LAS CUEVAS PREHISTÓRICAS DE BENALMÁDENA
María del Carmen Martín Lara. Licenciada en Historia. Cronista Oficial de Benalmadena.
Aforo: 35 asistentes
PATRIMONIO PREHISTORICO DE BENALMADENA: La Cueva del
Toro, La Cueva del Sahara y las Cuevas de la Zorrera y de los Botijos.
Este es un
estudio basado en las fuentes documentales que sobre la Benalmádena
prehistórica hay publicados hasta el momento Apenas se aportan datos nuevos, ya
que no se han realizado trabajos de campo que amplíen y modifiquen lo ya
escrito. Sin embargo, existe por parte de las autoridades municipales la
intención de iniciar nuevos proyectos de investigación arqueológica que nos
ayudaran a conocer mejor y más ampliamente nuestro pasado prehistórico.
De la
Bibliografía consultada merecen mención especial los capítulos dos y tres de la
obra “Una historia de Benalmádena”, primer intento académico y riguroso de
introducirnos, de forma más general en
la Prehistoria de esta zona.
También cabe destacar el artículo
de los profesores Fortea Pérez y Giménez Gómez (1972-12973) y el libro de
Olaria de Gusi (1978), ambos con un contenido más concreto. Por su extensa
documentación fotográfica, a los trabajos anteriores hay que unir la obra de
Navarrete Enciso (1976)
Marco geográfico
Benalmádena,
municipio de la Costa del Sol occidental, tiene una extensión de 26,7 km2.
En su parte meridional se observa un relieve alomado, cruzado de noroeste a
sureste por múltiples arroyos, mientras que la zona septentrional es montañosa
y de fuertes pendientes, en las que destacan los cerros de Castillejo, del
Moro, Puerto viejo y Calamorro1 (una de
cuyas laderas centrará parte de este estudio). Estas empinadas montañas - que
sirven de barrera protectora contra el clima continental – junto al mar,
suavizan las temperaturas invernales y estivales.
En cuanto al
entorno geológico de Benalmádena se aprecian tres unidades: Alpujárride,
Malaguide y materiales postorogénicos, todas ellas pertenecientes a la
Cordillera Bética. Por tanto, encontramos abundantes afloramientos rocosos,
algunos de base caliza como la Sierrezuela, que han propiciado la formación de
grutas.
La escasa vegetación de carácter autóctono que
se puede observar actualmente es de tipo matorral-pastizal, con espartos,
tomillos, altabacas, adelfas, jaras, retamas y otras plantas que conforman una
tupida vegetación de monte bajo. Sin embargo podemos confirmar que el tipo de
vegetación potencial, que en un pasado cubrió el término de Benalmádena, estaba
formado por encinares y alcornocales y que sin duda sus arroyos y nacimientos
de agua eran mucho más caudalosos, (No olvidemos que el hombre, sobre todo en
época histórica, en su búsqueda de recursos, ha alterado de forma irreversible
el paisaje que le rodeaba con la
explotación de minas y bosques,
la creación de zonas de pastos y cultivos o la búsqueda de acuíferos,
ocasionando una paulatina erosión de los suelos y la formación de estuarios).
En cuanto al
litoral, Benalmádena posee 8 Km. de
costa, situación privilegiada que supuso, sin duda, un aliciente más para la
elección de asentamientos humanos, al favorecer siempre la búsqueda y obtención
de recursos. La actual línea de costa posiblemente no coincida con la que
conocieron los pobladores del Paleolítico, que estaría cuatro o cinco metros
más alta o más baja, incidiendo en las zonas ocupadas, como es el caso del
poblado de la Era2.
Este es, pues,
el medio físico que sirvió de entorno a hombres y mujeres de la Prehistoria de
Benalmádena.
Vestigios de un pasado prehistórico: Los yacimientos que actualmente aportan información sobre la
Prehistoria en Benalmádena son:
§ Cueva
del Toro
§ Cueva
del Sahara
§ Cueva
de la Zorrera
§ Cueva
de los Botijos
§ Cueva
I del sector Gil
§ “Otras
dos cuevas”3
§ Yacimiento
Arroyo de Casablanca
§ Yacimiento
del Castillejo
§ Cerro
del Piojo
§ Poblado
de la Era
Cada uno de estos enclaves ha sido estudiado con
resultado de diverso interés. Algunos de ellos son actualmente inaccesibles
para profundizar en su investigación y otros permanecen sin apenas investigar.
