"LAS DAMAS DE LA LIGA LUCY STONE"
Las damas de la Liga «Lucy Stone»
Rosa María Ballesteros García
Universidad de Málaga
rosaballesterosgarcia@gmail.com
Abstract:
Keywords: Lucy Stone; antropología cultural; feminismo; activismo; antiesclavismo.
Resumen:
El objetivo de este
artículo es estudiar,
Palabras clave: Lucy Stone;
Introducción
Mi nombre es mi identidad y no debo
perderla.
(Lucy STONE)
La frase con que iniciamos el epígrafe forma parte de la
correspondencia entre Lucy y su marido, Henry Browne Blackwell (1825-1909), un
activista a quien había conocido en la Convención de Seneca Falls en 1846 ―la
primera sobre los derechos de las mujeres de los Estados Unidos―, organizada
por las activistas Lucretia Mott (1793-1880) y Elizabeth Cady Stanton
(1815-1902) como respuesta a las restricciones, especialmente políticas, a que
estaban sometidas las mujeres[1]. Los
resultados de estas deliberaciones se publicarían en el texto fundacional del
movimiento feminista de EE.UU. titulado Declaration
of Sentiments. Sus dirigentes principales, Mott y Stanton, eran ya
veteranas en estas lides: habían participado en 1837, en Nueva York, en el
Primer Congreso Antiesclavista Femenino, organizado por varias sociedades
antiesclavistas femeninas, y también ambas líderes habían sido vetadas para
participar en la World's Anti-Slavery Convention (Convención Internacional
Antiesclavista) celebrada en Londres en 1840. Como ejemplo de la íntima unión
entre el feminismo y el anti-esclavismo citamos la primera novela que se editó en
1852 en aquel país sobre el tema: Uncle
Tom's Cabin (La cabaña del Tío Tom),
de la escritora abolicionista Harriet Beecher Stowe (1811-1896), cuyo texto se
había publicado previamente en episodios en un periódico abolicionista, The National Era. Su segunda novela, de
1856, aborda de nuevo el tema en Dred,
una historia del Gran Triste Pantano.
Por otro lado, no se debe olvidar que el anti-esclavismo, y toda acción
dirigida contra cualquier derecho humano, han sido punta de lanza para el
movimiento feminista desde sus inicios. La escritora Ángeles Caso recoge en su
novela Las olvidadas, publicada en
2005, una cita de Virginia Woolf recordando a una escritora y dramaturga
británica que dice: [que] «Todas las mujeres juntas deberían ir a lanzar flores
sobre la tumba de Aphra Behn, pues fue ella quien les enseñó que tenían derecho
a permitir que sus mentes hablasen» (2005: 229)[2]. Aphra había
nacido en 1640 y fue una escritora atípica al escribir sobre temas considerados
tabús para una dama (léase de índole sexual). Fue también la autora de la
primera novela antiesclavista: Oroonoko,
or the Royal Slave. A true History, publicada en 1688 y traducida como El esclavo real.
Como se verá, la cita textual con que iniciamos el
epígrafe justifica, absolutamente, la declaración de principios que inspiraría
varias décadas después a otras norteamericanas para formar una especie de «hermandad»
o «grupo de resistencia», en defensa de su propia identidad familiar al que
bautizarían en honor de nuestra activista como Lucy Stone League (1921). En opinión de estas mujeres, el
despojarles de su apellido familiar las invisibilizaba como personas. Algunas
de las feministas más notables como la bailarina Isadora Duncan (1877-1927),
casada con el poeta ruso Serguéi Esenin[3]; la
aviadora Amelia Earhart (1897-1937), casada con el editor y explorador George
Palmer Putnam; la antropóloga Margaret Mead (1901-1978), casada en tres ocasiones;
la poeta Edna St. Vincent Millay (1892-1950), casada con el poeta Eugen Jan
Boissevain; la pintora Georgia O'Keeffe (1887-1986), casada con el fotógrafo Alfred
Stieglitz o la actriz Michael Strange (1890-1950)[4] son
ejemplo de lo dicho. Las dos primeras murieron por accidente y varias de ellas
tuvieron relaciones sentimentales con otras mujeres. También políticas como
Frances Perkins (1880-1965), casada con Paul Cadwell Wilson, y primera mujer
que ostentó rango ministerial (fue Secretaria de Trabajo con Roosevelt) o
Hilary Rhodan (1947), demócrata como la anterior, casada con Bill Clinton, y
aspirante a la Presidencia de EE.UU. Todas las citadas conservaron sus
apellidos de solteras, pasando por ello a formar el grupo conocido como Lucy Stoners.
