La literatura
en pantalla: Galdós y el cine
Rosa M. Ballesteros García. Historiadora
rosaballesterosgarcia@gmail.com
En el programa que habíamos preparado en el Ateneo
teníamos reservado una sesión en recuerdo del gran escritor canario Benito
Pérez Galdós (1843-1920). Se cumplía este año de 2020 un siglo de su muerte en
Madrid. Desgraciadamente, no hemos podido llevar a cabo el merecido homenaje,
por razones obvias, pero tampoco queríamos pasar la ocasión de recordarlo,
aunque fuera por esta vía. Con esta modesta aportación, ya que era yo quien
tendría que haberla presentado en su momento, pretendemos acercar la figura de
uno de los novelistas más importantes de nuestra literatura, después de
Cervantes, poniendo el objetivo (aludiendo al lenguaje cinematográfico) en algunos
aspectos, quizás menos conocidos; por un lado, como inspirador de películas y
por otro resaltar su empatía con el mundo femenino, además de resaltar una
actividad, al margen de su enorme trabajo como literato, como es su faceta de
ciudadano comprometido. De esta forma, se aúnan algunas de mis líneas de
investigación como es el cine y la historia social y de las mujeres.
No podíamos dejar de citar en primer lugar la literatura,
inspiración para muchas películas. Por otra parte, el cine ha servido para que
mucha gente se acerque a los libros adaptados ―muchas veces la literatura ha
sido y es la celestina inmejorable para reafirmar el romance con la lectura y,
sobre todo, para seducir a nuevos lectores―; sin embargo, la polémica entre
ambos medios viene de antiguo porque la literatura, concebida como un arte, y
el cine, calificado de espectáculo (hasta que fue considerado como el «Séptimo
Arte»), se remite a la primera adaptación realizada, es decir, igual de vieja
que el propio cine. Si recordamos, el lenguaje cinematográfico se desarrolló,
con sus luces y sus sombras, ante el reto de narrar con claridad una historia,
en un tiempo determinado, sintetizando en una hora de proyección cientos de
páginas que constituyen un guion. Podemos decir que son dos medios distintos,
aunque no incompatibles, sino complementarios, porque ambos tienen un mismo
objetivo: contar historias, y uno de sus elementos básicos ha sido el mismo: la
palabra, y Galdós, sin duda, fue un maestro para transmitir historias y así lo
han reconocido cineastas de la talla de Luis Buñuel (1900-1983) que, en cierta
ocasión le confesaba al escritor y guionista de cine Max Aub (1903-1972) que la
«única influencia» por él reconocida era Galdós. Tanto Buñuel como Aub desarrollaron
gran parte de su profesión en México tras el exilio de ambos. En aquel país
dirigió Buñuel algunas de sus películas más representativas: Nazarín (1959) y Viridiana (1961), basadas en obras de Galdós publicadas ambas en
1895 (la segunda basada en su novela Halma).
Más contemporáneo es el comentario del director madrileño José L. Garci (1944)[1]
describiéndole como «un historiador prodigioso y neutral, con una mirada
cinematográfica y objetiva, capaz como ningún otro de contar la historia de
España a través de lo que hablaba la gente, lo que comía y cómo vestía». Una
mirada, por cierto, que al franquismo no le gustó en absoluto porque durante
cerca de treinta años no se llevó ningún argumento de Galdós a nuestras
pantallas. En concreto, se presentaron a la Junta de Censura dos proyectos de
sendas producciones basadas en las novelas El
abuelo y Fortunata y Jacinta, que
no pudieron ser realizadas ante el completo rechazo de los censores que
entendieron que los argumentos galdosianos resultaban procaces y amorales. A
excepción de Marianela (Benito
Perojo: 1940)[2],
una de sus más cinéfilas, no hubo ninguna aproximación a sus novelas. Otro
tanto le ocurrió a otro de nuestros citados: Luis Buñuel, cuya película Viridiana estuvo prohibida hasta abril
de 1977[3].
A la muerte de Benito Pérez Galdós, en 1920, solo se
habían filmado dos de sus obras: La duda,
basada en su novela El abuelo[4],
dirigida por Domènec Ceret en 1916 (no se ha conservado copia) y Beauty in chains, basada en Doña Perfecta, dirigida por la
norteamericana Elsie J, Wilson en 1918 y protagonizada por Ruby Lafayette, ambas
mudas, que el escritor no pudo ver porque se había quedado prácticamente ciego.