El período acerca del que nos aportan datos abarca de la cultura Solutrense
(Cueva del Toro) hasta los primeros contactos con civilizaciones históricas o
protohistoria (Poblado de la Era).
Por su interés y guiados por la documentación
encontrada estudiaremos exclusivamente los cuatro primeros yacimientos.
La Cueva del Toro.
Paleolítico
Superior
La primera
constancia de ocupación humana en el municipio de Benalmádena se remonta al
Paleolítico Superior, concretamente en el santuario de la Cueva del Toro, de
cultura Solutrense, como ocurre en el resto de la bahía de Málaga, consecuencia
de un momento de mejora climática. No existen, por el momento, yacimientos
habitacionales del mismo periodo en esta zona que se puedan relacionar con el
santuario, aunque hay autores que lo vinculan con la Cueva del Bahondillo.
El Solutrense aparece ya en Andalucía en su etapa de
consolidación, del 20.000-19.000 al 14.000 B.P., coincidiendo, como he dicho,
con una etapa de menos rigor climático, que favorecen llegada de nuevas
poblaciones.
En cuanto al
tipo de población, es la especie Homo
Sapiens Sapiens la que en mayor número de yacimientos se documenta en la
zona de Málaga4. Su economía se basa principalmente en una actividad
predadora: recolección5 y caza6, con grupos de cazadores
especializados - y por tanto, de gran movilidad - cuyas técnicas de caza bien
pudieran ser la persecución, el acecho, el trampeo o el acoso. Su hábitat, por
los vestigios que conocemos, fue
preferentemente la cueva; sin embargo, no hay que descartar los
campamentos al aire libre (sobre todo, teniendo en cuenta el clima favorable y
benigno de la zona).
La escasez de
medios para sobrevivir nos hace pensar en grupos reducidos, unidos por lazos de
parentesco, de fácil movilidad, con un alto índice de mortalidad entre la
población infantil y diezmado por las enfermedades y los peligros naturales. En
cuanto al tipo de herramientas (se da el
caso insólito de que se conoce mejor su arte que sus industrias) la gran
innovación del Solutrense es el retoque
invasor,7 que da lugar a las puntas foliaceas: hojas de laurel,
puntas de pedúnculo, de base cóncava, aletas, etc. Utilizaban el fuego y
posiblemente la división del trabajo era por sexos y edades: adultos y jóvenes
se dedicarían a la caza y mujeres y niños a la recolección y a tareas en el
hogar.
La llegada de los pobladores que desarrollan la
cultura Solutrense supuso el auge de pinturas en cuevas, convirtiendo en
verdaderos lienzos árticos las paredes y columnas de muchas de ellas. En la
provincia de Málaga, además, contamos con la máxima concentración de Andalucía
de grutas con testimonios prehistóricos.
Historiografía
La primera
referencia que se tiene de la Cueva del Toro es la que hace Giménez Reina en su
memoria arqueológica de la provincia de Málaga. En el capítulo dedicado a
cuevas de Torremolinos habla de la cueva del Carramolo8, de la que tiene noticias
pero que no ha identificado ni visitado. Posteriormente, en el capítulo “Otros
restos de época prehistórica” dice que la Sociedad Malagueña de Ciencias cuenta
en su colección con piezas de la cueva.
La bibliografía arqueológica posterior no se ocupa
de la Cueva del Toro hasta el inicio de la década de los setenta. En 1969 un
vecino de la localidad alertó a Giménez Gómez de las excursiones de un
extranjero a la cueva. Tras una ardua búsqueda la encontraron y en su primera
exploración sólo recorrieron la primera sala. Su interés les hizo volver meses
más tarde y descubrir la sala mayor. Realizaron un examen más exhaustivo en el
que encontraron vestigios de pintura
roja con la forma aparente de un animal. Este hallazgo fue notificado a la
Delegación Provincial de Bellas Artes de Málaga, enriqueciendo de esta forma,
las aportaciones malagueñas a los registros iconográficos de adscripción
mediterránea.
