés también han sido objeto de
estudio en España, ya que estos cumplieron una función importante en la
dinámica de las formas de sociabilidad. El estudio de Manuel Morales Muñoz
(2001) se inscribe en este orden, observando cómo el café se convirtió en un espacio
empleado para la reunión de muchas asociaciones e igualmente un encuentro para las discusiones políticas, acompañado de
varios medios de opinión pública y de difusión, como la prensa y el teatro, lo
que le permitió a los integrantes de cada asociación crear un habitus cultural, expresado en un
comportamiento exteriorizado en la interacción e interrelación social.
3. El ateneo como atalaya avanzada
3.1. Los ateneos liberales como germen de las asociaciones obreras
El ateneo liberal es
la primera y la más conocida institución de las múltiples cobijadas bajo dicho
nombre en la cultura española contemporánea. Su aparición enlaza directamente
con el nacimiento coetáneo en toda Europa de toda una serie de instituciones
(salones, clubs políticos, sociedades patrióticas, círculos masónicos, cafés
literarios, centros artísticos) cuya acción constituye una característica
sociológica fundamental de la difusión del liberalismo romántico en su sentido
más amplio.
Desde
la creación del pionero Ateneo de Madrid en 1835 una extensa red provincial de
entidades del mismo género aglutinará a lo largo de un siglo lo más granado de
la élite política y cultural de su
respectivo ámbito, intentando abarcar, en un ambicioso proyecto de libre
pensamiento, el ejercicio de la enseñanza académica, el cultivo y la discusión
de los resultados de la ciencia y la difusión de las primicias de la creación
literaria y artística. En este sentido, si bien relacionado con los ilustrados
del siglo XVIII, merece citar las Sociedades Económicas de Amigos del País,
surgidas en la segunda mitad del siglo XVIII en España —aunque también
existieron en otros países europeos, como Irlanda o Suiza— cuya finalidad era
difundir las nuevas ideas y conocimientos científicos y técnicos de la
Ilustración. Nacieron en el reinado de Carlos III, quien las puso bajo la
protección real para que fueran un instrumento del reformismo borbónico. La
primera Sociedad Económica de Amigos del País fue una iniciativa de los nobles
ilustrados guipuzcoanos conocidos como los "Caballeritos de Azcoitia"
-encabezados por Javier María de Munibe, conde de Peñaflorida- que en 1748
formaron una tertulia llamada "Junta Académica", cuyas actividades
"incluía las matemáticas, la física, la historia, la literatura, la
geografía, sesiones de teatro y conciertos de música". Más de sesenta
Sociedades de Amigos del País se constituyeron por toda España entre 1775 y el
final del reinado de Carlos III, en 1788. La Sociedad Económica de Amigos del
País de Málaga, se fundó en 1789.
Recuperado en los albores del siglo
XIX desde la remota historia cultural helenística y latina, su aparición enlaza
directamente con el nacimiento coetáneo en toda Europa de toda una serie de
instituciones (salones, clubs políticos, sociedades patrióticas, círculos
masónicos, cafés literarios, centros artísticos) cuya acción constituye una
característica sociológica fundamental de la difusión del liberalismo romántico
en su sentido más amplio. En España, en todas esas tareas sobresalen con
especial relevancia los ateneos, en particular los acogidos a esa significación
liberal, aunque al prestigio de esa denominación genérica terminen también por
acogerse más adelante otros grupos sociales o profesionales (ateneos
mercantiles, médicos, normalistas, militares, escolares, femeninos, libres,
ultramarinos...), entre ellos el obrerismo organizado, que rotulará con él
algunos de sus centros de reunión y sus propias inquietudes culturales (ateneos
populares, sindicalistas, socialistas y libertarios).
Su despegue está asociado al trienio liberal o trienio
constitucional, periodo de la historia
contemporánea de España que transcurre entre 1820 y 1823, que constituye el
periodo español de revoluciones de 1820, y que es intermedio de los tres
periodos en que se divide el reinado de Fernando VII: posterior al sexenio
absolutista (1814-1820) y anterior a la década ominosa (1823-1833).
