Antropología
de “La Llorona”
Hace unos días,
en el grupo de whatsapp que
mantenemos, una de las socias nos envió una versión conmovedora de la famosa
canción de origen mexicano “La Llorona”. Digo que es una versión porque el tema
se hizo tan “viral”, en términos actuales, que es prácticamente imposible
contabilizarlas; según la investigadora Flora Botton-Burlá llegó a recopilar
hasta 121 coplas (Coplas de “La Llorona”)[1]
relacionadas con este mito, recogido en el folklore hispano hablante y que al
parecer se introdujo con la conquista colonial.
Para
explicar el origen de la leyenda de la Llorona, los estudios han propuesto tres
hipótesis principales: un enfoque literalista (los hechos ocurrieron realmente)[2]; un
abordaje evemerista[3],
o un enfoque parabólico con intención de dar voz a sectores silenciados, es
este caso, los indígenas durante la Conquista y la colonización.
Todo
esto, aunque resulte extraño, nos lleva a la antigua Grecia y a los mitos, que
no son sino narraciones que expresan ideas ancestrales de un pueblo “acerca del
mundo en el cual vive”, y que encierran en si una función pragmática. En otras
palabras, que son la base de ciertas estructuras sociales y acciones, y que
bien pueden explicar el ejemplo que se propone con “La Llorona”, objeto de reelaboración
literaria de un mito ancestral que no ha desaparecido, y que forma parte de los
mitos morales que han sido objeto de estudios de antropólogos y mitólogos.
Decíamos
que este mito habría sido introducido por los conquistadores españoles que
llegaron en el siglo XV, y de ello podríamos poner algunos ejemplos de cómo se
mezclan en el crisol las diversas culturas. En uno de los versos que componen
la famosa canción dice:
Ay de mí, Llorona,
Llorona de ayer y hoy;
ayer maravilla fui, ay Llorona,
y ahora ni mi sombra soy.
Si
lo comparamos con unas letrillas de Luis de Góngora podremos comprobar cuál
puede ser el resultado de esta mezcla:
Aprended,
flores, en mí
lo
que va de ayer a hoy,
que
ayer maravilla fui,
y
hoy sombra mía aun no soy.
Estiman
los estudiosos del Estructuralismo que bajo una aparente narración el mito
revela significados en su estructura profunda. Unas estructuras que ya estaban vigentes
en la antigua Grecia a través de mitos como son los casos de Medea, quien asesinó
a sus propios hijos en venganza por el abandono de su esposo, Jasón, por otra
mujer; o el de Lamia, madre de varios hijos de Zeus, asesinados por la esposa
de este, la vengativa Hera, hastiada de las constantes infidelidades de su
marido. Lamia vagaba desde entonces lamentándose por la pérdida de sus hijos y
devorando a los niños de otras madres.
Pero
como apuntaba, todo remite a unos principios generales de la historia y por
ello otras mitologías, como la celta, recoge a un espíritu femenino llamado
“banshee”, (o alma en pena) o la “Ploranera” del folklore catalán. También en
África existen varias culturas yorubas que asocian el viento como una mujer que
recorre los ríos lanzando pavorosos lamentos y buscando a sus hijos asesinados.
Al parecer este mito fue introducido en los Estados Unidos por los esclavos
africanos.
Y
el mito rueda y se esparce por China con la aparición de una mujer vestida de
blanco ―como todas las féminas lloronas de las distintas mitologías―que llora y
se lamenta. También en las leyendas de los países orientales, como Japón, existen
las “onryo”, ataviadas con kimono, naturalmente blanco, espíritus vengativos,
generalmente víctimas de los caprichos masculinos; en las Filipinas existen dos
leyendas similares a la de la Llorona: el fantasma de una sirena aúlla en el
mar por las noches lamentando el asesinato de sus hijos por un pescado o la
conocida como “Mujer blanca” que sale entre la niebla entre grandes alaridos En
la mitología malaya e indonesa, existe la “Pontianak”, el fantasma de una mujer
que murió al dar a luz y que se venga de los hombres y roba a las madres sus
bebés recién nacidos.