Dos años después, en 1971, se une a la investigación
del hallazgo el profesor Javier Fortea Pérez. Se toman los primeros calcos y
fotografías de las pinturas y también se realiza la planimetría de la cueva. En
la revista Zephyrus 1972-1973 de la Universidad de Salamanca se publica un
artículo con las conclusiones del estudio.
Posteriormente, en 1978, como resultado de una segunda visita a la
cueva, se lleva a cabo una nueva publicación con nuevos datos, como la
existencia de más pinturas
que habían pasado inadvertidas en la primera expedición. En 1994, el profesor José Luis Sanchidrian Torti9, visita la cueva con
los profesores de la Universidad de Málaga Dra. Baldomero Navarro y Dr. Ferrer Palma y hace un nuevo reconocimiento más exhaustivo de la
cueva.
Localización y
descripción de la Cueva
Su
localización, afortunadamente, es difícil: se encuentra en un farallón rocoso
en la ladera del monte Calamorro10, a una altura de 500 m. En la
actualidad la entrada está protegida por
una cancela colocada por el Ayuntamiento de la localidad. A instancia del
Arqueólogo Municipal Gonzalo Pineda de las Infantas Beato se está procediendo a
una valoración del estado de conservación de las pinturas por parte de un
equipo dirigido por la conservadora Carmen Román del Instituto Andaluz de
Patrimonio Histórico.
Se accede a la
cueva por una gatera que llega a la
llamada “Sala Pequeña” comunicada con la
“Sala Grande” de 12 m2 por 13 de alto, con un el eje longitudinal de
20,5 m. En la segunda expedición del
profesor Fortea se apreció la realización de excavaciones furtivas dentro de la
cueva que habían rebajado el coluvión de la sala central y como
consecuencia afloraron nuevas pinturas.
En la sala mayor se encuentra sólo una pared apta para la pintura y en ella
aparece un bóvido acéfalo
Descripción y
interpretación de las pinturas.
Pero este
bóvido no es la única pintura de la cueva. Existen otras, hasta seis grupos,
que son bien distintas tanto por su temática como por su localización.
El primer grupo de la entrada lo componen tres
trazos verticales casi paralelos, de color rojo, de unos 18 cm. de largo. A
continuación, los signos que preceden al tema central son tres puntos rojos de
unos tres centímetros de diámetro, situados a la derecha del bóvido y a nivel
del suelo. El tercer grupo, a 10 metros de los tres trazos de la entrada,
corresponde al bóvido acéfalo de la Sala Grande, rodeado de dudosas puntuaciones
negras. Después se aprecia un signo, frente al tema central, de color rojo que
se asemeja una especie de H; su trazo no es continuo, sino la unión de una
apretada serie de puntos. A menos de dos metros del conjunto central y hacia el
interior se encuentra otro grupo formado por cuatro puntos cuadrangulares con
vértices redondeados en un lado y dos trazos rojos en el otro. Y por último, al
fondo de la cueva, a 7 m del panel central, en un lugar de difícil acceso y
localización, se visualizan dos puntos rojos de 2 cm. de diámetro11.
Esta
distribución coincide plenamente con la teoría de A. Leroi-Gourhan referente al
significado y la localización de figuras en un santuario paleolítico, según una
planificación coherente y organizada. Es decir: signos de entrada, panel
central y signos al fondo.
El número de
pinturas se establece en función del espacio: en este caso en que la cavidad es
pequeña, sólo se muestra un lienzo central, en contraposición a las grandes
cuevas con varios paneles.
