MARIA
MOLINER, UNA MUJER DEL SIGLO XX
Cualquiera que oiga el nombre de
María Moliner, lo asocia de inmediato a su” Diccionario de uso del español “que
fue sin embargo el último producto de la capacidad incontenible de una mujer
ejemplar en todos los aspectos de su vida. El diccionario vería la luz en los
tiempos perdidos que todo funcionario público malgasta y que María Moliner
aprovechó en sus horas de dedicación a la biblioteca de la Escuela de
Ingenieros Industriales de Madrid. El diccionario era ella, pero ella era mucho
más que el diccionario.
María Moliner, terminada su
licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza, opositó al
Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en 1922, a la
edad de 22 años, obteniendo su primer destino en Simancas, para pasar casi
enseguida al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia, apenas un año
después, siendo ascendida a oficial de segundo grado en 1927, y en donde
comenzaría a trabajar como ayudante en la Facultad de Filosofía y Letras. Aquí
conoció al Catedrático de Física Fernando Ramón y Ferrando con el que se casó y
tuvo cuatro hijos.
En 1930 consigue su traslado al
Archivo de la Delegación Provincial de Hacienda de Valencia, donde su marido ha
obtenido su Cátedra de Física General, entrando a formar parte de un grupo de
docentes con fuertes afinidades culturales que conforman el núcleo inicial de lo
que denominaron “Escuela Cossío” de Valencia. En 1931 el Gobierno crea el
Patronato de las Misiones Pedagógicas, cuyas raíces se encuentran en una vieja
idea de Francisco Giner de los Ríos (Málaga 1839-Madrid 1915), el fundador de
la Institución Libre de Enseñanza, de “llevar los mejores maestros a las peores
escuelas”, difundiendo la cultura por todos los rincones del país, ideas y
formas en las que María Moliner se mueve
como pez en el agua, pues es como volver a sus orígenes.
María Moliner había nacido en
Paniza en 1900 hija de un médico rural que en busca de mejor fortuna emigró a
Madrid donde ingresó en el cuerpo de médicos de la armada. Aquí los hijos del
matrimonio se educan, estudiando el bachillerato en la Institución Libre de
Enseñanza con cuyos profesores María Moliner nunca perdió el contacto. En su
segundo viaje como médico naval el padre de María se afinca en Argentina
abandonando a su familia que se ve obligada a volver a Zaragoza en donde María
estudia su carrera universitaria, comenzando enseguida a dar clases para ayudar
con sus ingresos a su familia.
También en 1931, el gobierno pone
en marcha La Junta de Intercambio y Adquisición de Libros para las Bibliotecas
Públicas que tiene cierto paralelismo con las Misiones Pedagógicas, labor a la
que María se entrega de forma resuelta. Asiste en 1934, en Madrid, al encuentro
organizado por el “Comité International des Biblioteques” en donde expone sus
logros: Misiones había creado 3.151 bibliotecas rurales por las que habían
pasado 158.450 adultos y 269.325 niños. Un año más tarde en el “II Congreso
Internacional de Bibliotecas y Bibliografía” vuelve a hablar del plan que ha llevado a cabo
prácticamente ella sola bajo el paraguas de Misiones y que alcanza ya a la
creación de unas 5.000 pequeñas bibliotecas en España.
A finales de 1936, con la guerra
civil ya iniciada, es nombrada jefe de la Biblioteca Universitaria de Valencia
en comisión de servicio. El Gobierno se traslada a Valencia y responsables de
la Instrucción Pública son los comunistas Jesús Hernández y Tomás Navarro Tomás
que ofrecen a María la Dirección de la Oficina de Adquisición de Libros y
Cambio Internacional entre cuyas funciones estaba la modernización de los
fondos de las bibliotecas. En esta oficina María Moliner coordina toda la
cultura coetánea hasta que el avance de
la guerra empuja al gobierno a instalarse en Barcelona a donde María no quiere
trasladar su residencia. Agotada pero feliz comienza a despojarse de todos los
cargos que ha ido asumiendo y terminada la guerra vuelve al Archivo de la
Delegación de Hacienda de Valencia.
El franquismo considera a las misiones
pedagógicas como un apostolado del diablo y los rigores de su depuración
docente, alcanzaron de lleno al
matrimonio. María pierde 18 puestos en el escalafón del cuerpo al que pertenece
y Fernando es separado de su cátedra de Física y enviado a la Universidad de
Murcia. Ambos pues inhabilitados para cargos públicos y de confianza.
Condenados al ostracismo.
Hasta que en 1946 su marido
Fernando consigue recuperar la cátedra de Física pero en Salamanca, y María
pide entonces el traslado a Madrid a la biblioteca de la Escuela Superior de
Ingenieros Industriales a donde llega como directora y única bibliotecaria, lo
que significaba para ella la nada. Por las tardes en su casa, sin hijos que ya se
han emancipado, se encontraba vacía, le faltaba algo y decide comenzar la
elaboración del Diccionario, un pasatiempo para realizar en un par de años, que
al crecer desmesuradamente se convirtió en una labor que consumió 15 años de
trabajo.
El Diccionario será publicado por
la editorial Gredos en 1966 en dos volúmenes que necesitaron 20 reimpresiones y
en él no solo se relacionan correlativamente las palabras como en todos los
diccionarios, sino que además se relacionan con su uso y significado. Una
segunda edición se imprimió en 1998 y una tercera en 2007.
En 1972 María Moliner fue
propuesta para la Real Academia pero su ingreso fue obstaculizado porque al
parecer de los académicos no era filóloga, en realidad porque era una intrusa
en un mundo reservado. Al año siguiente la propia academia le otorgó por
unanimidad el premio “Lorenzo Nieto López” por sus trabajos en pro de la lengua
que la autora del Diccionario rechazó.
Los últimos años de su vida
estuvieron marcados por una enfermedad cerebral que le fue apartando de toda
actividad intelectual hasta que falleció en 1981, tras consumir una vida plena
de dificultades y exitosa aunque no suficientemente reconocida, como una mujer
capaz y símbolo de su tiempo.
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
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