LA ILÍADA
UNA
EPOPEYA SIN PRECEDENTES
La fuerza de las ideas
expresadas, escritas o no, constituyen un acicate imprescindible que impulsa el
comportamiento de los seres humanos como si fueran un espejo en el que reflejar
sus propias aspiraciones. Así personajes y pautas de comportamiento, como
objetivos y metas a alcanzar, se extraen de los anaqueles literarios en los que
quedan fijados los ideales de conducta de cualquier humano que se educa para
vivir.
En la Ilíada, una epopeya de
quince mil versos en hexámetros griegos, en la que se relatan cincuenta y dos
días de una guerra sin cuartel entre griegos y asiáticos, están fijados para
toda la posteridad las causas o excusas para semejante atrocidad, los modelos
de comportamiento, elevados o rastreros, los pretextos y las nimiedades que
originan y finalizan las grandes tragedias.
Podemos decir que desde mucho
antes de que comenzara la existencia, desde muchísimo antes de que se comenzara
a escribir, allá por los albores de los siglos XIII-XII a. C., en pleno
predominio de la civilización micénica de ciudades-estado, situamos esta
utópica guerra, supuestamente entre los hititas y los ahhiyawa o griegos, en
Wilusa o Ilión (Turquía), aún indemostrada arqueológicamente, que sienta el
relato de lo que sería la humanística conocida y comprobada hasta nuestros
días.
Como en la vida misma las
acciones humanas están dominadas por los dioses Zeus y Tetis, es decir, por el
destino que controla y maneja las virtudes, el sentido y la libertad humanas.
Aquiles, “pies ligeros”, es el prototipo del héroe, imbatible, seguro de sí
mismo aunque sabe que morirá joven, y advenedizo cuyas diferencias con su jefe,
Agamenón, a causa de la esclava-sacerdotisa Briseida, aleja su imprescindible
presencia en el combate permitiendo la inclinación de la balanza guerrera hacia
el enemigo.
Agamenón, el rey de reyes, es el
prototipo del jefe, orgulloso, arrogante, tiránico, ineficaz e irresoluto.
Odiseo el astuto e inteligente navegante que instiga y propone las acciones a
llevar a cabo.
Helena la bella princesa griega
que aparece como causa principal de la guerra, esposa de Menelao, hermano de
Agamenón, raptada por Paris el veleidoso príncipe troyano que demuestra su
cobardía huyendo del duelo decisorio.
Patroclo el querido de Aquiles
cuya muerte, desata los deseos de venganza de éste que termina acudiendo a la
batalla para matar a Héctor el príncipe troyano por excelencia y ultrajar su
cadáver arrastrándolo en su carro de guerra, alrededor de las murallas troyanas
ante la desolada mirada de su padre el rey Príamo que humilde solicita y
obtiene su devolución.
Todo este elenco de virtudes y
perversidades reflejadas en la inmortal obra de Homero con la que podemos
afirmar que se inicia la cultura griega, que ha enseñado a toda la humanidad
pautas de comportamiento con las que identificarse, se plasmaron en un tiempo
en el que no existía la escritura. Posiblemente su autor Homero, vocablo que
significa “el que no ve”, era un “aedo”, juglar, ciego y analfabeto, que no
sabía leer ni escribir, pero que se dedicaba a recitar o a cantar componiendo
sobre la marcha los momentos épicos emocionales que transmitía a sus oyentes,
por lo que sus actuaciones nunca eran iguales sino que diferían forzosamente, gracias
a que en el hexámetro griego se distinguen las cantidades o duraciones en las vocales y las sílabas.
Hasta el año 500 antes de cristo
la Ilíada no fue puesta por escrito, puede que dictada por el propio Homero a
algún escriba, detectándose entonces que el desconocimiento del poeta sobre lo
que escribe es manifiesto. De forma evidente el escritor, o el que dictó, ni
vivieron ni conocían los hechos que relataban, sencillamente se sirvieron del
conjunto de aseveraciones acumuladas y deformadas desde antes describiendo un
mundo “sui generis” en el que, aunque nadie supiera leer ni escribir, la
lealtad, la entrega, la gloria, etc. tienen su asiento para ejemplo y enseñanza
de sus oyentes.
Por todo ello la datación
histórica de Homero como autor es muy compleja aunque no cabe duda que creó
todo un mundo, una época que denominamos homérica, en la que su estrella
dominaba todos los ambientes culturales de la época y se extendió por el ancho
mundo griego, no solo copiándose, también representándose en todo tipo de
cerámicas, tumbas y relieves. Alejandro Magno se veía a sí mismo como un nuevo
Aquiles. Aristarco de Samotracia, “el mejor de los gramáticos” del siglo I,
dedicó toda su vida a la obra, fijando su extensión y comentarios que fueron
estudiados y admirados por todo el Imperio Romano.
La gloria, el heroísmo, la
lealtad, la entrega, la traición, la humillación, la venganza, la barbarie, son
los elementos, entre otros, que conforman la Ilíada que es una historia de
guerra, un monumento a la guerra, narrada por los vencedores, como un
testimonio universal de la relación entre los hombres a la que no le falta
belleza, en su bárbara entrega y su pasión, porque en la Ilíada todo es bello y
recordable, las batallas, las armaduras, los caballos, los carros de guerra,
los héroes, los duelos, las batallas, etc. escenarios desde los que se llega a
la muerte como una única forma de glorificación.
Momento es ya de que toda esta grandiosa
escenificación sea enmarcada quedando como recuerdo para la humanidad de una
forma de vivir agotada y extinguida, una forma arcaica, porque en nuestro
tiempo la gloria se busca por los caminos de la ciencia y el arte que solo
producen beneficios a la humanidad.
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
Bibliografía.
Homero: “La Ilíada”. Melsa 1975
McCullough C. :”La Canción de
Troya”. Planeta 2007
Baricco A ”Homero, Ilíada”.
Anagrama 2005
Lane Fox R:“Homero y su Ilíada”.
Crítica 2024
Vallejo I.:”El infinito en un
junco”. Siruela 2021