Panel Central con el bóvido acéfalo
El panel central se encuentra en la zona más
espaciosa de la cueva y en la única pared adecuada para este fin, se observa el
bóvido intencionadamente acéfalo, solitario, lo que le da un carácter especial;
aparece de perfil absoluto en perspectiva lateral plana, de color rojo fuerte y
rodeado de puntos negros en la zona del pecho; es un dibujo sólo del contorno,
sin detalles anatómicos; no aparecen gravados. En cuanto a las dimensiones, son
de 53 x 43 cms. y se encuentra a una distancia media del suelo12. Su
representación desde el punto de vista morfológico, muestra las patas una por
par y sólo en su cuarto superior; los cuartos traseros están apenas iniciados y
únicamente a parece el arranque de la cerviz y la mandíbula inferior. La línea
del vientre presenta una interrupción hacia la mitad y por su forma corresponde
a lo que se conoce como vientre “grávido”, que forma una curva en forma de M.
El profesor Fortea sugiere que presenta un aspecto arcaico. En cuanto al
interior de la figura se aprecia una línea cercana al vientre que puede ser
interpretada como un intento de reflejar el pelaje del animal. La línea
cérvico-dorsal presenta un trazo más grueso y contundente de rojo más intenso.
El resto del trazo es más fino y de tonalidad más clara. La figura aparece
rodeada en su parte delantera de signos ideomorfos, plenos circulares; por
tanto, tenemos, como ya es generalizado en otros santuarios de Andalucía, un
único cuadrúpedo axial unido a un grupo de varios ideogramas13.
La gama de
colores es pobre: sólo observamos el rojo y el negro, como en prácticamente
todas las cuevas andaluzas, excluyendo el amarillo y los gravados. También
responde al binomio animal-signo predominante en la región, que como la mayor
parte de las manifestaciones artísticas de Andalucía se inscriben en el mundo
mediterráneo o ibérico y por tanto presentan una extraordinaria analogía con el
resto de pinturas de la zona.
Si bien la Cueva del Toro es para algunos el
santuario más simple de entre los andaluces, mantiene el esquema básico común:
una entrada con una serie de líneas, la sala central con el tema fundamental:
uro-signos y por último al fondo de la gruta dos arquetipos simbólicos. En
palabras de Sanchidrián la cueva presenta
una trayectoria continua con una composición unitaria y nuclear.
Cabe concluir, entre otras cosas, que para su
ejecución sólo hiciera falta una persona, dado la altura a la que fue pintada y
la estrechez del lugar.
Los santuarios
con representaciones parietales prehistóricas están estrechamente ligados al
mundo espiritual y son muy importantes en las religiones arcaicas. Se trata de
lugares de iniciación, o de unión entre distintos grupos; o hitos de
demarcación; lugares en que se vincula el mundo sobrenatural y el terrenal a través
de las cualidades del animal (totemismo). Las representaciones pictóricas
pueden recibir una interpretación sexual, o de magia propiciatoria o de
reproducción o meramente el arte por el arte. No parecen responder a la formula
animal consumido-animal representado. Los enfoques que admite el análisis del
arte Paleolítico son, como vemos, muy variados. En Andalucía, para los estadios
tardíos del Solutrense y para el Magdaleniense se realiza en función de
análisis comparativos con Parpalló y La Pileta.
No se conoce un espacio habitacional cercano a
nuestro yacimiento, aunque hay quien propone la cueva del Bahondillo como
hábitat relacionado.
Lo curioso de estas pinturas es que no obedecen al
esquema propuesto también por Leroi-Gourhan según el cual el panel central
recoge figuras de bóvidos-Caballo. Tenemos el toro que representa lo femenino;
falta el caballo, lo masculino. Ahora bien, Fortea apunta la posibilidad de
interpretar los signos o puntos como la parte masculina; Es decir, sería una
variante del tema bóvido-caballo, con todo el significado de complementariedad
y oposición de los principios masculino y femenino. También se apunta a la
posibilidad de que estas representaciones encierren mensajes gráficos
codificados muy propios de la cultura Solutrense malagueña y que los signos o
puntos correspondan a combinaciones abstractas normalizadas, bautizadas como
“oraciones”, lo que de alguna forma coordinaría las asociaciones entre los
ideomorfos. Por otra parte, la tendencia general es el dualismo: motivos
cuadrangulares-cierva y motivos circulares-bovinos. En el caso que nos ocupa no
cabe aplicar esta teoría al darse círculos y cuadrados.
