"PALAS ATENEA DIOSA DE LA SINRAZÓN"
Esquilo, el primer representante
de la tragedia griega, nos relata en su obra la “Orestiada”, representada por
primera vez en al año 458 a.d.n.e., el juicio al que es sometido Orestes
declarado culpable de haber asesinado a su madre Clitemnestra. Semejante
atrocidad es justificada por nuestro actor en el hecho de que él ha vengado la
muerte de su padre en la figura de sus asesinos, su propia madre y su amante
Egisto, inducido por su hermana Electra.
El padre de Orestes era el gran
Agamenón, rey de reyes, que habiendo llevado a cabo todos los excesos
imaginables (incluido el sacrificio de su propia hija Ifigenia exigido por el
sacerdote Calcas) para conquistar y destruir Troya, vuelve victorioso a su casa
tras diez años de guerra para encontrar la muerte. La acción se sitúa pues casi
siete siglos antes de la escritura de la obra.
El juicio de Orestes representa
el cambio histórico definitivo de la sociedad matrilineal a la patrilineal una
vez conocida la relación entre eyaculación y embarazo que permite
reinterpretar, en esta ocasión a favor del hombre, el papel primordial de la
concepción en aras a una correlación familiar, evidentemente más limitada que
la tribal.
Orestes fue enjuiciado en el
Aerópago bajo la presidencia de la diosa Atenea conocida por nosotros como
diosa de la sabiduría, del conocimiento, de las artes y de la agricultura (pues
nos proporcionó el olivo base de nuestra alimentación), virgen perpetua y
extraña guerrera que no combate, solo protege a los héroes.
Su abogado defensor fue Apolo dios de las artes y de la medicina, la
poesía, la música y la belleza masculina, hijo de Zeus y Latona e inductor del
cambio de costumbres que revolucionó las creencias ancestrales mitológicas.
Para situarnos en este transitar
ideológico debemos recordar que la muerte del rey sagrado es una constante antiquísima
en la mitología que se renueva anualmente
en un mito en el que el jefe de la tribu (rey sagrado) es sacrificado mediante
normas ancestrales, y tras una cruxificción es devorado en un banquete
teosofágico para aprovechar todas sus virtudes y renovar así los ciclos anuales
de siembra, recolección, lluvias, sol, día y noche. Existe necesariamente un
sacrificio humano que no compromete a la familia puesto que los hijos son de la
madre exclusivamente.
Al constatarse la relación entre
còpula y concepción aparece la figura del padre que medra en su beneficio
evitando el sacrificio sagrado. Por esta razón
Zeus, dios del olimpo, padre de Atenea, concibe a nuestra diosa sin
concurso de mujer para lo que según una absurda explicación mitológica devoró a
su mujer Metis impidiendo que diera a luz a un vástago que, según el oráculo,
le derrocaría pero alumbrándolo él mismo por su propia cabeza. Este anormal nacimiento explica que
nuestra diosa Palas Atenea no naciera de mujer y que tampoco fuera madre lo que
corrobora su epíteto Partenon (=virgen). Más creíble es la versión que nos dice
que Palas Atenea es africana, nacida en Libia al borde del lago Tritón, o sea,
que antes de ser Atenea fue Palas, la
tritónida supuesta amiga de la infancia y su instructora que murió en un nebuloso
accidente provocado por ella misma.
Atenea por tanto renuncia a sus
orígenes africanos para hacerse diosa de la ciudad de Atenas, puesto que
disputa a Posidón (el dios de los mares), y dedicarse a las labores femeninas
propias de la mujer domesticada, sobre todo el tejido en el que desarrolló
celos de la maestría de Aracné a la que convirtió en araña, en un mito
magistralmente representado por el pintor Velázquez en su obra “Las
hilanderas”. También tuvo conflictos adolescentes con su padre Zeus antes de
convertirse en su mano derecha y ser la única capacitada para manejar su rayo. Esta
fiel partidaria de su padre, que renunció a sus orígenes, a la maternidad e
incluso a su sexo, fue la que presidió
el tribunal que juzgó a Orestes.
El abogado defensor fue el dios
Apolo, nacido en Delfos, celoso en temas de amores, no tolera que se metan con
su madre, sedujo y amó de forma fallida a muchas mujeres porque su verdadero
amor fueron los hombres declarándose abiertamente misógino en una Grecia donde
la homosexualidad es ensalzada y elevada a virtud militar antes que sagrada.
El juicio de Orestes se declara
visto para una sentencia absolutoria que resulta evidente a la luz de los
mimbres que acabamos de considerar, pues la desnaturalización de la madre hace
posible la absolución del matricida: “la madre no concibe al hijo, tan solo
alimenta el germen, es el hombre quien lo engendra. Se puede ser padre sin
necesidad de madre, ahí tienes a Palas Atenea, que no fue nutrida en las
tinieblas de un vientre”.
El matrimonio fue la antesala del
patrimonio patriarcal, pero cuidando de que los hijos sean del padre por lo que
hay que encerrar a las mujeres en sus casas, atadas a la cocina o a la pata de
la cama y con la pierna quebrada. La masacre de la mujer y su vejación son la
excusa para crear un nuevo hombre liberado de los miedos ancestrales de la
muerte y de la superstición. Ahora es la mujer la que tiene que ser fiel y monógama.
La imagen de la alegre mujer-ninfa contrasta con las representaciones de
mujeres vencidas por los hombres.
La absolución jurídico-mitológica
pergeñada por Atenea ha resultado cara a la humanidad, dos mil quinientos años
más tarde seguimos tratando de reponer un orden descompensado que margina a las
mujeres cuando no las ignora, y oculta sus capacidades cuando no las anula, y
cuyas contravenciones aún paga con la muerte.
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de
Benalmádena
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