La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes registra 19 títulos filmados por la
industria cinematográfica de habla hispana, aunque hay producciones de países
como México, Argentina o Venezuela, además de España, que también lo han hecho
para TV. En los años anteriores a la dictadura franquista se realizaron otras películas
(mudas): El abuelo (1925) dirigida
por José Buchs con Ana de Leyva y Modesto Rivas y La loca de la casa (1926) de Luis R. Alonso con Carmen Viance y
Rafael Calvo[5].
Y el interés por la obra de Galdós sigue vigente. En 2018 se produjo en Sri
Lanka una adaptación de Marianela, titulada
Nela, dirigida por Bennett Rathnayake
y protagonizada por la actriz india Semini Iddamalgoda (se trasladó la acción a
una plantación de té en Ceilán a principios del siglo XX). «Galdós, la más
grande gloria de la novela española después de Cervantes», como diría Max Aub,
merece que siga siendo fuente de inspiración para películas.
Benito Pérez Galdós había nacido en Las Palmas de Gran
Canaria. Fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español ―también
tocaba el piano y pintaba―. Es considerado a nivel internacional como uno de
los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y se le reconoce
como el mayor novelista español después de Miguel de Cervantes. Como Lope de
Vega, otro gran clásico, tuvo como referencia al pueblo llano, un pueblo que
conoció muy bien porque se dedicó a recorrer el país en coches de ferrocarril
de tercera clase, conviviendo con el pueblo miserable y hospedándose en posadas
y hostales «de mala muerte». Ateneísta, fue también académico de la Real
Academia Española desde 1897 y llegó a ser propuesto al Premio Nobel de
Literatura en 1912, propuesta que no prosperó debido a las campañas orquestadas
por grupos de intelectuales y políticos conservadores que convencieron a la
Academia Sueca de que no le concedieran el gran galardón de las letras[6]. Amigo
del liberal Sagasta (1825-1903), entre 1886 hasta 1890, detentó un escaño como
diputado del Partido Progresista representando a Guayana (Puerto Rico), si bien
su activismo más intenso fue entre 1907 y 1912. Su amistad con Pablo Iglesias
Posse (1850-1925), fundador del PSOE, le llevó a formar parte de la Conjunción
Republicano-Socialista, como cabeza de lista, formada por partidos republicanos
y el PSOE en las elecciones de 1910. Francisco Cánovas, en la biografía que
publicó en 2019 denuncia este «cainismo político» cundo afirma que «en una
situación normal le habrían dado el premio»; «cainismo» que siguió funcionando contra
él durante la dictadura, como ya se ha apuntado. Para el escritor Andrés
Trapiello: «fue el triunfo de la roña y la sarna española frente a los
principios liberales».
Otro de los aspectos que queremos resaltar es su
vinculación con el mundo de las mujeres. En palabras de la filósofa malagueña María
Zambrano (1904-1991) es «el primer escritor español que introduce a todo riesgo
las mujeres en su mundo». Con sus inolvidables personajes femeninos Galdós
denunció algunos de los males de la sociedad de su época, lo que le convierte,
en opinión de algunos críticos, como el historiador Francisco Cánovas, ya
citado, en un verdadero precursor del feminismo: «Él defendía que la
regeneración de la sociedad española pasaba por que la mujer se empoderase y
ocupase el lugar que le correspondía en la vida pública» y esta afirmación
queda reflejada en las protagonistas femeninas de sus más sonadas novelas:
Fortunata, Marianela, Isidora, Benina, Tristana… Protagonistas que evidencian
un estado de cosas en el que la mujer,
atada de pies y manos, era la que siempre tenía las de perder, como dice
Amparo, uno de los personajes de Tormento,
publicada en 1884: «¡Ay!, don Agustín, dichoso el que es dueño de sí mismo,
como usted (…) ¡En qué condición tan triste estamos las pobres mujeres que no
tenemos padres, ni medios de ganar la vida, ni familia que nos ampare, ni
seguridad de cosa alguna como no sea de que al fin, al fin, habrá un hoyo para