El auge de
los ateneos como centros culturales tuvo lugar en el siglo XIX. En países como
España, las clases altas formaban sus ateneos con la intención de mantener el
statu quo, mientras que las clases bajas desarrollaban ateneos con otras
orientaciones ideológicas con el objetivo de fomentar la revolución. El nombre
genérico de «ateneo» encarna una de las experiencias culturales más duraderas,
prestigiosas y sugerentes de la historia contemporánea de España. Son en su
conjunto, instituciones estrechamente vinculadas con la aparición del espacio
público liberal y burgués. En cuanto instituciones liberales sobrellevaron
difícilmente el largo periplo de la dictadura franquista hasta alcanzar en
algún caso el tiempo presente, bien es cierto que sin el preponderante papel
cultural que en su momento llegaron a gozar.
3.2. El Ateneo de Madrid
Afirma César Navarro,
su presidente: “Yo creo que el
Ateneo fue el mayor reto cultural que tuvo
la historia de España seguramente. Se pasó de la bohemia de Madrid, de
ese Madrid luminoso y hambriento del que habla Valle Inclán en Luces de Bohemia, a una cierta etapa
académica y de estudio y que vino de la mano de la Institución Libre de
Enseñanza, sobre todo. El ateneo es producto, primero, del exilio fernandino.
Fueron los exiliados fernandinos los que, acogiéndose al Ateneo de Londres,
vieron que la bohemia no bastaba para cubrir, representar, a la cultura
española, por muy castiza que ésta fuera, y que había que darle un toque de
modernidad y de saberes. Entonces es cuando, a su regreso aquí a España, crean
el Ateneo Literario, Científico y Artístico que luego fue cerrado por los cien
mil hijos de San Luis. Siempre lo ha cerrado la reacción y siempre lo ha
abierto el liberalismo. Ahora, en estos momentos, pues lo ahoga un poco, pues
una derecha que no ha superado el partidismo y cree que el Ateneo pues no es un
hogar de su partido político, de sus intereses políticos; lo cual es un error,
porque los caminos de la cultura son distintos y superiores a la política
partidaria; son la Política con mayúscula y no con minúscula. Entonces, está en
la línea de la escuela de traductores de Toledo, en la línea de la gran
cultura, de los saberes. Y es un producto también de la Institución Libre de
Enseñanza -como te decía-, del krausismo, que tuvo aquí su sede también y que
se encuentran aquí sus libros.
Su creación fue en 1820, al inicio
de la coyuntura política del Trienio Constitucional. En principio Ateneo Español de Madrid, antecedente directo del actual
Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Fundado por «hombres de
espíritu liberal, dispuestos a trabajar por la ciencia y el progreso», con la
intención de difundir «la instrucción pública», condición indispensable de la «verdadera
libertad» y de la «consolidación y progresos del sistema constitucional» y de
la «fiel observancia de las nuevas instituciones», con el objetivo final de
cooperar de este modo a «la prosperidad de la nación», aquel primer Ateneo
responde arquetípicamente a la efervescencia Política de la etapa heroica del
liberalismo español. Y otro tanto se podría decir del espíritu que informa la
creación en 1835. Desde su origen,
el Ateneo ha sido considerado indistintamente como Academia Científica, Instituto
de enseñanza y Círculo literario integrando, pues, los componentes todos de una
acción cultural ilustrada y enciclopédica, que era la fórmula conceptual de la
cultura de su etapa originaria. Sus actividades se realizaban en las Secciones
de Ciencias Morales y Políticas, Ciencias Naturales, Ciencias Matemáticas y
Literatura y Bellas Artes todas ellas asociadas con el espíritu moderado que
daba el tono político a los años treinta del siglo XIX, el del romanticismo templado
y conservador de los viejos doceañistas. Fue hijuela de otra típica institución
dieciochesca, la Sociedad Económica Matritense.
