domingo, 19 de octubre de 2025

El infinito en un junco

El arte de la vida con libros:

Irene Vallejo, la consolación y el cuidado

 

 

«La vida va más allá del libro, pero supone un paso a través del libro»

Emmanuel Levinas, Difícil libertad.

 

 

 

¿Por qué un ensayo de casi quinientas páginas como el de Irene Vallejo, dedicado a la

historia de los libros, ha tenido y tiene tanta repercusión mundial y un éxito tan notable

después de cinco años de su publicación?

 

En la primera edición de El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo (Ediciones Siruela, 2019), Irene Vallejo ha escrito y mostrado con belleza y elegancia la historia del libro en el mundo griego y latino, así como el protagonismo de personas e instituciones que hicieron posible su pervivencia a lo largo del tiempo. En la actualidad, durante el mes de septiembre de 2025, se han vendido más de un millón medio de ejemplares y está traducido a cuarenta y cinco idiomas. Su autora recorre el mundo en un baño de masas. Colas interminables de lectores se forman en los umbrales de bibliotecas, librerías, teatros, centros culturales, salas de exposiciones, museos…para escuchar el cálido, dulce y melódico fluir de su decir y, además, conseguir su dedicatoria y su firma en la página de respeto.

 

Recuperando una historia desde la época grecolatina, uniendo pasado y presente,

interconectando sabiduría y conocimientos ancestrales con saberes actuales, a la vez que

evidenciando la necesidad de que nos narren y de narrarnos, Irene Vallejo encanta al lector. Pudiera parecer que ante la presencia de una «atrofia de la capacidad narrativa» que caracteriza al sujeto del siglo XXI, en la consideración y expresión de la psicoanalista Lola López Mondéjar (2023), Irene Vallejo se erigiese en faro orientador que señala un puerto posible al que arribar, donde hallar consuelo a través de la experiencia lectora, donde encontrar cobijo ante una realidad abrumadora e intempestiva. El coreano Byung-Chul Han, en su breve ensayo La crisis de la narración (2023), valora el poder curativo de la narración y, también, de los contactos: «Los contactos tienen una fuerza narrativa…Los contactos son como narraciones táctiles, que liberan de las tensiones y de los bloqueos que podrían causar el dolor y enfermedad […] La creciente pobreza de contacto nos enferma. Si nos falta por completo el contacto, nos quedamos irremisiblemente atrapados en nuestro ego».

 

El infinito en un junco, a mi juicio, ha actuado como un elemento de apoyo y acompañamiento ante las soledades y la intemperie de un mundo acelerado, tecnologizado y en proceso de deshumanización, ha proporcionado caricia a través de la

palabra, de la escritura, negro sobre blanco. Un consuelo necesario, posiblemente autorreprimido, ocultado por una sociedad que ni nos acepta, ni nos integra, ni nos quiere sintiéndonos dolientes y vulnerables. El ensayo de Irene Vallejo interpela e invita, como seres narrativos, vulnerables, contingentes e históricos que somos, a recuperar y a persistir en la mirada poética del mundo, a leer y leernos, narrar y narrarnos, a considerar la narración, los libros, la lectura, como medios y recursos de curación y consuelo.

 

Posiblemente tras la pandemia y en la vorágine del mundo actual, el consuelo era una necesidad y muchas personas lo encontraron en un ensayo cuyos párrafos, de una prosa cálida y acariciadora, atraparon y encantaron a los corazones de solitarios y asendereados lectores confinados inicialmente a causa de las restricciones derivadas del impacto del Covid 2019. Tocados y libres de la cárcel pandémica posteriormente, el boca  a oreja y los múltiples medios digitales diseminaron esta singular historia del libro en la antigüedad por los confines del mundo. Somos frágiles. La condición humana es vulnerable. La existencia está impregnada de dolor, de conflicto, de indiferencia, de crisis, de soledad, de herida…Somos seres relacionales e interdependientes que reclamamos hospitalidad, consuelo, compasión, perdón, atención. Ante estas circunstancias y las contingencias del habitar el mundo, narrar y narrarnos nos hace bien.

 

Probablemente Irene Vallejo encontró consuelo en el proceso de escritura de su ensayo y, por ende, una vez publicado el libro, consigue donar y expandir cuidado a miles de personas que hallaron alivio y paz en la manera de narrar la historia de la invención de los libros en el mundo antiguo: El infinito en un junco, un libro, un objeto, una cosa, un artilugio, un prodigioso invento, que en manos de los lectores actuales rememoraba y hablaba de sus antecesores, de otros libros, de otros lectores, sujetos dolientes de hace miles de años con los mismos deseos de consuelo y de conocimiento.