La expresión
artística, por la coincidencia de características comunes que comparten los
santuarios que jalonan más de 300 Km., desde La Pileta en Málaga hasta Almaceta
en Almería, puede llevarnos a pensar en la posibilidad de contactos entre
grupos con lo que surgiría una transmisión de información e ideas.
Cronología
Desde el punto
de vista estilístico la pintura del toro puede identificarse dentro del
Solutrense Superior-Magdaleniense inferior, aunque con un cierto aire de
arcaísmo. Con relación a pinturas de cuevas relativamente cercanas (Trinidad de
Ardales, Nerja, La Pileta y otras) podemos, también, colocarla en el
Solutrense.
Si hacemos un
análisis desde el punto de vista conceptual tenemos que volver a la hipótesis
bóvido-caballo que, cronológicamente, se sitúa en el Solutrense o
Magdalenienses inferior o medio. En cuanto al acefalismo también correspondería
al mismo periodo. Por otra parte, existe la hipótesis de que los trazos
pareados corresponden a la cultura Solutrense. Para el doctor Ferrer Palma la Cueva del toro
pertenece claramente a los momentos finales de la fase avanzada del Solutrense.
Sanchidrián también mantiene esta cronología, situándola en lo que él llama
Solutrense reciente, junto con la Pileta, Nerja, Trinidad y Navarro entre
otras. Fortea y Giménez, en el primer estudio, después de una comparación con
los yacimientos prehistóricos malagueños que se conocen en ese momento (1971),
apunta que la Cueva del Toro se puede situar en un ambiguo
Solutrense-magdaleniense. En 1978, como ya queda dicho, tras el descubrimiento
de nuevas pinturas, publicará una revisión que, sin embargo, sitúa las pinturas
en un momento antiguo del Solutrense o Solutrense Inferior. Esta última teoría
es contraria todas las demás por lo que la adscripción al Solutrense Superior o
avanzado es la más compartida.
La
Cueva del Sahara y las Cuevas de la Zorrera y de los Botijos.
El Neolítico en Benalmádena está representado por
las Cuevas de la Zorrera y los Botijos y por la Cueva del Sahara. Sin embargo,
podemos hablar de otros tres yacimientos en la misma zona de farallón de la
Sierrezuela: Cueva I del sector Gil, documentada por el Grupo de Exploraciones
Subterráneas en 1972, y las dos dadas a
conocer por Ferrer y Ortiz, e incluidas sólo como referencia en el Catálogo de
Yacimientos de la Provincia de Málaga14 sin que hasta el momento se
haya publicado nada al respecto.
El estado tan precario de estas cuevas y las
circunstancias en que fueron estudiadas, hacen que los datos aportados sean
escasos. Ya a finales de los setenta se encontraban en peligro de derrumbe y,
por tanto, se descartó una excavación arqueológica más rigurosa. Todo ello nos
lleva a realizar un estudio comparativo con otras cuevas de la zona, que nos
ayudara a comprender mejor cómo vivían los pobladores neolíticos de estos
yacimientos.
La fijación de una cronología para el Neolítico
andaluz es muy controvertida, sin acuerdo hasta el momento. Si difícil es fijar
su inicio, más lo es señalar su final. A modo de guía podemos hablar del
transcurso del sexto milenio a.C. para sus comienzos y finales del cuarto e
inicio del tercero para su finalización.
El despegue
demográfico es, sin duda, una de las características más significativas del
Neolítico. Se produce una dispersión de la población hacia nuevos lugares de
abastecimiento. Aunque el hombre sigue dependiendo de la recolección, la caza
ha pasado a un segundo plano y será la explotación ganadera la que adquiera un
crecimiento importante15. Por otra parte, la agricultura de
subsistencia nos llega plenamente desarrollada basadas en el cultivo del trigo.
Los lazos
sociales siguen siendo de parentesco próximo y los grupos serían pequeños, muy
distribuidos para abarcar un área más amplia de abastecimiento y con carácter
sedentario. La diferencia entre los distintos componentes del grupo no debía de
ser destacable: estamos hablando de una comunidad de tipo igualitario. Los
hogares, al menos los que se conservan, serían unos en cuevas y quizás otros,
de carácter temporal, al aire libre.