Entre sus
presidentes cabe citar a Laureano Figuerola (ministro de hacienda en el
sexenio); Segismundo Moret (ministro Amadeo y A XII); Gumersindo de Azcárate
(krausista), Antonio Alcalá Galiano (ministro), Ramón María del Valle-Inclán,
Antonio Cánovas del Castillo, Miguel de Unamuno, Fernando de los Ríos, Gregorio
Marañón y Manuel Azaña. Por el Ateneo han pasado seis Presidentes de Gobierno,
todos nuestros Premios Nobel, los gestores políticos de la Segunda República y
prácticamente lo más renombrado de la generación del 98, de la del 14 y de la
del 27. En abril de 1939 el Ateneo fue intervenido por el nuevo régimen y se
volvió a interrumpir el proceso democrático. Hasta 1946 se convirtió en «Aula
de Cultura» de la Delegación Provincial de Educación Nacional de FET y de las
JONS, cuyo máximo responsable era el delegado provincial de Educación. Por una
orden de 23 de marzo de 1946 el Ateneo de Madrid recobró su nombre tradicional
y pasó a depender de la Dirección General de Propaganda, adscrita al Ministerio
de Educación. Y aunque las dictaduras de Primo de Rivera y del general Franco,
durante gran parte del siglo XX, afectaron muy seriamente su actividad, hoy
sigue siendo un eje de referencia cultural. Con la llegada de la democracia, el
Ateneo recuperó su condición de asociación privada y reanudó el proceso
democrático interrumpido, celebrando sus primeras elecciones el 27 de enero de
1982. Se sucedieron en la presidencia Fernando Chueca, César Navarro, José
Prat, Paulino García Partida, José Luis Abellán, Carlos París, César Navarro y
Enrique Tierno Pérez-Relaño. El actual presidente de la institución es César
Navarro (masón, forense psiquiatra). La única mujer presidiendo ha sido Carmen
Llorca (1974-76).
3.3. El Ateneo Barcelonés
Es una asociación
civil fundada en Barcelona en 1860
con el nombre de Ateneo Catalán, con Joan Agell como presidente y Manuel Milà i
Fontanals como bibliotecario. El Ateneo Barcelonés (en catalán: Ateneu
Barcelonès) es una asociación civil fundada en Barcelona en 1860 con el nombre
de Ateneo Catalán, con Joan Agell como presidente y Manuel Milà i Fontanals
como bibliotecario. Desde 2014 el presidente es el historiador Jordi Casassas. En
1872 se fusionó con el Casino Mercantil Barcelonés. Desde el principio se ganó
un gran prestigio como centro promotor de la cultura: celebraba conferencias y
exposiciones; organizaba cursos; dotó premios (para los Juegos Florales y para
otras competiciones); editó un Boletín; acogió grupos artísticos o literarios;
formó una rica biblioteca (5.900 títulos en 1877, 13.500 en 1887, 19.000 en
1892, 50.000 en 1921, 175.000 en 1969 y unos 400.000 en 1985, con importantes
colecciones de revistas y presa diaria), que durante muchos años fue la más
activa de Barcelona, que fue creciendo con donaciones como las de Frederic
Rahola, Joaquim Casas i Carbó entre otros, así como con la adquisición de la
colección de Miquel Victorià Amer.