 

De hecho, como ha manifestado Irene Vallejo en varias entrevistas, en el contexto en el que escribe su libro, la escritura diaria fue posible en tiempos liberados de los cuidados de otros, devenía de un anhelo de consuelo ante la adversidad familiar y de un hondo deseo de narrar, de contar, de salir de sí, de dar más fuera del exiguo y asfixiante ir y venir y existir y hacer entre las paredes de los espacios públicos y privados. En la tradición literaria y filosófica encontramos obras con una clara finalidad de dar consuelo. Es el caso de Boecio (480-540 d.C.) que en Consuelo de la filosofía invoca a ésta para alivio de sí mismo mientras aguardaba su ejecución en la cárcel de Pavía. En el caso de Consolación a Polibio (43 d. C.), escrita por el cordobés Lucio Anneo Séneca, para confortar y calmar al liberto Polibio por la muerte de su hermano.

 

En los textos de Irene Vallejo, además de la idea de lectura que nos cuida, vislumbramos ideas fuerza como el persistir actualmente en el aprecio y cultivo de las humanidades; como la consideración fundamental que ha de tener la memoria cultural e histórica en los análisis de la realidad y en la reflexividad, sin olvido del legado civilizatorio; como el valor de los clásicos, fuentes de revelaciones, visiones y conocimientos perfectamente útiles para la vida buena; como la importancia cotidiana de la transmisión del acervo de nuestros ancestros y de las labores de mediación llevadas a cabo por bibliotecas, editoriales, instituciones culturales y educativas; como la resistencia que supone el cobijo que nos proporciona el saber, alojado en los libros venerables y en la lectura. El profesor Josep María Esquirol, en La escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir (2024), escribe: «La lectura es una de las prácticas de la resistencia. El lector necesita casa, y el soñador también. Casa, rincón. Pero la sociedad `pantallizada` y consumista mina el lugar, la situación, la ventana, el rincón y la casa. En el rincón, los buenos libros esperan pacientemente a los buenos lectores. La gente tiene necesidad de poesía y de mística para no enloquecer. Si no creemos en nada, nada quedará. Tampoco los libros».

 

Promovamos un arte de la vida con libros y generemos una actitud lectora virtuosa. Decía Aristóteles en torno a la virtud que se precisaba un aprendizaje para llegar a ella, del ejercicio de hábitos buenos, de frecuentación y tiempo para la experiencia, la formación y la práctica. La lectura convertida en buena costumbre -Nulla die sine linea- configura y enriquece el carácter e invita al lector a hacerse a sí mismo. La alternativa hoy para disponer de alimento y consolación diaria ante los múltiples ladrones de atención consistiría en robar tiempo a los afanes cotidianos y conquistar las condiciones para leer. Y esa atención ha de estar acompañada y asistida por la memoria, pues como nos indica Mayka Lahoz (La trama de la memoria, 2022), «nuestra memoria y nuestras vivencias, especialmente las traumáticas, reclaman auxilio narrativo».

 

En relación con las prácticas lectoras en la actualidad, este fenómeno de inusitado interés por el asunto abordado en el ensayo de Irene Vallejo, pone de manifiesto la relevancia que las acciones de mediación tienen en los ámbitos de las redes bibliotecarias municipales. Ante la ausencia de una prescripción literaria de referencia, y con marchamo de autoridad, de crítica fiable por la miríada de prescriptores en redes, de sobreproducción editorial, de prevalencia de criterios obedientes a tendencias de mercado a la hora de editar, etc., no cabe duda de que hay que poner en valor y laborar por una excelencia en la mediación lectora de proximidad que coadyuve, a través de múltiples estrategias de encuentro entre lectores, al acompañamiento en el desarrollo de las subjetividades y el fomento de un sujeto lector con criterio y centrado en su ser reflexivo.

 

La Federación de Gremios de Editores de España encargó un texto de alabanza al libro y a lectura a Irene Vallejo. En el año 2020 la editorial Siruela publicó en una hermosa edición dicho texto bajo el título Manifiesto por la lectura. Caligrafías del cuidado, en el que la autora apelaba a cuidar de la lectura porque ella nos cuida, porque somos una especie frágil necesitada de relatos, porque «somos la única especie que explica el mundo con historias, que las desea, las añora y las usa para sanar». Pues eso.

 

                                                  José García Guerrero

                                                              Maestro

                                 EL ATENEO LIBRE DE BENALMÁDENA

                                               “benaltertulias.blogspot.com”