FINTAS DEMOCRÁTICAS
Desde los años de las democracias
de Grecia y de Roma, nos estamos preguntando si tan difícil es que la
democracia pueda llegar a su mayoría de edad, con todo lo que conlleva de responsabilidades
y atenciones tanto políticas como sociales y de comportamientos tanto
personales como colectivos.
La mayoría de edad de un pueblo
(el demos) tiene que aclararnos
algunos extremos que están pendientes de esclarecerse. El pueblo, niño que se quedó
sin crecer por mor de la dictadura española y españolista, al parecer, se ha
quedado anclado en un pasado que no se merece y sin visos de futuro, que
todavía está sin pasar la adolescencia de los tiempos de una transición que tan
larga se nos está haciendo todavía. Esa adolescencia, como bien es sabido, que
se caracteriza por su rebeldía y sus provocaciones y su falta de respeto y su
repertorio ofensivo de gratuitas, eso sí, descalificaciones parece que no es
capaz de entrar en su madurez democrática.
Podemos pensar, hoy día, y
estamos nada menos que casi en la cuarta parte del siglo XXI, que todavía se
nos sigue mintiendo con la apropiación de la palabra `popular`. Basta con oír
la radio de las ondas populares, que dedican poco tiempo a la cortesía y a la
educación, porque se le suben a las barbas los nervios afectados de una
religiosidad más que constantiniana, de una religión de estado, y no del de
buena esperanza, porque ya poco nos puede alumbrar. Nadie se ha marchado de sus
incómodas estancias y ha buscado reposo en África, cuando Podemos pudo levantar
cabeza. Parece que solo hay democracia, cuando levanta su voz y, sobre todo, lo
hace lanzando improperios sobre los que no pueden ni podrán pensar como ellos,
que forman esa minoría que se definió con la filípica del fusilamiento de
veintiséis millones de españoles, que eran reconocidos como mayoría. No
recordamos si la autoridad competente, militar y civil, dijo algo, o siguió
las orientaciones de un devocionario de fintas democráticas, pues
“la mayor miseria es la ignorancia” (Cicerón).
Se nos sigue mintiendo con la
palabra ´popular´ con que se nombra un partido a sí mismo y que no tiene la más
mínima intención de no sólo no favorecer siquiera al pueblo, sino de hacerle el
favor a sus amigos del alma y que es seguidista de un dominio imperial gringo
que tantas tristezas nos está concediendo, si no provocando, en este mundo que
consideramos de todos.
Encomiable la actitud del
gobierno actual, aunque nos sepa a poco, con su reconocimiento del Estado Palestino,
pero que, en su momento no podía dormir, en compañía, hasta que se encontró con
los señores diputados de la ultraderecha, más que sionista, cainista, como se
ve claro en estos días, ocupando escaños en el Congreso. Hoy podemos constatar
que el filetón al punto se le ha indigestado y que los dribles políticos que
nos daba a la ciudadanía en su momento le han traicionado y le han hecho caer,
al menos, en la cuenta de que nos
necesitamos unos a otros.
Si Europa ha sido raptada ahora
por el Tío Sam, podemos verlo más claro ahora que nunca, con el repliegue
antidemocrático que los ´populares´ europeos están dando en estos días,
poniéndose de perfil ante la cuestión Palestina, que lleva años enconando su
herida, por falta de las debidas y obligadas atenciones políticas prometidas,
pero nunca satisfechas por los traidores de la paz.
En este panorama tan amplio,
pero, a veces con los que se colocan de perfil y con la lucidez de un
encefalograma plano, nos podemos encontrar vetos obstinados que no suman por
más de un lugar y con votos tan necesarios, que pueden quedar perdidos, porque
la democracia, tan ficticia como
conservadora, nos hace fintas con unas leyes electorales, que les resultan
provechosas a algunas alternativas, sostenidas y aupadas por una publicidad que
dribla con las promesas que no cumple y con las denostaciones que nos ensucian
y dañan hasta las inocentes y confiadas miradas del pueblo.
Podemos ver claro que quienes no
van con vestidos deslumbrantes, sino con sencillos atuendos de calle, pero
conservando la mente clara, manteniendo el tipo con seguridad, a pesar de
sufrir fintas y dribles totalmente antideportivos y antidemocráticos, nos
hablan claro ahora y desde siempre, que los electores tienen el derecho de ser
bien informados para elegir y no para someterse.
Podemos decir con claridad, que
la mayor finta democrática sigue siendo la concesión de espacios informativos
según las representaciones anteriores y no en una total igualdad para `renovar`
los parlamentos, exponiendo claramente las propuestas y programas en favor de
todas y todos y, no sólo, de los intereses de personas y corporaciones que no
se presentan ni nos representarían nunca.
José María Barrionuevo Gil
El Ateneo libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
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