Tiene su sede
en el Palacio Savassona, una casa señorial construida en 1796 y adquirida por
la entidad en 1906. La espectacular biblioteca está decorada con pinturas
murales de temática mitológica, originales de Francesc Pla, y es uno de los
pocos legados del arte catalán durante la Ilustración. El edificio fue
reformado a partir de 1907 por el arquitecto Francesc Font Gumà y el entonces
estudiante Josep María Jujol, el más significado discípulo de Gaudí. Durante la
Guerra Civil la biblioteca quedó bajo el control de la Dirección del Servicio
de Bibliotecas Populares y se convirtió en biblioteca pública. En 1939 el
Ateneo retomó sus actividades con la intervención de la autoridad gubernativa
en la designación de las distintas juntas directivas; desde entonces fue presidido,
sucesivamente, por: Luis Santamarina, Pere Gual i Villalbí e Ignasi Agustí. El
presidente Andreu Brugués inició el período de democratización del Ateneo, y
durante su gestión se aprobaron unos nuevos estatutos y se acordó la elección
de los presidentes por votación de los socios y no por compromisarios, como se
venía haciendo desde 1860. La sede fue remodelada y declarada Bien Cultural de
Interés Nacional por el Real Decreto 476/1981 y se halla incluido en el
Catálogo de Patrimonio del Ayuntamiento de Barcelona en categoría A.
3.4. El Ateneo de Málaga
Es una asociación
artístico-literaria fundada en 1966 en la ciudad de Málaga, España. Pertenece a
la Federación de Ateneos de Andalucía. La primera Comisión la formaron: Alberto
Peláez Domínguez, José Luque Navajas, Antonio Chaneta, Juan Manuel Pérez
Estrada, Juan del Pino Artacho, Juan Sánchez Lafuente y Ramón Ramos Martín,
asistiendo a la misma reunión: Rafael Pérez Estrada, Eugenio Chicano, José Ignacio
Fernández Berjillos, José García Castillo, Enrique Van Dulken, José Mercado
Ureña, José Fernández Oyarzabal, Gumersindo Ruiz, José Ortiz Díaz. Entre otros
socios: Socios: Juan A. Lacomba, José Jiménez Villarejo (P), Ángeles
Rubio-Arguelles, Fernando Álamos de los Ríos (2 presidente), Baltasar Peña
Hinojosa, Ángel Caffarena.
En los archivos hay un periodo en
blanco, que va de mayo a diciembre de 1967. Siete largos meses sin respuesta
alguna. Ese silencio podrá interpretarse como se quiera, pero tiene una clara
significación. Se supone que hubo reuniones suficientes para mantener ardiendo
la llama de la ilusión. Pero serían clandestinas y con la policía gubernativa
siempre vigilante y al acecho.
Entre los premiados por el Ateneo
está El Seminario de Estudios Interdisciplinarios de la Mujer de la UMA, que
recibió en 1995 la Medalla de Oro del Ateneo de Málaga. En 2004 hizo su
aparición en la capital el Ateneo
Libertario de Málaga.
4. Ateneos populares
4.1.
Contrapunto a la realidad educativa
El ateneo popular o
ateneo obrero es el nombre que recibe un tipo de ateneo que surge de la
tradición del movimiento obrero de España y que se dio también en otros países
de habla hispana. Originalmente conformados como asociaciones culturales su
proliferación, especialmente entre la década de los 80 del siglo XIX y la
Segunda República Española, se vio favorecida en buena parte por la carencia de
infraestructuras educativas oficiales para la clase trabajadora; en muchos casos
tenían locales propios o utilizaban las infraestructuras de los sindicatos o de
asociaciones comunales. Algunos ateneos populares estuvieron políticamente
alineados al pensamiento republicano e izquierdista y de varias organizaciones
militantes de España, y eran el punto de encuentro para la difusión de sus
ideas.
Entre las actividades de los ateneos
populares podían encontrarse boletines informativos, edición de libros y
panfletos, excursiones al campo, conferencias y charlas, teatro, recitales
poéticos, debates, clases de esperanto, o bibliotecas de libre acceso;
generalmente estas actividades eran autofinanciadas por los usuarios. Algunos
de estos ateneos, debido en cierto modo a la influencia anarcosindicalista,
mantenían escuelas racionalistas en las que se escolarizaban los hijos de los
trabajadores en un ambiente laico y progresista.