En opinión de la profesora de lingüística de la Universidad de Florida,
Diana Boxer, la fórmula de adoptar el apellido del marido «refleja la forma en
que el poder de los hombres sigue influenciando la sociedad estadounidense a
pesar del hecho de que las mujeres han logrado grandes avances económicos y
sociales», si bien la excepción sigue siendo mujeres altamente cualificadas
profesional o académicamente. Según uno de sus estudios, sólo el 18% mantenía
su propio apellido y el resto, mayoritario, lo justificaban porque les servía «para
hacerme sentir realmente casada y que formamos una familia nueva»[5].
En líneas generales, no está generalizada la costumbre de adoptar el
apellido del marido, si bien en el mundo angloparlante se mantiene esta fórmula:
Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Gibraltar, las Islas Malvinas, Irlanda,
las provincias de habla inglesa en Canadá, los Estados Unidos y la India
(antiguo mimbro de la Commonwealth), en contraposición a la mayoría de los
países de lengua árabe donde las mujeres conservan el apellido familiar, como también
es el caso de nuestro país, si bien en algunos casos, años atrás, y en ciertos
círculos sociales, al apellido de soltera se le acompañaba con el tan acogedor
«de», seguido del apellido del marido. De esta forma, se convertía a la esposa
en apéndice del consorte creando así la impresión de falta de autonomía de la
esposa, a la vez que evidenciando las relaciones de poder entre la pareja; en
ocasiones se prescinde del nombre y apellido de la esposa pasando a ser la «Señora
de X».
1. Lucy Stone (1818-1893)
Pero, ¿quién fue esa Lucy Stone que tan honda huella ha dejado? Había
nacido en 1818 en una granja que sus padres poseían en un pueblo de
Massachusetts. Miembro de una familia numerosa, fue la octava de nueve hermanos
y hermanas. Allí pasó su infancia y se formó como maestra de escuela. A los 21
años, como apuntan sus biógrafos, ingresaría en la primera universidad presbiteriana
privada en admitir afroamericanos (1835) y mujeres (1837): el College Oberlin, en la ciudad de Ohio,
que había sido fundado en 1833. En 1839 fue la primera mujer de Massachusetts
que obtuvo un grado académico, graduándose posteriormente en 1847. Fue
profesora en la Sociedad Americana Antiesclavista (1833-1870), donde también
impartirían clase otras reformadoras sociales feministas como la periodista y
escritora Lydia Child (1802-1880) o la maestra y editora Maria Weston Chapman
(1806-1885). Años más tarde, la Sociedad Antiesclavista Femenina de Filadelfia,
su filial, ―fundada por 18 mujeres con Lucretia Mott a la cabeza― publicaría en
1846 un Alfabeto antiesclavista para niños escrito por dos hermanas cuáqueras:
Hannah y Mary Townsed.
En 1850, dos años después de que se celebrara en Nueva York la Convención
de Séneca Falls, Lucy fue una de las organizadoras de la primera Convención
Nacional por los derechos de la mujer en Worcester, Massachusetts. Dos décadas
más tarde, en 1869, el Estado de Wyoming extendió el derecho del voto a las
mujeres y fue Louisa Ann Swain (1801-1880), ciudadana de Laramie, quien se convertiría
en la primera mujer en ejercer su derecho en unas elecciones generales en
Estados Unidos, si bien tenemos que precisar que se trataba de un sufragio
restringido (sólo para blancos) en un territorio altamente masculinizado, con escasas
mujeres, lo que nos hace sospechar que, como en tantas ocasiones, no se trataba
de justicia social, sino de simple interés práctico (y coyuntural), como se ha
podido constatar al estudiar las concesiones y los retrocesos, concretamente en
lo que se refiere al derecho del voto femenino[6].