En cuanto a la industria lítica, aparece la piedra
pulimentada ( hachas y azuelas,
escoplos, molinos de mano, mazas de moler) y la técnica laminar produce
herramientas de mayor tamaño, mientras que por otro lado la demanda de hojas de
pequeñas dimensiones para trabajos agrícolas, se centra en cuchillos y
elementos articulados en mangos de hoces.
Se consolida la técnica por abrasión y se pulen distintos materiales
pétreos como la diorita o la diabasa.
El hueso es otro de los materiales que se utiliza
para la fabricación de punzones, agujas y espátulas, empleados para la
elaboración de sus vestidos, adornos, colorantes, redes y para otras
actividades surgidas al hilo de la nueva de economía.
La aparición de la cerámica tiene un carácter
meramente funcional, es decir se emplea
para elaborar contendores con que transportar y almacenar líquidos o para
cocinar. Son de forma globular con asas-pitorros. Aparecen también objetos
nuevos, no funcionales, sino “de lujo”, como
brazaletes de mármol y de pizarra, cuentas de collar, anillos y pulseras.
La Cultura de la
Cuevas
La nueva
formula para la obtención de recursos permitió que el hombre se vinculase
definitivamente a un territorio; a un lugar que le ofrecía lo que necesitaba
para su subsistencia. Se puede hablar de economía de producción doméstica. Por
primera vez podemos pensar en sedentarismo y consecuentemente en la utilización
de las cuevas como vivienda habitual. La
nueva situación supuso también un cambio social: ahora se buscan lugares de reunión
algo más permanentes; se empiezan a utilizar nuevas herramientas como el molino
de mano y mazas de moler para preparar el cereal; se tiende al uso comunal de
estos utensilios al ser la división del trabajo por sexos; aparece la primera
estructura artesanal en torno a la cerámica y surgirán también objetos de ocio
y de lujo.
Se ha
producido, tras pasar el listón del 5.000 a.C., una transición económica-social
y la nueva cultura se ha consolidado extendiendo los nuevos sistemas de
producción y señalando un periodo de esplendor del Neolítico andaluz Es lo que conocemos como “Cultura de la
Cuevas con cerámica decorada de Andalucía oriental”.
El área de
mayor expansión de este nuevo modelo de producción será principalmente una
franja que abarcará todo el litoral malagueño.
Las Cuevas de Benalmádena
Por la riqueza
del material cerámico y por la ubicación del hábitat en grutas naturales
podemos afirmar que los yacimientos neolíticos de Benalmádena están adscritos a
la Cultura de la Cuevas, que abarca fundamentalmente la fase del
Neolítico Medio.
Historiografía
La primera
prospección de la que tenemos conocimiento, realizada en una cueva de
Benalmádena, se hizo en la llamada Cueva del Sahara, en agosto de 1961. De los
resultados obtenidos Braun realizó una
publicación dos años después en Francia.
Tenemos la
primera noticia de las Cuevas de los Botijos y de la Zorrera a través de Grupo Espeleológico de Málaga
(G.E.M.A.), que entre los años 1965 y 1967 las descubrieron, de forma fortuita.
Se realizó una apresurada recogida de material por miembros de la asociación,
sin la colaboración de arqueólogos. Esto, unido al peligro de derrumbe, (que
hizo inviable su excavación), nos impide obtener un estudio estratigráfico fiable.
La profesora
Carmen Olaria de Gusi, de la Universidad de Jaume I de Castellón de la Plana,
en una visita al Museo Precolombino y Arqueológico de Benalmádena, tuvo ocasión
de observar parte del ajuar encontrado en las cuevas, interesada en él, realizó
un estudio que fue publicado por el
Ayuntamiento de la localidad.
La tesis
doctoral “La Cultura de la Cuevas con Cerámica Decorada en Andalucía Oriental”
de Navarrete enciso supuso una inestimable aportación a los estudios de los
yacimientos benalmadenses, sobre todo en lo que se refiere a la búsqueda de restos en colecciones privadas y a su extensa
documentación fotográfica.