Un ejemplo de ateneo popular
histórico es el Ateneu Enciclopedic Popular, que a lo largo de historia ha
pasado por diferentes administraciones y que existe hasta el día de hoy.
En el caso de los Ateneos
gestionados por las clases populares, éstos recibían numerosos nombres
dependiendo de la gente que actuaba en ellos o la perspectiva que se les
deseaba dar. Así que se denominaban como: Ateneos libertarios, ateneo libre, obreros,
populares, anarquistas, eclécticos, sindicalistas, neutros, racionalistas, de
divulgación social, Casas del pueblo, Universidades Populares, etc.
Muchos de estos centros culturales
están desde sus inicios fuertemente vinculados al anarco sindicalismo y pueden
ser considerados como su rama cultural. Uno de los fundadores de la CNT,
Anselmo Lorenzo insistía en que lo primero que debían hacer los sindicatos de
cada localidad era crear un ateneo libertario.
A lo largo de las cuatro primeras décadas
del siglo XX los ateneos de carácter libertario y popular se multiplicaban, así
como las personas que participaban en ellos. En muchos se crearon escuelas para
los hijos de los trabajadores que incluían métodos de la pedagogía más
avanzada, basada en las propuestas de Francisco Ferrer Guardia. Algunas, por su
calidad y número de participantes constantes, han pasado a la historia de la
educación, como la Escuela Natura del Clot en Barcelona, que funcionó hasta el
final de la Guerra Civil Española.
Se puede decir que los ateneos
populares o libertarios fueron una verdadera Universidad popular para la clase
obrera de todas las edades, donde fue adquiriendo la formación cultural que le
había sido negada por su condición social. El impulso racionalista, de
liberación mediante la cultura, le da fuerza y legitimidad suficiente ante la
clase obrera, que trataba los ateneos y las bibliotecas populares con
reverencia. Sirven también como lugar de encuentro entre las personas del
barrio, donde la gente debate, se conoce, crea vínculos de unión y plantea sus
problemas a los demás. Suponen también la primera vez en que muchas mujeres
trabajadoras encuentran un sitio donde están en igualdad de condiciones con los
hombres, donde van a aprender, y van tomando contacto con el anarquismo.
El éxito de los ateneos libertarios
fue abrumador, creando una cultura obrera y solidaria, pudiendo afirmarse que
sustituyeron al Estado o a las órdenes religiosas en el papel de educativo de
su tiempo.
Entre las actividades de los ateneos
populares podían encontrarse boletines informativos, ediciones de libros y
panfletos, excursiones al campo, conferencias y charlas, teatro, recitales
poéticos, debates, clases de esperanto, o bibliotecas de libre acceso;
generalmente estas actividades eran autofinanciadas por los usuarios. Algunos
de estos ateneos, debido en cierto modo a la influencia anarcosindicalista,
mantenían escuelas racionalistas en las que se escolarizaban los hijos de los
trabajadores en un ambiente laico y progresista. Daban mucha importancia a la
higiene como preventivo a las enfermedades, conocimiento de los métodos
anticonceptivos y la sexualidad.
Los Ateneos que tenían una escuela,
además de asegurarse de pagar a los maestros. Solía haber clases de
alfabetización para adultos por las noches. Y una de las piezas claves de los
Ateneos era que procuraban hacerse con una biblioteca, que en bastantes
localidades era la mayor de la zona. Este fenómeno de difusión cultural estaba
totalmente justificado, sólo en 1930 se calcula que entre 1/3 y 1/4 de la
población española era analfabeta. También se daban bastantes variaciones entre
unos ateneos y otros. De esto eran conscientes y se solían ayudar entre ellos,
promoviendo incluso diversos proyectos de Federación entre ateneos, que nunca
llegaron a cuajar.