Teniendo en cuenta que durante los años que duró la conquista del Oeste
existió un gran desequilibrio entre los pobladores de ambos géneros, uno de los
motivos que más pesarían al tomar la decisión de conceder el sufragio a las
mujeres (blancas) no puede ser otro que atraerlas para asentar las poblaciones
de los territorios conquistados[7]. De esta
forma, territorios como Mississippi cambiarían las leyes en 1839 para dar a las
mujeres casadas control sobre su propiedad; ejemplo que sigue Oregón en 1850,
beneficiando también a las solteras para promover la migración, dotándolas con
tierras para establecerse (Villaseñor, 2015).
Estos ejemplos se llevarían al cine, especialmente a través del género
sobradamente conocido: el llamado Western, tan rentable y popular del cine
norteamericano, donde encontramos, como afirman algunas fuentes, toda una «mitología
maniquea», así como los mensajes del puritanismo contrarreformista o el
fundamentalismo en numerosos filmes. A través de esta «fábrica de sueños»
conocimos a emprendedoras como Martha Jane Canary-Burke (1852-1903), más
conocida como «Juanita Calamidad», una activista luchadora y exploradora; y
también otras como Belle Star (1848-1929), Ellen N. Cashman (1845-1925) o Annie
Oakley (1860-1926), cuyas vidas han sido llevadas también a la gran pantalla.
Por otra parte, la lucha de las mujeres por sus derechos políticos les
llevaría a establecer alianzas, casi siempre efímeras. De este modo su trabajo
codo a codo con los reformadores sociales, y en cuestiones tales como el
abolicionismo de la esclavitud, fueron algunos de los «territorios comunes» en
los que las feministas se involucraron. Y en estas luchas se encontraría Lucy
Stone, que se había casado en 1855 con Henry B. Blackwell, con la promesa de
que ambos mantendrían igualdad de derechos en el matrimonio. Un año después de
la boda, como protesta contra las leyes discriminatorias, Stone decidió
recuperar su apellido de soltera, siendo la primera estadounidense registrada
que mantuvo su apellido después del matrimonio. Ciertamente que su marido,
Henry, no era un hombre vulgar, ni tampoco su familia, destacando varias
hermanas maestras, escritoras o médicas, como Emily y Elizabeth Blackwell ―
esta última, la primera mujer en ejercer la medicina en los Estados Unidos,
feminista y también escritora―[8]. El
matrimonio tuvo una hija que siguió el ejemplo de sus padres: Alice Stone
Blackwell (1857-1950) periodista, traductora y también activista por los
derechos de las mujeres.
Durante toda su vida Lucy se mantuvo fiel a sus
principios: en 1861 fue elegida presidenta de la Asociación de Mujeres de Nueva
Jersey. Fue cofundadora de la Women´s Nacional
League y en 1869 creó en Boston la American
Woman Suffrage Association. Junto a su marido fundó el semanario feminista Diario de la Mujer. Murió en Boston en
1893, a los 75 años. Ese mismo año se aprobó una enmienda de la Constitución de
Estados Unidos que otorgaba en algunos estados el derecho al voto de las
mujeres (blancas). Stone se adelantó a los estudios de antropólogas culturales como
Gayle Rubin (Carolina del Sur, 1949) sobre los estudios del feminismo del
parentesco.
2. Lucy Stone League
Decir que las mujeres tienen el
derecho de venderse es
enmascarar que los hombres tienen el
derecho de comprarlas.
(Françoise HÉRITIER)
El grupo que formaba la
Liga estaba abierto a mujeres y hombres, entre ellos los periodistas Franklin
Pierce Adams (1881-1960) o Heywood Broun (1918-2001), esposo de Ruth Hale,
también miembro de la Liga, así como las también periodistas Ruth Hale o Jane
Grant, ambas asiduas del Club del Algonquín, fundado en 1912, cuya principal
figura animadora fue la escritora y crítica teatral Dorothy Parker.
Pero, sin el alma del Algonquín fue la Parker, quien
fundó y presidió la Liga sería otra mujer, Ruth Hale: rebelde y batalladora
contra los prejuicios a su género. Uno de sus primeros retos fue el de
conseguir un pasaporte a «su» nombre de soltera. Sería el primer paso para su
consecución en 1925, fecha en la que una mujer casada de los EE.UU, Doris
Fleischman (1891-1980), escritora feminista y miembro de la Liga pudo obtenerlo[9]. Dos
años más tarde, Doris se unió al Woman Pays Club, que había sido fundado en 1919.