La
historia tiene varias interpretaciones. Desde el punto de vista literal, el
mito de la Llorona es la condena unánime a la mujer desnaturalizada que,
desobedeciendo los consejos de su madre, hace pagar a su hijo el engaño del que
ha sido víctima por parte de su verdugo. La Llorona es la mujer que, por
renunciar a su función maternal, es escarmentada con un castigo terrible que
debe sufrir para toda la eternidad, como ejemplo para las mujeres y madres
futuras. En la historia de este personaje se ha querido ver el comportamiento
que la sociedad masculina de la época colonial exigía de la mujer en general y
de las indígenas en particular, que involucra un castigo por el incumplimiento
del rol exigido de la maternidad asignado por su condición de mujeres. No
cumplir con esta tarea sociocultural solamente podía significar la locura, la
muerte y la pena. La Llorona es un espíritu errante y sufriente por haber
cometido el pecado más grave de una madre: matar a su hijo.
De
las distintas variaciones, en México, por ejemplo, el mito es asociado con la
diosa prehispánica Tenpecutli, que purgaba una pena por haber ahogado sus hijos
en un río; Mictlancíhuatl, que seducía y perdía a los hombres mujeriegos y
borrachos llevándolos al suicidio, o la conjunción de tres diosas: Cihuacóatl,
Teoyaominqui y Quilaztli, representada como una mujer vestida de blanco que
lloraba por sus hijos extraviados. Escucharla era un mal presagio. La presencia
de seres fantasmales que lloran en los ríos por motivos diversos es una
característica recurrente de la mitología de los pueblos mesoamericanos. En el
caso particular de México, el personaje de la Llorona es signo de identidad
nacional y Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México. Junto con “La
Adelita” y “La cucaracha”, se convirtió en un canto popular muy utilizado, pero
a diferencia de las demás, existen muchas versiones, cada una con letra
distinta, como ya apuntamos.
La canción ha sido interpretada por
decenas de cantantes, si bien fue Chavela Vargas, quien hizo de la pieza su
canción insignia proyectándola a nivel internacional. Entre los intérpretes no
mexicanos se encuentran Joan Báez, Nana Mouskouri, Raphael, Lhasa de Sela y
Rosalía.
Salías de un templo un día, Llorona
Cuando al pasar yo te vi
Hermoso huipil llevabas, Llorona
Que la virgen te creí
Ay, de mí Llorona, Llorona, Llorona
De un campo lirio
El que no sabe de amores, Llorona
No sabe lo que es martirio
No sé qué tienen las flores, Llorona
Las flores de un campo santo
Que cuando las mueve el viento, Llorona
Parece que están llorando
Ay, de mí Llorona, Llorona, Llorona
Llévame al río
Tápame con tu rebozo, Llorona
Porque me muero de frío
Dos besos llevo en el alma, Llorona
Que no se apartan de mí
El último de mi madre, Llorona
Y el primero que te di
El último de mi madre, Llorona
Y el primero que te di, ay
Yo te di
Tápame con tu rebozo, Llorona
Porque me muero de frío
Rosa M Ballesteros Garcia
Vicepresidenta del
Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
“ateneolibredebenalmadena.com”
[1]Publicadas en 1992 por el Colegio
de México en el libro Estudios de
folklore y literatura dedicados a Dolores Roig.
[2] Una mujer mató a sus hijos y a
partir de allí, la historia se fue transmitiendo hasta convertir a la mujer en
fantasma y a la historia en leyenda.
[3]
En este caso, el mito se superpone sobre una historia real con referentes
concretos (es el caso, por ejemplo, en el que el mito de la diosa Cihuacóatl se
superpone con la historia de la Malinche);
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