domingo, 26 de julio de 2020

TRES MICROCUENTOS CON POEMA

Ayudas a una desescalada. 26/07/2020



Tres microcuentos con poema

Antonio García Velasco

1. Enferma en el poder

Una mujer llamada Enferma quiso ser única en el gobierno de su reino. Daba vueltas a su mente sobre el modo de anular al actual rey y a todos sus ministros. Encontró la excusa perfecta cuando el rey quiso que todos admiraran su nuevo traje. En el desfile público, deslumbró a partidarios y a contrarios hasta que un niño gritó: "El rey va desnudo". Como una venda cayó de los ojos de los enemigos del monarca.
-Ha sido un truco demoniaco -dijo Enferma a sus amigos y seguidores-. Es un rey maligno, es el demonio capaz de engañar a su pueblo ingenuo y confiado. Debemos difundir esta idea. Os lo voy a recordar en un poema, porque siempre es más fácil retener la literalidad del verso que la de la prosa.
Entonces hizo que sus secuaces aprendiesen de memoria los siguientes versos:

Demonicemos al rival, consigna
que es ventajosa, tan rentable y fácil
como pintar de rojo una ventana.

Al disidente lo pintamos gris
con azufrados tintes cual demonio...
Pronto verán las masas los colores
que nuestro dedo le señale alzado.

Una batalla que ganamos, fijo,
pues parecerse a los demonios nadie
quiere, desea, tiene en objetivo.

De propaganda basta una campaña
y repetir mil veces quien es malo
porque nosotros somos buenos, santos
que ni mentimos ni de palos damos.

La campaña tuvo su recompensa y fue destronado el rey al que le gustaba el continuo estreno de trajes nuevos. Enferma fue nombrada reina y siguió demonizando a todo el que ponía en duda su legitimidad como monarca o comentaba críticamente sus abusos dictatoriales o sus errores administrativos.


2. Vanesa y el poder totalitario

Vanesa estaba convencida de que la tentación del poder podría ser superior a la del dinero, quizás porque el poder da dinero, hace adueñarse de dinero, manipular dinero. Cuando se hablaba del erotismo del poder, ella pensaba solamente en que también el poder facilita los placeres de Eros. Muchos monarcas han dado ejemplo de ello, muchos poderosos se habían beneficiado de su posición para conseguir el favor de las mujeres más deseables. A ella la había tentado un poderoso. Se negó en rotundo a esa forma de prostitución y, acaso en el fuego de la rabia, escribió los siguientes versos:

A ti que buscas poder totalitario

Es un perverso afán ese deseo
de poderoso ser. ¿Te mueve a extremos
esa locura ciega y testaruda
que ni reparas en las consecuencias?

¿Nos quieres mal a todos y a ti mismo
te quieres bien y por encima tanto?
¿A qué intereses sirven tus poderes?
¿A qué sombrajos quieres reducirnos?

¿Es tu querer que estemos sometidos
a tu exclusiva voluntad suprema?
Nos vas limando los dineros nuestros,

nos vas marcando los caminos fijos,
nos vas sembrando las consignas tuyas...
¿Cuándo será que tu ambición se pare?

Bastante tiempo estuvo temiendo publicar su soneto de verso blancos. A veces, al releerlo, se le iluminaban los colores de la indignación. Otras, la niebla de la duda o los sombríos bocados del temor. Por fin, los lanzó al viento del desafío por todos los medios a su alcance. Una semana después de que sus palabras comenzaran a dejar huella en los corazones de sus lectores, cuando llegó a su trabajo, recibió una carta de despido y la comunicación del finiquito: despido improcedente, rezaba la carta y en las explicaciones del empresario: “¿Tú crees que si realmente fuese competente en su trabajo iba a despedirla con una justa indemnización, según tiempo trabajado? Para quitármela de encima la he despedido así, sin discusiones. ¡Menuda pájara, que Dios me libre de las aguas mansas!”


3. Versos para una pregunta sin respuesta

La insultaron porque había dado una opinión contraria a lo que, en aquel círculo, se consideraba correcto. Ni la frase evangélica de dudoso origen es aceptable: "Quien no está conmigo está contra mí". Dudaba que eso pudiera haberlo dicho Jesús de Nazaret, que sería una persona ecuánime y sensata. Uno puede no estar con otro, pero no tiene que estar contra él, simplemente puede discrepar. Pero a ella la estaban insultando simplemente por opinar de modo contrario a quienes estaban en el lugar. Se marchó azorada y, al llegar a su casa, escribió:

Versos para una pregunta sin respuesta

¿Cuándo dejar podremos los insultos
a quien no piensa como yo lo pienso?
¿Cuándo dejar los odios burdos, zafios,
a quienes no comparten la supuesta,

convencional verdad que marca el curso
libre, sensato de la mente libre?
¿Cuándo será que democracia sea
un sentimiento puro, no la pose

que compartir queremos sólo, a secas,
con quienes piensan tal pensamos nos?
Me maravilla el fácil descalabro
que se quisiera para quienes no

comulgarán con las ideas mías.
Me maravilla el fácil anular
a quienes no votaron nuestro voto.
El corazón demócrata nos falta.
El egoísta dictador nos sobra.

Con frecuencia el escritor y, después, el lector encuentran en la literatura el consuelo que le niega la vida. Pero, en esta ocasión, tras dar por terminados aquellos versos, un puño férreo, descomunal, implacable salió de la pantalla del monitor y la golpeó en la cara. Desmayada la encontraron al mediodía y, al ser reanimada, comenzó a repetir como disco rayado. "¿Cuándo dejar podremos los insultos / a quien no piensa como yo lo pienso?".



Antonio García Velasco.
Profesor Titular de Literatura. UMA.

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