Su objetivo era encontrar estrategias para combatir los prejuicios contra las
mujeres. El paso siguiente fue el conseguir una escritura de propiedad a su
nombre. Entre las metas que se proponía la Liga, en relación a los derechos de
las mujeres casadas: poder registrarse en un hotel con su propio nombre; tener
su propia cuenta bancaria y poder firmar cheques para acceder a diversas
transacciones: tarjetas, derechos de autoría, cheques de pago, teléfono, etc.
Hasta 1972 no se pudieron conseguir estas metas.
Por otro lado, como toda obra humana, la Liga ha pasado a
lo largo de su existencia por periodos de luces y sombras. El declive se
produciría a partir de la muerte de Rose Fall Bres (1869-1927), abogada de la
Liga, y la posterior desaparición de su fundadora, Ruth Hale, tras una
depresión que la llevó a la muerte en 1934. Tendrían que pasar casi dos décadas
para que, nuevamente, se reanudase su actividad gracias al empeño de Jane Grant
y una veintena larga de ex miembros que siguieron batallando para que, como
adelantamos, en 1972 se cumplieran los objetivos propuestos. Este Revival, por otro lado, logrados sus
objetivos de principio, concentró a sus socias en otras líneas de trabajo,
dejando al margen lo político para afianzar la formación del colectivo femenino
en todos los órdenes, patrocinando becas y estableciendo bibliotecas
feministas. Dicho de otra forma, creando cultura feminista. En esta línea se
mantuvo un par de décadas porque el Estado, a través de la Organización
Nacional para la Mujer asumió, en buena parte, su decálogo; un ejemplo de
fagocitación que podríamos extrapolar a Portugal y su Conselho Nacional de Mulheres Portuguesas (CNMP), una organización
fundada en 1914 durante los primeros años de la República y que, como en el
caso de las americanas, la dictadura de Salazar, en los años 40, la borró de
las instituciones al considerar que ya el Estado se ocupaba de las mujeres
(Ballesteros, 2000).
Casi tocando el nuevo milenio la Liga había cesado en sus
actividades asumidas, como apuntamos, por mano del Estado. No iba a ser su
final porque uno de sus ex presidentes, el empresario y ex candidato demócrata Morrison
MacKelvy Bonpasse (1947-2019) cambió el enfoque, relanzando una página web bajo
la dirección de una nueva junta que preside, actualmente, la profesora experta
en estudios de género Cristina Lucia Stasia.
En Nueva York, aún resiste un grupo activo: el Lucy Stone League, afiliado a Alianza Internacional de Mujeres.
3. Las socias de la Lucy
Stone League
Seguimos moviéndonos con patrones de
conducta
y pensamiento, forjados en el Paleolítico
Superior.
(Françoise HÉRITIER)
3.1. Zona GALE (1874-1938). Novelista, dramaturga y escritora de cuentos.
primera mujer en ganar el Premio Pulitzer de drama, y activista política por
los derechos de las mujeres. Políticamente progresista, militó en el National Women´s Party (NWP). Fue una de
las fundadoras de la Liga formando parte de su Comité Ejecutivo. En 1928 se
casó con William L. Breese.
3.2. Fannie HURST (1885-1968). Nacida en Ohio, fue una novelista y escritora de
cuentos de ascendencia alemana. Hija de una familia judía emigrante de Baviera,
llegó a ser una de las autoras más leídas de los años 20 en los EE.UU. Asistió
a la Universidad de Washington y se graduó en 1909 a la edad de 24 años. En
Nueva York, donde se trasladó para intentar vivir como escritora fue camarera,
dependiente de ventas e, incluso actuó en pequeños papeles en los escenarios de
Broadway bajo el pseudónimo de Rose Samuels. Algunas de sus posteriores obras
serían adaptadas para el cine: Imitation
of Life, en las versiones de 1934 (Claudette Colbert) y 1959 (Lana Truner);
Humoresque (Joan Cawford, 1946) o Young at Heart (Doris Day, 1954). Fue
una activista que apoyó diversas causas sociales como el feminismo o la
igualdad racial. Fue también una seguidora incondicional de la política
intervencionista del Presidente Roosevelt (New
Deal), y muy amiga de su esposa Eleanor. Fue también un miembro destacado
de la Liga Urbana. Fue mimbro del club Heterodoxy, fundado por Marie Jenney
Howe en 1912 para mujeres «no ortodoxas», radicales, lesbianas y bisexuales
incluidas[10].