Los
catálogos del Museo Arqueológico y Precolombino de Benalmádena, bajo la
dirección de D. Felipe Orlando, también se suman a la bibliografía,
especialmente en lo que se refiere a los
distintos restos de cerámica y adornos que se encuentran expuestos o en
depósito en esta institución.
Localización y
descripción de las cuevas
La Cueva del Sahara,
según algunos autores, está situada en “La Serrezuela”, muy cerca del pueblo de
Benalmádena, a unos 2 Km. de la costa. Sin embargo, en la actualidad nada se
sabe de ella y tan sólo aparece citada en la bibliografía que reseñamos.
Las Cuevas
de la Zorrera y de los Botijos, como la anterior, también se encuentran
enclavadas en el municipio de Benalmádena, a 2 Km de la línea de costa, también
en el farallón de la Sierrezuela, en la zona sur. Es un lugar soleado y con
vegetación de tomillo, esparto, palmitos y monte bajo. Este corte pertenece a
la Sierra de Mijas y está constituido por calizas jurásicas. Posiblemente se
encuentren comunicadas por algunas de sus bocas, ya que se hallan a menos de
quinientos metros una de las otra.
En la obra
“Las cuevas de los Botijos y de la Zorrera”
podemos encontrar la descripción de las cuevas. La autora no refiere si
las visitó, todo nos hace pensar que la información le fue facilitada por el
Grupo Espeleológico de Málaga (G.E.M.A.)
La entrada
de la Cueva de la Zorrera es una grieta de reducidas dimensiones en la roca. En
su interior, una intrincada red de angostas galerías de 200 m. de longitud
desemboca en la pequeña “Sala del Colgante”, cuyo suelo está cubierto de rocas
desprendidas del techo. A continuación, ascendiendo por una rampa, se llega a
la “Sala de los Enterramientos”, donde se encontraron abundantes restos
antropológicos, en mal estado de
conservación. Otras galerías sin salida y varios pozos que conducen a una sima
sobre la primitiva entrada, conforman el resto de la cueva.
La Cueva de
los Botijos tiene su entrada casi totalmente cerrada por el desprendimiento de
rocas. Una sima de 3 metros de profundidad da paso a la bifurcación de dos
galerías, una las cuales se halla obstruida y la otra da paso a un laberinto de
estrechas y peligrosas grietas. Descendiendo por una nueva sima de 8 metros de
profundidad y tras un pasadizo de 5 metros, se llega a una sala de 6 metros de
larga por 30 metros de altura, con gran cantidad de roca desprendida de la
bóveda, que recibió el nombre de “Sala de las Pulseras”. Aquí se encontró gran cantidad de material
arqueológico esparcido por la superficie y aplastado por las rocas caídas.
También había huesos humanos diseminados y muy fragmentados por toda la sala.
Mucho material se perdió, entre ellos un hogar y la mayoría de los restos
humanos. Más adelante, siguiendo por estrechos corredores, se llega a las
“Galerías Altas”.
Estas cuevas
nos demuestran la intensa ocupación que tuvo la zona a finales del V milenio y
principios del IV a.C.
Descripción e interpretación de los restos hallados
Las cuevas
Neolíticas de Benalmádena atesoraban un interesante ajuar, no sólo por la
abundancia de material (superan el millar de fragmentos), sino también por la
riqueza decorativa de sus cerámicas y la variedad de formas. A esto se une su
importancia como nuevo testimonio para desentrañar la problemática del
Neolítico andaluz y el de la provincia de Málaga en concreto.
Material de la Cueva del
Sahara.
La industria
lítica está representada en esta cueva por pequeñas hojas de sílex de sección
triangular o trapezoidal, un alisador y un disco perforado. También se recoge
en la bibliografía la presencia de restos de una hoz en sílex, no reconocido en
la publicación de Braun. Entre el
material óseo se incluyen un peine y un punzón. Hay también conchas de
moluscos perforadas, posiblemente para ser colgadas por un cordón del cuello y una fusayola16.
En cuanto a
la cerámica es de hechura basta, con grueso desengrasante en la trama; las
formas son variadas: hay pequeños cuencos poco profundos, de boca abierta;
cuencos más profundos con las bocas menos abiertas; vasos globulares con
cuellos cilíndricos; cuencos esféricos o semiesféricos.
