Los
mitos en el cine: Electra
Nací hija de Agamenón, mi madre fue Clitemnestra,
esa infeliz hija de Tíndaro.
Mi triste nombre es Electra, así la ciudad me llama.
(Eurípides: Electra).
Escribe el profesor y experto en mitos
Antonio Portela que «El mito toma formas inesperadas. Se resiste a desaparecer››.
Esto es bien cierto, porque los mitos permanecen vivos y siguen siendo un filón
inagotable para los cineastas, y por ello nos vamos a ocupar de un personaje,
un mito muy atractivo: Electra, considerada como una de las muchas «chicas
malas›› por romper los esquemas establecidos por razón de género.
Algunos estudiosos
consideran esta popularización del mito de las «chicas malas» como una reacción
a los movimientos feministas que se gestaban en este primer cuarto del siglo XX
y al cambio de roles de la mujer. De este modo, el cine no podía ser ajeno al
fenómeno, y desde las primeras décadas de este siglo proliferarían las
películas donde fueron protagonistas, ya sea como figura histórica o personaje literario.
A partir de los años sesenta, con el resurgir de los movimientos de mujeres, el
tema, como otros tantos que se refieren a la situación del colectivo, adquirirá
un renovado interés al estar ligado a la búsqueda de sus orígenes y a la
historia de las mujeres que busca sus referentes.
Para quienes no
conozcan la historia, en la mitología griega Electra era hija de Agamenón, rey
de Micenas, y de su esposa Clitemnestra. El mito que envuelve a Electra gira en
torno al plan que urdió junto a su hermano Orestes para vengar el asesinato de
su padre. Los asesinos habían sido su propia madre, Clitemnestra, y el amante
de ésta, Egisto. Ella, Antígona, fue la mano ejecutora de ambos, según algunas
versiones, con la complicidad de su hermano Orestes. Autores clásicos como Sófocles,
Eurípides o Esquilo la llevan a sus tragedias y el mito ha continuado, desde
Robert Garnier (Antígona o la piedad, 1580) a la malagueña María
Zambrano (La tumba de Antígona, 1967) o el catalán Salvador Espriu (Antígona,
1939), no publicada por razones de censura hasta 1952, en la que el mito
clásico se relaciona con la Guerra Civil española, en tanto Antígona se niega a
admitir que haya vencedores y vencidos después de una guerra fratricida entre
sus hermanos.
Su mito, especialmente
a partir del renacimiento, como ya indicamos en el caso del francés Garnier, será
protagonista de tragedias, novelas y óperas, así como del término propuesto por
el psicólogo Jung para ciertas patologías. Actualmente, se están haciendo
versiones sobre su personaje destacando aspectos (positivos) que caracterizan
al mito, como los de mujer fuerte y «justiciera». Las recreaciones del mito han
llegado hasta nuestros días con títulos como el del maestro Pérez Galdós,
llevado al teatro en 1901 con su obra Electra, con la actriz Matilde
Moreno en el personaje mítico. Por cierto, que el duro alegato contra el
clericalismo que destila el texto fue, según varios estudiosos de su obra,
causante de que se le denegara el Premio Nobel (la sombra del Vaticano es
alargada). Otros autores hicieron lo
propio como O´Neill (A Electra le sienta bien el luto, 1931); Giraudoux
(Electra, 1937); Virgilio Piñera (Electra Garrigó, 1941) o
Margarita Yourcenar (Electra, 1954), o más recientemente el dramaturgo
chileno Benjamín Galemiri con su obra Infamante Electra (2005), por
citar sólo unos nombres.
No podíamos dejar de
citar al siempre profundo Jean Paul Sartre, despertador de conciencias, con su
obra Las moscas, quizás una de las menos conocidas de este autor, en la
que hace una revisión del mito poniendo de manifiesto su rechazo a los
totalitarismos (políticos o religiosos). En un momento del texto el autor pone
en boca de Electra sus pensamientos más íntimos cuando ésta, que se acerca a la
estatua del imponente Júpiter, le increpa (ignorando que no está a solas con el
dios): « ¡Basura! Puedes mirarme, sí, con esos ojos redondos en la cara
embadurnada de jugo de frambuesa; no me asustas. Dime, vinieron esta mañana las
santas mujeres, los cascajos de vestido negro. Hicieron crujir los zapatones a
tu alrededor. Estabas contento, ¿eh, cuco? Te gustan las viejas; cuanto más se
parecen a los muertos más te gustan››.
Federico Engels se
refiere a este mito en su obra El origen de la familia, la propiedad y el
Estado, publicado en 1884. En opinión de Engels, supuso el paso de una
sociedad matriarcal ―donde el único parentesco cierto es el materno―, que el
linaje viene dado, según su opinión, a través de la mujer y convertirse en una
sociedad en la que se imponen los derechos patriarcales. Siguiendo el mito
griego, las vengadoras erinias o Euménides, defensoras del derecho matrilineal,
que persiguen a Orestes por asesinar a su madre, justifican no haber perseguido
a Clitemnestra cuando asesinó a Agamenón porque ella no había asesinado a un
pariente de sangre. El tribunal de dioses, en cambio, decide perdonarlos. A
estas deidades se les representa como genios femeninos con serpientes
enroscadas en sus cabellos.
Electra
ha sido reproducida por artistas como Frederic Leigthon, Pierre Narcisse Guérin,
Bourgerau, Jean Baptiste J. Wicar, Charles Auguste Berghe, De Chirico, William
Blake, Tischbein o Johann Heinrich, entre otros. Otras tantas actrices le han
dado vida en el cine: Rosalind Russell; Irene Papas; Claudia Cardinale; Leonie
Rysanek; Robin O’Dell Sofia Kokkali; Caitlin Deerin, Jennifer Garner. Para el teatro,
rescatamos a la griega Eleni Papadaki, que tiene una biografía tan interesante
que merece un artículo. Pero esta sería
otra historia.
Rosa M Ballesteros García
Vicepresidenta del Ateneo Libre
de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
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