En 1915 se casó con el pianista Jacques Danielson (1875-1952), si bien cada uno
mantuvo su independencia. Formó parte también de otras organizaciones como la
Comisión Nacional de Vivienda, del Comité Asesor Nacional para la
Administración del Progreso de las Obras y delegada ante la Organización
Mundial de la Salud.
3.3. LIVINGSTONE, Beulah (1886-1975). Fue una publicista en las industrias
teatrales y cinematográficas durante la etapa del cine mudo. En 1926, los
Anunciantes Asociados de Cinematografía la nombraron como una de las 12 mujeres
que más habían logrado en la industria cinematográfica; las otras 11 mujeres
eran todas actrices o guionistas. Tras graduarse trabajó como maestra y
posteriormente se inició escribiendo en periódicos y revistas y como publicista
para el mundo teatral y cinematográfico. Se convirtió en agente publicitaria de
estrellas como Olga Petrova, las hermanas Norma y Constance Talmadge, y también
de astros como Buster Keaton o Rodolfo Valentino, de quien escribió una pequeña
biografía: Remember Valentino:
Reminiscences of the Greatest Lover, publicada en 1938. Fue vicepresidenta
de la Liga Lucy Stone, presidenta honoraria del Club The Woman Pays de Nueva York, vicepresidenta de los Representantes
de la Prensa Teatral de Estados Unidos y miembro del Club de Mujeres del Periódico de Nueva York.
3.4. Ruth HALE (1887-1934). Fue una periodista y publicista estadounidense
nacida en Tennessee. Estudió también Bellas Artes en Filadelfia. Fue una
activista feminista durante los años anteriores y posteriores a la Primera
Guerra Mundial. Trabajó como periodista en el Washington Post. Escribió también artículos deportivos, un tema
poco común para mujeres periodistas, lo que le dio ocasión para conocer al que
sería en 1917 su marido, el también periodista deportivo Heywood Broun
(1888-1939), a quien acompañó cuando éste fue enviado a Francia como
corresponsal de guerra. Ruth escribió, como corresponsal en París, para el Chicago Tribune. Trabajó también para
otras publicaciones como el The New York
Times, Vanity Fair o Vogue. Incluso llegó a actuar en los
escenarios de Brodway. Fue una ardiente defensora de la abolición de la pena de
muerte formando parte del comité de defensa en el famoso caso Sacco-Vanzetti,
junto con Dorothy Parker y John Dos Passos. Su vida fue recreada por la actriz
Jane Adams en la película de 1994 Mrs.
Parker and the Vicious Circle. Fue elegida presidenta de la Liga de Lucy
Stone.
3.5. Anita LOOS (1889-1991). Fue una escritora californiana nacida Corinne
Anita Loos. Su novela más conocida (y llevada a la gran pantalla): Los caballeros las prefieren rubias (Ruth
Taylor y Alice White, 1928)[11], así
como su continuación, Los caballeros se casan con las morenas (Jeanne Crain,
Jean Russell, 1955). Escribió regularmente para las revistas Harper's Bazaar, Vanity Fair y The New Yorker. Durante 18 años trabajó como
guionista para la Metro Goldwyn Mayer. Su padre fue periodista y su madre
editora. También intervino como actriz en teatro, cine (Camille, 1926)[12] y
televisión, si bien al parecer no era un oficio de su agrado porque siempre quiso
ser escritora. Según la investigación en sólo tres años (1912-1915) escribió
más de un centenar de guiones para cine. En 1915 se casó, una breve unión de
apenas 6 meses que la conduciría a Hollywood como futura guionista, también
para el cine sonoro hasta la década de 1950. Entre sus publicaciones destacamos
su obra memorista: A Girl Like I
(1966); Twice Over Lightly: New York Then
and Now (1972), en colaboración con su amiga y actriz Helen Hayes; Kiss Hollywood Good-by (1974) o The Talmadge Girls (1978) sobre las
hermanas actrices Constance y Norma Talmadge.
