Esta situación de pandemia, si algo tiene de positivo, es
que nos ha dado la posibilidad de emplear el obligado enclaustramiento para
ponernos al día en lecturas que, por diversas causas, hemos ido aparcando para
mejor ocasión. En estas me encontraba cuando retomé la lectura de un episodio
de nuestra historia que pienso viene al pelo, como se suele decir, en estos críticos
momentos en los que asistimos a noticias que airean muchas de las vergüenzas
que golpean a la sensibilidad de la ciudadanía y que, en demasiadas ocasiones,
ponen contra la pared a nuestros gobernantes. El episodio en cuestión es el
viaje que en 1922 realizó el rey Alfonso XIII a la comarca extremeña de Las
Hurdes. Un terrible espectáculo de esta nuestra España, y de sus “tierras
vacías”, un asunto este, por cierto, bastante aireado en estos tiempos de
local-nacionalismo. De este viaje, y del documental que Luis Buñuel (1908-1993)
realizó en 1934 vamos a tratar intentando relacionar historias pasadas y
presentes, de cómo a los gobiernos les incomoda que se aireen sus vergüenzas y
de cómo nacen ciertos estereotipos de «malos españoles» cuando alguien pone al
descubierto algunas de estas vergüenzas.
Como
decía, en una de estas retomadas lecturas recordé una novela extraordinaria,
escrita por mi paisano, Luis Béjar (1943-2011) toledano de pro, maestro,
luchador y hombre socialmente comprometido que, por denunciar injusticias y
luchar contra ciertas prácticas poco honorables se ganó el dudoso epíteto de
«mal toledano»[1].
Yo me quedo con otra definición para mi paisano: la de «toledano de vieja cepa»
que Federica Montseny (1905-1994) utilizó para definir a otro viejo luchador de
la tierra: Anselmo Lorenzo. (1841-1914).
Otro ejemplo de «mal español» es el cineasta Luis García
Berlanga (1921-2010), como así lo definió Franco, por su osadía en plasmar en
películas míticas como Los jueves milagro
(1957)[2], la
premiadísima Plácido (1961)[3] o El verdugo (1963)[4] la cruda
realidad social de un país que se iniciaba en lo que se ha llamado franquismo
desarrollista, caracterizado por unas transformaciones sociales a las que no
acompañaban los cambios políticos.
Volvemos de nuevo al controvertido documental basado en
el viaje realizado en el año 1922 (concretamente durante los meses de abril y
mayo), una expedición en la que entre sus componentes se encontraban varios médicos,
entre ellos Gregorio Marañón (1887-1960) y un ingeniero catalán de nombre
Santiago Pérez-Armegí (1896), familiar directo de nuestro antiguo alcalde
Enrique Bolín Pérez-Armegí. Que la citada región era una especie de Jurassic
Worl, en el sentido de haberse quedada atrapada en la prehistoria, se puede
constatar ya en una obra titulada «Las Batuecas del duque de Alba», drama de
Lope de Vega basado en un escrito de un tal Alonso Sánchez, quien la describe
como un ejemplo de abandono cultural, y en la que sus moradores vivían en un
salvajismo atroz. Pues bien, varios siglos después, gracias a la citada
expedición, y por lo que se desprende de los testimonios recogidos (relatos y
fotografías), no parece que hubiera progresado al ritmo de otras regiones.
Baste un ejemplo. En una de las paradas, entre etapa y etapa del viaje, en un
pueblecito: Nuñomoral, a uno de los expedicionarios, en concreto el ministro de
Gobernación Vicente Piniés, del Partido Conservador, tras la comida, le
apeteció un café con leche. Desafortunadamente, allí no había vacas, ovejas ni
cabras… pero sí madres lactantes. El marido de una de estas, un solícito vecino,
regresó con una pequeña cantidad de leche para el cortadito asegurando a su
excelencia de que era de toda confianza y además «muy buena».
Como resultado de dicha expedición las autoridades
sanitarias determinaron que, además de otros graves problemas como el
analfabetismo generalizado, el mal estado de las vías de comunicación[5] y… muy
importante: los males espirituales y morales de la población que eran las causantes
de este estado de cosas ― quizás el que solo hubiera una cama para toda la
familia tenía algo que ver en este asunto―. Determinantes, estos últimos males para
las Autoridad, el Patronato planteó la construcción o reconstrucción de
iglesias en todos los núcleos habitados, y la asignación de curas párrocos. El
Dr. Marañón, por su parte, elaboró un informe dictaminando que el problema
hurdano era «puramente sanitario», culpando al hambre de la desnutrición y la
degeneración en que el bocio, el paludismo, el raquitismo, el cretinismo
(debido a la endogamia e incluso a las relaciones incestuosas) eran las
causantes de todo lo visto.
Pasó una
década y otro «mal español» de nombre Luis Buñuel (1900-1983), un joven
cineasta aragonés, inspirado por la lectura del libro del hispanista Maurice
Legendre (1878-1955) titulado Las Hurdes.