El apogeo de los ateneos libertarios
tuvo lugar antes y también a comienzos de la Guerra civil, en los que
florecieron cientos de ellos por todos los barrios y pueblos de la España
republicana. Solamente en la ciudad de Valencia había unos 15. En Madrid
llegarían a ser unos 30. En toda Cataluña llegaría a haber unos 200. Sin
embargo siempre sufrieron la escasez económica, y vieron cómo los jóvenes iban
siendo reclutados progresivamente conforme avanzaba la guerra, quedando en manos
de las mujeres y de los hombres no combatientes. Cuando terminó la guerra los
ateneos fueron disueltos. En el caso del Ateneu Enciclopèdic Popular de
Barcelona, que llegó a tener 26.000 asociados (era probablemente la asociación
más grande de Barcelona), sus libros fueron quemados en las Ramblas por los
falangistas.
Como hemos avanzado, los ateneos
como instituciones obreras estuvieron fuertemente vinculados con el movimiento
anarquista en España. Sin embargo, los obreros socialistas (PSOE, UGT y POUM,
principalmente) también participaban e incluso organizaban ateneos en sus áreas
de influencia. En muchos casos eran organizaciones abiertas en las que cabían
diferentes tendencias políticas. No eran raros los ateneos vinculados al
Partido Federal.
Un grupo de
relevantes gijoneses de la época funda, en 1881, el Ateneo-Casino Obrero: entidad cultural privada, sin ánimo de
lucro y con dimensión pública. Sus fines fueron los de enseñanza y el fomento
de la cultura, comenzando inmediatamente las actividades, con exposiciones,
conferencias, representaciones teatrales y, sobre todo, cursos y talleres. Es
el decano de las entidades culturales de Asturias y uno de los primeros Ateneos
fundados en España. La etapa de mayor esplendor coincide con el comienzo de este
siglo. En 1904 se crea la Biblioteca, que se convertiría en su sección más
importante, llegando a contar con unos 15.000 volúmenes. Poco después, el
Ateneo va creando las sucursales de La Calzada, El Llano y la Guía. Este
período de continua expansión y desarrollo concluye bruscamente en 1937 cuando
se clausura e incautan los bienes de la Entidad.
5.
Las mujeres entran en el Ateneo
Hacia finales del siglo XIX las mujeres empiezan a abrirse camino en los
foros ateneístas. En 1884 Rosario de Acuña, escritora de ideas progresistas, es
la primera que ocupa la tribuna del Ateneo para ofrecer una velada poética. En
1887 será Emilia Pardo Bazán la primera conferenciante, con una serie de
intervenciones editadas después con el título de La revolución y la novela en Rusia. Le seguirán otras como
Concepción Gimeno de Flaquer, Blanca de los Ríos o Sofía Casanova. Incluso en
la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo de Madrid (1896-1907) Emilia
imparte cursos de literatura que tienen gran afluencia de alumnos, especialmente
mujeres.
También el elemento
femenino[4]
empieza a ocupar los asientos del Salón de Actos. Según leemos en anexo al
Reglamento de 1900 (publicado en 1903)
un acuerdo tomado en Junta general de 11 de mayo de 1884 que regula el
reparto de billetes de convite para las conferencias y veladas, asigna a cada
socio el derecho a dos billetes de señora. Quizá con el tiempo la afluencia se
llegara a considerar excesiva, porque en la Junta de 24 de abril de 1892 se
introducen modificaciones a este acuerdo. Así leemos que «A las veladas
musicales y poéticas y a las conferencias científicas y literarias no podrán
asistir más señoras que las invitadas por la Junta de Gobierno». Se regula
también el lugar que han de ocupar: «Las señoras que concurran a las sesiones musicales
y poéticas podrán ocupar los asientos de la cátedra y los de las tribunas alta
y baja, indistintamente. En las conferencias científicas o literarias el número
de invitaciones estará limitado por el de asientos de la tribuna alta, única
que podrán ocupar las señoras, quedando la baja a disposición del público».