Aunque
predomina la cerámica lisa, se observan elementos decorativos como los
siguientes: cordones lisos en relieve, incisiones en líneas horizontales y
verticales, líneas incisas rectas o describiendo curvas, puntillado o
combinación de todo lo anterior.
Material de la Cueva de la
Zorrera y de la Cueva de los Botijos
Navarrete Enciso, dada la cercanía y la
posible conexión por una de sus bocas,
nos dice que ambas grutas pueden incluirse en el mismo grupo de cuevas
malagueñas costeras, por lo que las trataremos aquí en un solo apartado.
En cuanto a
los restos antropológicos, en la Cueva
de la Zorrera se encontraron cuatro
maxilares inferiores de cierta robustez y diversos huesos largos muy
fragmentados, pero debido a su descontextualización y a la falta de estudio, no
aportan información veraz, aunque sí se puede hablar de prácticas rituales
funerarias.
Con respecto
a los abundantes restos humanos de la Cueva de los Botijos y la falta de
hogares, para Navarrete Enciso parecen indicar solamente la utilización del yacimiento
para enterramientos.
Parte del material lítico encontrado17
es de sílex (raspadores, cuchillos, lascas) o de piedra jaspeada o negra,
siempre bien trabajado y perfectamente pulimentada. Otras piezas líticas son un
molino aplanado de piedra caliza (440 mm x 270 mm) y una amoladera. También se hallaron cinco hachas de diorita,
serpentina y basalto18, otra hacha de mármol veteado, una hachuela
de calcita y otra de mármol grisáceo19.
La cerámica
decorada es aquí más abundante que la lisa (79%). Las técnicas utilizadas son
muy variadas e incluso a veces se combinan impresión con peine, ántix de valva
o digitales, puntillado con punzón o peine, incisiones con punzón o sílex,
(describiendo círculos, rosetas, triángulos, puntos y rayas), y nervaduras o cordones. Es de buena calidad, de superficie bien
tratada y bien bruñida.
Los materiales cerámicos de la Cueva de los
Botijos son más numerosos y de mejor calidad que los de la Cueva de la Zorrera,
que presentan más tosquedad y pobreza, aunque existe gran conexión tipológica.
Así pues,
podemos dividir los restos cerámicos según su factura sea tosca o fina. Y en
cuanto a su decoración, lisa y decorada.
En la cerámica
fina el engobe es de buena calidad, casi siempre de color rojo, a la almagra y
con un bruñido uniforme excelente, al igual que la cocción. La tosca, sin
embargo, carece de engobe y la cocción es defectuosa.
En cuanto a las formas, las hay fundamentalmente
globulares y ovoides: cuencos esféricos y semiesféricos y vasos globulares y de
cuello alto y estrechos.
Un elemento a destacar, por su carácter local, es el
tipo de asa-pitorro. En la Cueva de los
botijos, los alfareros se especializaron de tal forma en esta producción tan
típica que le ha dado carisma y nombre a la comunidad, de ahí el apelativo por
la que es conocida. A veces este tipo de asideros ha ido asociado a otras
formas: la variedad de asas-pitorros va desde las que se sitúan cerca del
borde; las del pitorro circular con puente perforado o no; las de mamelón en
múltiples variante, la vertical; las de pitorro sobre asa de cinta con puente,
también, perforado o no y las de asa de cinta sin puente entre otras.
Otros de los
elementos del ajuar, especialmente en la Cueva de los Botijos, lo constituyen
brazaletes de calcita y de mármol, de gran anchura, en su mayoría decorados y
con perforaciones, aunque también los hay lisos.
El resto del
material son elementos de adorno: colgantes de hueso, colmillo y concha; una cuenta de collar circular; una
pulsera sobre concha (pecten);
una lapa y
una concha de caracol marino,
ambos perforados.
De los colgantes cabe destacar un amuleto de
mármol veteado41,estrangulado en su parte central, de los llamados
“cola de violín (es posible, según la profesora Olaria de Gusi, que se tratara
de un pequeño ídolo).
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