domingo, 16 de noviembre de 2025

Magda Goebel

MAGDA GOEBBELS: LA ESTRELLA DEL III REICH

 

Alguien escribió que el Tercer Reich «no hubiera sido el mismo sin ella». Tuvo un padrastro y un amante judíos y se casó en dos ocasiones. Del primer (y efímero) matrimonio con un millonario, veinte años mayor que ella, nació un hijo, y otros seis (dos niños y cuatro niñas) del segundo matrimonio, tras su divorcio, con uno de los hombres con más peso del nazismo: el todopoderoso ministro de Información y Propaganda: Joseph Goebbels.

Su nombre de soltera era Johanna María Magdalena, de padre desconocido, nacida en Berlín en 1901 y muerta en 1944, en el bunker de su admirado Hitler, cuando el ejército soviético estaba a punto de entrar en Berlín. Su segundo padrastro fue otro magnate judío de nombre Richard Friedländer[1], que le dio su apellido, si bien años después ella lo cambiaría por el del primer marido de su madre: Quandt. Según apuntan algunas fuentes, Friedländer, pudo ser su padre biológico.

            Nada hacía presagiar que esta jovencita, exquisitamente educada en el prestigioso internado para niñas de Holzhausen, cerca de Oslar, gracias a los ventajosos matrimonios que había hecho la madre, esta niña guapa, cosmopolita, elegante y ambiciosa llegaría a convertirse en el símbolo e icono de la verdadera madre aria. En general, sus biógrafos suelen coincidir que, de todas las mujeres que rodearon al Fürher, ella, Magda, rayando el fanatismo, fue la más entregada a la causa. Son varias las fuentes que especulan que su único y verdadero amor (no se ponen de acuerdo en el grado de intimidad) fue Adolfo Hitler. Lo que es indudable que utilizó de modo magistral sus armas de seducción para llegar a lo más alto. De su primer matrimonio, además del hijo, tuvo la habilidad de conseguir un divorcio que la favoreció económicamente. A su primer marido lo había conocido en el tren que la trasladaba al internado. Se trataba de un millonario, veinte años mayor, quien, temeroso por la repercusión y motivo de escándalo por el que su matrimonio era un fracaso, le había facilitado la separación. Por un lado, la joven Magda estaba harta y aburrida de ser una mujer «florero». Necesitaba otro tipo de vida social más activa en la que pudiera desarrollar sus nada desdeñables habilidades. Y, para más «inri», había encontrado un joven de su edad que se ajustaba a sus expectativas: vigoroso, idealista y consagrado a la acción; el problema es que era un judío socialista de origen ruso. Se llamaba Haím Arlosoroff[2], militante sionista y hermano de una de sus mejores amigas. Según afirma la escritora Anja Klabunde, especialista en historia del III Reich, y autora de una biografía de Magda: Magda Göebbels, publicada en 1999, «se hizo muy amiga de Lisa Arlosoroff, la hermana de Haim». Según cuenta en este libro, Magda asistía a las reuniones sionistas, con un brazalete con la estrella de David.

            Nada hacía pensar que la ardorosa sionista iniciara un cambio tan drástico de tercio hasta llegar a convertirse en una militante del nazismo. El hecho determinante ocurrió durante la campaña electoral de 1930, en un mitin en el Palacio de los Deportes de Berlín, en el que actuaba como orador principal un tal Joseph Goebbels. Desde ese momento su vida daría un giro radical. Goebbels no era un Adonis, ni mucho menos el modelo masculino ario: bajito, de aspecto enjuto, moreno y ojos castaños, arrastraba su pierna izquierda, encajada en una prótesis, a causa de una enfermedad infantil. Como alguien ha escrito: «Era la antítesis ambulante de lo que predicaba su propia propaganda». Pese a todo, Magda quedó impresionada por su oratoria y por la parafernalia del acto. Como le había ocurrido con el sionismo, rápidamente se afilió al partido nazi y poco a poco, gracias a sus buenas cualidades, logró introducirse en las oficinas del cuartel general y ponerse a las órdenes del mujeriego Goebbels, quien escribió en su diario: «Una hermosa mujer llamada Quandt está haciéndome un nuevo archivo privado», Se refería al detalladísimo archivo donde recogía todas las noticias que, sobre él, o sobre el partido nazi se publicaba en el extranjero. Ahí encajaba Magda. El puesto estaba hecho a su medida porque, entre otras habilidades, hablaba idiomas. «Voy a dejar las historias de mujeres y dedicarme por entero a una», escribe Goebbels en su diario. En resumen, de secretaria particular, Magda pasó a ser la esposa del líder nazi un 31 de diciembre de 1931 con Adolf Hitler como padrino.

A partir de ese momento, aquella dama de la sociedad burguesa y decadente de la República de Weimar, se transformaría en la esencia del ama de casa nacionalsocialista ejemplar que organizaba espléndidas veladas en su mansión de Reichskanzlerplatz que duraban hasta altas horas de la madrugada. Por aquella mansión pasó toda la cúpula del partido: «galería de los monstruos», como es definida por algún historiador, donde personajes como Hermann Goering, Erns Röhm o Heinrich Himmler, desfilaron por sus salones, agasajados por su anfitriona.

En 1933 Goëbbels, pese a su empeño por hacerse con la cartera de Cultura, Hitler le hizo ministro de Ilustración Pública y Propaganda. El matrimonio, en su calidad de ministros del Reich, se trasladaría al palacio del Príncipe Leopoldo y como residencia de verano, las autoridades de Bogen le regalaron otro palacete de estilo prusiano en la zona del lago. Para mayor megalomanía, Goebbels se hizo construir un castillo privado (en el que ni su esposa podía entrar) que utilizaría como despacho y «picadero». Mientras, el matrimonio tuvo seis hijos (Helga, Hildegaard, Helmut, Holde, Hedwig y Heide), todos con HACHE, por lo que fue recompensada por el Fhürer con la Cruz Honorífica de la Madre Alemana. Por su parte, Magda, había conseguido encantar, no sólo a Alemania, sino a buena parte de los extranjeros, especialmente, como anfitriona de la Olimpiada de Berlín de 1936. Durante la guerra, acompañaba al marido visitando las ruinas de los bombardeos aliados y consolando a las madres que habían perdido a sus hijos.

Su final es generalmente bien conocido. El 22 de abril de 1945, con el Ejército Rojo a las puertas de Berlín, el matrimonio solicitó acompañar a su ídolo en su búnker. Desde allí Magda escribió una carta a su hijo Harald que estaba en el frente su fatídica decisión: «Nuestra espléndida idea se hunde (…) El mundo que vendrá detrás del Führer y el nacionalsocialismo no merece la pena ser vivido, y por eso he traído a los niños». Dos días después Hitler y su amante, Eva Braun se suicidaron. Magda se encerró en una habitación con sus seis hijos. Les administró un somnífero y una inyección letal. La mayor tenía doce años, la menor no había cumplido los cinco. Goebbels se pegó un tiro, Magda ingirió una cápsula de cianuro. Sus restos, encontrados por los soldados rusos, fueron enterrados en los jardines del cuartel general del KGB en Magdeburgo. Un cuarto de siglo después, los restos fueron incinerados y esparcidas en el río Elba.

                                     Rosa M. Ballesteros García

                        Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena

                                    “benaltertulias.blogspot.com”



[1] Murió en el campo de concentración de Buchenwal.

[2] Fue asesinado en Tel Aviv en 1933, sin que hasta la fecha se hayan encontrado culpable o culpables.