enterrarnos»: una perfecta alegoría de la España de la época, en palabras de
uno de sus estudiosos, Joaquín Casalduero. Muchas de sus heroínas se inspiran
en personajes reales, como Tristana
(1892), inspirada por uno de sus amores, la actriz Concha Morell. Otra actriz,
Concha Catalá, le inspiraría para el personaje teatral de Electra (1901) y Carmen Cobeña protagonizó obras de su autoría como
Los condenados (1894), La fiera (1896) y Casandra (1910). Otras relaciones que se suman a la lista fueron la actriz Anna
Judic, la cantante Marcella Sembrich o la artista Elisa Cobun, además de las
que tuvo las escritoras, ambas gallegas, Sofía Casanova[7] y, muy
especialmente, Emilia Pardo Bazán. Los dramas de Galdós contienen reflexiones
regeneracionistas sobre temas muy variados, entre los que destacamos la función
estimulante y mediadora de la mujer en la vida social en obras como La loca de la casa (1893) o Mariucha (1903). También utilizó la
mitología para introducir lo político en Casandra
(1910). Unas
palabras del escritor vienen a resumir lo anterior expuesto: «Sin mujeres no hay
arte; [...] Ellas son el encanto de la vida, el estímulo de las ambiciones
grandes y pequeñas; origen son y manantial de donde proceden todas las virtudes»[8].
Se le conoce una hija natural, María Galdós Cobián,
nacida en 1891 de Lorenza Cobián quien, por cierto, inspiró a nuestro escritor
para algunos de sus personajes: Fortunata, Casianilla y Leré. Su último amor
fue la viuda Teodosia Gandarias Landete. Al hilo de estos temas, la escritora y
pintora Margarita Nelken, en su artículo titulado «El aniversario de Galdós/intimidades
y recuerdos», publicado en el diario El
Sol del 4 de enero de 1923, comentaba la afición de Galdós por rodearse de
«mujeres jóvenes que pusieran risas y se ponía más achacoso para que le
mimásemos más».
Autor de Memorias
de un desmemoriado, Galdós apenas dice nada de sus intimidades
sentimentales hasta que, en 1948, el hispanista lituano establecido en Estados
Unidos, Chonon Berkowitz, publicase su estudio biográfico titulado Pérez Galdós. Spanish Liberal Crusader (1843-1920).
En 1873 Galdós comenzó a publicar los Episodios
nacionales, una magna crónica del siglo XIX que recogía la memoria
histórica de los españoles a través de su vida íntima y cotidiana. Murió en Madrid,
un 4 de enero de 1920. Unos 30.000 ciudadanos acompañaron su ataúd hasta el
cementerio. Al día siguiente Ortega y Gasset escribió en su necrológica: «La
España oficial, fría, seca y protocolaria, ha estado ausente en la unánime
demostración de pena provocada por la muerte de Galdós (…) El pueblo, con su
fina y certera perspicacia, ha advertido esa ausencia (...) Sabe que se le ha
muerto el más alto y peregrino de sus príncipes». En señal de duelo, esa noche
del 4 de enero se cerraron todos los teatros de Madrid con el cartel de No hay
función.
[1] Como
director de la película Volver a empezar
ganó en 1982 el Óscar de Hollywood a la mejor película extranjera. En 2008
Garci dirigió otra obra de Galdós: Sangre
de Mayo.
[2] Fue
premiada en el Festival de Venecia durante la época de Mussolini (Coppa della
Biennale). Su protagonista fue la actriz toledana Mary Carrillo.
[3] La Junta
Técnica del Estado decretó en 1937 que quedaban fuera de la ley aquellos libros
«comunistas, socialistas, libertarios y, en general, disolventes». La Ley de Prensa de 1938 estuvo «con carácter
provisional» vigente hasta 1966.
[4] Es la obra
de Galdós que más veces se ha llevado al cine: 6.
[5] Se
estrenaron durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).
[6] En dos
ocasiones más: 1913 y 1915 fue de nuevo candidato. Su entrada en la Real
Academia Española (RAE) también fue torpedeada varias veces por los sectores
conservadores hasta su ingreso en 1897.
[7] Sofía
Casanova estrenó en el Teatro Español en 1913 su comedia La Madeja (con dirección artística del propio Galdós).
[8] Discurso en
el homenaje a Jacinto Benavente.
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