Estudio de Geografía Humana, publicado en 1927 como resultado de varios
años de investigación de la zona, decide realizar un documental que titulará
«Las Hurdes, tierra sin pan». Un título que tiene mucho que ver con su falta
entre los habitantes de esta comarca. Parafraseando a Legendre, el pan era
importado y apenas se comía «en las bodas». De todas las demás calamidades
expuestas el autor hace hincapié en algunas tretas de supervivencia, como que
las mujeres lactantes de la comarca se emplearan como nodrizas de la Inclusa,
lo que no pocas veces supusiera rebajar la lactancia de sus propios hijos, a
menudo con fatales consecuencias para el propio.
Por otra
parte, la intrahistoria del rodaje merecería unas cuantas páginas, misión
imposible en el espacio de este sucinto resumen. Sólo un par de datos: el dinero
para financiarlo lo puso un amigo de Buñuel, un activista anarquista aragonés
de nombre Ramón Acín (1888-1936), gracias a un boleto premiado en la lotería. Un
equipo de profesionales entre los que encontramos elementos antifascistas como
el director de cine negro Yves Allégret (1907-1987), casado con la actriz
Simone Signoret, que prestó a Buñuel la cámara de rodaje; el
anarco-sindicalista aragonés Rafael Sánchez Ventura (1897-1980); el guionista Pierre
Unik (1909-1945), miembro del PCF y poeta surrealista, como también el luso
Alexandre O'Neill (1924-1986), narrador; el director de fotografía Éli Lotar
(1905-1969); el compositor judío Darius Milhaud (1892–1974), responsable de la
música o el actor francés Charles Dorat (1906-1997) que puso la voz para la
versión francesa.
De
entrada hay que aclarar que el documental es una recreación in situ, rodado con protagonistas
locales[6], y por
ello ha tenido detractores que se cuestionaron su veracidad, si bien se ajusta,
como otros documentales de éxito, como es el caso de «Hombres de Arán», rodado
en 1934 por Robert y Frances Flaherty[7]. Ambos trabajos
comparten que sus reconstrucciones los conviertan en relatos míticos. El
hurdano se convirtió en una referencia en el cine documental cuando el
prestigioso Festival de Cine de Mannheim (1952) la incluyera en 1964 entre los
doce mejores documentales de la historia.
En resumen,
Las Hurdes es un documental que muestra unos hechos con la intención de
denunciar una situación y contribuir así a la ayuda de los hurdanos, algo que
muchos de éstos no han sabido comprender, y es que, de hecho, hablar de los
tiempos de las necesidades provoca vergüenza. Buñuel, surrealista ortodoxo,
daría un giro a su obra para acercarse a propuestas más sociales y
antifascistas ―no olvidemos que a principio de los años 30 Buñuel se había
afiliado al PC, una etapa esta que el historiador de Cine Román Gubern ha
reflejado en su libro Los años rojos de
Luis Buñuel―. Lo cierto es que con su documental consiguió escandalizar a
los gobernantes e intelectuales de su tiempo y con ello obtuvo una repercusión
que permitió difundir el mensaje social y de denuncia. Con luces y sombras,
como toda obra humana, su trabajo ha sido elogiado por grandes documentalistas
como Joris Ivens, Joseph Losey o Robert Flaherty y Carlos Saura, otro aragonés,
lo tuvo como punto de partida para su documental «Cuenca», realizado en 1958.
Por su parte, el Gobierno Lerroux decidió prohibirla por la mala imagen que
representó de España. Finalmente, en 1937 se estrenó en Francia, una victoria
pírrica, porque a los pocos días el gobierno francés prohibió su proyección.
Otro tanto le ocurriría con Los Olvidados
(1950) que retrataba los barrios más deprimidos de Ciudad de México, y cuyo
estreno en aquel país provocó reacciones violentísimas, hasta el punto de
solicitarse su expulsión del país… hasta que llegó el premio conseguido en el
Festival de Cannes. En 1951 Buñuel se convertiría en ciudadano de México. Pero
esta es otra historia.
Rosa M. Ballesteros Garcia. Historiadora.
[1] La novela
se titula (por si alguien siente la tentación de leerla) La razón de las piedras y fue publicada unos meses antes de su
muerte.
[2] El Opus Dei
lo incluyó en una lista negra que le impidió rodar más películas en España.
[3] Nominada al
Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
[4] Presentada
en la Mostra de Venecia (sin consultar al gobierno español), se estrenó en
España con diecisiete cortes de la censura y presiones para impedir su
exhibición.
[5] Su primera
carretera se trazó en 1922.
[6] Su duración
era de 27 minutos. Aunque originalmente mudo, en 1935 obtuvo dinero de la
embajada de España en París para sonorizarlo (voz en off perteneciente al actor
francés Abel Jacquin).
[7] R.
Flaherthy fue nominado también en 1964 por su documental «Nanuk, el esquimal» y
«Louisiana Story» realizados, respectivamente, en 1922 y 1948. Entre esos doce magníficos se encontraba «Tierra de
España», realizado en España en 1937. Como nota adicional su mujer y
colaboradora, Frances, no aparece en los títulos de crédito.
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