De esta forma tan
regulada se va concediendo espacio a la mujer en ese mundo dominado por los
hombres. Aunque, como vemos, se las tolera más en el arte y la poesía que en el
terreno meramente científico. Y precisamente serán dos artistas las que figuren
por primera vez en una lista de socios, antes de la admisión de Emilia Pardo
Bazán en 1905. Se trata de dos mujeres que aparecen como socios honorarios en
la lista impresa en 1903: Anselma Gesier de Lacroix (París) y María Luisa
Guerra (San Sebastián), dos nombramientos
singulares de los que se hará eco la prensa.[5]
Ya en fechas más recientes se crea La Agrupación Ateneísta de
Estudios sobre la Mujer “Clara Campoamor”
(septiembre de 1989) en el Ateneo Científico, Literario y Artístico de
Madrid, impulsada por Agustina de Andrés Martínez (1915), socia de la
institución desde el mes de octubre de 1979. Entre esta última fecha y la
fundación de la Agrupación transcurrieron exactamente diez años. Años de la
Transición, esenciales para la vida cultural y socio-política de una España que
intentaba acomodar el paso, lo más rápidamente que le era posible, a cuantos
avances se habían ido produciendo en el mundo occidental a lo largo de los
decenios que sucedieron a la segunda Gran Guerra y aún no asimilados como
consecuencia de la dictadura franquista.
Espectaculares resultaban los progresos que habían realizado
las mujeres de los países del entorno, mientras que las españolas se habían
quedado atrapadas en un mundo doméstico, forjado por unos arquetipos e ideales
totalmente trasnochados y cinchadas por durísimos códigos de conducta avalados
por la ley y la costumbre. No obstante, los logros de las feministas españolas
de principios de siglo, como Clara Campoamor, permanecían latentes y vivos en
quienes supieron cobijar el testigo. La represión de la época franquista no
pudo impedir que en la clandestinidad mujeres, como Agustina de Andrés, fueran
preparando el terreno, horadando el sistema y conquistando espacios propios.
Una vez establecidos, a partir de 1978, los principios
constitucionales de igualdad y no discriminación, el feminismo salió a la luz a
través de las distintas plataformas sociales en que se apoyaba: sindicales,
vecinales y de partidos políticos; o en solitario, como las organizaciones
feministas en sentido estricto. A ello se sumó, un poco más tarde, el llamado
feminismo institucional que quedó materializado en 1983 con la creación del
Instituto de la Mujer.
Estos años son también años de estudio entusiasta en las
universidades en torno al género (categoría de análisis que denota un conjunto
de normas y convenciones sociales ligadas al sexo de las personas). Los
estudios de género -los de la construcción social de las diferencias sexuales
en un momento o lugar histórico dado-, llevaban realizándose fuera de nuestras
fronteras desde la década de los cincuenta.
En España será en 1980 cuando se cree, en la Universidad Autónoma de
Madrid, el Primer Seminario de Estudios de la Mujer con los objetivos
fundamentales de fomentar la investigación y la docencia en este campo. En la
Universidad de Málaga, se funda hacia 1986 el Seminario de Estudios
Interdisciplinarios de la Mujer, coordinado por la Dra. Dolores Ramos.
El espíritu inquieto de Agustina de
Andrés, que vivía con fruición estos años de cambios y posibilidades
inconmensurables, consideró necesario que los estudios de género debían
traspasaran las fronteras de las universidades y llegar a un mayor número de
personas, empapar a toda la sociedad para ayudar al cambio de sus atávicas
estructuras. Tal posición, unida a su idea de que el Ateneo como lugar de
encuentro que había sido de las más preclaras personalidades y los movimientos
de vanguardia no podía permanecer ajeno a las nuevas corrientes, la condujo a
realizar una laboriosa campaña para fundar, con el apoyo de quienes estaban más
próximos a sus ideales, la Agrupación de Estudios sobre la Mujer “Clara
Campoamor”:
“... se me ocurrió pensar que en
el Ateneo no había nada relacionado con la mujer y en una institución como
esta, dedicada a la cultura, se tendrían que debatir temas de actualidad, como
son la igualdad de las mujeres y la Historia de Género. Por ese motivo puse en
marcha nuestra Agrupación...” (Entrevista hecha a Agustina de Andrés, Boletín de la Agrupación, nº 4, 1996,
p.6).
