ELOGIO DE ABDERRAMAN III
Nace en Córdoba el 7 de enero de
891, nieto de una princesa navarra de nombre Oneca, e hijo de madre vasca
llamada Muna. Su abuelo, el emir Abd Allah, es la cabeza de un emirato que
lleva funcionando cerca de doscientos años, de
cuyas preferencias recibió una esmerada educación. Su fisonomía nos lo
describe como de tez blanca, ojos azul oscuro, cabellos rojizos, corpulento y
de baja estatura. Solía teñirse la barba y el cabello de oscuro para parecer
más árabe. Dotado para el mando, se muestra cortés y tolerante, aunque no
exento de firmeza en sus decisiones.
El 16 de Octubre de 912, con
apenas 21 años fue entronizado como nuevo Emir cordobés, el tercero de su
nombre, de un emirato en disolución debido a las disensiones internas cuyo
poder efectivo apenas alcanzaba a los arrabales de Córdoba. Sustituyó la
tortuosa política de su abuelo por otra franca, atrevida y audaz, manejando
hábilmente el “aman”, o perdón, con el castigo ejemplar, consiguiendo el
sometimiento y la pacificación de la casi totalidad del territorio peninsular
excepción hecha de los territorios del norte en donde sometidas las Marcas Fronterizas,
mantuvo a raya a los cristianos “politeístas”, arrogándose la capacidad de
arbitrar sus propias luchas intestinas. Afianzó
su poder construyendo en sus atarazanas
de Algeciras y Pechina una potente marina de guerra con la que sometió al
Magreb contrarrestando el apogeo fatimí
que se extendía hacia la península.
En el punto más alto de su poder
efectivo proclama la creación del Califato de Córdoba en 16 de enero de 929 denominándose
Ab Al Raman III an-nasir li-din Allah (el que obtiene la victoria para Dios).
El poder califal, la administración central, la justicia, la hacienda, el
ejército y la marina alcanzaron sus niveles más eficaces de organización y
funcionamiento. Se mejoró la Gran Mezquita Aljama con la creación de un nuevo
alminar, “el más bello de los alminares de Occidente” (cuyos restos aún pueden
verse en el interior del posterior campanario). Reconstruyó el zoco y mejoró
las conducciones de agua a la capital mediante un nuevo y espectacular acueducto
para poder atender a las más de cien mil casas, innúmeros palacios y 28
arrabales que hacían de Córdoba la mayor ciudad del siglo X.
No satisfecho con todo esto mandó
construir la ciudad-palacio de Madinat-al-Zahra, una de las obras más notables,
importantes y grandiosas que haya hecho el hombre. Radicada en las proximidades
de la capital surgió como encantamiento en una docena de años, con una
monumentalidad y riqueza extraordinarias, insólitas en el occidente europeo que
describieron con asombro todos los cronistas y escritores de su tiempo. Se
precisaron unos 10.000 obreros y se utilizaron materiales preciosos traídos de
todos los lugares del mundo. A sus mil metros cuadrados de extensión se
trasladaron todas las funciones administrativas, la ceca, el salón de
recepciones, una nueva mezquita y la vivienda del califa y los altos
funcionarios. Significó el símbolo del poder y la opulencia del califato
cordobés cuya influencia internacional desbordó todas las previsiones. Se
intercambiaron embajadas con Bizancio, con el Sacro Romano Imperio Germánico,
con Italia, con Creta, etc., estableciendo con todos ellos relaciones
comerciales.
La cohesión social y étnica
(asabiya) alcanzada, facilitó la eclosión cultural más extraordinaria que se
había vivido nunca en España. El obispo mozárabe Recemundo (autor de “El
Calendario de Córdoba”) y Hasday Ben Saprut
(médico judío) fueron embajadores del califato, y como tales llegaron a
Córdoba el geógrafo Ben Awqal y el monje Nicolás portador para su traducción de
la obra en griego de Dioscórides “Materia
Médica” y la “Historia”, en latin,
de Paulo Orosio. De Siria llegaron el filólogo Ali al-Qali (“El libro de
los dictados”) y el literato y poeta Al-Mutanabbi.
Las raíces literarias y culturales habían aflorado ya en
la propia Córdoba como lo demuestra la obra de Ibn Abd Rabbihi: “El collar
único” una auténtica enciclopedia de saberes desarrollado en 25 capítulos o
piedras preciosas. El historiador Qasim Ibn Asbag (“Tratado de los insignes
méritos de los Omeyas”), Ibn Al Qutiya (“Historia de la conquista de Al
Andalus”) o las obras de la saga de los Al- Razi, los primeros en escribir una
historia completa de España.
En el cenit máximo de su
esplendor político, militar, social y cultural muere Abderraman III el día 15
de Octubre de 961, tras cincuenta años de gobierno en España, su tierra natal
que nunca abandonó, legando un califato en paz, próspero y pujante que siguió
dando frutos durante muchos años.
La gran Mezquita Aljama, símbolo
externo de esta pujanza será ampliada y embellecida en tres ocasiones por sus
sucesores, consagrándose como centro de saber y enseñanza en la que Al- Jushani
(autor de la “Historia de los jueces de Córdoba”) introduciría el género “Adab”
similar a los “studia humanitatis” europeos posteriores, la biblioteca de
Al-Hakem II será famosa en todo el mundo.
A la disolución del califato, los
reinos de taifas siguen ofreciendo sus frutos previamente incubados como Ibn
Hazm en Córdoba (“El collar de la paloma”), Al Mutadid e Ibn-Zaydun (poetas
sevillanos), Ibn-Nagrella (“El libro de la riqueza”)de Granada, Salomon Ibn
Gabirol (“La fuente de la vida”)de Zaragoza, Ibn Said (“Categorías de las
naciones”) de Toledo, Al Baytar (botánico) de Málaga, Al Zarqali (astrónomo) y
un larguísimo etcétera que atestigua la importancia de la cultura derramada en
la península ibérica por el estado andalusí.
Más allá de la península, esta potente
crecida cultural impregna, igualmente, todos los ámbitos intelectuales del
momento, de la mano de figuras tan señeras como Avempace autor de “El régimen
del solitario” obra sin parangón de la cultura universal, Abentofail, autor de
“El filósofo autodidacta”, predecesores ambos de Rousseau y de su Contrato
Social, o del Emilio. Averroes (nadie en Europa podrá llegar a Aristóteles si
no es a través de los comentarios de Averroes). Maimónides el gran médico
contra la ignorancia, autor de la “Guía de los perplejos”, un posicionamiento
entre la fe y la razón. Ibn Arabi autor de “El intérprete de los amores” como
una vía de acercamiento a Dios.
La crecida cultural de la España
Califal llevaba en sí el limo necesario que inició e impulsó el renacimiento cultural
europeo.
La ocultación o el menosprecio de
la figura de Abderraman III denotan, no solo una falta culpable en el conocimiento
de nuestro devenir histórico, sino un interés doloso en borrar una de las
páginas más brillantes de la Historia de España.
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de
Benalmádena
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