3.6. Janet FLANNER (1892-1978). Fue una
periodista estadounidense, que firmaba con el pseudónimo «Genet». Fue corresponsal
en París de The New Yorker
(1925-1975) e hizo reportajes para el National
Geografic. Al finalizar la guerra cubrió, entre otros acontecimientos, los
Juicios de Núremberg (1945), la crisis de Suez (1956), la revolución húngara de
1956 o la descolonización de Argelia (1954-1962). Mantuvo una larguísima (e
intermitente) relación sentimental con otra socia de la Liga: Solita Solano. En
1972 se publicó un libro: Paris Was
Yesterday. 1925–1939, una recopilación de sus artículos del periodo de
entreguerras. En 1947 le fue concedida la Legión de Honor francesa. Entre 1918
y 1926 estuvo casada con William «Lane» Rehm.
3.7. Jane GRANT (1892-1972). Nacida
Jeanette Cole Grant, fue una periodista del New
York Times y cofundadora del The New
Yorker. Escribió, fundamentalmente,
sobre temas relacionados con las mujeres. Durante la Primera Guerra Mundial
trabajó para la Cruz Roja como cantante para las tropas aliadas. En 1921 se
sumó a la Liga. En 1950, con otros ex miembros reiniciaron la Liga Lucy Stone. En
1943 publicó el ensayo Confession of a
Feminist y en 1968, unas memorias: Ross,
The New Yorker and Me. Su vida fue llevada al cine en 1994 en la película La Sra. Parker y el Círculo Vicioso (la
actriz Martha Plimpton le dio vida en la pantalla). Estuvo casada con Harold
Ross (1920-1929), fundador de The New
Yorker y con el editor William Harris en 1939, su viudo, quien en 1974
financiaría un centro de investigaciones sobre mujeres y estudios de género. A
su muerte en 1981 dejó un legado de más de tres millones de dólares a nombre de
su esposa para establecer el Centro para el Estudio de la Mujer en la Sociedad.
3.8. Neysa MORAN McMEIN (1888-1949) fue una ilustradora y pintora de retratos.
Actriz de teatro y escritora de cine (Three
Miles Out, 1926), comenzó su carrera artística como ilustradora. Durante la
Primera Guerra Mundial, junto a Dorothy Parker, acompañó a las tropas en
Francia, elaboró carteles para apoyar el esfuerzo de guerra[13] e ilustró
portadas de revistas y publicaciones nacionales (McClure's, McCall's, The Saturday Evening Post o Collier's). McMein creó el retrato de
una ama de casa ficticia «Betty Crocker», para General Mills, que se
convertiría en un icono nacional. También fue una exitosa pintora de retratos de
presidentes, actores y escritores. Nada que ver con la ideal Betty, su
creación. Fue una mujer de mentalidad progresista y abierta en todos los
sentidos, destacando la relación mantenida con su marido, John C. Baragwanath, con
quien se casó en 1923, que no fue obstáculo para tener relaciones con otros
hombres, como el actor Charlie Chaplin o el dramaturgo George Abbott. Fue una
unión exitosa que estuvo basada en una amistad profunda. Entre sus retratadas
figuran la escritora y aviadora Anne Morrow (1906-2001); la actriz cómica Beatrice
Lillie (1894-1989), las también actrices Katharine Cornell (1893-1974) y Kay
Francis (1905-1968) o las periodistas Janet Flanner (1892-1978) y Dorothy
Thompson (1893-1961)[14], todas
ellas comprometidas con la causa feminista. Neysa también diseñó textiles de
seda que pueden verse en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
3.9. Solita SOLANO (1888-1975). Sarah Wilkinson fue su verdadero nombre y nació
en Nueva York, en el seno de una familia de clase media. Fue una crítica de
teatro, editora y escritora. Su nom de
plume comenzó a utilizarlo cuando comenzó a trabajar como crítica teatral
en New York Tribune. Durante su
matrimonio vivió en países tan exóticos como Filipinas, Japón y China. En 1908
el matrimonio se instaló en Nueva York. Su vida sentimental (y bisexual) estuvo
ligada a varias mujeres como la periodista Janet Flanner, si bien ambas
estuvieron ligadas al círculo lésbico de Gertrude Stein (1874-1946)[15] y otras
intelectuales como Alice B. Toklas, Natalie Clifford Barney, Romaine Brooks y
Djuna Barnes. Intelectualmente curiosa, Solano fue durante muchos años
discípula del místico armenio George Gurdjieff (1866-1949), entre cuyas alumnas
encontramos a Dorothy Caruso (esposa del famoso cantante de ópera y una «socialite»
de aquella época), quien dejó publicadas un par de biografías de su marido y
una autobiografía: Dorothy Caruso: A Personal History, publicada en 1952.
