CORONAVIRUS
Y SALUD PÚBLICA
La interacción entre pandemias y
vivencias sociales es una constante a lo largo de la historia de la humanidad.
La reacción humana al estrés ambiental siempre estuvo presente ya se tratara de
rezos y plegarias para atajar los castigos divinos o de la toma de decisiones
basadas en el racional conocimiento de las causas que se intuían o demostraban
en el origen del mal, aparte de las reacciones puramente biológicas de
adaptación para las que el organismo lleva implícitas sus directrices.
Tanto la peste como la disentería,
la viruela o la tuberculosis ejercieron una influencia manifiesta en las
costumbres sociales de su tiempo, en la evolución de las guerras y en la
evolución política a la que dieron cobertura, pero sobre todo influyeron en los
usos y costumbres sociales forzados por la necesidad de combatir y
contrarrestar los efectos secundarios de la enfermedad y la muerte.
Pero todas las pandemias
ejercieron su terrible poder de forma diversa sobre las diferentes clases
sociales de manera que siempre fueron peor tratadas, o más diezmadas, las
clases más inferiores, o menos pudientes frente a las más ricas o mejor
dotadas. Quiere ello decir que el concepto de
calidad de vida ha constituido siempre una barrera real de separación en
el grado de damnificación que se observaba en la contemplación posterior del
campo de batalla.
La acción decisiva de los avances
orientaron sobre las nuevas formas de habitabilidad que debían contribuir a
rebajar esas diferencias y que afectaron a la limpieza, a la distribución del
agua, a la conservación de los alimentos o a su manipulación, medidas todas que
reunidas comportaron un capítulo decisivo de nuestros estudios actuales como es
la salud pública a cuyos principios tenemos que recurrir ahora constantemente
para el control del coronavirus.
Tanto las costumbres higiénicas,
como la instalación del agua corriente, la limpieza continua, la ventilación,
etc., son logros históricos merecedores de galardones universales a la misma o
mayor altura, si cabe, que el reconocimiento otorgado a Yersin, a Pasteur, a
Koch o a Severo Ochoa. Hoy día este reconocimiento tendríamos que ampliarlo a
los arquitectos y urbanistas que han proporcionado viviendas cómodas y saludables
en las que vivir y transportes eficientes para desplazarnos, considerando todo
ello dentro de los beneficios que denominamos como calidad de vida.
Si en el momento actual sabemos
que el coronavirus se transmite fundamentalmente por vía aérea, todas las
medidas que impidan o que controlen cualquier tipo de aglomeración pasan a
formar parte de nuestra salud pública y no se trata solo de utilizar las
indispensables mascarillas, se trata de limitar los aforos de todo tipo de
espectáculos o de reuniones, de mejorar la distancia de convivencia en todas
nuestras actividades, especialmente en los colegios disminuyendo la relación
numérica alumnos-aula, de instalar mamparas protectoras, de regular el
funcionamiento de bares y restaurantes. Y sobre todo de mejorar el transporte
público aumentando el número de unidades y la frecuencia del mismo.
Igualmente es necesario aumentar
la cobertura y el funcionamiento de la sanidad pública mediante la mejora en
cantidad y calidad de hospitales y ambulatorios que deben de estar siempre en
proceso de remodelación y mejora de instalaciones y personal para estar
continuamente en alerta ante cualquier posible alteración epidemiológica.
Todas estas medidas de salud
pública que debemos de asumir mejorarán nuestra calidad de vida y nuestra
seguridad, y están basadas en la colaboración ciudadana para poder formar una
barrera de eficaz defensa ante posibles futuras pandemias e impidiendo la
necesidad de los confinamientos totales que al fin y al cabo solo son confesión
de un fracaso en la planificación de un evento que se presenta de forma
inesperada.
Si la salud pública y la calidad
de vida andan de la mano, también son necesarios el desarrollo simultáneo de políticas sociales y de ayudas a la
dependencia, así como la mejora de las políticas fiscales y la justicia
distributiva, porque no es con recortes ni con precariedad como conseguiremos
sobrevivir al coronavirus ni a los próximos y posibles virus o amenazas de tipo
similar.
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena
No hay comentarios:
Publicar un comentario