MAGDA GOEBBELS: LA ESTRELLA DEL III
REICH
Alguien escribió que el Tercer Reich «no
hubiera sido el mismo sin ella». Tuvo un padrastro y un amante judíos y se casó
en dos ocasiones. Del primer (y efímero) matrimonio con un millonario, veinte
años mayor que ella, nació un hijo, y otros seis (dos niños y cuatro niñas) del
segundo matrimonio, tras su divorcio, con uno de los hombres con más peso del
nazismo: el todopoderoso ministro de Información y Propaganda: Joseph Goebbels.
Su nombre de soltera era
Johanna María Magdalena, de padre desconocido, nacida en Berlín en 1901 y
muerta en 1944, en el bunker de su admirado Hitler, cuando el ejército
soviético estaba a punto de entrar en Berlín. Su segundo padrastro fue otro
magnate judío de nombre Richard Friedländer[1], que le dio su apellido, si bien
años después ella lo cambiaría por el del primer marido de su madre: Quandt.
Según apuntan algunas fuentes, Friedländer, pudo ser su padre biológico.
Nada
hacía presagiar que esta jovencita, exquisitamente educada en el prestigioso
internado para niñas de Holzhausen, cerca de Oslar, gracias a los ventajosos
matrimonios que había hecho la madre, esta niña guapa, cosmopolita, elegante y
ambiciosa llegaría a convertirse en el símbolo e icono de la verdadera madre aria.
En general, sus biógrafos suelen coincidir que, de todas las mujeres que
rodearon al Fürher, ella, Magda, rayando el fanatismo, fue la más entregada a
la causa. Son varias las fuentes que especulan que su único y verdadero amor
(no se ponen de acuerdo en el grado de intimidad) fue Adolfo Hitler. Lo que es
indudable que utilizó de modo magistral sus armas de seducción para llegar a lo
más alto. De su primer matrimonio, además del hijo, tuvo la habilidad de
conseguir un divorcio que la favoreció económicamente. A su primer marido lo
había conocido en el tren que la trasladaba al internado. Se trataba de un
millonario, veinte años mayor, quien, temeroso por la repercusión y motivo de
escándalo por el que su matrimonio era un fracaso, le había facilitado la
separación. Por un lado, la joven Magda estaba harta y aburrida de ser una
mujer «florero». Necesitaba otro tipo de vida social más activa en la que
pudiera desarrollar sus nada desdeñables habilidades. Y, para más «inri», había
encontrado un joven de su edad que se ajustaba a sus expectativas: vigoroso,
idealista y consagrado a la acción; el problema es que era un judío socialista de
origen ruso. Se llamaba Haím Arlosoroff[2], militante
sionista y hermano de una de sus mejores amigas. Según afirma la escritora Anja
Klabunde, especialista en historia del III Reich, y autora de una biografía de Magda:
Magda Göebbels, publicada en 1999, «se hizo muy amiga de Lisa
Arlosoroff, la hermana de Haim». Según cuenta en este libro, Magda asistía a
las reuniones sionistas, con un brazalete con la estrella de David.
Nada
hacía pensar que la ardorosa sionista iniciara un cambio tan drástico de tercio
hasta llegar a convertirse en una militante del nazismo. El hecho determinante
ocurrió durante la campaña electoral de 1930, en un mitin en el Palacio de los
Deportes de Berlín, en el que actuaba como orador principal un tal Joseph
Goebbels. Desde ese momento su vida daría un giro radical. Goebbels no era un
Adonis, ni mucho menos el modelo masculino ario: bajito, de aspecto enjuto, moreno
y ojos castaños, arrastraba su pierna izquierda, encajada en una prótesis, a
causa de una enfermedad infantil. Como alguien ha escrito: «Era la antítesis
ambulante de lo que predicaba su propia propaganda». Pese a todo, Magda quedó impresionada
por su oratoria y por la parafernalia del acto. Como le había ocurrido con el
sionismo, rápidamente se afilió al partido nazi y poco a poco, gracias a sus
buenas cualidades, logró introducirse en las oficinas del cuartel general y
ponerse a las órdenes del mujeriego Goebbels, quien escribió en su diario: «Una
hermosa mujer llamada Quandt está haciéndome un nuevo archivo privado», Se
refería al detalladísimo archivo donde recogía todas las noticias que, sobre
él, o sobre el partido nazi se publicaba en el extranjero. Ahí encajaba Magda.
El puesto estaba hecho a su medida porque, entre otras habilidades, hablaba
idiomas. «Voy a dejar las historias de mujeres y dedicarme por entero a una», escribe
Goebbels en su diario. En resumen, de secretaria particular, Magda pasó a ser
la esposa del líder nazi un 31 de diciembre de 1931 con Adolf Hitler como
padrino.
A partir de ese
momento, aquella dama de la sociedad burguesa y decadente de la República de
Weimar, se transformaría en la esencia del ama de casa nacionalsocialista
ejemplar que organizaba espléndidas veladas en su mansión de Reichskanzlerplatz
que duraban hasta altas horas de la madrugada. Por aquella mansión pasó toda la
cúpula del partido: «galería de los monstruos», como es definida por algún historiador,
donde personajes como Hermann Goering, Erns Röhm o Heinrich Himmler, desfilaron
por sus salones, agasajados por su anfitriona.
En 1933 Goëbbels, pese
a su empeño por hacerse con la cartera de Cultura, Hitler le hizo ministro de
Ilustración Pública y Propaganda. El matrimonio, en su calidad de ministros del
Reich, se trasladaría al palacio del Príncipe Leopoldo y como residencia de
verano, las
autoridades de Bogen le regalaron otro palacete de estilo prusiano en la zona
del lago. Para mayor megalomanía, Goebbels se hizo construir un castillo
privado (en el que ni su esposa podía entrar) que utilizaría como despacho y
«picadero». Mientras, el matrimonio tuvo seis hijos (Helga, Hildegaard, Helmut,
Holde, Hedwig y Heide), todos con HACHE, por lo que fue recompensada por el
Fhürer con la Cruz Honorífica de la Madre Alemana. Por su parte, Magda, había
conseguido encantar, no sólo a Alemania, sino a buena parte de los extranjeros,
especialmente, como anfitriona de la Olimpiada de Berlín de 1936. Durante la
guerra, acompañaba al marido visitando las ruinas de los bombardeos aliados y
consolando a las madres que habían perdido a sus hijos.
Su final es
generalmente bien conocido. El 22 de abril de 1945, con el Ejército Rojo a las
puertas de Berlín, el matrimonio solicitó acompañar a su ídolo en su búnker.
Desde allí Magda escribió una carta a su hijo Harald que estaba en el frente su
fatídica decisión: «Nuestra espléndida idea se hunde (…) El mundo que vendrá
detrás del Führer y el nacionalsocialismo no merece la pena ser vivido, y por
eso he traído a los niños». Dos días después Hitler y su amante, Eva Braun se
suicidaron. Magda se encerró en una habitación con sus seis hijos. Les
administró un somnífero y una inyección letal. La mayor tenía doce años, la
menor no había cumplido los cinco. Goebbels se pegó un tiro, Magda ingirió una
cápsula de cianuro. Sus restos, encontrados por los soldados rusos, fueron
enterrados en los jardines del cuartel general del KGB en Magdeburgo. Un cuarto
de siglo después, los restos fueron incinerados y esparcidas en el río Elba.
Rosa M.
Ballesteros García
Vicepresidenta del
Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
[1]
Murió en el campo de
concentración de Buchenwal.
[2] Fue asesinado en Tel Aviv en
1933, sin que hasta la fecha se hayan encontrado culpable o culpables.