Un año antes, en 1951, se había estrenado una película basada en la vida del
divo: The Great Caruso, dirigida por
Richard Thorpe, en la que la actriz Ann Blyth da vida a Dorothy. Varias de las
mujeres del grupo de Stein fueron asiduas del Club del Algonquín
Dorothy
Referencias bibliográficas
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[2] Virginia Wolf
recoge su vida en su más famosa obra: Una
habitación propia.
[4] Nacida Blanche
Oelrichs (1890-1950) publicó bajo seudónimo masculino. Era una estrategia para protegerse
para publicar su poesía, a veces de contenido erótico, considerado socialmente
como «poco adecuado» para una dama. Se casó en tres ocasiones, la segunda con
el actor John Barrymoore (1882-1942), conocido como «El gran perfil».
[5] Ambas citas en https://www.portafolio.co/economia/finanzas/mujeres-e-u-vuelven-adoptar-apellido-esposo-398634
(p.v. 13/4/2020).
[6] Respecto a esta
cuestión, Este derecho que fue generalizado en 1920, tras finalizar la Primera
Guerra Mundial, se hizo universal en 1965 sin restricciones de color o sexo.
[7] A través de la
obra de M. Báez Villaseñor conocemos que a mediados del siglo XIX el
desequilibrio entre sexos estaba generalizado. Estimándose, por poner un par de
ejemplos, que en el Estado de Nevada había ocho hombres por cada mujer y en
Colorado, veinte a una.
«Un largo camino: la lucha por el
sufragio femenino en Estados Unidos»
(p.v. 10/06/2019).
[8] Obtuvo su título
en 1849. «Elizabeth Blackwell: Mujeres de la Ciencia». https://elpais.com/especiales/2018/mujeres-de-la-ciencia/elizabeth-blackwell.html
(p.v. 11/6/2019).
[9] De ascendencia
judía, era sobrina del neurólogo Sigmund Freud. Buena deportista, estudió
música y psiquiatría. Fue la primera mujer en informar sobre boxeo en el New York Tribune.
[10] Se mantuvo
vigente hasta los años 40. Entre
otros miembros no «ortodoxos»: Doris Stevens, Paula Jacobi, Alice Kimball,
Alice Turnball, Katherine Susan Anthony, Sara Josephine Baker, Agnes de Mille,
Crystal Eastman, Elizabeth Gurley Flynn, Charlotte Perkins Gilman, Susan
Glaspell, Marie Jenney Howe, Elizabeth Irwin, Mabel Dodge Luhan, Mary Margaret
McBride, Inez Milholland, Alice Duer Miller, Rose Pastor Stokes, Margaret
Widdemer.
[11] Nueva versión de
1953 con Marilyn Monroe y Jane Russell.
[12] Dirigida por
Ralph Barton y actores como el afroamericano Paul Robeson y Sinclair Lewis,
también escritor y. premio Nobel de Literatura.
[13]Otras cartelistas
fueron Thelma Cudlipp (1891-1983), Helen Hyde (1868-1919), Mary Brewster
Hazelton (1868-1953) o Jessie Willcox Smith
(1863-1935).
[14] En 1931
consiguió entrevistar a Adolf Hitler, pero como consecuencia de sus críticas al
régimen nazi fue expulsada de Alemania en 1934. Fue el primer periodista
extranjero expulsado del país.
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