Entre sus socias más representativas:
Emilia Pardo Bazán (nº 7.925, socia de mérito); Blanca de los Ríos (nº 7.935,
ingresa en 1905); Carmen de Burgos (nº 7.945, ingresa en 1905); Teresa Castillo
(nº 8.082, ingresa en 1906); Condesa de Requena (nº 8.131, ingresa en 1906);
Gloria Laguna, actriz (aristócrata y actriz con el pseudónimo de A. de Hoyos); Marquesa
de Ayerbe (nº 8.160, ingresa en 1906); María Vinyals “La duquesa roja”; Zillah
Eselegh (nº 8.339, ingresa en 1907); Concepción Arenal, Clara Campoamor, María
Pilar Hernández Sanz, María Eugenia Hernández Iribarren, Rosa Chacel. María
Galiana, ha sido la primera Ateneísta de Honor de Andalucía.
Bibliografía
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círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848. Buenos Aires: Siglo
XXI.
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de Almería, 1889-1923. Desde "El Círculo de Amigos" a "La
Tertulia". [Versión electrónica]. El
Eco de Alhama, 7. Recuperado el 20 de febrero 2010, de http://usuarios.multimania.es/ecoalhama/num007/social.html
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sociabilidad ilustrada: las Sociedades gaditanas de Amigos del País”. Cuadernos de Historia Moderna Anejo, 1.
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SCANLON, G. M. (1988). “Liberalismo y reforma social: la
Sociedad para Propagar y Mejorar la Educación del Pueblo, 1838-1850”. Cuadernos de Historia Contemporánea, 10.
“Ateneo de Málaga: historia de una resistencia”. Documental
dirigido por el profesor Fernando Arcas Cubero.
[1]Jean-Louis Guereña: “Espacios y formas de la
sociabilidad en la España contemporánea”,
Hispania: Revista española de historia, Vol. 63, Nº 214, 2003, págs.
409-413.
[2] Famosa la tertulia de Pablo de Olavide, traductor de
Voltaire, su amigo. Condenado por la Inquisición y exiliado. Olavide fue
acusado por sus delatores, "de cuestionar la potestad legislativa de la
Iglesia, leer libros prohibidos, negar la causa sobrenatural de los milagros,
dudar sobre la existencia del infierno, etc.". La Inquisición lo declaró
"convicto, hereje, infame y miembro podrido de la religión" y lo condenó
a la pena de destierro, a la reclusión por ocho años en un convento, la
confiscación de sus bienes y a la inhabilitación para desempeñar un cargo
público, que se extendió a sus descendientes. El auto tuvo lugar en Sevilla en 1781
y en el mismo una mujer fue condenada a muerte por fingir revelaciones divinas
y de mantener relaciones sexuales con sus sucesivos confesores (uno de los
cuales fue quien la delató, por lo que fue condenado por el delito de
solicitación). Terminado el auto de fe, fue relajada al brazo secular y luego
estrangulada con garrote vil y quemada en la hoguera. Obras: Teresa o el terremoto de Lima; Paulina o el amor desinteresado; Sabina o los grandes sin disfraz; Lucía o la aldeana virtuosa; Laura o el sol de Sevilla; La paisana virtuosa; La presumida orgullosa.
[4] Rienzi el
tribuno (1876), Amor a la patria:
drama trágico en un acto y en verso (1877), Tribunales de venganza (1880), El
padre Juan (1891), La voz de la
patria (1893).
[5] Esta categoría debió de crearse a finales de siglo.
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